He leído recientemente un libro lúcido y clarificador, que recoge una conversación entre Zugmunt Bauman y Leonidas Donskis. Su título es “Maldad líquida”. Ambos autores conversan sobre los efectos derivados de un tiempo en el que no existen alternativas a la catarata incesante de proposiciones e imposiciones de la megamáquina gobernante. La desaparición fáctica de disyuntivas restringe severamente el papel de las personas y crea una situación en la que se producen situaciones de impotencia de los actores sociales, obligados a seguir pasivamente los imperativos de los dispositivos de gobierno. El resultado es la emergencia y proliferación de nuevos tipos de maldad que adquieren una forma difusa.
En la
primera conversación, Donskis define, en el contexto de estos procesos
políticos, lo que denomina como universidad posacadémica, que ha mutado sus
antiguas finalidades y misiones, para convertirse en una instancia que
desempeña un papel simétricamente inverso a lo que representa el
esclarecimiento, frente a la opacidad de la situación histórica global. La
confusión es tan importante, que una líder como es la izquierda de Podemos,
Ione Belarra, ignora integralmente el tipo de imperio en el que se encuentra, y
pide que se apliquen a Israel sanciones
económicas equivalentes a las que se han adoptado contra Rusia, uno de sus
principales enemigos exteriores. Esta propuesta, implica un grado de desorientación
con respecto a la situación global que adquiere una naturaleza cosmológica. La
ingenuidad queda sepultada por la ignorancia suprema.
Este
desorden de las cogniciones de los actores políticos, se encuentra influido por
la disipación de la universidad convencional, y su reemplazo por la novísima
universidad posacadémica, que muestra impúdicamente su subordinación total a
los poderes establecidos, así como a la especialización total, de modo que el
signo de la época y los procesos que la configuran se han convertido en una
cuestión experta, que concierne solo a aquellos especialistas que se encargan
de ella entre el gran mosaico de las disciplinas académicas, orientadas a sus
propios objetivos internos. El conocimiento es desmenuzado y clasificado en esta
extraña factoría del saber, que adopta la forma de una empresa paradigmática
como Amazon, que individualiza y empaqueta sus productos para ser comprados por
los consumidores.
Esta es la
definición, en palabras de Donskis de la universidad posacadémica
En Ceguera Moral, tú y yo , Zygmunt,
hablábamos de un fenómeno que yo llamaría universidad posacadémica. Una
desmañada amalgama de ritual académico medieval, especialización, negación
descarada y contundente del papel de las humanidades en la sociedad moderna,
gerencialismo y superficialidad sirve de escenario perfecto para el despliegue
de la universidad posacadémica en la que interactúan las enormes presiones
ejercidas por fuerzas tecnocráticas disfrazadas de genuinas voces de libertad y
democracia. Las primeras y más destacadas de estas fuerzas serían ciertas
formas de determinismo y fatalismo orientadas al mercado que no dejan margen
alguno a la posibilidad de concebir alternativas, ni siquiera del pensamiento
crítico y el autocuestionamiento.
La misión y la razón de ser de la
universidad posacadémica parecen radicar en la manifiesta superficialidad de
esta, así como en su flexibilidad, su sumisión a las élites directivas y su
adaptabilidad a los llamamientos y los encargos provenientes de los mercados y
las élites políticas. Palabras huecas, retórica vacía y juegos y más juegos de
estrategia representan la forma prototípica de esta especie de tiranía de la
superficialidad que la universidad posacadémica encarna como nadie. Es una
estrategia sin estrategia, pues toda ella termina siendo un mero juego de
lenguaje. El concepto wittgensteiniano de juegos lingüísticos fue aplicado por
Gianni Vattimo para describir cómo la tecnocracia operaba disfrazada de
democracia, o cómo la política actual estaba desprovista de política real,
reducidas ambas (democracia y política) a una serie de juegos lingüísticos […]
El ámbito académico es la Nueva
Iglesia de nuestros días. De ahí que la función de disentimiento, de la
heterodoxia laica y de la alternativa en este mundo nuestro resulte mucho más
problemática y compleja de lo que puede parecer a simple vista.”
