jueves, 27 de julio de 2023

ELECCIONES: LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA

 

No tenemos una decisión libre, sino una elección de ofertas que proporciona el sistema.

Byung-Chul Han

La Realidad no es todo lo que hay“  

Agustín García Calvo

Las elecciones del pasado domingo nos llevan a un escenario en el que la irrealidad se expande sin freno, contradiciendo los discursos de los actores. La campaña ha significado una verdadera regresión política, en la que los mensajes apuntaban a la espectral ETA, al maléfico Sánchez, a la sospecha de relación con el narco de Feijóo, a los espectros del fascismo o del comunismo revividos ahora en los imaginarios partidarios. Todo ello representa una catástrofe para los supuestos programas de los partidos, desplazados a un segundo lugar. Las industrias culturales ya habían anticipado los guiones en la serie de Star Wars, un espacio donde se encuentran los buenos y los malos para dirimir entre el bien y el mal. El nivel alcanzado de infantilización de los espectadores, llega a cotas inusitadas. Me he sentido agredido por los departamentos de comunicación política de los partidos por mensajes tan manipulados y regresivos.

Así, dichas elecciones se pueden interpretar amparándose en el excelente libro de Kundera “La fiesta de la insignificancia”. La síntesis del mismo se condensa en esta idea: ”Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia”. Los resultados instauran una extraña prórroga, fatal en un sistema agotado, en el que los contendientes han rivalizado en mostrar su desvarío en una campaña electoral fatídica, en la que las propuestas programáticas se han evadido para ceder la centralidad de la deliberación a la descalificación integral de los líderes contendientes. Sánchez construido como un monstruo maligno y Feijóo como la extensión maléfica del espectro del narcogallego. Al tiempo, la derecha resucita los rituales de la noche de los muertos, desenterrando a los asesinados por la ETA en la pretensión de asestar un golpe definitivo a sus adversarios convertidos en zombies.

De este modo, el agotado sistema político español recupera a Kundera y materializa su aspiración de que “me gustaría escribir una novela en la que no hubiera una palabra seria”. La campaña, sobre todo, ha hecho puesto de manifiesto el concepto de levedad, es decir, la utilización de la misma para abordar cuestiones de gran calado. La trivialidad de los encuentros entre líderes y su esfuerzo denodado en la demonización de su rival han desembocado en un verdadero grado cero del debate político. En una apoteosis de la propaganda, vehiculizada por videos y otros fragmentos audiovisuales, lo programático ha quedado arrasado por la demagogia.

La ausencia de intervenciones generales; el desmigamiento de las propuestas en medidas espectaculares para segmentos específicos del mercado electoral; la magnitud de las zonas silenciadas por todos, tal y como la guerra de Ucrania; la imposición de los formatos del marketing y la imagen. Por poner un ejemplo, no hay discusión alguna acerca del futuro del sistema sanitario. Este es tratado mediante propuestas programáticas en formato de subasta. Así, la multiplicación de odontólogos, de profesionales de la salud mental, de prestaciones sustanciosas y de la rebaja mágica de los tiempos de espera. Cada uno ofrece su catálogo al modo de la institución de la tómbola.

Esta campaña fatal, ha mostrado el predominio de los expertos del mercado que se sobreponen con sus métodos a los líderes políticos. El resultado es que todo suena a hueco. Al final, la comunidad hablante de los expertos, periodistas, tertulianos y políticos, termina por creerse sus propias invenciones y argucias. El gran público toma una distancia creciente, en tanto que es sondeada diariamente, con la intención de estimular a esta comunidad hablante y autorreferencial. Las encuestas devienen en el centro de la discusión y deliberación, anulando a los programas, e instituyendo un verdadero juego estelar de apuestas mutuas del Estado. La quiniela es el paradigma dominante y los brujos que prometen acertar, entre los que destaca el ínclito Dionisio Michavila,  asquieren un protagonismo estelar.  El resultado es que se ha fraguado un nuevo gatillazo de los sondeos demoscópicos, que constituyen la esencia del sistema político.

Entonces, los pronósticos quinielísticos sustituyen a los programas, al tiempo que los catálogos de ofertas reemplazan a una visión del panorama global. Los informativos fluyen noticias sobre medidas sobre bajadas de impuestos, generación de empleos, ensaladas variadas de cifras, al tiempo que comparecen antiguos asesinos políticos en serie, imágenes de candidatos alternando con narcos, candidatas beatíficas planchando, y otros ricos elementos de las semióticas de la confusión. Al desaparecer cualquier deliberación sobre la situación general y su evolución, el efecto para los espectadores es catastrófico, en tanto que ubicados en la reverencial institución del súper, en el que tienen que elegir entre las distintas ofertas del día.

