En los años
sesenta se produjo una ruptura del orden social imperante en las canónicas
sociedades industriales que cuestionaron varias dimensiones esenciales del
capitalismo fordista. Esta fractura fue impulsada por varios movimientos
sociales que actuaron concertadamente, ampliando así su impacto social. El
feminismo fue uno de los movimientos estrella en ese tiempo, junto al
ecologismo, el pacifismo, el movimiento por los derechos civiles y otros. La
consecuencia más importante fue la aparición de los bienes inmateriales, es
decir, reivindicaciones y aspiraciones que no podían ser satisfechas por el
mercado y se encontraban asociadas a la vida. Esta década inició un tiempo de
transformaciones sociales y culturales que han acompañado a mi propia
biografía.
Como
participante en este tiempo fantástico, entiendo el feminismo como un
movimiento “emancipatorio”, integrado en el paquete total de movimientos que
agrietan las sociedades industriales convencionales y constituyen un horizonte
de transformación de la vida. Pues bien, resulta que, en tanto que el feminismo
y el ecologismo son absorbidos por el nuevo capitalismo neoliberal y global,
conformando lo que Adrián Zelaia denomina como posmocapitalismo, el pacifismo,
sigue la fatal estela de la vieja fraternidad, denegada por el desarrollo de
las sociedades modernas que incluyen en sus agendas la libertad e igualdad,
aunque en no pocas ocasiones para convertirlas en una suerte de bonsáis
minimizados.
El pacifismo
ha sido devorado, relegado y desaparecido, en tanto que el sistema ha absorbido
a la antigua izquierda, ahora integrada en los gobiernos, y detentadora de un
pragmatismo integral que la hace compatible, e incluso funcional, con las instituciones del complejo
militar-industrial. En España, hemos asistido a un intenso tráfico de armas
avalado por el gobierno, y favorecido por la competencia de Podemos de hacerse
el distraído. Además, la posición de ese gobierno con respecto a la guerra de
Ucrania, ponía de manifiesto el comportamiento de esta izquierda dispuesta a
permanecer en el gobierno a cualquier precio. Ahora que han salido del gobierno
claman en los videos y en las manifestaciones litúrgicas contra el genocidio y
la militarización.
La deriva de
sus herederos de Sumar es coherente con las prácticas políticas de esta
generación de 2014, completamente neutralizada y carente de cualquier ideario
político, que se manifiesta en su idea fuerte de mejorar la vida de la gente,
entendiendo esta mejora en términos monetarios. Esta nueva versión de la
izquierda se encuentra polarizada en torno a la idea de que el cambio solo
puede ocurrir patrocinado por el gobierno. Las recientes declaraciones de
Mónica García en favor del incremento del gasto militar ponen de manifiesto la
ausencia de cualquier principio político, así como la deflagración del
pacifismo, silenciado integralmente por tan ilustres feministas y verdes. Sumar
representa un salto inquietante con respecto a Podemos. El pacifismo ha sido
expulsado radicalmente del ideario de esta posmoizquierda, siendo sacrificado
por la prioridad de estar afincados en las instituciones estatales.
El genocidio
de Gaza pone de manifiesto varios juegos de espejos recombinados. Son muchos
los que hacen declaraciones o gestos que muestran la letal capacidad de
escandalizar que detenta este exterminio televisado. Pero estas lamentaciones,
no son proporcionales a la magnitud de esta masacre de palestinos. Las cohortes
militantes sobrevivientes a la emergencia de 2014, se encuentran ahora
integradas en las instituciones estatales librando una cruenta batalla por la
supervivencia en las mismas. Su experiencia en la videopolítica les ha enseñado
que lo importante es administrar los gestos y las imágenes. Así, en las
manifestaciones litúrgicas y rituales producen signos de diferenciación. Buena
parte de ellos se encuentran destinados a acreditarse frente a sus
parroquianos. Pero, la verdad, hay poco de auténtico en ese simulacro de
oposición a las guerras y la militarización.
Este
simulacro de falsa radicalidad y de impotencia con respecto al cambio
privilegia el desplazamiento de finalidades. Si no es posible defender la
integridad del sistema sanitario público y frenar su deterioro se sustituye por
las medidas radicales contra el tabaco o la proclamación de que la presencia de
psicólogos en los centros sanitarios resolverá los malestares sociales que
generan la demanda. En este orden de simulación, la maestra de ceremonias es
Yolanda Díaz. Esta apuesta por llevar el simulacro al límite promoviendo un
viaje a Palestina de ella misma, acontecimiento que generaría un alud de fotos
y videos para seducir a tan atribulados y solidarios públicos sensibilizados
por el genocidio. Se sabe que un viaje así no tiene ninguna incidencia en la
realidad, pero se supone que puede contribuir a una imagen que capture
espectadores-votantes.
