miércoles, 20 de diciembre de 2023

LA PANDEMIA Y LOS SECRETOS DE LA UNIVERSIDAD

 

El diario El País publicó el pasado 14 de diciembre un sugerente reportaje, de ElisaSilió, que titulaba así” Muchos universitarios no han vuelto a las aulas tras la pandemia y baja su rendimiento: Hay alumnos encapsulados”. El mérito de este texto periodístico radica en que reflota una realidad que se esconde tras los escombros derivados de la brutal suspensión de las relaciones sociales durante varios meses, que incluyeron varias semanas de encierro domiciliario de la población. Ese temerario experimento de control social, operado por la comunión necesaria de las élites médico-epidemiológicas con las que conforman las tecnoestructuras de los estados y los mercados, destapa gradualmente sus letales efectos sobre las poblaciones.

Elisa Silió muestra la nueva situación, en la que se confirma la incapacidad de la institución universidad de realizar un trabajo no presencial on line. Una vez superado el estado de excepción epidemiológico se procede al retorno a las aulas.  En esta situación se confirman las fugas de grandes contingentes de estudiantes de las aulas, lo que tiene como consecuencia el incremento del absentismo y empeoramiento de los resultados en términos del índice de aprobados. Se evidencia un nivel notable de desafección, al tiempo que comparece esplendorosamente el recién llegado a todas las esferas sociales, los problemas psicológicos crecientes que afectan a los habitantes de las aulas. Concluye aludiendo al añejo problema estructural de las clases magistrales, amenazadas ahora por la digitalización de los apuntes y los Power Point, que refuerzan el distanciamiento de los estudiantes respecto a las actividades presenciales. El Drive de Google desempeña el papel de enterrador de una forma de docencia tan desgastada.

Mi interpretación de este artículo remite a que el acontecimiento-pandemia ha reflotado y reformulado el viejo problema del declive de la docencia universitaria, específicamente agudizada en las humanidades y ciencias sociales. La reforma de Bolonia, significó la abolición de las clases magistrales, sustituidas por metodologías docentes activas, imposibles de utilizar con grupos tan numerosos y docentes tan menguados en la competencia de dirigir grupos. El resultado es el de un estrepitoso naufragio de la docencia, que sobrevive agazapada bajo la apariencia de las nuevas actividades en el aula. Emparejada con el examen como forma suprema de evaluación, resiste la adversidad derivada de las nuevas condiciones, ocultándose bajo distintas situaciones que son denominadas pomposamente con la palabra “prácticas”. El nuevo modelo de docencia se resiente de esta disfunción, y el nuevo orden imperante en las aulas se ve afectado por la expansión de simulaciones docentes. Este factor, lo he analizado en varias entradas del blog, en particular en “De la clase magistral a la fábrica de la charla”.

La perpetuación de la docencia magistral encubierta y la futilidad de las nuevas actividades en el aula, generan un estado de vaciamiento de los sentidos, que es experimentado por los estudiantes como una inundación de actividades triviales y rutinarias que se acumulan en distintas asignaturas y que no les aportan nada sólido. Un estudiante de la era Bolonia es un maestro en el arte de lidiar a los profesores minimizando sus contribuciones. Pero esta sobrecarga de actividades superfluas termina generando un estado de anomia vivido interactivamente por los habitantes de las aulas, que terminan configurando una situación de hastío sordo, que se manifiesta en la rutinización de las actividades. El hastío universitario es extraordinariamente rico en sus manifestaciones, dominando la vida institucional.

La reforma de Bolonia y su modelo docente, devenido en una simulación perpetua, pone de manifiesto el desencuentro entre las subjetividades docentes y las subjetividades mediáticas imperantes en la época. Este desencuentro abismal se expresa en la forma que adquiere la progresiva digitalización de las actividades, así como en la tormentosa coexistencia entre los libros y lo audiovisual. Los libros son descompuestos en trozos que conforman una forma de lectura y escritura muy desconsiderada para los autores. Un estudiante es alimentado con fragmentos de texto, que se van acumulando hasta formatear el hastío, al que he aludido anteriormente. Por el contrario, las actividades audiovisuales, los videos y fragmentos de programas de televisión, adquieren una preponderancia incuestionable frente a las astillas procedentes del desguace colectivo de los libros de los grandes autores.

En este sentido, la pandemia fue un acto fundante que cataliza el derrumbe del frágil orden académico derivado de la reforma Bolonia, instaurando un sistema mecanizado carente de sentido, que fragua una situación de hastío compartido. Todos los participantes en ese nuevo orden comparten el secreto de su sinsentido y erigen barreras frente a las miradas exteriores. La docencia se ritualiza al estilo de los cultos religiosos. Recuerdo las críticas de algunos estudiantes punzantes que asociaban las clases magistrales de entonces a la venerable práctica de oficiarlas misas, que siempre se repetían invariablemente año tras año.

La lógica de un estudiante comprador de créditos se encuentra determinada por la inmortal pauta del coste-beneficio. Una vez que descubre el juego de las actividades vacías de contenido, se orienta a cumplir ritualmente las normas para obtener buenos resultados en términos de calificaciones. Pero cuatro años inmerso en ese juego son muchos. El riesgo de la fuga se hace patente. La verdad es que ha pasado de ser un receptor pasivo de discursos académicos y carne de examen, a ser un sujeto obligado a hacer trabajillos sin valor alguno, cuya verdadera función es la de control. Esta es la razón por la que los exámenes, no sólo no desaparecen, sino que continúan gozando de tan buena salud.

De este modo, la universidad deviene en una instancia en la que habitan secretos compartidos por sus participantes. Es menester mantener su imagen frente al exterior. Este es el cemento que cimenta el orden académico. En un medio en el que se hace presente el hastío, la descomposición institucional parece inevitable. De ahí la perplejidad de los tecnócratas ocupados en medir periódicamente las capacidades de los estudiantes y sus conocimientos, que entran en un estado de alerta. Lo peor estriba en que estudiar una carrera contribuye menos a desarrollarse como profesional o, incluso, como ciudadano. En estos días escucho la polémica en torno al currículum de Ayuso. El problema de fondo es que las titulaciones han perdido tanto valor, que cualquiera puede llegar a practicar el arte de ser impostor.

 

 

 

martes, 12 de diciembre de 2023

PRESENTIFICACIÓN, RELIGIÓN CELULAR Y CAPITALISMO CONECTIVO UNA ENTREVISTA A AGUSTÍN J. VALLE

 

La invasión de la mediosfera de todos los espacios sociales mediante la multiplicación de las pantallas y la conversión de facto del smartphone en una deidad colosal, no ha generado en España un debate vinculado a los contextos sociales. Por el contrario, y al estilo taylorista tan arraigado en las ciencias sociales, se problematiza en contextos específicos. Así, ahora se discute si el móvil debe ser prohibido o limitado en las aulas.

