La invasión
de la mediosfera de todos los espacios sociales mediante la multiplicación de
las pantallas y la conversión de facto del smartphone en una deidad colosal, no
ha generado en España un debate vinculado a los contextos sociales. Por el
contrario, y al estilo taylorista tan arraigado en las ciencias sociales, se
problematiza en contextos específicos. Así, ahora se discute si el móvil debe
ser prohibido o limitado en las aulas.
Por esta
razón me he decidido a subir aquí este texto, una entrevista de Fernando
D´Addario a Agustín J. Valle, un historiador argentino que fue colaborador de
Ignacio Lewkowicz, un autor argentino que influyó en mi trayectoria, ayudándome
a comprender lo que significa el nuevo orden social derivado de la emergencia
del mercado, que, en sus propias palabras, destituye los órdenes sociales
preexistentes y sus instituciones, entre ellas el estado.
En esta
entrevista, al contrario que los autores españoles que se ocupan del nuevo
imperio de las pantallas, Valle establece vínculos con los contextos sociales,
configurando una mirada global que articula las relaciones entre el nuevo
capitalismo conectivo, el declive de la presencialidad y la expansión infinita
de la mediosfera. No pocos científicos
sociales y periodistas dotados de voz y presencia en el sistema mediático,
funcionan como altavoces comerciales de las siempre (pen)últimas versiones de
las máquinas de la comunicación virtual. En este sentido, el enfoque de Valle es
esclarecedor. Esta entrevista fue publicada en la revista argentina Página 12
hoy mismo, siendo realizada por el periodista Fernando D´Addario. Se puede
encontrar en https://www.pagina12.com.ar/autores/833-fernando-d-addario
El ensayista publicó el libro
"Jamás tan cerca"
Agustín J. Valle: "Los
dispositivos de poder siempre ofrecen libertad"
El autor
indaga en el tipo de humanidad que se constituye con las pantallas. A través de
la "mediósfera", señala Valle, "el capitalismo conectivo tiende
a la privatización de la experiencia vital".
Por Fernando
D´Addario
Entre la
amplia gama de inquietudes que abonan la obra ensayística de Agustín J.
Valle, la que inspiró su último libro, Jamás tan cerca. La
humanidad que armamos con las pantallas, (editado recientemente por el
sello Paidós) es una suerte de perplejidad frente a la realidad contemporánea.
A diferencia de sus anteriores trabajos (publicó, entre otros, Cachorro.
Breve tratado de filosofía paterna, A quién le importa. Biografía
política de Patricio Rey y Nueva autoayuda, por un sueño
latinoamericano) por primera vez aquí se puso a indagar en un tema que no
lo interpela desde el afecto sino desde la perturbación: la "mediósfera",
neologismo que define un estado de las cosas en el que él mismo se reconoce inmerso.
Valle,
profesor en la Diplomatura en Gestión Educativa y coordinador del seminario
Subjetividades mediáticas y educación en Flacso, reflexiona en este libro sobre
la compulsión conectiva y el encandilamiento que producen las pantallas. Lo
hace con rigor teórico pero despojado de solemnidad intelectual, utilizando
ejemplos de la vida cotidiana y un lenguaje que combina conceptos académicos y
expresiones coloquiales. Atraviesa las más diversas postales de la
"Actualidad", desde la obsesión por las notificaciones en las redes
hasta la disponibilidad permanente, pero sin "estar", pasando por las
apps de citas, el VAR, las selfies y las fake news. Un abanico inquietante que
debería empujarnos, según la mirada del autor, a buscar hipótesis liberadoras.
Valle alude, en ese sentido, a la necesidad de "presentificación". La
entrevista misma con PáginaI12 da cuenta de cierta instancia
paradojal. El ensayista responde una serie de preguntas vía mail y unos días
más tarde se produce el encuentro cara a cara en el bar Roma del barrio de
Abasto, entre cafés y medialunas, para completar y -si se quiere-
"re-humanizar" el reportaje.
--En tu
libro planteás el concepto de "mediosfera". ¿Las pantallas son hoy
nuestro medioambiente?
--Supongamos
que alguien vacaciona en la playa. Si se la pasa mirando el rectangulito
luminoso del celular igual que en la ciudad, ¿cuánto cambió de ambiente, en
términos de experiencia, de patrón perceptivo? Los medios
comunicacionales dejaron de funcionar tanto como canales entre puntos
sociales, entre espacios que existían y sobre la base de existir se comunicaban;
al conformarse el continuo incesante de la mediósfera, que lo atraviesa todo,
los medios de comunicación, en sentido amplio, pasaron a constituir la clave de
nuestro ambiente existencial. Por eso somos animalitos con formas y modos
propios de vivir en el ambiente conectivo. No solo las cervicales, los pulgares
y los ojos secuestrados en la pantalla. También nuestra frecuencia nerviosa,
nuestro modo práctico de vivir el tiempo, el espacio, los vínculos, etcétera.
