sábado, 24 de junio de 2023

EL SHOCK DEL PRESENTE

 

El presente es un inmenso espacio en el que se extravían la mayor parte de las personas. La velocidad de la era digital y el dominio de los medios audiovisuales contribuyen a generar una inmensa confusión y opacidad. En ese oscuro medio comparecen los expertos-guía y toda suerte de comunicadores excelentes en el arte de conducir a los cegados por la recomposición continua de la actualidad. La complejidad del presente en relación a los modos predominantes de conocer, tiene como consecuencia la multiplicación de las personas que se encuentran completamente perdidas, utilizando esquemas referenciales radicalmente obsoletos. De ahí nace el gran negocio de gurús, aventureros, hiperexpertos, charlatanes y pretendientes a la guía de los contingentes de extraviados.

Algo semejante al rescate de los múltiples cegados y deslumbrados es la política a día de hoy. Me impresiona muchísimo contemplar a personas profesionales cercanas a mí en algunas etapas biográficas asumiendo los esquemas referenciales del mercado político audiovisual. En estas condiciones, es inevitable que preguntas sencillas, como por ejemplo, porqué las célebres mayorías sociales que han recibido del gobierno progresista sustanciosas subidas de salario mínimo y otras del imaginario escudo social, se distancien manifiestamente de este. ¿qué está ocurriendo? Cualquier explicación remite a la densidad del presente que desborda los raquíticos esquemas cognitivos de los actores políticos.

Douglas Rushkoff es un autor al que sigo, por su originalidad y talento, desde mis tiempos de profesor de sociología. Uno de sus libros de esa época, Coerción, ha sido una de las lecturas de los alumnos en la atribulada clase de Cambio Social.  Uno de sus últimos libros, Present shock. Nueva York: Penguin Group. 2013, aborda precisamente lo que denomina como “El shock del presente.  Las conceptualizaciones de Rushkoff permiten comprender las limitaciones del pensamiento de los desnortados actores del presente y su conciencia débil, los medios de comunicación productores de la actualidad. Por eso publico una reseña de Jennifer Delgado Suárez en  https://rinconpsicologia.com/shock-del-presente-rushkoff/

Me parece importante subrayar algunos elementos analíticos fundamentales: Es, sobre todo, un estado mental, que nos aleja del pasado y del futuro. Así se hace inteligible la dependencia de los nuevos brujos demoscópicos que nos liberan de la oscuridad e incertidumbre. El colapso narrativo y la expansión de la simplicidad, constituyen los ingredientes principales del shock del presente, tan fértil para comprender el presente mismo. En este contexto, no es de extrañar que s viejas tendencias hayan sido canceladas en favor de los análisis que en este blog he denominado como “traficantes de decimales”. Sólo se considera válida la última medición en espera de la siguiente. Así, es inteligible la Expansión de la milagrería. Todos los políticos esperan la inversión prodigiosa de sus resultados en un golpe de suerte.

Este es el texto de la reseña

 

Shock del presente: Vivir en un mundo sin historia ni futuro

 

¿Tienes la sensación de que el tiempo no te alcanza? ¿Te sientes como un apagafuegos que debe hacer frente continuamente a imprevistos y supuestas urgencias? ¿No eres capaz de vislumbrar tu futuro? ¿Piensas que casi todo está inventado y que queda muy poco por hacer? ¿Crees que ningún tiempo futuro podrá superar el presente y que hemos llegado al tope de nuestras capacidades?

Si es así, es probable que sufras un fenómeno tan común como desconocido: “shock del presente”. Debido a la relación completamente nueva que hemos desarrollado con el tiempo – a nivel social y personal – estamos viviendo en un ahora que se nos escapa cada vez más rápido mientras perdemos la conexión con el futuro y el pasado.

 

¿Qué es el shock del presente?

 

El shock del presente es una idea desarrollada por Douglas Rushkoff, profesor de la Universidad de Nueva York. Lo describe como un estado mental potencialmente oneroso e incluso paralizante en el que nos quedamos atrapados en el presente, perdiendo muchos de los puntos de conexión con el futuro y el pasado.

El shock del presente, sin embargo, no nos conduce a un estado zen, sino que nos sumerge en una especie de caos mental. “Nos hace existir en un presente distraído en el que las fuerzas en la periferia son magnificadas […] Nuestra habilidad para realizar un plan y seguirlo es interrumpida por un gran número de impactos externos. En vez de encontrar un camino Se trata, pues, de un presentismo sin ningún punto de referencia más allá de un “aquí y ahora” fragmentado, vertiginoso y caótico. En práctica, nos vemos obligados a vivir en el presente para responder como mejor podamos a las demandas continuas del medio, de manera que no tenemos tiempo ni recursos cognitivos para proyectarnos al futuro o volver al pasado. Es como si el presente nos absorbiera en una especie de agujero negro en el que pasado y futuro desaparecen. Así perdemos de vista el panorama temporal que debe fungir como conector de nuestra autobiografía, pasando a vivir en “un mundo sin historia ni futuro”, como lo calificó Rushkoff.

 

¿Cómo se ha originado ese “shock del presente”?

 

No podemos estar ni siquiera una hora sin revisar el correo electrónico o la mensajería instantánea, nos preocupamos por la noche si alguien no nos ha contestado un mensaje y desarrollamos el “síndrome de vibración fantasma” que nos hace revisar el móvil, aunque no haya sonado. Mientras estamos fuera de casa, nos preguntamos qué está pasando en nuestras redes sociales y queremos estar pendientes de las actualizaciones de nuestros amigos y conocidos. Sentimos una necesidad imperiosa de comentar o compartir una noticia o de ver la última foto que ha publicado el famoso de turno.

estable aquí y ahora, acabamos reaccionando de manera improvisada a todos los asaltos que se presentan a lo largo del día”, apuntó Rushkoff.

