Ver sin ir a ver. Percibir sin
verdaderamente estar… Todo ello subvertiría el conjunto de los diversos
fenómenos de representación plástica o teatral, y hasta la democracia
representativa, ella misma amenazada por los medios de comunicación que
modelarían la democracia estandarizada de la opinión pública, esperando
confluir con la democracia sincronizada de la emoción pública que arruinará el
frágil equilibrio de sociedades, por decirlo así, emancipadas de la presencia
real.
PAUL VIRILIO
Si, para unos, el objetivo es ver
todo pero también poseer todo, para los anónimos de la multitud la pretensión
es solamente ser vistos
PAUL VIRILIO
El pasado
domingo tuvo lugar la anunciada entrevista de Jordi Évole a Yolanda Díaz. Esta
no puede ser analizada ni comprendida sin aludir a su contexto específico. Así,
el verdadero protagonista ausente fue Pablo Iglesias, que estuvo de cuerpo
presente en toda la representación, en tanto que esta significaba sus propias pompas
fúnebres. La operación Sumar, promovida por distintos poderes fácticos, en un
consorcio en el que el PSOE y La Sexta desempeñan un papel estelar, solo puede
ser entendida como cancelación de la izquierda radical encarnada en los restos de Podemos, en los que Iglesias
representa un liderazgo absoluto. La pretensión es apresurar su entierro y
sustitución por una izquierda prêt-a-porter,
simbolizada por la misma Yolanda Díaz
El rasgo más
importante de la entrevista fue la ausencia absoluta de discurso político, que
fue reemplazada por la puesta en escena de la rivalidad personal entre los dos
contendientes. Y, ciertamente, esta contienda representa la catalización del
final de Podemos, que ha protagonizado un naufragio político de dimensiones
descomunales desde su emergencia en 2014. En estas condiciones de declive, se
hace factible la operación política de administrarle la puntilla a esta
organización. La protagonista de esta sustitución, Yolanda, cumple todas las
condiciones requeridas para vender un proyecto alternativo equivalente a un
producto nutricional que ha sido descremado y promete un rotundo 0% de carga
programática añadida.
Entonces, la
clave para entender la entrevista es recurrir a una confrontación entre dos
personas que se pueden definir según el término freudiano de “compulsión de
dominio”. La voracidad de ambos, dotados de distintos estilos comunicativos,
está reiteradamente acreditada en largas carreras sembradas de víctimas. El
ilustre finado, que compareció en 2014 en el vértice de lo que se llamó “la
nueva política”, impuso su liderazgo a sangre y fuego, practicando métodos de
exterminio interno de sus adversarios, reales e imaginarios, que acumularon
múltiples damnificados. El activo principal de su sustituta es, precisamente,
el recurso a reunir a los distintos agraviados y avasallados que sobreviven en
distintos rincones del sistema político. Sumar es un dispositivo de
convergencia de ofendidos por tan competente verdugo.
La
entrevista reflejó a la perfección la realidad del duelo entre ambas
compulsiones de dominio. Évole preparó su formato para resaltar el punto fuerte
de la entrevistada, que es su competencia sígnica. Esta es capaz de movilizar
los distintos subsistemas de su cuerpo para emitir señales amistosas que
conforman sus estrategias de seducción. Así, sus déficits programáticos y su
escaso espesor reflexivo es compensado con la excelencia en la competencia
esencial de mostrar una sensorialidad sofisticada. Y, en este tiempo de
hegemonía neoliberal, es menester recordar que las técnicas de gestión de la
sensibilidad representan un elemento central en la videopolítica.
En el fluido
de los planos cortos, las luces tenues y los sonidos amortiguados, Yolanda se
desenvuelve adecuadamente. Toda su historia está preparada justamente para eso.
Sus visitas televisivas al Papa, a Lula, Mújica y otros próceres, conforman su
capital político-semiótico. No se recuerdan discursos o textos que aportaron
conocimiento o reflexión, sino imágenes en las que explota intensamente sus
encuentros ante las cámaras. Su cuidada imagen de modulación emocional es
proverbial y fue confirmada en la entrevista en complicidad con el
entrevistador, aprovechando la sinergia entre ambos, determinada por la alta
misión asignada a ambos.
La ejecución
de la entrevista respondió a los guiones establecidos y las expectativas de los
segmentos de audiencia a quienes iba destinada. Évole preparó el escenario
explotando el rostro de Yolanda, con la finalidad de conseguir una conversación
que consiguiera la hiperestimulación sensorial de los espectadores. La
sobredosis de gestos presidió la función, alcanzando la embriaguez sensorial.