Una forma humana propia de los doble sapiens que viven en el ambiente
apantallado.
--Esa
mediósfera establece un tipo de temporalidad que se refiere al
"ahora" pero no merece ser llamada "presente". ¿Cuál sería
la diferencia entre estas dimensiones?
--Creo que la Actualidad nos disloca del presente. Antes había que
sacrificarse por un Mañana; hace ya un par de generaciones que la sociedad no produce
imaginarios de futuro, salvo los catastróficos, futuros más a evitar que a
alcanzar, y, en cambio, hay que sacrificar el presente para no quedar demasiado
afuera de la Actualidad. Siempre hay algo que nos estamos perdiendo; siempre
algo más importante, más pleno, más verdadero, más bello e importante que
nosotros acá; es preciso actualizarnos. Y algún “acá”, algún “esto” valioso,
pareciera que tiene la deuda de probar su existencia en la representación
virtual: ¿estamos viviendo la cosa, o su representación? A la Actualidad hay
que “seguirla”; es un imperativo, no te quedes atrás. Es un dispositivo
temporal de dominación política. Articula con el mandato de productivismo,
rendimiento y vuelco entero de la vida al trabajo. Disponibilidad permanente
porque todo pasa ya. Pero también articula con la ideología de la
naturalización del capitalismo: la única verdad es la Actualidad. Pero ahí la
“actualidad” es lo que ya está en acto. La desigualdad, el privilegio, la
concentración de la riqueza y el poder, etc. Están en acto. Pero las potencias,
las fuerzas que pueden cosas, también existen, aunque no estén todas en acto.
El presente empieza donde
estamos nosotros, seres con potencia de transformación, de intervención, de
movimiento, de creación. La existencia de la potencia perfora el
encierro del realismo capitalista. Etimológicamente, “presente” es lo que
está ante alguien. Si hay alguien, lo dado no está ya cerrado. La Actualidad,
paradójicamente, nos saca de donde estamos, y, entonces, nuestra sensibilidad
presente se degrada, y toleramos cosas que no toleraríamos.
La
religión celular
--¿Cómo
caracterizarías esto que llamás "religión celular"?
--¿No somos
devotos de la nube luminosa, incorpórea, omnisciente, que muestra imágenes de
existencias plenas, tersas, sin dolor, “salvadas”? El capitalismo
conectivo, como profundo desarrollo de la ideología liberal (“cada cual tiene
su vida y persigue su interés”), tiende a la privatización de la experiencia
vital. Como dice Sherry Turkle, pasamos de la comunicación a la
conectividad y de ahí al aislamiento… Pero un encapsulamiento (aun
transitando la ciudad, auriculares de bloqueo, pantallita en el bondi...)
hiperconectado. Las pantallitas nos religan. Nos aferramos del
celu como a un rosario, como para chequear y recordarnos que sí, acá está, acá
estamos, sí, somos, en tanto tenemos conexión con el más allá… Un más allá con
ventanita en nuestro bolsillo. Pienso que la alienación que muestran las
pantallas es heredera de una larga tradición de gobierno de lo vivo por parte
de instancias abstractas.
-La
comunicación personal, "real" con les otros es menos
"bloqueable" que la relación virtual. ¿Eso no la hace también más
difícil? A veces es más fácil mandar un audio que llamar por teléfono o tener
un encuentro cara a cara en un café. También para el receptor es más sencillo
acelerar el audio y pensar cuando quiere responder.
--Totalmente,
¡mucho más difícil! Sobre todo, en lo inmediato. Y la instantaneidad, como
patrón temporal maquinizado por la mediósfera, se convierte en un criterio de
valor. Creo que se vio por ejemplo en la rapidez con que millones de personas
aceptamos de buen grado el confinamiento del ASPO: cansados de la ciudad, del
roce, de los otros… Esto quienes tenemos el privilegio de que quedarnos en casa
sea algo confortable, ¿no? Ahora bien, la “facilidad” de lo instantáneo
como criterio tiene costos altísimos, y pareciera que vamos perdiendo
capacidades de conjunción vincular (acá cito a Bifo Berardi), de
concebir que ese bípedo que anda por ahí es un semejante y no un ser cancelable
porque cierto estereotipo me lo codifica con un título de odio. Nada más
mediatizante que la inmediatez. Una sociabilidad que exige y espera en las
relaciones la funcionalidad límpida de los dispositivos y aplicaciones es un
caldo de violencia en estado de constantes estallidos descentralizados.
--¿Hay
hoy una "pandemia de ansiedad"?
