Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

domingo, 11 de junio de 2023

RAFA COFIÑO Y LA METÁFORA DE SUPERMÁN

 

La metáfora de Superman fue enunciada en los años cincuenta por algunos sociólogos norteamericanos, críticos con el comienzo de la nueva sociedad del desarrollo y crecimiento, y que Polanyi, desde otras referencias, la denominó como “La gran Transformación”. Esta avanzada sociedad se sintetiza en una narrativa que resalta los atributos del héroe mitológico, obligado a partir hacia otros mundos en los que puede exhibir sus superpoderes. Su única vulnerabilidad se encuentra, precisamente, en su origen, lo cual imposibilita el retorno a su punto de partida, Kripton, lugar en el que queda neutralizado. La metáfora de Superman se encarna en los guiones de las sociedades del crecimiento, en las que cada cual es requerido para realizar una carrera ascendente, en la que el punto de partida es una plataforma para emprender el viaje,  en el que está descartado el regreso.

Conocí a Rafa Cofiño hace muchos años en una de las ediciones de los SIAP en Madrid. Con posterioridad he coincidido con él en actividades de la PACAP en Mallorca, Vitoria y Granada. Su inteligencia, formación y originalidad me llevó a simpatizar con él. Viajé varias veces a Asturias invitado por distintas personas para participar en varias actividades, aunque nunca pude encontrarme con él allí. En esos años he seguido su blog “Salud Comunitaria” y he intercambiado mensajes con él. También me hizo una entrevista para su blog en la que mostró su competencia como entrevistador en la busca de vínculos entre lo profesional y lo biográfico vivido. En estos encuentros se fraguó una amistad en la que se consolidó mi reconocimiento hacia él como profesional y persona.

Desde mi jubilación no he tenido ninguna relación con él, pero he seguido de lejos su actividad. Cuando llegó su majestad la Covid, él era Director General de Salud Pública de Asturias. Entonces estuvimos en posiciones encontradas dado mi posicionamiento crítico. Como conocedor de la Psicología Social entiendo que la posición que ocupa un sujeto influye determinantemente en sus posicionamientos y sus ideas. Un día leí un tuit suyo que rompía con su línea reflexiva proverbial. Este, que iba dirigido a la población asturiana, los animaba a no salir de sus casas -eran los días previos al confinamiento- con el propósito de batir el récord del mundo en disciplina pandémica. Esa apelación a la infantilización me sorprendió y pensé “este no es mi Rafa, que me lo han cambiado”.

Un tiempo después me enteré de que había cesado como Director de Salud Pública Regional y había retornado a su puesto de técnico de Salud Pública. Imaginé sus dificultades profesionales y políticas en un entorno como Asturias, en donde sobreviven múltiples clanes políticos de izquierdas, inevitablemente confrontados entre sí, y en la que el Presidente del Principado, Adrián Barbón, tiene el aspecto de gobernar la comunidad como una granja propia, aplicando sin piedad la fuerza de la mayoría. Sin una información completa pensé que le habrían bloqueado unos proyectos y resignificado otros, como es común en todas los tiempos en España, y también en el vigente Régimen del 78.

Esta mañana he leído en un diario digital que ha sido designado como número uno de la lista al congreso por Sumar. Inmediatamente se ha activado en mí el recuerdo de la metáfora de Superman. Mi interpretación se encuentra determinada por mis vivencias. Esta es una historia que he vivido muchas veces y que trasciende las trayectorias de sus ilustres protagonistas. En mi Departamento de Sociología de la Universidad de Granada, el entonces director, Julio Iglesias de Ussell, fue nombrado Secretario de Estado de Universidades por el gobierno de Aznar. Cuando tras varios años de ejercicio concluyó su mandato, vivió muy mal su regreso a su facultad (Kripton). Algo semejante ocurrió en la EASP, en la que mi entonces amigo y compañero de despacho, José Martínez Olmos fue nombrado secretario de Estado de Sanidad. Después ocupó distintos cargos y tuvo dificultades para rehacerse como un kriptonita común en la escuela.

Estos viajes desde lo profesional a lo político muestran a las claras una cuestión inquietante: el menosprecio del ejercicio profesional como médico, docente, investigador u otros semejantes. Una verdadera carrera exitosa exige abandonar ese pantano para instalarse en lo que se denomina gestión, y, más allá, en la política misma. Se ha instaurado una narrativa acerca de la carrera profesional en la que el éxito se escribe en otro lenguaje que el de la profesión de partida. Triunfar significa partir del sector profesional para elevarse sobre él. Este es un problema tan importante que constituye un síntoma del inmovilismo español, en tanto que remite a una valoración negativa del trabajo profesional, que contrasta con la sobrevaloración del desempeño en cargos de gestión, dirección o políticos.

