Es mejor quemarse que apagarse
lentamente
Kurt Cobain
No son
los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes,
los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan
meticulosamente como el tiempo.
E.M. Cioran
La muerte de
la EASP adquiere la forma de una expiración que culmina una última etapa de
vida asistida, que se asemeja a la de los pacientes ingresados en las unidades
de cuidados intensivos. El desenlace ha sido el óbito inexorable, planificado y
preparado cuidadosamente desde el nuevo gobierno del PP, que ha movilizado las
ingenierías del desmontaje de las organizaciones públicas que habitaron el
espacio de los viejos estados del bienestar. Los saberes y las prácticas
acumulados durante décadas para desmantelar las grandes empresas industriales,
y también aquellas que formaban parte del sector público, han sido aplicados
con un rigor encomiable sobre esta organización nacida en 1986.
La EASP
constituyó una excepción con respecto a las organizaciones, empresas, agencias
y fundaciones que conformaron lo que se denominó como “administración paralela”
en Andalucía. Su fundación estaba impulsada por un proyecto compartido por
varios grupos salubristas, así como de las primeras promociones de médicos de
familia. Este se desarrolló en los años siguientes, fusionándose con los
proyectos extranjeros sustanciados, tanto en las especialidades médicas hospitalarias
como en las industrias biomédicas. En esta simbiosis la EASP conservó una parte
sustantiva de su proyecto salubrista originario, lo que le ha otorgado una
identidad organizacional, que fundamenta su singularidad y su diferencia con
respecto al conglomerado de la administración paralela.
Esta
especificidad, fundada en una identidad propia resultante de procesos de intercambio
cultural con otros proyectos, generó, a lo largo de toda su historia, tensiones
con el poder político regional, que se manifestaron de distintas y sutiles
formas. Así se forjó una paradoja que acompañó a esta organización durante toda
su existencia, consistente en que formando parte del orden organizacional del
poderoso patrón que fue el gobierno andaluz del PSOE, supo establecer cierta
distancia, administrando su obediencia debida mediante una rica y variada gama
de matices. Se puede afirmar que, en la
mayoría de tiempos de existencia de la escuela con distintas direcciones, su
obediencia no fue mecánica, y que de forma subrepticia comunicaba su aspiración
a mayor autonomía.
La llegada
del PP al gobierno andaluz, tras varias décadas de estar confinado en la
oposición, propició la demolición gradual y controlada de la administración
paralela, que fue despiezada y abatida paulatinamente. Gran parte de las
organizaciones desmanteladas, se corresponden con lo que se denomina en este
tiempo como chiringuitos, es decir, organizaciones carentes de un proyecto
propio. En el caso de la EASP, no sólo no se consideró la excepción, sino que esta
fue considerada como una poderosa razón para abatirla. El proyecto mestizo de
la escuela, que incluía algunos importantes elementos neoliberales, que se
manifestaban en el vigor en la adopción de versiones radicales del
gerencialismo de este tiempo, no fue excusa para ser salvada y debidamente
reconvertida. Desde el primer momento, el nuevo gobierno manifestó su firme
convicción de terminar con ella. Por eso resalto su final como homicidio
doloso.
La
sobrevivencia de un proyecto propio, aún acosado por los poderosos gobiernos
regionales, así como la naturaleza híbrida de este, hizo posible la
coexistencia de distintas especies
profesionales y discursos, en el que se encontraban presentes muy distintas
fuentes. De este modo, en el equipo de
la EASP siempre hubo cierto pluralismo y heterogeneidad. A pesar de que nunca
hubo discusiones públicas, se reconocieron distintas voces y enfoques. En mi
caso tengo que agradecer que pudiera exponer mis críticas al gerencialismo o a
las representaciones mágicas asociadas al salubrismo, incubadas en las
organizaciones sanitarias globales de forma desinhibida en módulos en los que
desfilaban gerentes duros contando sus relatos prodigiosos acerca de los
milagros de la gestión, así como los portadores de herramientas que se mostraban como remedios universales para
resolver los problemas. Estoy persuadido acerca de que este nivel de
conversación fue también una excepción en el unánime y monolítico ambiente de
los foros profesionales.
En varias
entradas que he escrito en este tiempo final de la escuela, he recurrido a la
metáfora de las serpientes constrictoras. Se trata de matar lenta y pausadamente,
debilitando a la víctima incrementalmente hasta su expiración final,
descartando el efecto rápido del veneno letal. El calendario del homicidio
comienza mediante la imposición de una directora, una persona considerada un
peso pesado en el partido, que nunca dialogó con el proyecto. Su acción ha
consistido en crear las condiciones óptimas para un discreto final referenciado
en un relato que omita el proyecto, la historia y los vínculos de la
organización y lo reformule en los términos de que se trata de salvaguardar los
intereses de un grupo de personas consideradas como aptas para ser recolocadas
en otros espacios de la administración. También el factor localista que priva a
Granada de una agencia que produce sustanciosos beneficios en su transporte y hostelería.
Una vez
instalada una administradora colonial se procede al vaciado del proyecto,
mediante una congelación de presupuestos que impide desarrollar proyectos
nuevos. El resultado es el inicio de una diáspora de la inteligencia, de modo
que se debilita la cohesión del colectivo. La ingeniería de las jubilaciones
termina por romper las simetrías de la plantilla. El proyecto que ha sustentado
la escuela, es debilitado hasta su extinción progresiva, terminando por
convertirse en un remedo de lo que fue. La agonía del proyecto debilita el
sistema de relaciones profesionales con el exterior, constituyendo así el
preludio del desmoronamiento.
El último
acto radica en que, una vez que la organización funciona de forma asistida, al
modo de los cuidados intensivos, se espera el momento oportuno para asestarle
el golpe final, semejante a la desconexión. Así se logra que este homicidio
organizacional tenga un coste político cero. Después de tanto tiempo ubicados
en la galería de la muerte, los sobrevivientes se encuentran extremadamente
debilitados, y supongo que esperanzados en su nueva ubicación. Me parece que es
menester reseñar la ausencia de respuestas de los antiguos pobladores de la
escuela en los medios. La desproporción entre el valor de la actividad realizada
por la escuela y la casi total ausencia de réplicas es descomunal. Pero este es
el signo del tiempo, en tanto que los mismos métodos se están ensayando en el
pausado debilitamiento del sistema público sanitario, cogestionada entre
gobiernos progresistas y conservadores.
No puedo
concluir sin aludir a un problema político de primer orden. La alternancia
inexorable de los gobiernos implica la demolición de la totalidad del espacio
organizativo que estos han construido. No hay excepciones. De este modo, la
democracia adquiere un inquietante perfil de tránsito de patrones, que se
relevan en largos períodos de tiempo. Los proyectos sobreviven por la presencia
de sus patrocinadores. En estas condiciones, el sector público se encuentra
fatalmente destinado al bloqueo, y las relaciones políticas a la relación entre
las cúpulas de los gobernantes.
En estas
geometrías fatales, la EASP ha constituido un ejemplo de rescatar lo oblicuo,
tratando de escapar de la lógica de las grandes configuraciones simétricas
características de este sistema político. En este sentido hubiera merecido, al
menos, una muerte mejor que la de la desconexión y la adulteración de su propio
relato. Porque para una organización productora de conocimiento la existencia
de un proyecto y una dosis de pluralidad es imprescindible. Desde luego, en
España, no abundan los ejemplos.
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