La
transición política en España, resuelta con la instauración de una Constitución
e instituciones democráticas, coincide fatalmente con la crisis de los años
setenta en Europa, que cancela los llamados treinta
gloriosos, período de crecimiento de las economías keynesianas, los estados
del bienestar y las sociedades de las clases
medias. Los discursos políticos de los nuevos partidos apelan a la imagen
de este tiempo de capitalismo amable del bienestar que constituye el horizonte
de los proyectos de reconstitución del nuevo régimen. Esta imagen de la Europa
keynesiana preside los imaginarios políticos desde la fundación del régimen del
78 hasta el presente.
El nuevo
proceso que se inaugura en el sistema-mundo desde los años ochenta se encuentra
presidido por un signo muy diferente. Se funda en un modelo neoliberal que
impulsa una sociedad que se puede sintetizar en el concepto de dualización, es
decir, reducción de la movilidad social y establecimiento de barreras sólidas
entre bloques de clases sociales. El proyecto neoliberal se hace presente
modificando sustantivamente el tejido productivo y las empresas, las
instituciones y la cultura. El efecto perverso español radica en que, de modo
progresivo, se realizan las políticas determinadas por las instituciones
globales según el molde neoliberal, pero se mantienen los discursos
keynesianos. El resultado es una suerte de esquizofrenia institucional y
cultural que hace de la paradoja un arte mayor. Según van pasando los años,
estas políticas neoliberales referenciadas en el capitalismo global, tienen
efectos demoledores en la estratificación social, modificando las clases
sociales de un modo sustantivo.
La izquierda
mediática y política es la principal víctima de esta distorsión cronificada, de
modo que una medida política, como la de las ayudas establecidas por el
gobierno progresista de coalición, que son presentadas con la pomposa
denominación de “escudo social”, pero que en realidad se trata de una versión
post de las políticas para pobres, que no tienen efectos en la estructura
social. Así se confirma el contraste entre las retóricas XXL y las parcas
realidades, tan característica de la izquierda extraviada del siglo XXI. Desde
esta perspectiva se pueden comprender las desafecciones municipales y
autonómicas de sus electorados, así como la dinámica del gobierno más
progresista de la historia. En tanto que sus bases político-sociales son
penalizadas con saña por las reformas neoliberales, ellos se han especializado
en generar distintas excepciones y ficciones. Porque, ¿cómo se puede explicar
la derrota del ayuntamiento de Carmena en Madrid o de las huestes del PSOE en
Andalucía o Extremadura?
Esta colosal
distorsión político-cultural tiene como consecuencia la ausencia de realismo y
la constitución de un verdadero depósito de conocimiento en el que se acumula lo
no dicho, o lo que no se puede decir ni hablar. Esta espiral del silencio
dificulta la comprensión de la realidad y privilegia una infantilización del
relato político. Ahora se trata de resistir a una ola que propicia la
instalación en las instituciones, nada menos que el mismísimo fascismo. Este
relato simple se constituye en el eje argumental de la izquierda, cristalizando
en un tóxico clima que obstaculiza a la inteligencia. El resultado es un
ambiente irrespirable, además de la consolidación de una auténtica corte, en
tanto que la titularidad del gobierno se encuentra en los misteriosos
progresistas. En estas condiciones, una vez abolida la reflexión, siendo
imposible pensar y decir acerca de los porqués la izquierda ha sido desalojada
en Andalucía y en casi todas las partes, la izquierda deviene en una
institución semejante a las vetustas órdenes religiosas o militares.
Los
digitales de izquierdas o las televisiones progresistas aprenden a construir un
denominador común discursivo, que no explica numerosos acontecimientos, pero
que es capaz de convocar a todos y forjar una unidad enigmática. En el margen
de estas narrativas, nadie puede sobrevivir. Así, cuando el gobierno proclama
que ha superado la precariedad laboral o que se encuentra en la víspera de
resolver la penosa situación de los inquilinos, nadie se atreve a replicar, en
tanto que puede ser calificado como colaborador complaciente de la bestia
maligna que ya habita los ayuntamientos o los parlamentos: el fascismo
retornado tras vivir unas décadas en los oscuros sótanos de tan progresada
sociedad democrática.
Esta
ideología oficial, que se asienta tan concertadamente en los digitales o
televisiones, adquiere la naturaleza de una nueva orden modelada según el molde
de los templarios u otros semejantes, cuya razón de ser es la existencia de un
enemigo macroscópico y apocalíptico. De este modo, se hace posible ocultar
dimensiones esenciales de la realidad, tal y como es la de la vocación
imperecedera del gobierno progresista en mantener y reforzar las políticas
armamentísticas. Cuando los ministros de Podemos son desalojados de tan ínclito
gobierno, Montero y Belarra nos recuerdan esas inversiones y decisiones,
rompiendo un silencio denso, forjado en los años de gestión progresista. Hoy
mismo he visto unas declaraciones de la ministra de Sanidad, Mónica García, una
de las superdotadas en el arte dialéctico de ocultar, en las que califica de
normal el incremento de los gastos militares, tal y como exigen nuestros aliados.