Forjado en
el sistema de coherencias entre los grandes movimientos sociales y persuadido
acerca de un indisoluble vínculo entre el pacifismo y el feminismo, asisto
perplejo a la defunción y entierro del pacifismo. Este evento presenta algunas
dimensiones inquietantes. Una de ellas es la exhibición narcisista
“instagramera” de las mujeres sodado israelíes. Estas promueven cientos de
videos e imágenes exhibiendo sus cuerpos uniformados y acompañados de sus
armas. Mi interpretación es inequívoca: se trata de un acto sádico, en tanto
que se supone que estas se encuentran participando en modo de igualdad en las
matanzas de civiles y la destrucción del entorno de la vida de sus víctimas. Se
puede afirmar que, después de grabar esos videos, se desempeñarán en las
misiones de destrucción que están conmoviendo a las perplejas audiencias.
Este
acontecimiento remite a la materialización misma del feminismo. ¿Cómo es
posible que las mujeres, tras décadas de conquistas, eliminación de barreras e
integración en las sociedades, acepten sin problematización alguna esta
violencia destructiva que quiebra cualquier noción de humanidad? No quiero
extenderme en este asunto, en tanto que considero que se encuentra todavía más
allá de la inevitabilidad de los efectos perversos asociados a cualquier
proceso de cambio social. En los miles de videos en los que estas
mujeres-soldado se exhiben comunicando su satisfacción y alegría, se pone de
manifiesto una perversidad insólita, que contradice las pretensiones de las
generaciones feministas que iniciaron la transformación.
Pero lo peor
radica en el silencio absoluto de la progresía y del feminismo oficial, que
retira su mirada de este escenario cruel y patético, liberando a los
contingentes de mujeres-soldado de cualquier responsabilidad o censura. Este
dislate indica que los contingentes de mujeres que se han posicionado en las
tierras altas de la política, la universidad, las instituciones y las
profesiones actúan como un loby que prioriza la defensa de sus posiciones. No
se puede encontrar ni una sola palabra de censura de esta situación. En las
manifestaciones litúrgicas ni una sola alusión. Me parece escandaloso, indicando
a las claras la naturaleza de la posmoizquierda en las sociedades del presente.
Presento
varios videos que considero escandalosos. El narcisismo de las mujeres sodado
se muestra sin ambages, sobreponiéndose a la tragedia del exterminio de los
palestinos que ellas mismas ejecutan. La defunción del pacifismo implica la eliminación de cualquier
empatía entre las mujeres soldado israelíes que asesinan a civiles y las
mujeres palestinas, consideradas como bárbaras y despojadas de cualquier
humanidad. He visto un video de Irene Montero en la reunión de la Internacional
feminista en Buenos Aires. En este, muestra su euforia, propia de las mujeres
que han llegado a las tierras altas en las que decrecen las desigualdades. Está
claro que ahí no están las mujeres palestinas que viven en las tierras bajas en
las que impera la desigualdad de género.
1 comentario:
Suscribo punto por punto lo escrito por Juan Irigoyen. Lo da Gaza no tiene nombre y los selfies en medio de la devastación demuestra el grado de barbarie de Israel y sus cómplices (EEUU y la Unión Europea que con su habitual cinismo y su doble vara de medir miran para otro lado. La vida de los palestinos no parece importarles. Condenan las masacres perpetradas en función de sus intereses. Luchan (por delegación en Ucrania, sacrificando la vida de los palestinos en el altar de los intereses norteamericanos. Ninguna de estos países ha dejado de entregar dinero y armas a Israel, España incluida, pese a las declaraciones del Presidente del Gobierno sobre la necesidad de reconocer un Estado palestino -doble lenguaje-. A reseñar La ósmosis existente entre el ejército de Israel y la sociedad israelí. Miko Peled, hijo de un general sionista, nacido en Israel y acérrimo defensor de los palestinos (vive en los Estados Unidos) no se cansa de repetir que, a todos los israelíes sin excepción, desde que van a la guardería hasta que se incorporan al ejército, obligatorio de tres años de duración -algo menos para las mujeres- se les adoctrina -lavado de cerebro- en el odio al palestino en particular y al árabe en general. El sionismo, que tiene sus raíces en Europa en el siglo XIX, ha bebido de las fuentes del racismo occidental No es de extrañar pues que se hagan selfies en medio de la devastación y la muerte, que bailen, que exhiban, con total desvergüenza, objetos (joyas, dinero, alfombras, lo que sea, robados en las casas palestinas destruidas por ellos. Hay un montón de vídeos en la red. En resumen, se comportan como una banda de criminales. Tanto las feministas occidentales como los pacifistas ni están, ni se les espera. Los únicos que se están moviendo a favor de los palestinos, son los estudiantes en los campus estadounidenses (Universidad de Columbia....) y algunos también en Europa y el poder los está reprimiendo, deteniéndolos. Un saludo.
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