En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone La vela
Antonio
Machado
Las
elecciones del próximo domingo confirman las limitaciones de los saberes
expertos que formatean los marcos cognitivos de las gentes convertidas en
votantes-espectadores, conformados como públicos del ecosistema mediático. En
la variopinta troupe hablante que se exhibe frente a las cámaras, prevalecen
los politólogos, convertidos en expertos providenciales y magos de los
pronósticos. Las encuestas dominan este campo de conocimiento especializado,
que ha operado mediante la materialización de dos grandes escisiones: la
separación drástica de la llamada Ciencia Política del conjunto de las ciencias
sociales, y la segregación del conocimiento sobre el sistema político de su
propio devenir sociohistórico global.
El resultado
de estas operaciones de hiperespecialización configuran una mirada superficial
sobre las realidades, que suscita perplejidades crecientes, en tanto que
algunos acontecimientos emergentes no encajan en los sistemas conceptuales de
interpretación. El caso de la peripecia de Trump, convertido en presidente de
lo que se entiende como “la democracia más asentada del mundo”, evidencia la
crisis de los marcos de interpretación. Esta “Ciencia Política”, arrancada de
las ciencias sociales y de la historia, muestra impúdicamente sus carencias,
derivadas de un empirismo manifiestamente mutilador. Por eso me gusta denominar
a los expertos politólogos que pontifican en las televisiones, confiriendo un
sentido supuestamente científico a las charlas de los comentaristas,
mercenarios al amparo de los sectores en puja, como “politología de todo a
cien”.
Esta es la
razón por la que escribo este texto con la intención de reintegrar el
acontecimiento elecciones del 23 J en una realidad más global que evoluciona, y
que Castoriadis define certeramente como social-histórico. Empiezo por afirmar
que, en la totalidad del social-histórico en curso, las instituciones políticas
representan un papel subalterno con respecto a los poderes que constituyen los
motores de los procesos sociales en marcha. La validez de la afirmación de
Machado acerca de la centralidad del espacio “donde sopla el aire”, es
manifiesta. Y, en este tiempo, es el mercado y sus variadas instituciones quien
gobierna y reconfigura lo social. El sistema político es desplazado a un
segundo plano, registrando en su espacio los impactos del avance del complejo
institucional del mercado: La institución central de la gestión, la de los
recursos humanos, las de la comunicación que santifican el marketing y la
publicidad, las del complejo que empuja la medicalización y psicologización,
así como las que conforman una individuación inédita y una digitalización que
hace estallar a lo social, fragmentándolo en mil pedazos.
Desde la
perspectiva del conjunto social, las próximas elecciones del domingo significan
el retorno de lo que puede denominarse, en rigor, como La Institución, y que
tan bien representa el PP. La Institución es un dispositivo heterogéneo y
múltiple que enlaza el gobierno del Estado con los intereses fuertes de las
clases altas. Esta, como tal dispositivo, ha adoptado múltiples formas
históricas en distintos regímenes políticos. Pero la regla principal que define
a La Institución, es la relación íntima entre las élites políticas y
económicas, constituidas en castas cerradas a nuevos intrusos, así como su
ubicación en el gobierno entendido como un recinto cerrado y amurallado,
inaccesible para cualquier clase de bárbaros
extraños a las élites económicas.
El dominio
de La Institución se ve alterado por la irrupción, en el Régimen del 78, de un
conjunto de élites que representan una intrusión en la misma, y que alteran la
intimidad derivada de la consanguinidad proverbial
de ese conjunto institucional, y que están representados en el gobierno del
PSOE, que es entendido como una anomalía histórica inevitable. Aún a pesar de
que La Institución ha mostrado su capacidad para reconvertir drásticamente a
los extraños advenedizos que se hacen presentes el 82, en los períodos en los
que retornan las coherencias de casta en el dispositivo de gobierno, la
satisfacción actual del retorno de los propietarios a las instituciones del
gobierno, es inocultable. Pero, las puertas giratorias establecidas por este
dispositivo reintegran a la gran mayoría de los bárbaros pesoístas en las
élites económicas, restableciendo las coherencias en ese dispositivo central de
conducción.