--La ansiedad y la depresión aumentaron en el primer año de pandemia, según la
OMS, 25% a nivel mundial: una barbaridad. Pienso que, en varios aspectos, en la
pandemia se acentuaron elementos de la normalidad precedente, como este. Los
dispositivos conectivos -ventanitas de la nube superior- nos ofrecen cosas todo
el tiempo, todo el tiempo puede estar pasando algo, entrando una nueva
notificación, respuesta, novedad, “me gusta”, gente que miró tu Historia en
instagram, lo que sea. Siempre otra cosa otra cosa otra cosa. Pero si
todo el tiempo nos ofrece, en realidad nos demanda; demanda nuestra atención, y
la gestión de la actualización. La ansiedad prolonga psíquicamente esta
dinámica diseñada por los dispositivos. Otro rasgo que atenta contra el
ejercicio de nuestras potencias presentes. Quedamos quemados y expectantes de
que algo advenga ya, ya, ya. Esto bloquea los posibles que brotan de nuestra
presencia. La salud mental, la salud del ánimo, chorrea por todos lados.
-En esta
era plagada de "hiperconectados y distraídos", también se verifica,
sostenés, una situación ambigua: por un lado, se nos saca de nuestro presente
"real"; por el otro, esa misma red conectiva alienante facilita otros
encuentros "reales", trafica afectos verdaderos, etc. En el libro lo
describís con una frase inquietante: "no podemos estar ni realmente juntos
ni realmente solos".
--Tal cual. El estado de disponibilidad permanente, el continuo conectivo, etc,
produce una “soledad atestada”. Los dispositivos atentan contra la soledad como
momento de vacío en el cual nos encontramos con cosas que tenemos, pero no nos
son tan obvias, así como contra el encuentro “suficiente”, que produce una
intensidad sentida donde lo mediato resulta muteado. ¿Nos encontramos a estar
cada cual relojeando la pantallita? Por Dios...
Mediados
o mediatizados
--Citás
al ensayisa francés Paul Virilio, que escribió en El arte del motor:
"Estar mediatizado es estar privado de derechos inmediatos". Vos distinguís
entre mediación y mediatización.
Nuestros
derechos como cosas que podemos, son nuestras potencias. Si quedan “delegadas”
en el dispositivo, se nos privan. El aparato, ¿es un recurso del cuerpo, de lo
vivo, o lo vivo queda pegado, adherido al aparato como tantos animales a las
luces? Es el primer artefacto, la pantalla -desde la tele-, que ilumina, pero
no para hacer visible otra cosa, sino para apegar los ojos a sus rayos. Cuando
sirven para enlazarnos, para alimentar procesos con centro en la presencia,
allí digo que los dispositivos median; la mediatización nos separa
y nos conecta, pero en tanto que separados, como decía Debord.
--Señalás
que "La subjetividad mediática no tolera el aburrimiento": en la
compulsión conectiva, la notificación y la actualización en las redes provocan
la secreción de dopamina necesaria para seguir…
--Sí, ahí
también tomo el trabajo de la socióloga de la educación Marcela Martínez, que
señala que en la sociedad disciplinaria los pibes se aburrían, pero era
un problema de ellos, no resultaba en una crisis del dispositivo escolar,
mientras que hoy los pibes se aburren y se ausentan -de cuerpo
presente, entrenados, como estamos todes, en estar sin estar, en tener en
la cabeza un repertorio de ventanas que van pasando...-. La
Actualidad no descansa y manda no descansar. No toleramos un momento de
silencio, de “nada”; cualquier intersticio entre cosas, se llena con la
conectividad. Se ve en la gente manejando autos, por ejemplo, cosa tremenda.
Sujetos entretenidos, sujetados constantemente a los dispositivos que organizan
la reproducción de las relaciones sociales.
--¿Aquello
que nos libera también nos sujeta? Nuestro vínculo con los teléfonos celulares
es un ejemplo paradigmático.
--Puede ser,
porque los aparatos están sujetos a lógicas sociales. ¿No eran las grandes
máquinas y sus fábricas, también, las que sujetaban al proletariado y podían a
su vez organizar su emancipación del capital? Ahora bien, los
dispositivos de poder siempre ofrecen libertad, ¿no? Andá donde quieras,
desplázate, sé móvil, organizá tus tiempos, etc; estás conectado, disponible, incluso
quizá alienado a la red de Actualidad que hace que vivamos la vida y las cosas
como medio-para otra cosa, algo ausente, abstracto. Quizá por eso cariño y
odio, tecnofilia y tecnofobia.
--¿Hay
salvación dentro de la nube algorítmica? ¿De qué manera se puede restituirle al
presente su "potestad existencial soberana"?