Por esta razón me he decidido a subir aquí este texto, una entrevista de Fernando D´Addario a Agustín J. Valle, un historiador argentino que fue colaborador de Ignacio Lewkowicz, un autor argentino que influyó en mi trayectoria, ayudándome a comprender lo que significa el nuevo orden social derivado de la emergencia del mercado, que, en sus propias palabras, destituye los órdenes sociales preexistentes y sus instituciones, entre ellas el estado.

En esta entrevista, al contrario que los autores españoles que se ocupan del nuevo imperio de las pantallas, Valle establece vínculos con los contextos sociales, configurando una mirada global que articula las relaciones entre el nuevo capitalismo conectivo, el declive de la presencialidad y la expansión infinita de la mediosfera.  No pocos científicos sociales y periodistas dotados de voz y presencia en el sistema mediático, funcionan como altavoces comerciales de las siempre (pen)últimas versiones de las máquinas de la comunicación virtual. En este sentido, el enfoque de Valle es esclarecedor. Esta entrevista fue publicada en la revista argentina Página 12 hoy mismo, siendo realizada por el periodista Fernando D´Addario. Se puede encontrar en https://www.pagina12.com.ar/autores/833-fernando-d-addario

 

 

El ensayista publicó el libro "Jamás tan cerca"

Agustín J. Valle: "Los dispositivos de poder siempre ofrecen libertad"

El autor indaga en el tipo de humanidad que se constituye con las pantallas. A través de la "mediósfera", señala Valle, "el capitalismo conectivo tiende a la privatización de la experiencia vital".

 

Por Fernando D´Addario

 

Entre la amplia gama de inquietudes que abonan la obra ensayística de Agustín J. Valle, la que inspiró su último libro, Jamás tan cerca. La humanidad que armamos con las pantallas, (editado recientemente por el sello Paidós) es una suerte de perplejidad frente a la realidad contemporánea. A diferencia de sus anteriores trabajos (publicó, entre otros, Cachorro. Breve tratado de filosofía paterna, A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey Nueva autoayuda, por un sueño latinoamericano) por primera vez aquí se puso a indagar en un tema que no lo interpela desde el afecto sino desde la perturbación: la "mediósfera", neologismo que define un estado de las cosas en el que él mismo se reconoce inmerso.  

Valle, profesor en la Diplomatura en Gestión Educativa y coordinador del seminario Subjetividades mediáticas y educación en Flacso, reflexiona en este libro sobre la compulsión conectiva y el encandilamiento que producen las pantallas. Lo hace con rigor teórico pero despojado de solemnidad intelectual, utilizando ejemplos de la vida cotidiana y un lenguaje que combina conceptos académicos y expresiones coloquiales. Atraviesa las más diversas postales de la "Actualidad", desde la obsesión por las notificaciones en las redes hasta la disponibilidad permanente, pero sin "estar", pasando por las apps de citas, el VAR, las selfies y las fake news. Un abanico inquietante que debería empujarnos, según la mirada del autor, a buscar hipótesis liberadoras. Valle alude, en ese sentido, a la necesidad de "presentificación". La entrevista misma con PáginaI12 da cuenta de cierta instancia paradojal. El ensayista responde una serie de preguntas vía mail y unos días más tarde se produce el encuentro cara a cara en el bar Roma del barrio de Abasto, entre cafés y medialunas, para completar y -si se quiere- "re-humanizar" el reportaje. 

--En tu libro planteás el concepto de "mediosfera". ¿Las pantallas son hoy nuestro medioambiente?

--Supongamos que alguien vacaciona en la playa. Si se la pasa mirando el rectangulito luminoso del celular igual que en la ciudad, ¿cuánto cambió de ambiente, en términos de experiencia, de patrón perceptivo? Los medios comunicacionales dejaron de funcionar tanto como canales entre puntos sociales, entre espacios que existían y sobre la base de existir se comunicaban; al conformarse el continuo incesante de la mediósfera, que lo atraviesa todo, los medios de comunicación, en sentido amplio, pasaron a constituir la clave de nuestro ambiente existencial. Por eso somos animalitos con formas y modos propios de vivir en el ambiente conectivo. No solo las cervicales, los pulgares y los ojos secuestrados en la pantalla. También nuestra frecuencia nerviosa, nuestro modo práctico de vivir el tiempo, el espacio, los vínculos, etcétera. Una forma humana propia de los doble sapiens que viven en el ambiente apantallado.

--Esa mediósfera establece un tipo de temporalidad que se refiere al "ahora" pero no merece ser llamada "presente". ¿Cuál sería la diferencia entre estas dimensiones?
--Creo que la Actualidad nos disloca del presente. Antes había que sacrificarse por un Mañana; hace ya un par de generaciones que la sociedad no produce imaginarios de futuro, salvo los catastróficos, futuros más a evitar que a alcanzar, y, en cambio, hay que sacrificar el presente para no quedar demasiado afuera de la Actualidad. Siempre hay algo que nos estamos perdiendo; siempre algo más importante, más pleno, más verdadero, más bello e importante que nosotros acá; es preciso actualizarnos. Y algún “acá”, algún “esto” valioso, pareciera que tiene la deuda de probar su existencia en la representación virtual: ¿estamos viviendo la cosa, o su representación? A la Actualidad hay que “seguirla”; es un imperativo, no te quedes atrás. Es un dispositivo temporal de dominación política. Articula con el mandato de productivismo, rendimiento y vuelco entero de la vida al trabajo. Disponibilidad permanente porque todo pasa ya. Pero también articula con la ideología de la naturalización del capitalismo: la única verdad es la Actualidad. Pero ahí la “actualidad” es lo que ya está en acto. La desigualdad, el privilegio, la concentración de la riqueza y el poder, etc. Están en acto. Pero las potencias, las fuerzas que pueden cosas, también existen, aunque no estén todas en acto.

El presente empieza donde estamos nosotros, seres con potencia de transformación, de intervención, de movimiento, de creación. La existencia de la potencia perfora el encierro del realismo capitalista. Etimológicamente, “presente” es lo que está ante alguien. Si hay alguien, lo dado no está ya cerrado. La Actualidad, paradójicamente, nos saca de donde estamos, y, entonces, nuestra sensibilidad presente se degrada, y toleramos cosas que no toleraríamos.

 

La religión celular

--¿Cómo caracterizarías esto que llamás "religión celular"?

--¿No somos devotos de la nube luminosa, incorpórea, omnisciente, que muestra imágenes de existencias plenas, tersas, sin dolor, “salvadas”? El capitalismo conectivo, como profundo desarrollo de la ideología liberal (“cada cual tiene su vida y persigue su interés”), tiende a la privatización de la experiencia vital. Como dice Sherry Turkle, pasamos de la comunicación a la conectividad y de ahí al aislamiento… Pero un encapsulamiento (aun transitando la ciudad, auriculares de bloqueo, pantallita en el bondi...) hiperconectado. Las pantallitas nos religan. Nos aferramos del celu como a un rosario, como para chequear y recordarnos que sí, acá está, acá estamos, sí, somos, en tanto tenemos conexión con el más allá… Un más allá con ventanita en nuestro bolsillo. Pienso que la alienación que muestran las pantallas es heredera de una larga tradición de gobierno de lo vivo por parte de instancias abstractas.