Este es un síntoma de un sistema esclerotizado, como el de la universidad española y las organizaciones sanitarias. Admiro a investigadores como el sociólogo Charles Perrow, que permaneció toda su vida en la universidad de Yale, muriendo con una agenda abierta de temas a investigar. También a la antropóloga argentina Rosana Guber, anclada en el IDES en Buenos Aires volcada a su propio seminario de Antropología. Por el contrario, en España se considera el trabajo profesional como un período relativamente corto, que conduce al tránsito hacia el mundo de la política. Permanecer en un lugar se interpreta como un síntoma de estancamiento. Por poner ejemplos de carreras sólidas en instituciones localizadas, los casos de Laporte o Erviti, grandes profesionales de onda larga arraigados en el campo de la Farmacología.

La metáfora de Superman, tan común en España, denota inequívocamente el deterioro de las organizaciones profesionales, lo que constituye un problema monumental, así como una selección perversa de los cargos políticos y de gestión. Esta narrativa supone que el trabajo profesional es monótono y no ofrece posibilidades de desarrollo, así como que el trabajo de gestión o político es óptimo. Ambos supuestos son desmentidos repetidamente por la realidad y constituyen un obstáculo para el buen desarrollo de las organizaciones, la administración y el sector público. Así se constituye un sistema de significación perverso, que inviste como grande a la actividad política o directiva y como pequeño a lo profesional. Los efectos de esta inversión son letales.

Un ejemplo de trabajo arraigado y localizado es la madrileña parroquia de Entrevías, San Carlos Borromeo. El equipo  de curas radicado allí se define significativamente de este modo:  En San Carlos Borromeo cada vez somos más las personas que entramos y nos quedamos. Pero no nos quedamos para crecer, fortificarnos y regodearnos de lo bien que se está “aquí”. Huimos de esa concepción muy habitual en grupos y colectivos […]. Después de muchos años de andadura juntos hemos ido descubriendo lo que uno de nosotros escribió hace tres años: los que hemos salido de la Parroquia de Entrevías, hemos iniciado nuestro deambular por el desconocido mundo de lo marginal, o desde ahí, desde ese mundo, hemos recabado en la Parroquia, esta ha sido para nosotros una Meca, un punto de encuentro, de referencia, donde hemos ido compartiendo y aprendiendo de los que ahí estaban, de las madres, de los curas, de los chavales, de las familias, de los amigos cercanos y lejanos, de todos los que por su puerta entraban, en definitiva de los que conformaban”. En síntesis, que las tareas “ordinarias” terminan adquiriendo la condición de extraordinario. Lo mismo para un médico localizado, un profesor arraigado o un investigador de larga trayectoria o cualquier profesional participante en un proyecto de cooperación internacional.

Una de las proverbiales maldiciones españolas radica en la gran extensión y variedad de las tierras altas de la política y la gestión, en las que múltiples organizaciones acogen en sus direcciones al gran excedente de desertores profesionales. Así cristaliza una situación en la que existe un contraste escandaloso entre la proliferación de direcciones, asesorías, gabinetes y órganos fantasmáticos, y la miseria de los espacios profesionales considerados como plataformas para la partida de los viajes ascendentes. Cuando alguno emprende el éxodo hacia las tierras altas, los que se quedan son invadidos por un sentimiento de frustración. 

Recuerdo las primeras promociones de la entonces flamante especialidad de Medicina de Familia. La casi totalidad de sus cuantiosos contingentes lograron liberarse de su presencia en los centros de salud, instalándose en una tupida red de destinos unificados por la palabra dirección. Es la generación de los directores, que anuncia la decadencia incremental de esta red asistencial. Este es un síntoma fatal de la degradación profesional, común en la España del régimen del 78 a las organizaciones que articulan el debilitado estado del bienestar. Las excepciones de profesionales arraigados, al estilo de Juan Simó, que desarrollan una actividad formidable y sostenida desde un centro de salud, sin expectativas de viajes hacia el cielo.

Le deseo suerte a Rafa en su nuevo destino, aunque pienso que ningún proyecto político o directivo es viable si no se encuentra enraizado en un medio profesional sólido, al estilo de la parroquia de San Carlos Borromeo. Sobre el vacío que genera el declive del sistema sanitario público es imposible otra cosa que fantasear. En ese arte la nueva izquierda adquiere el grado de la excelencia. Si me preguntan qué cosa es la más importante de los años del gobierno más progresista de la historia aludiría, precisamente, al hecho de decidir acerca de medidas que presentan dificultades de aplicación por la endeblez de la administración pública. En esta se encuentran aquellos que no han conseguido emprender un viaje a las fértiles tierras altas.

No tengo dudas acerca de valorar esta situación como la más perversa de la historia. Buen viaje Supermán.

 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Haríamos bien, todos, en pensar más sobre esto.
Me recordó a un ensayo de Esquirol ('La resistencia íntima '), en cuya sinopsis ya se afirma: "Reconocemos que resistencia íntima es el nombre de una experiencia, propia de la comarca de la proximidad; comarca que no es visita de un día, sino habitual estancia. Pero hoy cuesta quedarse en ella".

Sin duda, incluso con el convencimiento de hacerlo por los demás, muchos prefieren ese viaje intergaláctico a una cotidianidad sin esplendor.
Les deseo también un buen viaje.
Un saludo.
J.