--Hay
movimientos de "presentificación", que es la restitución al presente
de su centralidad existencial. Estos movimientos son de lo más diversos y
variados, tanto en planos individuales, de dos, grupales, institucionales,
urbanos, masivos. Cada vez que logramos prácticas, movimientos, que nos hacen
sentir que el centro de la vida está acá, donde estamos -es decir, que le
devuelven el sentido al presente-. Se mutea lo mediato. Se intensifica el
presente -y por lo tanto cambia el horizonte de lo posible-. Muchos
movimientos presentificantes usaron y usan las pantallas y la mediósfera como
recurso. Sublevaciones en diversos países, incluso la sublevación
feminista aquí, son ejemplo. Pero también recuerdo una hermosa rateada masiva
que organizaron los pibes de secundario mendocinos hace unos años: gestada por
internet, no para quedarse cada cual en su casa sino afirmándose como sujeto
colectivo y armando encuentros de fiesta y juego en las plazas. Instaurar
intensidades deseables, en vez de estar sujetos a perseguirlas o consumirlas.
--¿Se
puede "habitar el dispositivo" sin creerle tanto?
--Creo que sí, no es “pura”, la nube, y el dispositivo puede usarse en
movimientos de “contrasentido”, disidentes respecto de la inercia que trae
prefigurada. Y pueden circular allí fuerzas que tengan efectos subjetivos
disidentes. Los casos que comenté recién son ejemplo. Como decía Deleuze
hablando de pintura, o de la obra de Spinoza, cuando el ambiente de época es
religioso, hay que poder percibir los flujos de ateísmo que corren allí mismo,
incluso enmascarados con los ropajes de la religión.
-El
capitalismo conectivo obliga a adaptarse a escenarios variables. Impone la
necesidad de improvisar todo el tiempo. Pero se trata de una improvisación
"adaptativa". ¿Es posible convertirla en una "improvisación
creativa"?
--Esa
adaptación forzada, como parte del clima, del ambiente, es parte del
dispositivo de Actualidad: actualizate, adáptate. Lo que rige es la volatilidad
necesaria para que el capital financiero persiga las ocasiones de su ganancia
máxima. El negocio más obsceno resulta el ordenador central de la economía. Y
la economía es un ordenador político, en el sentido de que organiza modos de
vida, relaciones de mando, distribución desigual de derechos de hecho… Ahora
bien, esta dinámica paradójicamente convive con una tendencia a la
programática: porque hay que improvisar, pero con un orden de valores dado, que
hay que seguir, que es previo a la experiencia, no valores fundados por la
experiencia. La improvisación deviene creadora, me parece, cuando no se limita
a cambiar de estrategias para perseguir el mismo mando de la razón del capital
(y las imágenes de la vida también como capital). Cuando en un proceso
encontramos, gestamos, valores, deseos, y en función de eso remodulamos nuestras
apuestas. Partiendo de que no sabemos exactamente qué es lo que querremos en el
porvenir, ni podemos saberlo, salvo vía apego a órdenes de valores dominantes
en la época, que cuando más o menos podés mostrar que los conseguiste, se dice
que “llegaste”.
Dinámica
financiera y subjetividad mediática
Valle
establece una analogía entre la dinámica financiera y la subjetividad
mediática: "circulación sin restricciones, el hecho de autovalorizarse,
buscando encuentros límpidos como conexiones que rindan la mayor ganancia
posible; una bolsa donde ponemos imágenes de nosotros y después vemos cuánto se
infla su valor… En el desdoble subjetivo de la socialidad digital y el
mercado laboral, uno puede ser su propio capataz, su propio manager, y,
también, el propio broker de su yo. El capital financiero, el modo
financiero del valor, es una matriz que se extiende también dando forma a la
subjetividad. Algo se ve por ejemplo en cómo deriva la liberalización
sexo afectiva: yo decido ir donde quiero, acumular contactos sin fijarme en
ningún sitio, calculando rédito, ¿no es el capital financiero hablando? Y
hay más. La mediósfera es una versión actual de la dominación de lo abstracto
sobre lo terrenal, corpóreo y vivo, como el Espíritu, como el Capital. Existe
algo más valioso que lo presente; algo siempre ausente, que o no está ahora o
no está acá, pero con espectros y sicarios sí presentes. El capital financiero
también se presenta como una razón superior cuyos sacerdotes (CEOs y
mandatarios económicos por ejemplo) nos hablan de lo que 'el mundo' o 'el
mercado' quieren; como si hubiera una instancia superior, separada, que sabe
más sobre la vida que la propia vida, y por tanto exige gobernarla. El Pro
encarnó esta racionalidad de modo muy explícito: pantallitas, triangulito de
Play y trato sacro al capital concentrado. Aunque no le es exclusiva".
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