-La comunicación personal, "real" con les otros es menos "bloqueable" que la relación virtual. ¿Eso no la hace también más difícil? A veces es más fácil mandar un audio que llamar por teléfono o tener un encuentro cara a cara en un café. También para el receptor es más sencillo acelerar el audio y pensar cuando quiere responder.

--Totalmente, ¡mucho más difícil! Sobre todo, en lo inmediato. Y la instantaneidad, como patrón temporal maquinizado por la mediósfera, se convierte en un criterio de valor. Creo que se vio por ejemplo en la rapidez con que millones de personas aceptamos de buen grado el confinamiento del ASPO: cansados de la ciudad, del roce, de los otros… Esto quienes tenemos el privilegio de que quedarnos en casa sea algo confortable, ¿no? Ahora bien, la “facilidad” de lo instantáneo como criterio tiene costos altísimos, y pareciera que vamos perdiendo capacidades de conjunción vincular (acá cito a Bifo Berardi), de concebir que ese bípedo que anda por ahí es un semejante y no un ser cancelable porque cierto estereotipo me lo codifica con un título de odio. Nada más mediatizante que la inmediatez. Una sociabilidad que exige y espera en las relaciones la funcionalidad límpida de los dispositivos y aplicaciones es un caldo de violencia en estado de constantes estallidos descentralizados.

--¿Hay hoy una "pandemia de ansiedad"?
--La ansiedad y la depresión aumentaron en el primer año de pandemia, según la OMS, 25% a nivel mundial: una barbaridad. Pienso que, en varios aspectos, en la pandemia se acentuaron elementos de la normalidad precedente, como este. Los dispositivos conectivos -ventanitas de la nube superior- nos ofrecen cosas todo el tiempo, todo el tiempo puede estar pasando algo, entrando una nueva notificación, respuesta, novedad, “me gusta”, gente que miró tu Historia en instagram, lo que sea. Siempre otra cosa otra cosa otra cosa. Pero si todo el tiempo nos ofrece, en realidad nos demanda; demanda nuestra atención, y la gestión de la actualización. La ansiedad prolonga psíquicamente esta dinámica diseñada por los dispositivos. Otro rasgo que atenta contra el ejercicio de nuestras potencias presentes. Quedamos quemados y expectantes de que algo advenga ya, ya, ya. Esto bloquea los posibles que brotan de nuestra presencia. La salud mental, la salud del ánimo, chorrea por todos lados.

-En esta era plagada de "hiperconectados y distraídos", también se verifica, sostenés, una situación ambigua: por un lado, se nos saca de nuestro presente "real"; por el otro, esa misma red conectiva alienante facilita otros encuentros "reales", trafica afectos verdaderos, etc. En el libro lo describís con una frase inquietante: "no podemos estar ni realmente juntos ni realmente solos".
--Tal cual. El estado de disponibilidad permanente, el continuo conectivo, etc, produce una “soledad atestada”. Los dispositivos atentan contra la soledad como momento de vacío en el cual nos encontramos con cosas que tenemos, pero no nos son tan obvias, así como contra el encuentro “suficiente”, que produce una intensidad sentida donde lo mediato resulta muteado. ¿Nos encontramos a estar cada cual relojeando la pantallita? Por Dios...

Mediados o mediatizados

--Citás al ensayisa francés Paul Virilio, que escribió en El arte del motor: "Estar mediatizado es estar privado de derechos inmediatos". Vos distinguís entre mediación y mediatización.

Nuestros derechos como cosas que podemos, son nuestras potencias. Si quedan “delegadas” en el dispositivo, se nos privan. El aparato, ¿es un recurso del cuerpo, de lo vivo, o lo vivo queda pegado, adherido al aparato como tantos animales a las luces? Es el primer artefacto, la pantalla -desde la tele-, que ilumina, pero no para hacer visible otra cosa, sino para apegar los ojos a sus rayos. Cuando sirven para enlazarnos, para alimentar procesos con centro en la presencia, allí digo que los dispositivos median; la mediatización nos separa y nos conecta, pero en tanto que separados, como decía Debord.

--Señalás que "La subjetividad mediática no tolera el aburrimiento": en la compulsión conectiva, la notificación y la actualización en las redes provocan la secreción de dopamina necesaria para seguir…

--Sí, ahí también tomo el trabajo de la socióloga de la educación Marcela Martínez, que señala que en la sociedad disciplinaria los pibes se aburrían, pero era un problema de ellos, no resultaba en una crisis del dispositivo escolar, mientras que hoy los pibes se aburren y se ausentan -de cuerpo presente, entrenados, como estamos todes, en estar sin estar, en tener en la cabeza un repertorio de ventanas que van pasando...-. La Actualidad no descansa y manda no descansar. No toleramos un momento de silencio, de “nada”; cualquier intersticio entre cosas, se llena con la conectividad. Se ve en la gente manejando autos, por ejemplo, cosa tremenda. Sujetos entretenidos, sujetados constantemente a los dispositivos que organizan la reproducción de las relaciones sociales.

--¿Aquello que nos libera también nos sujeta? Nuestro vínculo con los teléfonos celulares es un ejemplo paradigmático.

--Puede ser, porque los aparatos están sujetos a lógicas sociales. ¿No eran las grandes máquinas y sus fábricas, también, las que sujetaban al proletariado y podían a su vez organizar su emancipación del capital? Ahora bien, los dispositivos de poder siempre ofrecen libertad, ¿no? Andá donde quieras, desplázate, sé móvil, organizá tus tiempos, etc; estás conectado, disponible, incluso quizá alienado a la red de Actualidad que hace que vivamos la vida y las cosas como medio-para otra cosa, algo ausente, abstracto. Quizá por eso cariño y odio, tecnofilia y tecnofobia.

--¿Hay salvación dentro de la nube algorítmica? ¿De qué manera se puede restituirle al presente su "potestad existencial soberana"?

--Hay movimientos de "presentificación", que es la restitución al presente de su centralidad existencial. Estos movimientos son de lo más diversos y variados, tanto en planos individuales, de dos, grupales, institucionales, urbanos, masivos. Cada vez que logramos prácticas, movimientos, que nos hacen sentir que el centro de la vida está acá, donde estamos -es decir, que le devuelven el sentido al presente-. Se mutea lo mediato. Se intensifica el presente -y por lo tanto cambia el horizonte de lo posible-. Muchos movimientos presentificantes usaron y usan las pantallas y la mediósfera como recurso. Sublevaciones en diversos países, incluso la sublevación feminista aquí, son ejemplo. Pero también recuerdo una hermosa rateada masiva que organizaron los pibes de secundario mendocinos hace unos años: gestada por internet, no para quedarse cada cual en su casa sino afirmándose como sujeto colectivo y armando encuentros de fiesta y juego en las plazas. Instaurar intensidades deseables, en vez de estar sujetos a perseguirlas o consumirlas.