El envés de
La Institución, entendida como la derecha, es el PSOE, partido que absorbe a
casi la totalidad de lo que fue la oposición al franquismo, consiguiendo largos
periodos de gobierno, apoyado por un dispositivo mediático y experto de apoyo.
Pero, al igual que en el caso de La Institución/derecha política, el PSOE se
encuentra marcado por su origen y su propia historia, aún a pesar de sus
vertiginosos y compulsivos movimientos de adaptación. La impronta de la que le
es difícil liberarse de un partido creado en la II Internacional del final del
siglo XIX, es su ineludible misión histórica inicial que se puede sintetizar en
la etiqueta La Vanguardia. El proyecto socialista implicaba la preponderancia
de un Estado-Guía que se sobrepone a los votantes, generando un modelo
ineludiblemente dirigista.
La historia
del Régimen del 78 es la alternancia entre ambas macroinstituciones, La
Institución y La Vanguardia atenuada. Ambas suavizadas por la coexistencia
inexorable, lo que ha creado la imago de lo que se denomina como El Centro.
Este es el espacio fronterizo en el que convergen ambos complejos institucionales
cuando les corresponde el turno de gobierno. Esta cohabitación feliz se
derrumba con la crisis económica de 2008, que genera una crisis política que
adquiere la forma de crisis de representación. En esos años, distintos
intereses sociales correspondientes a varias clases subalternas, constatan su
deficiente representación en tan estables instituciones reguladas por la
mitología del Centro.
Esta crisis
genera un nuevo estado de la sociedad, que implica la proliferación de
protestas y movilizaciones, la cristalización de sucesivos estados de
expectación, así como la aparición de nuevos actores políticos. Desde el 15 M a
la creación de Podemos tienen lugar múltiples iniciativas exteriores al
fosilizado sistema del imperio del Centro y La Alternancia. Así se modifica
sustantivamente el sistema político y se configura el multipartidismo. En el
interior de La Institución (PP), los sectores más radicales se escinden ante la
percepción del peligro que implica la llegada de una nueva oleada de intrusos,
todavía no domesticados por el sistema político. Así nace Vox, que va a
representar un papel fundamental en la reconfiguración de La Institución.
La irrupción
de Podemos en 2014 representa un nuevo estado político, en el que una parte de
los intereses sociales no bien representados muestra su respaldo a los nuevos
inquilinos de este ínclito sistema político. La crisis política de
representación fragmentó a la derecha, de modo que, penalizada por la lógica
del sistema electoral, tuvo como consecuencia la formación de un gobierno
progresista, el gobierno más extraño posible desde la perspectiva de la
congruencia del sistema político instaurado en el 78, pero que ha supuesto una
continuidad histórica problematizada en la relación entre el gobierno, los
grandes intereses y las élites sociales.
Los cinco
años del gobierno progresista han tenido como consecuencia un desplazamiento
del PSOE en la dirección inversa al
centro. Al mismo tiempo, los nuevos inquilinos de la constelación de Podemos
descubren incrementalmente las limitaciones de la acción de gobierno. Estos
entran en un proceso en el que son absorbidos por la institución perenne,
separándolos de sus bases sociales. La dinámica del gobierno progresista se
encuentra determinada por la gestión de la impotencia programática. La
inviabilidad de la implementación de su programa total es sustituida por un
conjunto de gestos radicales dirigidos a sus supuestas bases sociales, así como
un conjunto de medidas de compensación a la imposibilidad de realización de su
programa total. De este modo florece un activismo legislativo que produce
reformas incompletas que no se pueden materializar en su integridad. El foso
entre los sectores no representados y la nueva izquierda en el gobierno tiene
una profundidad considerable y no puede ser compensado por los gestos
institucionales radicales y la propaganda mediática, arte en el que muestran su
competencia los nuevos inquilinos.
Pero la
presencia en el gobierno de los extraños ha supuesto la inestabilidad simbólica
de lo que ha sido La Institución, amenazada por la preponderancia de fuerzas
nacionalistas y de los contingentes de los procedentes de la crisis del 2008-14,
estimulado a todos los segmentos de la derecha a una oposición frontal, que ha
alcanzado dimensiones descomunales. Todos los reservistas han sido movilizados
a una confrontación permanente y creciente en contra de lo que se entiende como
okupas de La Institución. La impotencia política de Unidas Podemos ha redundado
en la intensificación de las retóricas de la confrontación. Así, ante la
imposibilidad de generar reformas de calado en el mercado han proliferado
denuncias pomposas contra algunos de los grandes propietarios de bancos,
INDITEX o Mercadona, generando una guerra inútil alejada del creciente
escepticismo de los no bien representados, a los que a una parte cuantiosa de
los mismos, no llegan los efectos de las medias
medidas del gobierno.
