El homo sapiens está en proceso de
ser desplazado por el homo videns, un animal fabricado por la televisión cuya
mente ya no es conformada por conceptos, por elaboraciones mentales, sino por
imágenes
Giovanni
Sartori
Contemplo
asombrado el veloz proceso de degeneración derivado de la videopolítica. Esta
ha mutado hacia una segunda fase, en la que los gabinetes de comunicación de
los contendientes, ponen en circulación numerosos videos dirigidos a públicos amigos, en los que se denigra al
adversario. Estos han proliferado extraordinariamente, representando un vector
de comunicaciones que se complementan con las emitidas por las televisiones. Al
tiempo, los tertulianos más avezados y leales a sus patrones políticos y
mediáticos promueven videos en TikTok o Instagram para captar nuevos
receptores, ensayando audaces formas de persuasión basadas, más que en sus
argumentos, en la explotación de repertorios audaces de comunicación no verbal.
La
videopolítica alcanza así un nuevo estadio, en el que el parlamento mismo
adquiere la naturaleza de un teatro, en la que los contendientes ensayan formas
agresivas de comunicación que son filmadas escrupulosamente por los operadores
televisivos, para ser difundidas por todas las redes sociales, alimentando
fragmentos de distintas clases (videos, memes, zascas, composiciones visuales y
otras). Estos fragmentos audiovisuales tienden a desplazar a los proverbiales
discursos escritos, ocupando un espacio dominante en el sistema comunicativo
total. La última generación de políticos incorporados a las direcciones
partidarias ha sido forjada en la batalla de los videos.
En el
estadio en que se encuentra el sistema político inaugurado en 1978, la
descomposición de sus instituciones, así como el deterioro de las reglas de
juego se hace manifiesta. Al tiempo, los partidos van compareciendo como
icebergs mediante distintos escándalos de corrupción, que muestran
impúdicamente la facilidad con la que se desenvuelven los protagonistas de estos,
los clanes políticos-empresariales que proyectan y ejecutan sus negocios con el
consentimiento tácito de sus formaciones políticas. Lo nuevo estriba en que las
direcciones de los partidos, así como sus medios de comunicación de referencia,
presentan profusamente los casos de los rivales, al tiempo que resisten
silenciosamente las alusiones a los suyos.
El
parlamento y las instituciones representativas se cartelizan, adoptando las
formas de las contiendas entre los cárteles de las economías ilegales. La
última sesión del parlamento nos obsequió de primeros planos de altas
autoridades amenazándose mediante gestos profusos, dotando a las imágenes de
una fuerza equivalente a las mejores series policiales. A modo de crónica, es
imposible no destacar a las nuevas estrellas de este género: María Jesús
Montero, Oscar Puente, Patxi López y otros políticos progresistas, que se
homologan con los proverbiales insultadores del pepé. Recuerdo la llegada de
Zapatero al gobierno y las sesiones parlamentarias fatales en las que la
derecha recurría a la bronca y los insultos. Los antológicos Rafael Hernando,
Javier León de la Riva (el alcalde de Valladolid de los morritos de Leire
Pajín) y otros artistas de violencias verbales y escénicas.
El paso de
los años ha desarrollado en el nuevo pesoe unas capacidades para la bronca
equivalentes a los de la derecha. De este modo, las sesiones del Congreso
derivan en un espectáculo morboso de competición regida por las acreditadas competencias
de insultar, abroncar, satirizar e injuriar a los contrarios. Estas
competencias han crecido vertiginosamente en los partidos, que más bien
devienen en clanes, en tanto que protegen las operaciones ilegítimas ejecutadas
por sus operadores con el mercado y que salen a la luz. La videopolítica ya ha
cancelado los análisis políticos para ser sustituidos por fragmentos
audiovisuales. En la última sesión del congreso, me impresionó de sobremanera
el gesto de Sánchez y Montero, rehuyendo el saludo a Díaz, marcándola así al
estilo del padrino, lo que tuvo un impacto notable en el rostro de esta. Ni el
mismísimo Coppola hubiera puesto en escena una situación así.
Entretanto,
la ministra Margarita Robles, en un fragmento audiovisual sacado de una
entrevista, alcanza un rango de memorable pues, así como quien no quiere la
cosa, advierte de una guerra necesaria e inminente, nada menos que con Rusia.
En un texto se podría argumentar en favor de esa posición, pero en la
entrevista realiza una simplificación salvaje: Dice que, al igual que Putin ha invadido
Ucrania, va a atacar a otros países europeos, por lo cual debemos prepararnos
para la guerra. Esta ministra está chapada a la antigua y carece de
competencias teatrales que la sitúen en el centro del volcán comunicativo
videopolítico. De ahí resulta que su proposición pase inadvertida. Al no
ubicarse en el cuadrilátero para competir a golpes con sus rivales frente a los
públicos participantes, elude cualquier control. Tras esta incidencia se
esconde una realidad inquietante: la derecha, representada en Aznar situó a
España junto a las potencias promotoras de la guerra de Irak. Pues bien, veinte
años después, la izquierda, representada en Sánchez, auxiliado por Yolanda
Díaz, nos sitúa en la primera línea del frente en la guerra contra el renovado imperio
del mal, que siempre se ubica al este.