Ahora avivo
el recuerdo de los años en que trabajé en el sistema sanitario. En tanto que se
llevaba a cabo una reforma salubrista para incrementar la eficacia del sistema,
simultáneamente, llegaba otra reforma impetuosa de signo contrario, propiciada
abiertamente por las autoridades. Hice mi tesis doctoral sobre las dos
reformas. En esos años era profesor del máster de salud pública y gestión de la
Escuela Andaluza de Salud Pública, y desde esa posición podía percibir la
intensidad de la reforma neoliberal, que en ese tiempo solo podía replicarse
desde el rótulo de reforma gerencialista. Todas las piezas de la propuesta
neoliberal se presentaban como soluciones tecnocráticas ocultando su
genealogía.
En el
contexto cultural español nadie sabía cuáles eran los verdaderos padres de los
saberes y métodos que se presentaban. La inteligencia emocional y gestión de
emociones, ya representaba entonces la eficacia probada en la tarea de reducir la
cohesión de los colectivos profesionales debilitando sus vínculos laterales,
siendo ensayada con éxito en el gulag empresarial avanzado. Aquí se presentaba
como una propuesta inocente y progresista. Bastaba mostrar cualquier idea o
método como nuevo para ser aceptado con toda la ingenuidad integral. La
ausencia completa de conversación y la neutralización de la información ha
facilitado la reconversión del sistema sanitario público a los moldes
neoliberales.
La
cristalización de esa esquizofrenia político-cultural convierte el sistema de
ideas de la izquierda en un lastre para comprender las realidades sociales. El
peligro de convertirse en un sistema cerrado autorreferencial se cierne sobre
ella. En esta extraña anomia cognitiva no es posible clasificar a distintos
actores políticos o mediáticos que se encuentran frenéticamente enfrentados. Así,
la única explicación en este contexto mudo en el que impera lo no dicho de
estas diferencias es la posición de cada cual. Los ubicados en la Sexta, como
Maestre, junto a los privilegiados ministros de Sumar, rivalizan con los emigrados
de Podemos y los expulsados malditos como Toledo y otros. Estas desafecciones
tienen lugar en defensa de la posición de cada cual. Se evidencia que el
conocimiento siempre justifica a posteriori una acción que se encuentra
completamente disociada de cualquier proyecto político. A este paso, teniendo
como referencia la vieja kremlinología, es necesario constituir un sistema de
significación para clarificar las posiciones y el movimiento de las izquierdas.
Y también hacerlo en un tiempo preciso, en tanto que los posicionamientos de
algunos de sus componentes evolucionan tan rápido que se ubican en los confines
de esta constelación política. Terminando esta entrada leo que Mónica García se
ha pronunciado en favor de la articulación entre el sistema sanitario público y
privado. Esta generación corre mucho más deprisa que la de Felipe González. Así
que Marta Lois compareció en campaña electoral como parapentista.
A lo largo de estos últimos años, diría que decenios, ha ido imponiéndose una narrativa política basada en la subjetividad, con un "discurso líquido" que diría Zygmunt Bauman, un discurso que hace especial hincapié en las emociones (que, además de efímeras son un caldo de cultivo que favorece el fascismo), desplazando el pensamiento racional y objetivo adquiridos a través de la experiencia transmitida por los que nos precedieron, un pensamiento basado en el análisis de una realidad compleja- que no binaria- como la que nos están vendiendo a diario. Esta experiencia, fruto de muchas y durísimas luchas, la izquierda "nominal" (Podemos, Sumar, IU....) la ha tirado alegremente por la borda con gran satisfacción de los de arriba, subiéndose al carro de la política espectáculo que tiene como principal ingrediente la irracionalidad. Lamentablemente, lo estamos comprobando a diario. A mi entender, al haber renunciado a valores, como la solidaridad, el apoyo mutuo, la defensa del más débil, signos de identidad de una izquierda consecuente, esta izquierda no puede esperar que los sectores perjudicados por las políticas neoliberales llevadas a cabo por el gobierno (en este caso socialista y su acólitos), los que está sufriendo las cada vez más violentas embestidas del neoliberalismo, no puede esperar que les voten quienes no pueden sentirse representados por estas siglas.
ResponderEliminarEs necesario, construir una alternativa real que de verdad defienda los intereses de los
más débiles. Llevará tiempo y, por desgracia, lo que nos falta es tiempo. Un saludo a Juan Irigoyen.
«se acumula lo no dicho, o lo que no se puede decir ni hablar. Esta espiral del silencio dificulta la comprensión de la realidad y privilegia una infantilización del relato político» con un reclutamiento sin igual de pijotería progresista para la transición y transaciones exigidas. Esa Mónica García más allá de las estupideces pretendiendo anestesiarnos con las mascarillas exhibe toda una gallardía sometiendose a las autoridades liberales pertinentes, y claro que corren mucho más deprisa que los sumados anteriores a la figura de Felipe Gonzalez, pues saben a partir del modelo que la ocasión la pintan calva y hay que agarrar cualquier pelo en esta acelerada circulación de los designios del Estado progresista para que el Capital no encuentre ninguna traba a la libre circulación de sus desdichas.
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