En estos
días de campaña electoral la mentira ha adquirido una centralidad absoluta en
los juegos dialécticos entre los actores. Todos atribuyen a sus rivales la
culpabilidad de la mentira. Pero esta no es una propiedad de los actores, sino
que, por el contrario, se encuentra enraizada en el sistema mismo, como una
parte inseparable de la competición, en cuyo núcleo duro se encuentra la
persuasión. Así, los asesores y expertos que influyen en el mercado político,
inspiran la mentira y producen esta de forma creativa e industrializada.
Las variadas
y sutiles formas de mentir, se encuentran asociadas a un factor estructural de
descomunal relevancia. Este se funda en que los estados nacionales, en este
tiempo, se encuentran severamente constreñidos e intervenidos por los mercados
y los poderes globales. Así se genera una corrección de los proyectos políticos
de origen que proponen los actores, al tiempo que, como estos reajustes no
se pueden explicar abiertamente a las bases sociales, toda la comunicación
política se encuentra afectada. Lo sumergido y lo oculto alcanza una proporción
desmesurada en la totalidad de la comunicación política. Este es el suelo sobre
el que florece y generaliza la mentira, que adopta múltiples formas en una
proliferación fecunda, al tiempo que deviene en imperativa.
La
preponderancia de los mercados y los poderes globales se funda en un conjunto
de instituciones que dominan la economía, las empresas, la educación, los
sistemas sanitarios y sociales, así como el mismo estado. La institución
central de la gestión impone la regla de que la victoria es obligatoria, de
modo que, para obtenerla, no se debe reparar en los medios, de modo que queda
abierto un campo de acción en el que la ética queda completamente neutralizada.
Los candidatos al gobierno de tan hipermoderno estado sustentado en el mercado
político, se penalizan mutuamente arrojando sobre el rival el peor epíteto
posible: perdedor.
La
superficialidad y dependencia de los analistas de la videopolítica construye la
cuestión de la mentira en términos tan manipulados, que soslayan su naturaleza
estructural y la dotan de una simplicidad que tiene como consecuencia su propia
banalización. Por esta razón, reproduzco aquí un texto elocuente y dotado de
espesor conceptual, de un filósofo heterodoxo y original, como es Cioran. En
este, remite la cuestión de la mentira al origen de las ideas de los actores, y
explica cómo estas representan un obstáculo a su realización, de modo que
inevitablemente terminan desembarazándose de la pesada carga de las mismas.
El texto de
Cioran muestra su inteligencia y perspicacia. Este no tiene como destinatarios
a los próceres políticos, sino que se refiere a la mentira biográfica en
general, mostrando cómo los actores se liberan de las ideas de origen. De este
modo, pone en el centro de la deliberación sobre la mentira la cuestión del
cambio. El problema radica en que actores equipados con conjuntos de ideas y
representaciones, tienen que adaptarse a un campo exigente, de modo que, para
no ser eliminados, tienen que modificar inexorablemente sus ideas iniciales, y,
además, deben hacerlo de modo que este cambio quede oculto a sus propias bases
sociales.
Estos
artistas de la adaptación deben tener la competencia de mantener varias
comunicaciones simultáneas y manifiestamente incompatibles. La política
intervenida por los mercados tiene esa pesada carga. Engañar a varios
interlocutores al mismo tiempo es un requisito para la permanencia en el campo
político ocupando posiciones en las tierras altas. Este es, sumariamente, el proceso: la
presencia en el gobierno determina la constatación y verificación de
imposibilidad de materialización del proyecto inicial. Después viene la fase de
adaptación y corrección del mismo, acompañado por una comunicación de gestos ostentosos
a las bases sociales, que encubren los cambios. Este proceso avanza hacia fases
más avanzadas en las que la contradicción se agranda y exige a los actores la
procacidad en su estado máximo, en tanto que, según se sigue avanzando, ya no
hay vuelta atrás. Entonces el proyecto es permanecer en el gobierno.