De este modo
se configura el escenario de las elecciones del próximo domingo. La masa de
votantes de las derechas estimulada por el retorno a la titularidad de La
Institución. Los verbos de echar (a los intrusos) o derogar, expresan
prístinamente la naturaleza del proyecto. Junto a los estimulados por el
retorno de las coherencias a tan proverbial dispositivo de gobierno, se puede
constatar una masa considerable de gentes unificadas por su escepticismo tras
la experiencia ambivalente de las medidas y reformas producidas por los
extraños desde el interior del recinto de La Institución. La distancia con los
mismos es proporcional a la parcialidad de los logros.
El primer
plano del rostro hierático de Feijoó en la entrevista con Intxaurrondo, muestra
la faz permanente de La Institución, que en su larga vida no se ha encontrado
con un periodismo de réplica. Ese rostro inexpresivo y ajeno a la conversación
muestra la opacidad proverbial de ese dispositivo en las vísperas de su posible
retorno. El domingo se dirime, bien la restauración, bien la inestabilidad
asociada a la continuidad del frágil gobierno progresista, debilitado por la
debilitación de sus apoyos y por el canibalismo desbocado de sus componentes.
En cualquier caso, se conforma una situación de inestabilidad por la dispersión
de los contendientes.
Mientras
tanto, el espectáculo de la puesta en escena de los actores bajo las reglas
imperativas de las instituciones centrales de este tiempo, el marketing y la
publicidad, alcanza la categoría de lo insólito. El furor contenido de los
propietarios ante los inquilinos en vísperas del final del contrato; los videos
portentosos de Yolanda Díaz representando una síntesis entre una azafata
convencional y una santa estrictamente canonizada; el rostro de Belarra que
acompaña el espectáculo de su propia reiniciación; las andanzas del Presidente por los platós,
convertido en discípulo de la mejor versión de Mercedes Milá; todo es asombroso
y trasciende los programas de los contendientes.
He vivido
muchas situaciones patéticas, y todas muy ricas en su realización, pero esta es
verdaderamente original, inédita y se instala más allá de cualquier ensoñación.
Desde la perspectiva de una persona de mi edad que ha vivido distintos sistemas
políticos, la campaña actual representa un retorno a los mundos de las primeras
pelis de Almodóvar. El aspecto más grotesco radica en la instalación en las mentes
de los atribulados votantes-espectadores de las categorías aportadas por los
politólogos de guardia. Conversar, a día de hoy, con un paisano esculpido por
estos saberes es una verdadera experiencia.
Al escribir
este texto, me he propuesto tomar distancia con el realismo sistémico fundado
en el prodigio de racionalizar el vínculo entre tus intereses y las distintas
opciones en este compulsivo mercado del simulacro programático. Entretanto
sigue el espectáculo, la prosperidad de la industria armamentística se
multiplica exponencialmente, gracias a la materialización de las guerras en
curso, así como las previsibles en su inmediatez. La opinión pública,
hipnotizada por la magia de la campaña de las rivalidades personales y el
desenlace de este escrutinio incierto, carece de la capacidad de percibir las
consecuencias de la escalada militar. Este hecho representa una enajenación
colectiva coherente con el ecosistema de comunicación que protagoniza el
devenir social y el juego que se dirime el próximo domingo.
Sin ánimo de
anticipar nada, ya tengo escrito el esquema de la entrada tras el resultado del
23. Se trata de una reflexión acerca de la persistencia fatal de ideas o
representaciones equivocadas que inducen a decisiones que producen resultados
perniciosos. Esta prevalencia de acciones contrarias a los resultados que se
pretenden obtener, es el rasgo más importante de las estrategias de la
izquierda. Las estrategias fatales, el título de uno de los inteligentes libros
de Baudrillard.
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