 

En el mundo digital cometemos el error de pensar que podemos aplicar a nuestras vidas el mismo tiempo en el que se mueven las máquinas. Nuestro universo digital siempre está encendido, pero nosotros no. Los tuits siempre se están publicando en Twitter, pero aspirar a leerlos todos es una locura. Las interrupciones agotan nuestras habilidades cognitivas. Crean la sensación de que necesitamos estar al día para no perder el contacto con el presente. Es un objetivo falaz”, apuntó Rushkoff.

Sin embargo, el shock del presente no depende únicamente de la tecnología – aunque esta haya contribuido – sino que es más bien un estado que se ha instaurado a nivel social y que ha terminado por calar en muchos de nosotros. Es una manera de lidiar con la realidad asumiendo un enfoque tan presentista que termina siendo miope.

Nuestra sociedad se ha reorientado al presente. Todo se muestra en vivo, en tiempo real, y está siempre conectado. No se trata simplemente de un aceleramiento de las cosas, por más que nuestro estilo de vida y tecnologías hayan acelerado al ritmo al cual intentamos hacer las cosas. Es más bien una disminución de todo lo que no está ocurriendo ahora – y la embestida furiosa de todo lo que supuestamente está ocurriendo”, explicó Rushkoff.

 

Las consecuencias psicológicas del shock del presente

 

Rushkoff hace referencia a las diferentes maneras en que se manifiesta el shock del presente en nuestras vidas. Una vez que se instaura, este fenómeno no solo cambia nuestros hábitos y comportamientos, sino que también altera peligrosamente la dinámica de nuestro pensamiento.

  • Colapso narrativo

Se trata del triunfo de la inmediatez sobre la precisión, un fenómeno que se aprecia perfectamente en las secciones de noticias de los medios de comunicación, pero que también se ha extendido a diferentes niveles y nos conduce a cometer numerosos errores e imprecisiones en nuestro día a día. Es el triunfo de la aproximación sobre la exactitud.

De hecho, ese colapso narrativo es el golpe de gracia para los discursos inteligentes y complejos ya que no somos capaces de seguir su lógica o simplemente no tenemos tiempo suficiente para reflexionar sobre ello. En su lugar, priorizamos las soluciones simplistas, lo cual conduce a una pérdida brutal de la riqueza y complejidad que matizan todos los fenómenos a los que nos exponemos.

  • Digifrenia

La tecnología que nos permite estar en diferentes lugares al mismo tiempo y que nos ayuda a asumir distintas identidades ha impulsado la digifrenia, que consiste en un estado mental confuso causado por tener demasiadas identidades ejecutándose en paralelo.

Esas identidades a menudo están desconectadas entre sí, por lo que realizamos un enorme esfuerzo cotidiano para quitarnos una piel y entrar en otra. Ese cambio continuo de identidad nos somete a un gran estrés con consecuencias poco saludables.

  • Fractalnoia

Se trata de la tendencia a buscar un sentido en un presente congelado, sin tener en cuenta las secuencias lógicas de causa y efecto. Este fenómeno se debe en gran parte a la gran cantidad de información a la que nos exponemos y a la necesidad de responder de manera instantánea, de forma que no tenemos tiempo para rastrear la trama en el tiempo ni elaborar una respuesta reflexionada que se proyecte al futuro.

Sin embargo, cuando no existe un tiempo lineal, cuando perdemos la conexión con el pasado y el futuro, nos resulta imposible dar sentido a lo que nos está ocurriendo, de manera que las causas y efectos colapsan. Así nos quedamos en un mundo caótico, en el que no nos queda más remedio que responder a ciegas.

  • Apocalypto

Dado que la sociedad ha perdido la fe en su capacidad para resolver las crisis y problemas mundiales puesto que es incapaz de encontrar pies o cabeza a la situación que vivimos, nuestro deseo de salir de ese laberinto presentista nos hace fantasear con finales apocalípticos. De esta manera, a muchas personas les resulta más fácil imaginarse un apocalipsis de proporciones épicas que lo que haremos el mes o el año próximos.

El shock del presente, por tanto, desata un pensamiento profundamente catastrofista que nos envuelve en el pesimismo y nos lleva a imaginar las peores tragedias a la vuelta de la esquina. Inmersos en un estado  de indefensión aprendida, sin comprender cómo hemos llegado a este punto y sin saber cómo salir asertivamente, no nos queda más que fantasear con finales alarmistas.

De esta manera, terminamos siendo personas que reaccionan ante lo que ocurre, sin reflexionar demasiado sobre sus causas porque no queremos mirar al pasado, y sin detenernos a pensar en las consecuencias de nuestros actos, porque no tenemos tiempo para proyectarnos al futuro.

Debido al shock del presente, cada reacción se convierte en un agujero negro de posibilidades y consecuencias no deseadas. Así terminamos siendo piezas sugestionables y manipulables que se mueven según cómo soplen los vientos del presentismo, olvidando que debemos ser los capitanes de nuestra vida, que debemos ser el viento y no la bandera.

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Vivir en un mundo sin historia ni futuro -aunque no sea el título exacto- es un artículo excelente. Explica a la perfección lo que está pasando y los riesgos que conlleva la pérdida de referencias de todo tipo. Un saludo para Juan Irigoyen.
    Cristina.

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