La sesión de
investidura de Núñez Feijoo hace visible la naturaleza del juego que tiene
lugar en las degradadas instituciones políticas, así como en el ecosistema
mediático que las acompaña. La línea seguida por la derecha cuando se encuentra
en la oposición, que se caracteriza por su esencialismo, ferocidad y
personalización del enemigo en el gobierno, se ha transferido a sus
contendientes. Así, el PSOE, puso en escena la última versión del “dales caña,
Alfonso”. La intervención de Oscar
Puente estuvo a la altura de las mejores traducciones de esta forma de hacer
oposición de la derecha, que consiste en ajustarse a los escenarios, actores y
énfasis de los guiñoles.
Isabel Díaz
Ayuso representa la forma más evolucionada y eficaz de hacer gobierno/oposición
en este género de política televisada. Tiene el honor de practicar la política
en el modo de cuadrilátero, que he
desarrollado en varias ocasiones en este blog. Se trata, ante todo, de
estimular a su público, que no demanda discursos espesos argumentados, sino
gestos de contienda y la determinación de constituirse en vencedora sobre la
ruina de sus oponentes. Ayuso elude, en todas las ocasiones, el control
parlamentario ejercido por la oposición, mediante el arte de no descender a lo específico
de las decisiones de gobierno. Así, si alguien le pregunta o le recrimina
acerca de ratios de servicios públicos u otras cuestiones de gestión, le
responde volcánicamente aludiendo a alguna cuestión esencialista acerca de su
ideología, en buena parte de las ocasiones a hechos e interpretaciones
sucedidas en otro escenario histórico.
La aturdida
oposición madrileña, bien la izquierda woke en versión local -producto de
varias metamorfosis tras las que terminan por renunciar a los nombres de sus
viejas ideologías, siendo reemplazadas por términos que aluden a los mágicos
guarismos aritméticos de Más o Sumar- bien los fragmentos activos del PSOE
sobrevivientes a varios diluvios políticos, no se encuentra preparada para
resolver esta confrontación de emociones de los públicos degradados. Este
estilo de Ayuso, de soslayar su gestión aludiendo a lo histórico-ideológico
para desplazarse a la demonización y descalificación total de la oposición, es
practicado en la referencia de una de sus propuestas simbólicas favoritas: el
proverbial arte de torear.
El éxito
radical de Ayuso, que desde 2019 ocupa el gobierno madrileño ampliando sus
apoyos, imprime una naturaleza deportiva/futbolística a la contienda política,
y obtiene la sanción positiva de las televisiones, que movilizan sus audiencias
con los zascas, las afirmaciones propias de campos de batalla, las puestas en
escena que estimulan la percepción de las instituciones como frentes militares.
El resultado es una convergencia de las audiencias televisivas y las nubes de mosquitos que habitan en las
redes sociales. Ciertamente, su éxito remite a su innegable capacidad de
transformismo, en la que hace desaparecer su gestión.
Parece
inevitable que este éxito se facture y se deslocalice al sistema político estatal.
Así se puede explicar que, en la sesión de investidura de Feijóo, comparezca,
por primera vez, un antiayuso, o más bien, una clonación de esta adoptada por
sus rivales políticos. Este es el papel representado por Oscar Puente,
convertido en un virtuoso habitante de ring concentrado, más en dañar al
enemigo para regocijo del público que como portavoz de un discurso dotado de
espesor institucional. Se consuma el salto a un nuevo estadio de la
videopolítica, que se puede resumir en los discursos dotados de énfasis no
verbales, junto a su finalidad de erosionar al oponente mediante la ironía, la
burla y la priorización de la crítica a sus maniobras, en tanto que los
discursos se difuminan inquietantemente.
Es menester
recurrir a los orígenes de estas formas de debate.
No cabe la menor duda de que este se referencia en los modelos de la
expansiva telerrealidad. Los formatos de este género privilegian estallidos
conflictuales y el control de las emociones de los protagonistas, que tienen
que acreditar en cada situación su competencia de afrontar situaciones
difíciles, en las que tienen que poner en juego sus habilidades. El éxito de
este género ha determinado su exportación a otros campos, llegando hasta la
política. En este sentido, se hace pertinente el vínculo entre Ayuso y Belén
Esteban, María Patiño o Lydia Lozano.
