martes, 12 de marzo de 2024

LA OMS, LAS PANDEMIAS Y LA ÚLTIMA VERSIÓN DEL TEMOR DE DIOS

 

El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina.

Proverbios 1:7

No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser

 Proverbios 3: 7-8

Pero para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud. Y ustedes saldrán saltando como becerros recién alimentados

Malaquías 4:2

El temor de Dios es un elemento central y estructurante de las religiones monoteístas. Durante muchos siglos ha tenido un efecto homogeneizador sobre distintas personas y poblaciones. El desarrollo de la Modernidad ha rebajado sustantivamente esta presión formidable para tan atribulados fieles, suavizando gradualmente la coerción. Pero permanece inalterable el precepto que otorga sentido a estas prácticas religiosas: se trata de obtener una aceptación e interiorización total y absoluta, renunciando a la deliberación interior. El sujeto practicante debe asumir su infinitud frente a la deidad, de modo que se entregue integralmente a esta adoptando una sumisión completa. Así se construye una obediencia ciega que implica un abandono en las manos de la legión de clérigos que hablan en nombre de la divinidad.

En el curso de la Modernidad este modelo ha cedido a formas coercitivas más blandas. Pero, al mismo tiempo, ha transferido este modelo de capitulación personal frente a un ser superior a distintas formaciones y constelaciones organizativas que han remodelado ese arquetipo individual de persona sometida a una autoridad que encarna una finalidad superior.  La renuncia a la iniciativa propia; la propensión a la aceptación sin dudas ni preguntas; el blindaje frente a otros portadores de otras verdades; la obediencia sin contrapartidas, son los elementos de ese arquetipo individual autosometido a una autoridad superior, que comenzó en las rigoristas iglesias medievales y, en el presente, adopta distintas formas que llegan hasta la apoteosis de ser “seguidor” en las redes sociales. No hay experiencia más sórdida que encontrarse cara a cara con un seguidor o fan del Real Madrid, Ayuso, Rosalía, Jordi Évole  y tantas otras divinidades menores.

En las vigentes sociedades postdisciplinarias, que son principalmente postmediáticas, proliferan deidades menores que transitan en ciclos temporales suscitando pasiones entre sus seguidores. Los medios, y la televisión en particular, son los espacios en donde se procede a la construcción de idolatrías. En estos días se puede identificar una colosal actividad de santificación de Mbappé. Pero este sistema heredero de las viejas religiones opera mediante la reafirmación de los nuevos brujos/santos, que son los expertos. Estos constituyen la forma contemporánea más generalizada de sancionar ídolos mediante la denegación de la autonomía y especificidad de las personas, al convertirlas en seguidores de los expertos, que comparecen monopolizando la voz y apelando a nuestra fe en sus peroratas modeladas por los lenguajes científicos, presentados como el sumun del esoterismo.

La pandemia de la Covid 19 ha inaugurado una nueva época, en la que la amplia troupe de virólogos, epidemiólogos, urgenciólogos, salubristas y otras especies sanitarias, se acercaron al rango obtenido por los vetustos representantes de Dios en la Tierra. Esta clase de expertos en la semidiosa salud, operaron mediante los viejos códigos religiosos. Así, el principio de la sabiduría era obedecer y no preguntar. Es decir, creer. El fundamento de esa fe en la nueva autoridad superior fue la amenaza frente al pérfido virus. La salvación radica en creer y obedecer. De ese modo esta troupe profesional emitió disposiciones incuestionables que los convirtió en expertos en la vida e ingenieros de la intimidación. Las imágenes de sus prédicas custodiados por los mandos policiales fueron antológicas.

Para cerrar el análisis del dominio de esa casta sacerdotal sobre la población en el nombre de que la sabiduría estriba en someterse alegremente al saber superior de los providenciales salvadores, los fieles contagiables se congregaban en los balcones para practicar sus oraciones y sus plegarias. Desde esta perspectiva, un elemento cultural esencial de este sistema neoreligioso, es el de construir a sus propios impíos, herejes y paganos, que son designados con el prodigioso tópico de “negacionistas”. Estos son aquellos que no aceptan las sagradas palabras de los expertos, que se supone que detentan el rango de Sagradas Escrituras, de modo que no es pertinente que sean deliberadas y discutidas por tan minúsculos discordantes. Se supone que estos han perdido su noción de seres mortales, olvidando su miserable envergadura frente a los nuevos gigantes de la Ciencia, el Estado, la Industria o la Medicina.

Para cerrar esta reflexión, es pertinente asociar el viejo concepto de “pueblo de Dios” con el nuevo concepto de “pueblo vacunado”. En la gigantesca operación de la vacunación, un hito en la industria farmacéutica, se concertaron varias formas de coacción frente a los pretenciosos contestatarios. El estado estableció el pasaporte Covid, en tanto que los medios pusieron en escena múltiples formas de desacreditación de los negacionistas malignos. Por último, en la asistencia sanitaria se hizo imposible, expresar dudas siquiera, con respecto a las vacunas. Todos los artificios conceptuales, resultantes de una larga era de secularización de la medicina -autonomía del paciente, consentimiento informado y otros- quedaron hechos añicos. La restricción de acceso brutal y las condiciones de hospitalización significaron un retroceso extraordinario. Recuerdo las colas al sol frente a los centros de salud y otros episodios emblemáticos de la gran regresión sanitaria.

En esta nueva sociedad en la que reina una nueva divinidad experta, que pretende convertirnos en autómatas de la aceptación incondicional, brilla especialmente la OMS. Para esta la pandemia fue “una oportunidad”, dicho en el lenguaje de la empresa postfordista. Esta significó un salto para ubicarse en el privilegiado campo de los decisores y operadores políticos, es decir, por encima de los estados nacionales. Ahora llegan noticias del novísimo Tratado de Pandemias, en el que se sanciona su autoridad jerárquica sobre los estados, ejerciendo el control sobre las poblaciones en nombre de la salud. Desde esta perspectiva, la pandemia fue la primera de la serie de pandemias que anuncian un perfeccionamiento en el arte de confinar poblaciones y domesticar drásticamente a las personas, consideradas como moléculas integrantes de los conglomerados humanos vacunables, es decir, como componentes de un sistema gobernado por el principio supremo de bioseguridad.

Llama la atención el silencio y la complicidad de tan benévola organización con respecto a la facticidad de una guerra global. Pero, cualquier análisis sociológico riguroso pone de manifiesto que, con las pandemias, el complejo médico-industrial adquiere la condición de líder en la gobernanza mundial, reduciendo la diferencia con el complejo militar-industrial. Lo paradójico radica en su supuesta incompatibilidad, en tanto que este último puede reducir contundentemente los contingentes de la población vacunable. Lo más perverso de este tiempo es la desviación de finalidades y la opacidad de los verdaderos fines. De esta forma, la OMS incrementa su condición de macroorganización cargada de misterios y secretos, que, al igual que las viejas iglesias devienen ininteligibles. Así que es menester restaurar el principio de que la sabiduría estriba en creer y aceptar. "no seas sabio en tu opinión". Tienes que ser recatado (sensato).

1 comentario:

  1. El Dios que nos toca en suerte no es otro que el Dinero y su iglesia la sacrosanta Economía. Tus refexiones se complementan con las de esta otra tribuna a donde también acudo para compensar la estupidez que nos circunda:
    https://elarcondondecabetodo.blogspot.com/2024/03/cuarto-aniversario-del-14m.html

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