En este escenario kunderiano, todo suena a espectral y extraño. Pero, un aspecto fundamental remite a la calidad decreciente de los líderes políticos. Tras una primera generación que sale de la misma sociedad, como ocurrió en la Transición, los políticos actuales nacen del mundo autorreferencial de los partidos políticos. Todos ellos detentan la condición de herederos, es decir, que heredan los bienes conseguidos por sus inmediatos ancestros políticos. Ser heredero proporciona una inevitable impronta. Significa ser diferente al arquetipo de un fundador. En este caso, criarse en el interior de las juventudes de los partidos supone la configuración de un prototipo de administrador de bienes heredados. Uno de los factores de decadencia de este régimen es, precisamente, el acceso a las cúpulas de decisión de esta generación de administradores pasivos y aspirantes a maquiavelos de barrio.

La campaña ha puesto de manifiesto las carencias de estos líderes herederos. Sin ánimo de profundizar, parece mentira que un bloque político de intereses fuertes, como es la derecha, seleccione a dos personas como Abascal y Feijóo. Ambos carecen de liderazgo, de energía, de originalidad y de formación. Con todo respeto considero que son una verdadera ruina. Abascal representa el prototipo del rico enchufado, que vive animado por los sucesivos baños de masas de sus mítines. Entre estos se desdibuja, actuando como lo que verdaderamente ha sido, un enchufado colocado en la cima de una organización fantasmática. El caso de Feijóo es paradigmático. Heredero de un sistema de poder fundado en una red de cacicazgos en Galicia, que creó y gobernó el fundador Fraga, lo ha administrado pasivamente, en una situación que no ha necesitado carisma alguno. Cuando ha sido instalado en la cabeza del partido en una situación que tiene que remontar, su actuación ha sido deplorable. En cada actuación muestra impúdicamente su parvedad.

Feijóo ha protagonizado una versión brillante de la proverbial fábula de Esopo, en la que un perro con un trozo de carne en la orilla de un río termina soltándola con la intención de capturar la reflejada en las aguas. Así termina fatalmente perdiendo ambas. Este parco heredero de Fraga ha financiado pronósticos que le han llevado al desastre, al actuar según los datos suministrados por sus empleados demoscópicos. El principio que rige ese espectral mercado es el de la adecuación a la demanda del cliente. De este modo ha conducido a su partido a una derrota sin paliativos. Por encima de interpretaciones de los expertos demoscópicos, lo cierto es que ha heredado los votantes del difunto Ciudadanos. Los nuevos votantes no proceden de sus acciones políticas.

En la izquierda ocurre algo parecido. Sánchez es un heredero incubado en las juventudes y en las instancias en las que se elaboran las líneas maestras de la política económica del partido. Hijo pródigo de Sebastián y otros honorables padrinos se ha encaramado al poder siguiendo la pauta esencial: estar en el sitio preciso y en el momento preciso. Pero, a pesar de ser heredero, Sánchez muestra una iniciativa semejante a la de un fundador, teniendo que afrontar situaciones difíciles. En esta campaña ha terminado por mostrar sus cualidades dialógicas, pero referenciadas en la factoría mediática. Es un tipo capaz de afrontar situaciones adversas, según el modelo proverbial de Mercedes Milá. También cabe reseñar sus capacidades tácticas. Pero carece de cualquier espesor para definir la situación histórica global en la que vive. Es un heredero deuna provincia del imperio.

Yolanda Díaz también es heredera, en este caso representa el proverbial precepto de matar al padre. Designada por Iglesias, aprovechó la debilidad de este para erigirse como administradora de la herencia, para enviarlo a la morgue política, como antes hizo con Beiras y otros compañeros de viaje. El lema de su presentación “Todo empieza hoy” no deja lugar a dudas. Como persona avezada en los aparatos políticos, en donde estuvo toda su vida, tiene un instinto de sobrevivencia extraordinariamente agudizado. Pero administrar una herencia con dieciséis herederos , representa un problema de imposible solución. La gestión de los microconflictos generados por las distribuciones de cargos, puede alcanzar entre estos pequeños actores, niveles de crueldad difíciles de imaginar.

Termino aludiendo a la cuestión principal subyacente en este texto. Se trata de la clarividencia acerca de la situación global, perdón por calificarla como histórica, así como por su evolución. En ausencia de la comprensión de ese campo de fuerzas, es imposible generar ningún proyecto político fundado y serio, y se consuma la condena derivada de la levedad de Kundera. Por eso no entro en detalle acerca de qué tipo de gobierno es factible mediante la ingeniería de los acuerdos. A los ocupados en esta cuestión del nuevo gobierno les despido con el viejo lema del gran periodista norteamericano Edward Murrow de “Buenas noches y buena suerte”, porque sigo con la idea de que estamos asistiendo a la fiesta de la insignificancia.

 

 

 

 

1 comentario:


  1. Uno puede estar de acuerdo o no, pero dice más sobre el fondo de los problemas que la inmensa mayoría de los comentarios que yo haya visto.

    A la pregunta: "¿Ayuda a entender las cosas, sí o no?" La inmensa mayoría, no, o no gran cosa; éste, sí.

    Saludos,

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