Ciertamente,
la fábrica de conocimiento ha alterado los sentidos de la universidad
convencional. La dimensión más importante de este vaciamiento remite a la
cuestión del compromiso. La nueva universidad posacadémica se compromete
únicamente con el sistema productivo mediante la potenciación de lo que se
denomina como “transferencia de conocimiento”. En una situación como esta, las
viejas disciplinas inscritas en lo que se entiende como “las humanidades”,
quedan relegadas imperativamente, de modo que son reconfiguradas con el modelo
de las ciencias positivas que abastecen a la industria y los servicios. Este es
el preludio de un cataclismo que la conversación entre Bauman y Donskis
esclarece portentosamente.
El resultado
de este nuevo contexto, constata el papel determinante que los nuevos saberes
asociados a las tecnologías de la información y a la nueva empresa posfordista,
sobre el conjunto de las disciplinas, convertidas en áreas del conocimiento.
Las viejas ciencias humanas y sociales son sometidas a terapias de choque con
el objeto de ser drásticamente reestructuradas. Así, por poner un ejemplo, la
vieja psicología humanista es desplazada por un conjunto de psicologías definidas
por el contexto de aplicación. Lo mismo ocurre en todas las ciencias sociales.
Siendo profesor pude vivir en primera persona el acta de defunción de la sólida
Sociología del Trabajo, para ser sustituida por la nueva y flamante Sociología
de los Recursos Humanos. Obviamente, este cambio no remitía a un cambio de
etiqueta, sino que, por el contrario, representaba el efecto del tsunami
derivado de la implantación de la nueva universidad posacadémica.
El declive
del viejo pensamiento es inevitable y se hace fatalmente manifiesto. La
Filosofía es arrinconada en la Enseñanza Media, así como en un confortable
guetto académico, aislado de las productivas disciplinas orientadas a sus
mercados. En estas condiciones, lo que Donskis denomina como “superficialidad”
es inevitable y se deriva de la naturaleza de la misma universidad
posacadémica. El espesor se difumina en favor de un saber que apela a la
hegemonía de lo audiovisual. Recientemente, un grupo de ilustres profesores de
varias universidades europeas han publicado un manifiesto alertando sobre las
consecuencias perniciosas de no leer libros o textos largos. Terminan
manifestando que si disminuyen los lectores jóvenes, en un plazo de veinte o
treinta años tampoco habrá lectores mayores.
La
universidad posacadémica ha instaurado una depuración de las disciplinas
sometidas a la facturación por créditos y equivalencias. Esta transformación se
ha ejercido con una brutalidad semejante a la realizada por los productores de
petróleo con los vetustos agricultores y ganaderos que labraban las tierras
bajo las que se encontraba el oro negro. Pero, en esta sigue sobreviviendo
residualmente la función de localización de causas políticas y sociales,
algunas de ellas caracterizadas como “causas perdidas”. Así, en algunas
facultades proliferan actividades y espacios de encuentro de las mismas. Esta
forma residual representa una resistencia minúscula, que contrasta con el
carácter neutro de las actividades convencionales dotadas de un valor medido en
créditos. Estas están regidas por una suerte de asepsia sólida, consistente en
un utilitarismo contundente que excluye toda aquella materia susceptible de ser
calificada como “de opinión”.
Así, las
aulas se autorregulan como espacios libres de contaminación ideológica o
política, neutralizando cualquier pretensión de establecer vínculos con
realidades del presente. La universidad posacadémica ha sido vaciada por la
transferencia de sus funciones de pensar acerca del presente, y problematizar
sus enigmas, a un conjunto de organizaciones creadas por los poderes globales,
tales como fundaciones, think tanks, cátedras patrocinadas, universidades de
verano, cursos especializados y otras formas de producir y difundir el
conocimiento global coherente con los intereses de los dispositivos del poder
global.
Ciertamente,
algunos profesores siguen escribiendo exponiendo sus razones y alternativas en
libros que alimentan los segmentos de mercado de sus actividades. Pero las
aulas, las programaciones y las tareas rutinarias académicas han sido sometidas
a una limpieza que las blinda a los productos-libro de ese mercado secundario.
Desde esta perspectiva se puede comprender que a día de hoy, en un presente
definido por dos guerras bestiales, estas no susciten problematización alguna
en esa universidad posacadémica, tan eficazmente anestesiada y reemplazada por
la red de nuevas organizaciones constituidas por los poderes empresariales y
trasnacionales.
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