--¿Se puede "habitar el dispositivo" sin creerle tanto?
--Creo que sí, no es “pura”, la nube, y el dispositivo puede usarse en movimientos de “contrasentido”, disidentes respecto de la inercia que trae prefigurada. Y pueden circular allí fuerzas que tengan efectos subjetivos disidentes. Los casos que comenté recién son ejemplo. Como decía Deleuze hablando de pintura, o de la obra de Spinoza, cuando el ambiente de época es religioso, hay que poder percibir los flujos de ateísmo que corren allí mismo, incluso enmascarados con los ropajes de la religión.

-El capitalismo conectivo obliga a adaptarse a escenarios variables. Impone la necesidad de improvisar todo el tiempo. Pero se trata de una improvisación "adaptativa". ¿Es posible convertirla en una "improvisación creativa"?

--Esa adaptación forzada, como parte del clima, del ambiente, es parte del dispositivo de Actualidad: actualizate, adáptate. Lo que rige es la volatilidad necesaria para que el capital financiero persiga las ocasiones de su ganancia máxima. El negocio más obsceno resulta el ordenador central de la economía. Y la economía es un ordenador político, en el sentido de que organiza modos de vida, relaciones de mando, distribución desigual de derechos de hecho… Ahora bien, esta dinámica paradójicamente convive con una tendencia a la programática: porque hay que improvisar, pero con un orden de valores dado, que hay que seguir, que es previo a la experiencia, no valores fundados por la experiencia. La improvisación deviene creadora, me parece, cuando no se limita a cambiar de estrategias para perseguir el mismo mando de la razón del capital (y las imágenes de la vida también como capital). Cuando en un proceso encontramos, gestamos, valores, deseos, y en función de eso remodulamos nuestras apuestas. Partiendo de que no sabemos exactamente qué es lo que querremos en el porvenir, ni podemos saberlo, salvo vía apego a órdenes de valores dominantes en la época, que cuando más o menos podés mostrar que los conseguiste, se dice que “llegaste”.

 

Dinámica financiera y subjetividad mediática

Valle establece una analogía entre la dinámica financiera y la subjetividad mediática: "circulación sin restricciones, el hecho de autovalorizarse, buscando encuentros límpidos como conexiones que rindan la mayor ganancia posible; una bolsa donde ponemos imágenes de nosotros y después vemos cuánto se infla su valor… En el desdoble subjetivo de la socialidad digital y el mercado laboral, uno puede ser su propio capataz, su propio manager, y, también, el propio broker de su yo. El capital financiero, el modo financiero del valor, es una matriz que se extiende también dando forma a la subjetividad. Algo se ve por ejemplo en cómo deriva la liberalización sexo afectiva: yo decido ir donde quiero, acumular contactos sin fijarme en ningún sitio, calculando rédito, ¿no es el capital financiero hablando? Y hay más. La mediósfera es una versión actual de la dominación de lo abstracto sobre lo terrenal, corpóreo y vivo, como el Espíritu, como el Capital. Existe algo más valioso que lo presente; algo siempre ausente, que o no está ahora o no está acá, pero con espectros y sicarios sí presentes. El capital financiero también se presenta como una razón superior cuyos sacerdotes (CEOs y mandatarios económicos por ejemplo) nos hablan de lo que 'el mundo' o 'el mercado' quieren; como si hubiera una instancia superior, separada, que sabe más sobre la vida que la propia vida, y por tanto exige gobernarla. El Pro encarnó esta racionalidad de modo muy explícito: pantallitas, triangulito de Play y trato sacro al capital concentrado. Aunque no le es exclusiva".

 

 

domingo, 10 de diciembre de 2023

RANDOLPH BOURNE Y EL CONTROL AUTOCRÁTICO EN LA GUERRA DE LA COVID

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Randolph Bourne es un escritor norteamericano que falleció a los 32 años en 1918. Ediciones Salmón acaba de publicar un libro suyo “La guerra es la salud del estado”, que acabo de leer. Me ha fascinado su lucidez, así como la permanencia en el tiempo de su argumento de oposición radical a la guerra. Su tesis principal es que la guerra tiene como consecuencia el reforzamiento del poder del estado y la eficacia de la uniformización social. Se trata de un momento glorioso para los dirigentes del estado. En las coordenadas de este tiempo, su lectura me ha suscitado vínculos con las guerras vigentes en la actualidad, pero, sobre todo, con la reciente pandemia, que fue definida por las autoridades como una guerra contra la Covid.

El libro de Bourne descifra las significaciones de las estrategias del estado en el momento de la pandemia, interpretada como una guerra contra el enemigo viral, lo que supone una activación de la conciencia colectiva, posibilitando así la manipulación de las acciones y las comunicaciones para unificar el cuerpo social, minimizando las disidencias y maximizando las energías en favor de la uniformidad y la obediencia. Las antológicas imágenes del estado mayor compareciendo en las televisiones, formado por la convergencia entre las autoridades políticas, epidemiológicas y policiales, son elocuentes acerca de los significados de este episodio, que trasciende con mucho a la mera significación en términos de salud.

Desde esta perspectiva se puede entender el rencor sordo y creciente de los partidos de la oposición hacia el presidente Sánchez, convertido en comandante jefe que comparece ante el pueblo encerrado y transformado en audiencia cautiva obligada a digerir las alocuciones épicas de tan distinguido prócer, así como de su ayudante de campo, el ínclito Fernando Simón. De este modo se puede descifrar el extraño evento de la movilización de las clases altas, que desafían el orden epidemiológico imperante en esos días, al ocupar el espacio sagrado de Núñez de Balboa para expresar sus temores. El texto de Bourne es elocuente con respecto a la relación entre la guerra y las clases altas. Estas perciben al gobierno como beneficiario de la energía colectiva proporcionada por la explosión de los temores colectivos inducidos, que actúa reforzando la unanimidad social en beneficio de los parásitos gubernamentales. El contrapunto institucional fue el homenaje de Ayuso a los médicos, desfilando marcialmente frente a estos en formación en la Puerta del Sol en un episodio de éxtasis simbólico.

El libro de Bourne incluye dos ensayos independientes. El primero, “La guerra y los intelectuales”, analiza el papel de la clase intelectual en el giro en favor de la intervención de los Estados Unidos en la primera guerra mundial. A pesar de las diferencias existentes entre los dos escenarios históricos del principio del siglo XX y el actual, las semejanzas son sorprendentes. La inteligencia se posiciona activamente en favor de la guerra fusionándose con los poderes estatales y conformándose unitariamente en favor de la misma. En el caso de la guerra Covid, la inteligencia guarda silencio, aceptando de facto la significación establecida por el estado revestido de ciencia epidemiológica, y sancionando la fatal división del conocimiento establecida según la pauta del viejo taylorismo, que atribuye a los sanitarios la competencia exclusiva de la respuesta.