Los
políticos se encuentran involucrados en un cambio secreto y en una adaptación
intensa y escindida de su base social. Se convierten, de esta manera, en
renegados silenciosos, en gentes cuyas vidas priorizan los ricos aprendizajes
de la evasión de sus verdades iniciales. Según avanza el proceso biográfico, se
acumula el conocimiento que no se puede mostrar, y que es preciso ser sometido
a un estatuto de discreción. Todos los políticos experimentan esta misteriosa
mutación, pero Felipe González representa el emblema de la misma. Tras sus años
de presidencia del gobierno revela, muchos años después, sucesiva y acumulativamente sus
contraverdades, que ha mantenido en la sombra. González va administrando
pequeñas dosis de sus sucesivas readaptaciones al mundo dominado por el
mercado.
Este es el
sagaz texto de Cioran que tanto me ha estimulado
NECESIDAD DE LA MENTIRA
E.M. CIORAN
EN “LA TENTACIÓN DE EXISTIR” PAG.
214-15
Quien ha
vislumbrado, en el comienzo de su carrera, las verdades mortales, llega a no
poder vivir con ellas: si les permanece fiel, está perdido. Desaprenderlas,
renegar de ellas -única modalidad, para él, de reajustarse a la vida, de
abandonar el camino del Saber, de lo Intolerable-. Siguiendo a la mentira,
cualquier mentira promotora de actos, la idolatra y espera de ella su
salvación. Cualquier obsesión la seduce, con tal de que ahogue en él al demonio
de la curiosidad e inmovilice su espíritu. De ese modo, envidia a todos los
que, a favor de la plegaria o de cualquier otra manía, han detenido el curso de
sus pensamientos, abdicado de las responsabilidades del intelecto, y hallado,
en un templo o un asilo de alienados, la dicha de estar acabados. ¡Qué no daría
él también por poder exultar a la sombra de un error el abrigo de una
estupidez¡. Lo intentará. <<Para esquivar mi naufragio, pagaré el juego,
perseveraré en mi cabezonería, por capricho, por insolencia. Respirar es una
aberración que me fascina. El aire se escapa de mí, , el suelo tiembla bajo mis
pies. He convocado a todas las palabras y les he ordenado organizarse en una
oración; y las palabras han seguido inertes y mudas. Es por eso por lo que
grito, por lo que no dejaré de gritar: “Cualquier cosa, salvo mis
verdades”>>.
Helo aquí
disponiéndose a librarse de ellas, a darlas de lado. Y mientras celebra una
ceguera deseada durante tan largo tiempo, el malestar le gana, el coraje le
abandona: teme la revancha de su saber, el retorno de su clarividencia, la
irrupción de sus certezas, por las que había sufrido tanto. Esto basta para
que, perdiendo toda seguridad en sí mismo, el camino de su salvación se le
aparezca como un nuevo calvario.
Concluyo
aludiendo a un asunto emblemático, como es el de la conversión de facto de tan
portentosos pacifistas en los ochenta, en atlantistas en favor del rearme y la militarización, en las versiones
efusivas de la derecha y más discretas en la izquierda. Esta transformación ha
tenido lugar en un contexto protegido de las miradas de las bases sociales. La
relación “cara a cara” con los poderes fácticos ha modificado sustantivamente a
los antaño pacifistas, ahora empapados de realismo de bloque geoestratégico. El
aspecto más pernicioso de este cambio, radica en que se oculta a las bases
sociales, constituyendo la acción de gobierno como un campo inaccesible para la
gran mayoría. La paradoja de este cambio estriba en que, desde siempre, el
poder militar se ha ocultado y permanecido en la sombra, propiciando la
proliferación del embuste. Ahora, en la sociedad digital que se autodefine
pomposamente como transparente, las estrategias militares permanecen más sumergidas que nunca y la propaganda alcanza niveles cosmológicos de eficacia. Confieso que me ha
conmovido el anuncio del gobierno de enviar tropas a Eslovaquia y Rumanía,
cuestión que ha pasado desapercibida para tan desfondada opinión pública, así
como para la izquierda tan felizmente posmoderna.
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