Una decisión
del rango de una guerra, ni es deliberada en el parlamento, ni en las
universidades, ni en la inteligencia y la cultura, ni en ningún lugar. La
descomposición de la sociedad española alcanza un nivel inédito. Este
distanciamiento ascético de las actuaciones del poder político se relaciona, no
me cabe la menor duda, con la preponderancia del sistema mediático, que ha
debilitado el tejido social y ha reconvertido el tejido político-social en
audiencias perplejas, que aceptan sin rechistar cualquier decisión, una buena
parte de ellas, en contra de sus propios intereses. En ese ecosistema
pervertido de comunicación, cualquier tema puede suscitar un interés
provisional si adquiere el formato del guiñol político, caracterizado por una
batalla en la que las personas adquieren la forma de muñecos vivientes. Me
asombra que, en las próximas elecciones norteamericanas se confronten dos
vetustos gerontes que adquieren la forma de estereotipos vivientes.
Confieso mi
perplejidad ante el silencio del feminismo, convertido de facto en un sindicato
para la defensa de los intereses de las mujeres, pero huérfano de cualquier
proyecto de sociedad. Ni una sola voz ha suscitado públicamente el
cuestionamiento a la actuación de las mujeres soldado y pilotos israelíes que
coprotagonizan las carnicerías humanas en Gaza. Tampoco comprendo porqué se
desentienden de la amenaza de una guerra, a la que nos arrastra la OTAN y nos
recuerda Margarita Robles. La sociedad española se ha vaciado inquietantemente
para transformarse en grupos de interés en el interior del estado.
Desde esta
perspectiva se puede comprender la metamorfosis de los partidos convertidos en
auténticas bandas que defienden sus intereses materiales especificados en
negocios prósperos. El resultado de esta metamorfosis partidaria es la
proliferación de violencias sórdidas instaladas en los representantes
políticos, que imprimen a los debates parlamentarios y mediáticos una impronta
defensiva de trinchera. Me disgusta contemplar cómo los partidos/banda se
aglomeran sin grietas ni excepciones para defender a Ábalos o Ayuso. No existe
una gama de matices ni posicionamientos, todos compactados frente al enemigo en
defensa de su mercado oculto, que es factible en tanto conserven sus posiciones
en los distintos gobiernos.
Pero lo más
pernicioso es que esta comunicación político-mediática se encuentra orientada
inequívocamente a la construcción de un público movilizado y estimulado por el
imperativo del enemigo construido. Laborar para construir adictos a ese juego
letal del cuadrilátero, esa es la cuestión. Así, en sesiones del congreso han
desaparecido discursos propositivos fundados en el análisis riguroso. Los
dirigentes ya no discuten de problemas específicos, sino que bombardean a los
contrincantes mediante la activación de la hemeroteca. La dinámica de las
sesiones remite a reforzar los públicos fieles mediante la advertencia del
peligro que porta el rival que puede ocupar las posiciones del gobierno.
Me preocupa
la impronta corrosiva e infantiloide de la mayoría de intervenciones de los
líderes. En ese medio solo prosperan los gritadores y zascadores. Me
impresionan los más jóvenes que se incorporan como relevo. Las estrellas
ascendentes son gentes dotadas para esta confrontación de escalada de
violencias verbales. Ayuso muestra su destreza en este arte y ya ha formado una
escuela. Su sucesora, dotada de aptitudes para la confrontación, armada con un
repertorio de frases cortas hirientes y condenas contundentes y rápidas, Noelia
Núñez, ya hace sus primeras armas en el Congreso, acreditando su prometedor
futuro en esta charca. El contrapunto es María Jesús Montero, que muestra su
pericia como habitante del ring hablando de modo semejante a una ametralladora.
Pronuncia frases en un tono que las asemeja a las ráfagas. Ahora ha ampliado su
repertorio no verbal cerrando un catálogo temible para sus enemigos.
Muchas veces
trato de imaginar cómo percibirían Peces-Barba y otros líderes semejantes de
los orígenes estas confrontaciones en las que imperan modelos de comportamiento
estrictamente gansteriles. En mi entorno cotidiano he podido comprobar lo
pernicioso de esta importación de formas de seguir la política determinadas por
la infantilización y la futbolización.
La política que los políticos hacen no tiene más fundamento que estar al servicio de la Empresa (es la economía, estúpido) y articular sus oportunidades a través de bandas políticos-empresariales con sus sociedades mercantiles fantasmales para el aprovisionamiento de fondos públicos desde las posiciones de gobierno, en último término son las facilidades de la política para los pelotazos, y cuando ello sale en las pantallas siempre habrá un espectador contemplativo que inquiera a su interlocutor ¿si tu estuvieras ahí no harías lo mismo?
ResponderEliminarMuy bien traido lo de la fubolización, pues tal parece que ese es el modelo de gestión espectacular en el que se basa la confabulación de sus señorías: disponer de hinchadas para hacer 'negocios' y proporcionar el espectáculo necesario para que la imbecilidad y la bruticie pueda ser democraticamente accesible a través de los medios de formación y pueda a su vez corearse con 'emoción' en los enredamientos asociales.
El Capital a sus asuntos, siempre necesita tener garantías para el movimiento del Dinero, ya sea a través del complejo industrial sanitario o el complejo militar industrial, sus señorías nunca defraudarán y siempre podrán aprovechar las transaciones para intermediar.