En esta situación lo discursivo o reflexivo fue desplazado a un segundo plano.
La emotividad relegó el guion de la conversación. Una vez más se confirmó que
el medio es el mensaje. La finalidad era atrapar al espectador en un juego de
identificaciones, antes que la significación de la supuesta propuesta de la
candidata a presidenta.
En lo que se
refiere estrictamente a lo lingüístico, predominó la narración de la rivalidad
interpersonal por encima de lo discursivo. La entrevista televisiva relega el
conjunto de la conversación y su pretensión estriba en conseguir momentos
estelares que sean susceptibles de ser cortados y pegados para exportar a los
informativos y las redes. Évole cambiaba bruscamente el guion para sorprender a
la entrevistada y conseguir respuestas que sorprendieran a la audiencia, fiel a
su estilo. Su género televisivo se basa en conseguir fragmentos audiovisuales
que impacten emocionalmente en la audiencia. Así, se convirtió en un relato de
una princesa liberadora que no quería estar allí, pero que, al final, tuvo que
aceptar la situación de competir por la presidencia con distintos machirulos y
señoros de la guerra política.
Durante toda
la entrevista mostró su virtud más prominente: la astucia. Así que se ausentó
de los discursos políticos para construir un relato en el que la magia es el
elemento central. La diferencia entre ella, que no puede dejar de sonreír, y
Pablo, el proverbial gruñón antipático, se refiere al carácter de ambos, así
como a su renuncia al poder y la competición para sumar en la construcción de
lo que denominó como “país”. Ella está ahí para salvar al país, rodeada de
ogros que solo buscan el poder, el dinero y la posición privilegiada en las
listas. Su capacidad para esquivar las preguntas comprometidas quedó
sobradamente demostrada, así como la vacuidad de su proyecto político.
Es
inevitable recurrir a Regis Debray, que en su libro “El estado seductor”
escribe: “Se procura fascinar por el
acercamiento y no por la distancia, por la banalización y ya no por la
heroización del jefe del Estado. El ostensorio del Símbolo se borra ante la
ostentación del Individuo. Como si, ahora, ver bien fuera tocar con los dedos.
El gusto por lo espontáneo ha invertido las más rígidas liturgias de Estado. Lo
emotivo excluye lo ceremonioso. Importancia creciente de los elementos no
verbales del mensaje, calculan secamente las computadoras del marketing
(expresión del rostro 55% de eficacia, la voz 38%, el discurso el 7%.”
La
entrevista confirmó que la telegenia se impone sobre el discurso en tan
singular comunidad audiovisual. Yolanda representa la nueva “raza” de animales
políticos, abierta, franca, concreta, dinámica, relacional, cálida, positiva,
simple, sonriente. Sin un partido estable ni capacidad programática alguna se
sustenta en “su equipo”. Así se conforma como una buena solución prêt-a-porter
para los operadores políticos dotados de decisión. Así ha congregado a las
distintas víctimas de Iglesias y los desplazados de los frenéticos años del
“cambio político”. Pero este conglomerado no tardará en desenterrar el hacha de
la guerra civil interna, y, como afirmó la ilustre entrevistada, no por lo
programático, sino de nuevo por las listas, el dinero y los liberados.
Establecer cuotas en un conjunto tan astillado solo puede ser resuelto mediante
un milagro.
En mis
últimos años como profesor, me inquietaba que no pocos alumnos críticos eran
compulsivos seguidores de Évole. En mi opinión, esto expresaba la decadencia y
obsolescencia del viejo imperio de la letra escrita, en tanto que este siempre
fue un entrevistador orientado a la producción de momentos emotivos, tal y como
mandan los cánones de la televisión. A día de hoy confirmo que se ha consumado
el imperio de la videopolítica, en el que este ejerce de protector de los
buenos, como Yolanda, y ejerce implacablemente el crimen político-mediático con
los malos, los gruñones como Iglesias, Bosé y otros.
Termino
recurriendo de nuevo a Paul Virilio. Este enuncia un concepto que considero
pertinente para definir a la televisión y que se puede reconocer en muchas
estructuras y procesos de la sociedad actual. Este es el de “quietud
vertiginosa”, que remite al tiempo histórico transcurrido entre el año de las
luces de la emergencia del 2014 y discurre hasta el día de hoy. Todo transcurre
a una prodigiosa velocidad pero en realidad pocas cosas se mueven.
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