La
humanidad progresa, pero la mayoría de sus miembros no.
Pensar
colectivamente es la regla general. Pensar individualmente es la excepción
Gustave Le
Bon
En los
últimos tiempos se acentúa la crisis sistémica de la democracia española. Una
de las señales más llamativas de esa crisis es la comparecencia de varios
espíritus del pasado que se muestran abiertamente en torno a la sede del PSOE
en Madrid, en la calle Ferraz. Estos fantasmas adquieren la forma de personajes
rotundamente obsoletos que desarrollan acciones y liturgias espaciales que
remiten al pasado, exhibiendo unos repertorios de acción agotados y escasamente
compatibles con las realidades del presente. De ellas resulta una suerte de
shock antropológico, en tanto que su presencia y actuaciones conforman un
espectáculo extraño, que no encaja con los imaginarios y las prácticas sociales
imperantes en las actuales sociedades. Esta feria de lo obsoleto es mostrada
por las cámaras como una exhibición de lo caducado, de modo análogo a las
exposiciones de coches antiguos.
En
particular, me refiero a las movilizaciones que tienen lugar desde hace varios
meses, y que este prodigioso fin de semana se han diversificado mostrando lo
extraordinario o lo insólito. La sede del PSOE en la calle Ferraz, se configura
así, como un espacio mágico que me permito bautizar como el rompeolas de todas
las formas de movilización imperantes en el pasado. Las gentes de la extrema
derecha la han cercado exhibiendo formas arcaicas de expresión, que denotan una
agresividad y violencia simbólica suprema. Los rituales religiosos, las quemas
de muñecos, las estéticas de sus participantes, los eslóganes coreados, las
cancioncillas, con la presencia inevitable del inefable “Cara al Sol”, las
formas de cohesión grupal, las liturgias espaciales, la demonización del
enemigo. Todas ellas conforman un espectáculo bochornoso que me interroga
acerca de los sótanos en los que han permanecido durante tanto tiempo. Según
pasan los días, la degradación avanza en esta subsociedad sumergida de los
participantes del cerco a Ferraz, que constituye una exposición del viejo
fascismo.
El pasado
fin de semana concurrieron a ese espacio nuevos públicos, así como otros repertorios
fantasmagóricos. El miércoles, el presidente Sánchez anunció su posible
renuncia y su tiempo de reflexión. Su súbita ausencia supuso una destitución
del partido, en un acto de liderazgo insólito y sin precedentes. El gobierno,
los aliados y la dirección partidaria quedaron en suspensión hasta el
desenlace, que era decidido por el líder en solitario y aislado de los mismos.
Este vacío se proyectó a las bases y públicos partidarios que mostraron su
orfandad desarrollando un conjunto de plegarias y jaculatorias sin precedente.
Este acto de hiperliderazgo revela un sadismo inusitado, desvelando la
vulnerabilidad del conjunto partidario y gubernamental desprovisto de la
dirección del líder providencial.
El resultado
de este dislate fue la reunión del Comité Federal incapacitado para hacer
propuestas, reconvirtiéndose así en una reunión similar a la de la Iglesia
cuando, tras la muerte de un papa, esperan la decisión de uno nuevo elegido por
el Cónclave. En esta ocasión, Sánchez incapacitó a su colegio cardenalicio para
asumir en exclusiva la decisión. Estos solo podían esperar al humo blanco. De
ahí que se multiplicasen las liturgias asociadas a la milagrería. El partido
quedó desnudado tras ser severamente cancelada su capacidad de decisión,
incluso de consulta, suprimiendo imperativamente su voz. Sólo cabía manifestar la fe y la esperanza en espera de
tan esperada decisión milagrosa que lo reconstituyese de nuevo superando la
acción del maligno en un exorcismo público ante las cámaras.
En una
situación así se mostraron impúdicamente los misterios de la organización. Se
destapó la caja negra del partido. En el interior del Comité proliferaron los
actos de fe y las proclamaciones de incondicionalidad. Los dirigentes se
exhibieron como huérfanos vulnerables, liberándose de prejuicios. La ministra
Teresa Ribera pronunció su antológico “Somos como los perros, fieles y leales”.
Esta ceremonia mostró sin pudor el interior de la organización partidaria. Esta
exhibe en el intervalo temporal de la ausencia de liderazgo, la
magnitud de su cierre organizacional, haciendo ostentación de sus miedos. La
apoteosis del partido clausurado por su líder se muestra en todo su esplendor,
ignorando su mismo entorno. Las imágenes del Comité Federal, y, sobre todo, la
salida de este al exterior para fusionarse con los desamparados concentrados en
el exterior, denota la magnitud del cierre partidario que invoca a su líder,
Sánchez/Sade, para conjurar los espíritus malignos de sus enemigos.