 De este modo se refuerza una extraña fragmentación del conocimiento en favor de la consolidación de una nueva figura emergente en la que se sustenta el poder estatal, como es la del experto. Soy sociólogo y he sido profesor universitario, y desde entonces no he podido evitar sentir una vergüenza descomunal ante la conversión de mi disciplina en un segmento del nuevo mercado de los expertos, prestos a ser convocados por los poderes mediáticos y estatales cuando la ocasión lo reclame. Así se confirma la pauta de que ningún experto interviene en una cuestión que es definida por el poder mediático-estatal de forma que interpela a una sola clase de expertos. La autonomía de las viejas disciplinas es contundentemente cancelada. También la multidimensionalidad de los problemas.

El segundo de los ensayos, “El estado”, es el que proporciona el título del libro. La paradoja de la guerra estriba en que, junto a los efectos negativos de las bajas y las destrucciones, comporta efectos positivos para el Estado, tal y como es la uniformidad y homogeneidad social, que tiene como consecuencia la presión ejercida sobre las disidencias y los sectores autónomos de opinión. La apoteosis de unanimidad y disciplinamiento se manifestó nítidamente en los aplausos generalizados en los balcones a las ocho de la tarde por el crédulo pueblo que confiaba en ser salvado por tan eficiente ejército blanco. Sobre esa masa de aplaudidores, la suspensión de facto de las instituciones y la congelación mediática, se conformó un estado de excepción dotado de una eficacia letal. Nunca el poder estatal se encontró con una situación tan favorable de afección de sus súbditos. También en la aparición de los denominados “policías de balcón”, que desde sus ventanas vigilaban a los transeúntes y recriminaban sus salidas al espacio público, solicitando la acción policial contundente sobre los desobedientes.

Un estado respaldado unánimemente en esa energía social derivó hacia una suerte de borrachera epidemiológica, que generó un conjunto de reglamentaciones de la vida que roza el delirio. Fueron fijados los asistentes a comidas privadas y las distancias obligatorias entre los atribulados bañistas en las playas. El excedente de regulaciones imposibles de cumplir terminó por generar un estado de escepticismo ante las disposiciones de las autoridades. Fue inevitable la proliferación de “quintas columnas” que liberaban parcelas de la vida cotidiana de las quimeras de los epidemiólogos, devenidos en directores de la vida y asentados en sus púlpitos mediáticos para exponer sus sermones en favor de la salvación viral. Este desvarío en la conducción de la respuesta a la pandemia, fue posible por la cancelación estricta del pluralismo científico y el acallamiento de los profesionales que pensaban de forma diferente.

El libro de Bourne desarrolla una trama argumental en torno a su precepto central, que convierte en beneficiarios de la guerra a las autoridades que, precisamente, la han declarado. Así se teje una pequeña psico-sociología del comportamiento colectivo que trasciende el tiempo de la primera guerra mundial en la que fue escrito. Estos son algunos fragmentos del texto que ayudan a comprender el trasfondo de las guerras, y cómo no, la definición de la Covid como un conflicto bélico. Recomiendo la lectura del libro, principalmente a aquellos que entendieron el tiempo Covid como suspensión de facto de la democracia y advenimiento de una pesadilla mediática experta.

 

 

 

 

La guerra es la salud del Estado. Pone en marcha automáticamente, en el conjunto de la sociedad, esas fuerzas irresistibles a favor de la uniformidad, de la cooperación apasionada con el gobierno, para obligar a obedecer a los grupos minoritarios y a los individuos que carecen del sentido general del rebaño. La maquinaria del gobierno establece y hace cumplir la severidad de las penas; las minorías son silenciadas mediante la intimidación o se las hace entrar lentamente en razón mediante un sutil mecanismo de persuasión que acaba por convencerlas de que se han convertido por voluntad propia.

Los ciudadanos dejan de mostrar indiferencia ante su gobierno, y cada célula del cuerpo político rebosa vida y actividad. Avanzamos por fin hacia la plena realización de esa comunidad colectiva en la que cada individuo es, por así decirlo, la expresión virtual del todo. En una nación en guerra, cada ciudadano se identifica con el todo y se siente enormemente reforzado por esta identificación.

El impulso gregario se muestra tanto más virulento porque, cuando el grupo está en movimiento o emprende cualquier acción concreta, el sentimiento de pertenencia y de tener el apoyo del rebaño colectivo alimenta poderosamente la voluntad de poder, que el organismo individual exige constantemente alimentar. Nos sentimos poderosos cuando nos conformamos a la voluntad general, y abandonados y desarmados cuando estamos fuera de la masa. Aunque el mero hecho de pensar y sentir como todos los demás miembros del grupo no te dé acceso al poder, experimentas al menos la reconfortante sensación de estar obedeciendo, la tranquilizadora irresponsabilidad de la protección. Combinado con estas poderosísimas tendencias del individuo -el placer del poder y el placer de la obediencia-, este impulso gregario se vuelve irresistible en la sociedad. La guerra lo estimula en grado sumo, extendiendo la influencia de su misteriosa tendencia borreguil embriagada de poder y obediencia …..

Hay por supuesto, en el sentimiento hacia el Estado un gran elemento de pura mística filial.  El sentimiento de inseguridad y el deseo de protección se remontan al padre y a la madre, a quienes se asocian los primeros sentimientos de protección. No en vano se sigue considerando al Estado como la madre patria y nuestra relación con él se concibe en términos de afecto familiar […] El pueblo en guerra se ha convertido de nuevo, en el sentido más literal en niños obedientes, respetuosos y confiados, llenos de esa fe ingenua en la omnipotencia y sabiduría de los adultos que cuidan de ellos, que les imponen su misericordiosa pero necesaria tutela, y a quienes entregan sus responsabilidades y sus preocupaciones.

La historia dirá si estaba justificado, bajo la administración democrática más idealista que ha conocido nuestro país, aterrorizar a la opinión pública y organizar la vida de forma disciplinaria. Se verá que cuando esta nación tuvo la oportunidad de conducir la guerra noblemente y con escrupulosa consideración por la preservación de los valores democráticos en casa, prefirió adoptar todas las odiosas técnicas de coerción del enemigo y de los peores sistemas de gobierno de nuestro tiempo en el que atañe a la intimidación y la ferocidad punitiva

 


Como puede evidenciarse en estos fragmentos, la lectura del libro de Bourne me ha suscitado la sospecha de que lo había escrito este mismo  año, y no en 1918. Y es que, aún a pesar de tantas transformaciones, el estado es el estado y la guerra es la guerra. Lo más nuevo es que un virus pueda desencadenar tan formidable experimento de control social, homologándose, nada menos,  que con la guerra misma.

viernes, 8 de diciembre de 2023

UN TEXTO DE CUADERNOS PARA EL COLAPSO

 

Cuadernos para el Colapso es una publicación que representa un pensamiento alternativo, que, en esta época de ausencia de pensamiento, espejismos múltiples y, como se afirma en la presentación de este blog, certezas afiladas como cuchillos, representa un confín insólito para las miradas integradas en un sistema cerrado, perimetrado y embotado. He publicado en el blog algún texto de Tiqqun, cuyos textos trascienden las fronteras del hermético y autorreferencial régimen de conocimiento.