El
acontecimiento más irracional de la política en curso es el llamado debate electoral. En el mismo concurren
varios candidatos y las cuestiones programáticas a se diseminan en varios temas
y múltiples cuestiones. Los participantes son requeridos a contestar en un
minuto a cuestiones complejas y sustantivas, que son reemplazadas a un ritmo
acelerado que sanciona el bloqueo del espectador. En esa extraña torre de Babel
triunfa el que demuestra la capacidad de encajar, aprovechar sus oportunidades
o decir enfáticamente algunas proposiciones. En ese medio turbulento, fatal
para la inteligencia de los atribulados receptores, el arte de dañar a los
contendientes adquiere una importancia primordial. La caricatura y el meme
adquieren todo su esplendor.
Los
antecedentes de la guiñolización de la (video)política radican en la
transformación en un espectáculo de rivalidad personal de las sesiones de
control al gobierno, en las que los medios casan
a parejas rivales capaces de suministrar un espectáculo de aversión
personal, que se sobrepone sobre los contenidos. Las estrategias seguidas por
los recién casados se concentran en ridiculizar al adversario mediante la
administración de la parodia de sus posiciones. En particular, el Presidente
Sánchez y el ínclito Feijóo, han conformado una pareja de hecho que ha mostrado
sus desavenencias conyugales en las tardes del senado en la pasada primavera.
Un
acontecimiento ha puesto de manifiesto la extrema banalización del sistema de
la (video)política imperante. La historia es así. Douglas Rushkoff, un original
y lúcido ensayista norteamericano, ha publicado su último libro, que ha sido
traducido al castellano con el título “La supervivencia de los más ricos”, editado
por Capitán Swing. El diario El País, el 20 de septiembre, publica una reseñafirmada por Manuel Pascual, en la que resume una entrevista al autor. Pues
bien, Yolanda Díaz comparece días después ante las televisiones, aludiendo a
esta reseña, aunque sin citarla. En la misma, hace un resumen en el estilo
imperante en la videopolítica, que remite a los discursos del insigne
Cantinflas. Termina diciendo atropelladamente que los ricos están prestos a
escapar en cohetes del devastado planeta tierra. Su intervención tiene una
forma y un contenido lamentable, que expresa el nivel existente en una gran
parte de las élites parlamentarias españolas.
Esta
intervención es desmenuzada en memes, titulares, fragmentos audiovisuales y
otras formas por sus rivales, generando una guasa monumental en las redes, y
alimentando los discursos parlamentarios del mismo Feijóo. Lo más lamentable
del asunto, es que se trata de un libro estimulante, cuya idea principal es que
los magnates tecnológicos controlan el mundo evadiendo el control de los
estados, generando una capacidad de destrucción que incrementa varios peligros
combinados. Pero lo peor radica en que sus ideologías digitales, que convierten
la vida real en información, les hace evadirse de la misma realidad que ellos
contribuyen a generar. Este círculo se cierra mediante la afirmación de
Rushkoff de que ellos mismos son inequívocamente pesimistas respecto al futuro,
lo que les diferencia de otras élites de distintos pasados. De ahí su proyecto
de evadirse en caso de catástrofe. Así,
un libro espeso y una reseña estimulante ha sido neutralizada por el bloqueo de
la inteligencia característico del sistema político español, agotado y
reconvertido al género de la comedia.
Bienvenidos
a la era de la ayusización, en la que podremos disfrutar de varias pantallas
con los clones de Ayuso correspondientes. El torrente de titulares y fragmentos
que nos aguarda es prometedor. Me pregunto acerca de lo que hubieran sentido
Gregorio Peces Barba, Enrique Tierno Galván, Miguel Herrero de Miñón u otras
gentes de la primera fase del postfranquismo. La última sesión de investidura
estuvo regida por la burla a lo otra parte porque no liga, o la mofa a la
contraria de que liga con cualquiera. En fin, un triunfo incontestable de lo
que representa Ayuso. La mismísima comprensión lectora en peligro.
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