domingo, 20 de agosto de 2023

MEDICINA LETAL: EL PRODIGIO DEL OXYCONTIN

 

Medicina fatal es el título de una miniserie de seis capítulos que ha incorporado Netflix. Se trata de la historia del Oxycontin, un opiáceo convertido en un medicamento milagroso para revertir el dolor y el malestar físico. En los años noventa inicia su carrera, siendo promovido por la industria farmacéutica, avalado por la profesión médica y legalizado por las autoridades. Como consecuencia de su expansión y uso generalizado, se generan grandes contingentes de adictos que desarrollan una carrera fatal, que en muchos casos termina en la muerte por sobredosis. Se calcula que el número de muertos en Estados Unidos en dos décadas llega a los quinientos mil.

La serie, aún a pesar de que se basa en los hechos reales, no es un documental, sino un relato del que forman parte algunas víctimas, médicos, visitadores médicos, dirigentes de la industria e investigadores del sistema judicial. El aporte del formato de serie, además de presentar a los personajes, algunos bien logrados, muestra los microcontextos en los que se produce la cadena de su producción y su consumo. El guion se basa en un exitoso libro escrito sobre este asunto por un periodista de The New Yorker, Patrick Radden Keefe.

La trama de la acción transcurre en lo que hace décadas se denominó como Complejo Médico Industrial, un sistema de relaciones entre la industria y sus instituciones y la profesión médica. A pesar de que esta denominación ha desaparecido por la presión ejercida por los múltiples actores de este formidable sistema. He sido interpelado en distintas ocasiones cuando he utilizado esta expresión, de modo que me ha hecho sentir las presiones ejercidas por los integrantes de este entramado. Ahora mismo, escribiendo este texto tras visionar la serie, me he autocensurado interrogándome acerca de los contingentes de lectores que por utilizar esta expresión van a predisponerse contra el mismo. Carecer de nombre es una condición para su perpetuación y renovación hasta el día de hoy. El asunto de los analgésicos es un problema íntimo de los industriales y los médicos, en el que no debemos inmiscuirnos los extraños.

Uno de los aspectos más acertados de la serie, radica en presentar nítidamente a la industria farmacéutica en sus versiones postfordistas del presente. En particular, la gestación de la idea por parte de un empresario que ha asumido que el lucro económico representa el núcleo duro de su misión. A lo largo de los capítulos aparecen los directivos industriales, en sus escenarios naturales de las reuniones y las fiestas; también las instancias que ejecutan el arte de la persuasión sobre los médicos, que estimulan a los consentidores y allanan obstáculos para presionar a los renuentes para modificar sus comportamientos. Las escenas más valiosas son aquellas que muestran la dinamicidad de las relaciones entre los visitadores y los profesionales.

En toda la serie se encuentran muy bien descritos los pacientes y los dramas personales derivados de su consumo. En este campo social de la asistencia sanitaria los pacientes son manipulados mediante la interpretación sesgada de sus malestares y dolores. A estos se promete la felicidad mediante el fármaco milagroso avalado, firmado y sellado, nada menos que por sus médicos y farmacéuticos. Cuando se producen adicciones compulsivas estos son culpabilizados explícitamente por sus sofisticados verdugos. Un punto fuerte de la narración radica en la fuerza de la Razón del éxito y el dinero, al tiempo que se difumina la Razón del paciente. Me ha sido imposible no pensar en la inminente expansión en España de los dispositivos de Salud Mental, acompañados del torrente de fármacos salvadores distribuidos entre los numerosos sujetos tratados.

Pero, el aspecto principal radica en preguntarse cómo es posible que haya ocurrido algo así, en tanto que algunos médicos sí tenían información acerca del Oxycontin desde el principio. La empresa obtiene un éxito contundente sometiendo, uno a uno, a los encargados de recetarlo primero, e incrementar las dosis después. Las preguntas obligadas son ¿no existe ninguna instancia profesional que haya ejercido el control? ¿cómo es posible que una mortalidad tan importante no suscite controversias e investigaciones? ¿Cómo es posible que no se haya problematizado en los numerosos y frecuentes congresos de sociedades médicas? Parece inquietante el poder pastoral de cualquier empresa para modificar sus fines, pervirtiendo su acción y obteniendo  el silencio y la aceptación durante tanto tiempo en el entorno de suaplicación.

La victoria absoluta del empresario del Oxycontin, Richard Sackler en el interior del Complejo Médico Industrial se ve amenazada por las autoridades judiciales. Este es el centro de la trama de la serie. Una ayudante de un fiscal investiga sobre el fármaco y termina obteniendo pruebas procedentes de una visitadora arrepentida. Pero esta intersección entre el Complejo Farmacéutico-Médico y el sistema judicial termina por decantarse en favor de los poderosos. Cuando el fiscal presenta las pruebas a la industria y le comunica la apertura de juicio a la empresa, ésta contrata los mejores abogados, que son precisamente profesionales procedentes de las más altas instancias judiciales, pero ahora convertidos en mercenarios por el efecto de las prodigiosas puertas giratorias.  Todo concluye mediante una argucia judicial derivada de tan experta inteligencia jurídica: el fiscal se ve presionado para aceptar una solución pactada, consistente en la aceptación de responsabilidad por parte de la empresa en una cuestión menor, reconociendo errores en los prospectos del Oxycontin.

Esta historia muestra crudamente la potencialidad de los intereses industriales fuertes en los sistemas políticos que se autodenominan como democracias avanzadas. En estas se prodigan múltiples dispositivos de poder entramados entre sí que se sobreponen sobre los intereses débiles de las gentes, en este caso de los pacientes seducidos por la poderosa publicidad corporativa industrial y profesional. En ese espacio opaco de concurrencia entre dispositivos al servicio de los intereses industriales fuertes se dirimen las cuestiones fundamentales. De este modo, se hace verosímil el riesgo que supone la existencia de una asistencia médica controlada por una industria que conforma un área gris en tan progresadas sociedades.

En este espacio de relaciones entre los agentes industriales y los profesionales, en el que se ejercen presiones amparadas en el arte de la persuasión, se muestra la potencialidad de la institución central del marketing, que en la asistencia sanitaria siempre ha adoptado el formato de marketing de “uno a uno”. Uno de los puntos fuertes de la serie es, precisamente, la presentación del marketing avalando una empresa de conquista de un mercado que termina por perjudicar gravemente a sus consumidores, incluso eliminándolos de los escenarios para ser sustituidos por nuevos contingentes de captados por la ilusión de la eliminación del dolor y el éxtasis del bienestar subjetivo.

Termino interrogándome acerca de una señora extraviada en este laberinto institucional que conforma tan expansivo mercado, la bioética. Desde siempre, y desde el interior de este espacio, siempre me ha parecido extraña la concurrencia de profesionales convocados por las cuestiones éticas. Los niveles de distanciamiento de la realidad en ese ámbito, son manifiestamente cosmológicas. Siempre me ha gustado pasear por Congresos Médicos para observar la proliferación de personas dedicadas a tan prodigiosa tarea de comunicación persuasiva. Conservo algunos recuerdos antológicos de esas instructivas excursiones, en las que terminaba preguntándome acerca de si era yo solo quien tenía los sentidos abiertos, lo que me permitía comprender la verdadera naturaleza de lo que estaba representando en tan científica fiesta.

Recomiendo vivamente ver esta serie, cuyo destino será ser reemplazada por nuevas ficciones para abastecer a tan activos usuarios devoradores de historias.

 

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