Ahora subo este texto lúcido, que remite a la idea rectora de ese blog, el colapso. Su lectura suscita, inevitablemente, muchas preguntas que carecen de respuesta en las coordenadas de los sistemas políticos y culturales del presente. La experiencia de leerlo ha sido gratificante, en tanto que ha conmovido todos mis esquemas referenciales, dando lugar a varias problematizaciones, que espero que sean fructíferas. Si algún lector experimenta una conmoción intelectiva análoga a la mía propia me sentiré recompensado.

 

CÓMO EMPEZÓ TODO

TESIS DE ESTRASBURGO

 

Aparecido en diciembre 2023 en Die Aktion 4.0

https://cuadernosparaelcolapso.noblogs.org/post/2023/12/01/como-empezo-todo-tesis-de-estrasburgo/#more-682

 

Si hemos sido derrotados, no podemos hacer nada más que volver a empezar desde el comienzo. Y por suerte, la tregua, probablemente muy breve, que tenemos concedida entre el fin del primer acto y el principio del segundo acto del movimiento, nos brinda el tiempo preciso para realizar una labor de imperiosa necesidad: estudiar las causas que hicieron ineludibles tanto el reciente estallido revolucionario como la derrota de la revolución, …

Engels, Revolución y contrarrevolución en Alemania, Londres 1851

 

TESIS DE ESTRASBURGO

 

1

En el curso de su colapso interior, esta sociedad no ha encontrado mejor truco para jugársela a sus oponentes que tomarles prestada su nueva moral de sustitución. Por eso, en la fase final del nihilismo la opresión se expresará en términos de ecología, feminismo y antirracismo. Los fascistas llevan las de ganar, por contra, presentándose como los verdaderos partidarios de la libertad, de la democracia, de la alternativa contrahegemónica y, por último, de la revolución.

2

Ha llegado el tiempo del feminismo Barbie y de la izquierda Pfizer, de los anarquistas pro-censura y de los autónomos pro-otan, del horizontalismo autoritario, de la energía nuclear verde y del estalinismo vacunal, de los bombardeos por los derechos lgtbiqa+ y del anti-papa –el papa que en materia de migrantes, de ecología, de crítica del capitalismo, de la guerra o de la jerarquía, devuelve al izquierdismo a su inanidad devolviéndolo a su origen–.

3

No hay nada más serio, y más seriamente contemporáneo, que la teología. La ignorancia teológica es la que le permite a ésta perpetuar su reinado al amparo de la política, la economía, la ciencia, la filosofía, la literatura e incluso de la vida cotidiana. Para superar a la teología habrá que superar su desconocimiento. Ateos, ¡un esfuerzo más si queréis ser revolucionarios!

4

«Se asiste ahora a una verdadera manía para consagrar al feminismo, la sociedad ha llegado incluso a adoptar una actitud de promoción… Los modos son múltiples e insidiosos y, aunque no se quiera, se corre el riesgo de caer en ellos y ser atrapado. La necesidad de reconocimiento propia de las mujeres se ve estimulada por un clima de interés y de oportunidades prácticas. La sociedad está dispuesta a aceptar las premisas del feminismo sin comprender la evolución que clarifica esas mismas premisas. Ve en el feminismo una ideología, dicho de otra manera, un poder, y como tal lo respeta porque él confirma –en lugar de ponerlo en crisis– eso que queremos subvertir» (Carla Lonzi, Escritos, voces de Italia, 1977)

5

«El gran peligro consistiría en sustituir el mito de las clases obreras portadoras del futuro de los valores por el de la defensa del medio ambiente, de una salvaguarda de la biosfera que podría tomar con la misma facilidad un carácter totalmente totalizador, totalitario (…) A la industria nada le gustaría más que utilizar al movimiento ecologista como ha utilizado al movimiento sindical para su propia reestructuración del campo social (…) El movimiento ecologista debe entonces, en mi opinión, preocuparse prioritariamente de su propia ecología social y mental.» (Félix Guattari, Chimières, nº 28, 1991-1992)

6

El movimiento obrero fue derrotado por haber criticado a la sociedad burguesa en su propio lenguaje –el de la economía–. Actualmente hay chiflados que pretenden desafiar a la sociedad cibernética en su propio lenguaje –el de la ecología–. Si esta sociedad envuelve a esos activistas con una mirada tan benevolente es porque pretenden llevarnos a una derrota similar.

7

El escritor de ciencia-ficción ecologista Kim Stanley Robinson declaró recientemente: «Me reúno con muchos tecnócratas, y a algunos les gustaría que hubiera mucho más activismo. (…) Las alianzas y una sinergia son posibles entre tecnócratas, activistas y acciones ciudadanas de masas». Nadie se alía con alguien más fuerte que él sin convertirse, conscientemente o no, en su vasallo. Actuar guiado por el inconsciente no ha constituido nunca una excusa.

8

Los activistas de la ecología están agotando los últimos recursos subjetivos movilizándolos inútilmente contra quienes «agotan los recursos naturales». Al igual que a sus «enemigos», apenas les preocupa cómo se forman y se reconstituyen tan preciados recursos: el valor, el entusiasmo, la confianza, los saberes. En tanto que extractivistas a su manera, ellos aspiran a ser reconocidos como interlocutores al mismo nivel por la otra mafia del extr-activismo.

9

La ecología es el nombre de un problema, en ningún caso de una solución. Cuando es una civilización la que desfallece, cuando, por tanto, es la forma en que nuestros problemas están configurados la que se vuelve problemática en sí misma, no hay «solución» por ninguna parte. «Los ecologistas nos enseñan por qué y cómo está en juego el futuro del hombre. Pero es al hombre y no al ecologista al que le corresponde decidir su futuro.» (Georges Canguilhem, La cuestión de la ecología, 1973)

10

El discurso del progreso ha permitido al Capital superar toda resistencia interna a los estragos que suponía la modernización. Su función era mucho menos cuestión de legitimar que de desinhibir. Servía menos a fines de convicción externa que interna. Actualmente su rendimiento es casi nulo, incluso negativo. A juzgar por sus resultados, ya nadie puede creer en el progreso. Paradójicamente, es el discurso ecologista el que ha tomado el relevo.  De ahora en adelante, el Capital buscará en la ecología, con su bioeconomía y su green new deal, la fuerza para continuar haciendo lo que siempre ha hecho: explotar, arrasar, masacrar, producir. El discurso ecologista no es eso a pesar de lo cual todo continúa como antes, sino eso que autoriza la perpetuación del business as usual y la profundización del desastre. Así pues, en el futuro tendremos biotecnologías, energía nuclear y geoingeniería en nombre de la ecología.