Contemplando
esas imágenes, fue inevitable establecer una relación con eventos ocurridos en
otras sociedades. La teatralización virulenta de la viceministra María Jesús
Montero, remite a los rituales haitianos del vudú, entendido como una
liberación imaginaria del mal. Pude imaginar a Françoise Duvalier, Papá Doc, el
gobernante haitiano temido y aclamado por su pueblo durante tantos años. He
sido testigo de la desmesura en la apología y el arte de aclamar en distintas
ocasiones. Recuerdo que, en 1976, siendo responsable de organización del
Partido Comunista en Cantabria, tras la legalización del partido tuvo lugar el
primer mitin en el que venia una persona relevante de la dirección, Simón
Sánchez Montero. El clima de entusiasmo entre los militantes era manifiesto.
Pues bien, un veterano militante compareció en esa fiesta partidaria portando
dos grandes retratos de Dolores Ibárruri sobre su cuerpo a modo de escapulario.
En ese momento me invadió una sensación de pánico por los efectos nocivos que
podía tener de cara a la gente joven que esperábamos.
Eso es
exactamente lo que me fascinó de este convulso fin de semana. La movilización
se asemejaba en sus formas de expresión a las concentraciones marianas
promovidas por la Iglesia, o algunas antológicas que realizan distintos grupos
evangélicos. Allí predominaba una idea convocante: un milagro que les liberaría
de los temores a sus demoníacos enemigos que les acechaban desde el exterior.
Exhibir contundentemente la aclamación al santo les liberaba de la angustia del
vacío, reafirmándose frente a la gran masa de espectadores no creyentes. Así se
configuró un éxtasis partidario colectivo que reclamaba lo extraordinario
movilizando los cuerpos polarizados en las emociones.
Todos los
ingredientes de una movilización defensiva comparecieron en el escenario.
Ejercí largos años como profesor de Sociología de los Movimientos Sociales, lo
que me ayuda a comprender las diferencias entre estas manifestaciones inducidas
por los temores colectivos y aquellas que se orientan a un horizonte y tienen
finalidades específicas. Las consecuencias del clima de tensión y el estado de
alerta se hicieron patentes mediante el dramatismo y la riqueza de las
sobreactuaciones de los participantes. Aquello tenía rasgos de las
manifestaciones de Madres contra la Droga en los 80, en las que se trataba de responder
a lo que se percibía como un poder maligno y subyacente, lo que generaba una
apoteosis de desconfianza y sospecha colosal.
En una
acción de este tipo, se reafirma emocionalmente la santidad de la causa que
convoca a los participantes en detrimento de los rivales. Así se configura el
abismo antropológico entre los métodos de la acción y el contexto global en el
que se produce. Uno de los antecedentes de este ensimismamiento compartido y
puesto en acción fue la célebre manifestación en los años cincuenta que
protestaba contra la negativa de la ONU a admitir a España. Un artista
incógnito sintetizó el imaginario de las protestas en una pancarta, cuyo texto
rezaba así: “Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos”. Esta expresión denota
el sentido organizador de los participantes: Se reafirma la divinización del
nosotros frente a la condena de ellos, que en este caso era, nada menos, que la
comunidad internacional.
Esta frase
desvela a las claras la dimensión formidable del cierre al exterior de una
comunidad humana. El pasado fin de semana en Ferraz se hizo patente el cierre
sobre sí mismo del PSOE. Todos se mostraron como hijos de Pedro y Begoña,
dispuestos a la defensa numantina de estos por encima del bien y del mal,
frente al acecho de la última versión del Ángel Caído. La obsolescencia de las
concentraciones defensivas y desesperanzadas quedó de manifiesto. En estos días
se produce un ciclo de protestas de los estudiantes norteamericanos por el
genocidio de Gaza que adopta formas completamente diferentes, al estilo del 15
M. En este caso se reapropian de un espacio en el que se instalan potenciando
los vínculos entre los participantes. Se trata de otra matriz antropológica. Lo
que se sigue viendo por aquí son, en el sentido estricto, procesiones, una
versión de las masas religiosas concentradas para la cohesión en torno al bien,
que siempre tiene el rango de divinidad. Estas carecen de objetivos
específicos. La semejanza de las manifestaciones con este modelo eclesiástico
es manifiesta en sus eslóganes y modos de estar.
Renovar los repertorios de acción es una
condición para la sobrevivencia de los movimientos sociales, que se inscriben
en nuevos contextos. Es esencial adecuarse a las condiciones determinadas por
la reciente mutación antropológica, todavía en curso. Imagino que esta
renovación excluye la compulsión de los cuerpos al estilo del vudú que han
puesto en escena algunos ilustres ministros y miembros de las jerarquías
estatales. Ellos me han obligado a recurrir a Gustave Le Bon.
El Ruedo Ibérico que fermentó el franquismo, desde aquel 'de entrada NO' a la perpetua y gran gestora de autobuses para el Dia de la Lealtad, se extiende como un esperpento cuando nuestros vecinos rememoran su 25 de Abril envidia de la impotencia y acostumbramiento en este Reino vodevil.
ResponderEliminarhttps://www.vozpopuli.com/opinion/este-hombre-peligro.html