11

El último recurso que han encontrado para silenciar a las mujeres ha sido el de autorizarlas a hablar solo en cuanto que «nosotras, las mujeres». El antifeminismo se realiza como feminismo exactamente del mismo modo que el anti-ecologismo se realiza como ecologismo.

12

El presente estado social es un estado alucinatorio. Las categorías de la psicopatología se han convertido en las mejores categorías para el análisis político; no es necesario buscarlas más allá del DSM [Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders]. El reinado, propiamente orwelliano, de la mentira sobre todas las cosas no es un mal, sino una enfermedad.

13

El síntoma es el resultado de un estado de sufrimiento sin salida. Aquel que no encuentra en ninguna parte de la Historia que le cuentan el hilo que lleva al mundo en el que ha nacido, no puede encontrar el hilo de su propia vida. «Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera».

14

Hay quienes hacen la historia y quienes la cuentan. Los que hacen la historia saben que los que la cuentan mienten, pero esta mentira es también para ellos la condición para poder continuar haciéndola, sin impedimentos.

15

«Fueron militares rusos, en la Rusia soviética, quienes enseñaron a los alemanes las tácticas de guerra con carros blindados gracias a la cual arrollaron a Francia durante la Segunda Guerra Mundial; también fueron cuadros soviéticos quienes instruyeron a los primeros pilotos de asalto alemanes, que tantas sorpresas iban a dar al comienzo de ese mismo conflicto» (Franz Jung, El camino hacia abajo). En agosto de 1936, es decir, después del estallido de la Guerra Civil española, la totalidad del Comité Central del Partido Comunista italiano firma un llamamiento «por la salvación de Italia y la reconciliación del pueblo italiano». Decía: «Los comunistas adoptan el programa fascista de 1919, que es un programa de paz, libertad y defensa de los intereses de los trabajadores, y os dicen: luchemos juntos por la realización de este programa». ¡Apañáosla como podáis con esto!

16

Jamás ha habido tan pocas personas que hablen en nombre propio como en esta sociedad de narcisismo generalizado. La magia social te tiene pillado por el ego. Operar más allá del ego no es ningún mandato moral, sino una condición estratégica.

17

En el fondo el activismo es de naturaleza esencialmente terapéutica. Si se deja a un lado el revuelo mediático pasajero que puede ocasionar, no tiene otro efecto que permitir al activista «sentirse mejor consigo mismo», procurarle el sentimiento distintivo de no ser «como todos los demás» –esa masa pasiva de imbéciles y puercos anestesiados–. Para el activista, pretender actuar «por los demás», «por el planeta», «por el bien» no es más que una modalidad retorcida de narcisismo y autopromoción universal. En este comercio de indulgencias no hace falta más que trabajar, amparándose en motivos genéricos y generosos, para su propia promoción moral individual.

18

La mezcla de cooperación y competición, de información y disimulo, de sumisión y traición, pacificación y guerra, individualismo fanático y mandatos sociales que tejen la presente sociedad imperial se ha ingeniado en los términos de la teoría de juegos. No es por casualidad que el sitio de California donde esta teoría ha sido desarrollada es el mismo lugar donde se concibieron posteriormente todos los dispositivos cibernéticos individualizados de los cuales constituye el código fundamental. A la pregunta «¿qué aplican las aplicaciones?», la respuesta es simple: la teoría de juegos.

19

En los años 50, los creadores de la teoría de juegos tenían por afición jugar en la cafetería de la Rand corporation, donde trabajaban, a un juego de mesa que habían inventado; su nombre era «Fuck your buddy!». «Fuck your buddy!» es la moral implícita de todas las relaciones sociales actuales –tanto afectivas como profesionales, amistosas o comerciales, virtuales o cotidianas–. No hay nada menos lúdico que la gamificación universal. No hay nada que no se haya convertido en un terreno de competición, incluso el número de «amigos», y por tanto, la simpatía se vuelve un momento de hostilidad general.

20

Las ficciones sociales son por naturaleza eficaces. La antigua ficción consistía en que el hombre era propietario de su fuerza de trabajo y la vendía al propietario de los medios de producción. El sujeto humano seguía siendo libre hasta en la sumisión y soberano hasta en la alienación de su tiempo y sus fuerzas. Su dignidad y su integridad quedaron fijadas para toda la eternidad, aunque fueran ultrajadas a diario. Este era el tema del humanismo clásico, del que juristas y militantes nunca nos dejan de hablar sin una punzada de nostalgia, pero al que son incapaces de reconocer como una ficción social perfectamente obsoleta. El que ahora prevalece es el del capital humano. El tema del capital humano se define como la agregación de su capital social, su capital salud, su capital relacional, su capital cultural, su capital capilar, etc. En ningún caso, él es propietario del capital que él es. Él es su capital social, su capital salud, su capital relacional, su capital cultural, su capital reputacional, su capital capilar, etc. Y no son cosas que pueda alquilar, alienar, poner a disposición de otros sin perderlas en ese mismo instante, sin perderse a sí mismo. Eso le pone más celoso. Tampoco son cosas que existan por sí mismas, más allá de las interacciones sociales que les dan existencia y que, por tanto, importa multiplicar tanto como sea posible. Estos capitales son capitales oxidables, igual que hay monedas oxidables [de interés negativo]: sólo tienen que ser activados, cuidados, acumulados, apreciados, maximizados, en resumen: producidos en cualquier momento y en cualquier interacción –amenazados como están por su devaluación. El sujeto del capital humano, en cuanto siervo del capital que es mucho más que dueño de sí mismo, empresario de sí mismo mucho más que sereno propietario de su persona, sólo conoce las interacciones estratégicas cuyos resultados se trata de optimizar. La teoría de juegos, en la que ninguna finta, ninguna mentira, ninguna traición está de más para alcanzar sus fines, es la teoría de este «sujeto» de una precariedad absoluta, de una obsolescencia programada y de una inconsistencia tal que puede ser cancelada al menor paso en falso, según los movimientos imprevisibles de la opinión y los códigos vigentes. Haber hecho del animal humano ese centro de cálculo vacío, frenético y angustiado; esta es la mutación antropológica que han coronado las redes sociales.

21

Amante especialmente celosa, esta sociedad acoge como una conmovedora muestra de lealtad cada vez que uno de sus miembros consiente en traicionar a un amigo, un allegado o un pariente, por el bien de ella y de sus manidos «valores». Lo que está surgiendo, tras el ritual mediático de la confesión pública, es una sociedad de la traición –una sociedad en la que la traición recíproca, es decir, la posibilidad de que se produzca en cualquier momento, se considera un nuevo pacto social–. Toda la parresía que se derrama sobre el público es la que no tiene lugar en las relaciones que ella pone en tela de juicio y remite mediante su adulación a su definitiva espectralidad.

22

El imperativo alineamiento ideológico exigido a los ciudadanos durante la operación covid –seguida de la operación Ucrania, la operación Clima y la operación Palestina– ha sido la ocasión para la especie de revuelta de los mediocres que siempre acompaña a la fascistización de las sociedades.

23

El fascismo ya ha ganado cuando todos han renunciado a pensar el «episodio covid». Todo el mundo pudo ver claro entonces lo que valía la «cultura», y cómo todos esos «intelectuales críticos» estaban más apegados a su estatus social que a su pensamiento. El desprecio de la cultura y la inteligencia mostrado por esta izquierda zombi quedó sellado por su mutismo cómplice, mucho antes de que los fascistas vinieran a pisotearla.

24

Quienes pretenden que en alguna parte habría una fuerza constituida, un determinado movimiento sobre el que apoyar la posibilidad de una revolución, o simplemente capaz de oponerse a las maniobras gubernamentales, no hacen más que engañarse y engañar. Al ocupar así el terreno, obstaculizan que emerja algo nuevo, capaz de apoderarse de la época y de retorcerle el cuello.

25

La necesidad de fantasear con la existencia de un movimiento proviene de que, para cierto número de ilusos, esta ficción hace las veces de consistencia social: ellos «formarían parte». En efecto, es común que, cuando no se sabe lo que se quiere, se llegue a querer existir –y por tanto, fatalmente, a fracasar ya que existir no puede resultar de una voluntad. Algunos han creído, manifiestamente, que se podía aplicar a la revolución la consigna «fake it until you make it», que tiene tanto éxito en la economía de las start-ups.

26

A medida que las redes sociales han extraído lo esencial de la existencia social y de la valorización a ella vinculada, los militantes radicales se han reducido insensiblemente a un subsector marginal de dichas redes, que los ha subsumido casi integralmente. La imposibilidad, y el carácter finalmente superfluo, de disponer de una estrategia efectiva se deriva lógicamente. De ahora en adelante, los movimientos sociales están allí en primer lugar como soporte para la existencia individual de los militantes en las redes sociales. Si no conducen a ninguna parte, si no importa que desemboquen en una victoria o a una derrota, es porque ya cumplen ampliamente esta función básica.

27

Para el activista, la razón de ser de la acción sólo es relativa a las imágenes que pueden producirse, y más aún a la explotación política de estas imágenes, así que no hay por qué escandalizarse de la aberración estratégica o del pasotismo táctico de dichas acciones. La verdadera eficacia de la acción reside fuera de ella misma, en los efectos secundarios que debe permitir. Desde este punto de vista, un herido grave no es necesariamente una pérdida, y una derrota rotunda puede también convertirse con facilidad en un éxito patente; si al menos no se es demasiado sensible al sufrimiento de los mártires.

28

El triunfalismo desubicado, seguido del mutismo sobre la derrota una vez que ésta se ha consumado, designa una de las formas más perversas que toma el amor por la derrota de la izquierda, tanto entre los activistas como entre los sindicalistas. La celebración de victorias inexistentes enmascara oportunamente la retirada final o, las más de las veces, la completa ausencia de estrategia. Hay que considerar, sin paradoja alguna, que los verdaderos derrotistas son aquellos que, siempre positivos, no dejan de aplaudir y felicitarse a sí mismos. Y que son aquellos que critican «el movimiento» sin complacencia, los que manifiestan más claramente su rechazo a dejarse vencer estúpidamente y, por tanto, su determinación a ganar.

29

Hay quien quiere vencer y quien quiere ser reconocido, es decir, quien considera una victoria ser reconocido. La verdadera victoria no tiene que ver con el enemigo, sino con la posibilidad de desplegar los propios planes justo después de los éxitos tácticos. Y hay que tener planes.

30

La forma en que, de repente, no quedó nadie para enfrentarse al gobierno durante el golpe de mundo cuya ocasión fue servida por el covid, apoya esta otra hipótesis: que todo el mundo está en otra parte.

31

No existe el privilegio de la conciencia política. Nadie ha resultado ser más embaucado, en los últimos años, que quienes se creen «politizados». Nadie ha sido más estúpido que las personas «cultivadas». Hay que buscar a aquellos con los que haremos la revolución por todas partes excepto entre los «politizados» –éstos tienen demasiado capital social que perder como para no ser estúpidos y cobardes–.

32

Ya no tendréis noticias nuestras, o sólo por accidente. Desertamos de vuestro espacio público. Nos pasamos al bando de la construcción real de fuerzas y formas. Nos pasamos al bando de la conspiración, al bando del conspiracionismo activo. We are «exiting the vampire’s castle». See you on the outside!

33

Creer lo suficiente en lo que se piensa como para no decirlo. Creer lo suficiente en lo que se hace como para no hacerlo público. Dejar a los cristianos, y los izquierdistas, el gusto publicitario del martirio.

34

Sólo habrá lo que construyamos. Precisamente porque no hay nadie a quien salvar es tan necesaria una revolución. La cuestión política central del siglo XXI consiste en saber cómo constituir realidades colectivas no fundadas en el sacrificio.

35

«Desde ahí que queremos contribuir a crear, como un frente de ondas colectivo, las condiciones para un cambio cultural ético que nos saque de la trampa de la cohabitación cultural actual centrada en relaciones de desconfianza y de control, de dominación y de competición propias de la cultura patriarcal-matriarcal que llevamos prácticamente por todo el planeta» (Humberto Maturana & Ximena Dávila, Habitar Humano)

36

Los que han ganado la guerra se llenan la boca de la palabra «paz». Los que se han apropiado de todo sólo hablan de inclusividad. Aquellos animados por el cinismo redomado sólo hablan de bondad. Incluso han conseguido el milagro de convertir a casi todos los izquierdistas y militantes del mundo a esos «valores». Así es como han logrado reprimir incluso la posibilidad de una revolución. Y en efecto, los vencedores saben muy bien que no existe una revolución inclusiva, ya que consiste, como mínimo, en su exclusión violenta. Tampoco existe una revolución benévola o ecológica –a menos que se considere que lo sería quemar palacios, enfrentarse a las fuerzas armadas o sabotear las grandes infraestructuras–. «Sólo la violencia sirve donde reina la violencia», decía Brecht. Para los vencedores, la paz es simplemente la eternidad de su victoria.

37

Los cabrones utilizan todas las ideologías humanitarias posibles para proscribir toda compartición neta en el seno de la humanidad –lo que obviamente les perjudicaría–. Nosotros militamos por un mundo sin cabrones. Nos parece un programa mínimo a la par que coherente y satisfactorio.

38

Aprender a reconocer a los cabrones y, para empezar, admitir su existencia, está en el origen de nuestra fuerza: el analfabetismo y el indiferentismo en cuestiones éticas benefician obviamente a los cabrones.

39

El Partido se fortalece depurándose de sus elementos oportunistas, nihilistas, escépticos, covidianos, perversos, narcisistas, posmodernos, etc.

40

La verdadera potencia colectiva sólo puede construirse con quienes ya no tienen miedo a estar solos.

 

                                                             Moses Dobruška