miércoles, 28 de diciembre de 2022

UN TEXTO DE AGAMBEN SOBRE LA APOTEOSIS SECURITARIA

 

Un estado en guerra sólo sirve como excusa para la tiranía doméstica.

Cuando la vida se teje con estambres legalistas surge una atmósfera de mediocridad moral que paraliza los más nobles impulsos humanos

Aleksandr Solzhenitsyn

Lo más aburrido del mal es que a uno lo acostumbra

Los cobardes son los que se cobijan bajo las normas.

Jean-Paul Sartre

 

He leído una columna de Giorgio Agamben que sintetiza certeramente este tiempo de reflujo democrático, en el que, tras la pandemia, se suceden en cadena distintas variantes de estados de excepción. Lo más novedoso, al tiempo que perverso, es que estos cuentan con el respaldo de amplios sectores sociales, y, en particular, las gentes de la cultura y de la intelligentsia, definidas por su alineamiento incondicional con los distintos bloques políticos presentes en las instituciones. El hito del gobierno epidemiológico de la Covid, ha arrasado las sociedades contemporáneas que se reclaman democráticas, instaurando unas formas de gobierno en las que la coacción se constituye como fundamento del gobierno. El sacrificio deviene en principio sagrado que legitima la acción de los gobiernos y sus extensiones parlamentarias y mediáticas.

Este texto fue publicado el 8 de diciembre de 2022 por Agamben en su columna “Una voce” que publica regularmente en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet. En castellano se puede encontrar en el blog Artilleríainmanente  https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=2763 .

Comparto la idea fuerte del texto de Agamben acerca de la función esencial de las catástrofes, convertidas en oportunidades para establecer formas de gobierno autocráticas en nombre de la seguridad. Y de que la función esencial de los gobiernos es promover y difundir los temores colectivos, que devienen en el principio sobre el que se asienta el gobierno crecientemente autocrático. En el tiempo de la pandemia se evidenció contundentemente. Ahora, acrecentado por la guerra, que es silenciada en todos los discursos, convirtiéndose en la última ratio para pilotar la sociedad minimizando el pluralismo hasta extremos insólitos. Tras unos meses de desconcierto, ya nadie dice nada acerca de la guerra y se aceptan las restricciones sin rechistar.

En mi entorno personal se pueden identificar múltiples óbitos intelectuales y vitales de personas que se han mostrado como vivas en otros tiempos. La política es ya la adhesión incondicional a “los míos”. Sin matizaciones ni máscaras, al estilo instaurado por los tertulianos. Mal presagio para el futuro. De ahí el sentido de las frases de Solzhenitsyn y Sartre que he seleccionado. El concepto más importante, en mi opinión, es el de mediocridad moral. Este se especifica en un comportamiento conformista con “los míos”. En la universidad es generalizado desde hace muchísimos años ya.

Este es el texto de Agamben

 

 

Giorgio Agamben / Libertad e inseguridad

 

John Barclay, en su profética novela Argenis (1621), definió en estos términos el paradigma de la seguridad que más tarde adoptarían progresivamente los gobiernos europeos: «O se da a los hombres su libertad o se les da la seguridad, por la que abandonarán la libertad». Libertad y seguridad son, pues, dos paradigmas de gobierno antitéticos, entre los que el Estado debe elegir cada vez. Si quiere prometer seguridad a sus súbditos, el soberano tendrá que sacrificar su libertad y, viceversa, si quiere la libertad tendrá que sacrificar su seguridad. Michel Foucault mostró, sin embargo, cómo debía entenderse la seguridad (la sureté publique), que los gobiernos fisiocráticos, a partir de Quesnay, fueron los primeros en asumir explícitamente entre sus tareas en la Francia del siglo XVIII.  No se trataba —entonces como ahora— de prevenir las catástrofes, que en la Europa de aquellos años eran esencialmente las hambrunas, sino de dejar que se produjeran para poder intervenir de inmediato y gobernarlas en la dirección más útil. Gobernar recobra aquí su significado etimológico, es decir, «cibernético»: un buen piloto (kibernes) no puede evitar las tormentas, pero, cuando se producen, debe ser capaz de gobernar su nave según sus intereses.  Lo esencial en esta perspectiva era difundir un sentimiento de seguridad entre los ciudadanos, mediante la convicción de que el gobierno velaba por su tranquilidad y su futuro.

Lo que estamos presenciando hoy es un despliegue extremo de este paradigma y, al mismo tiempo, su inversión puntual. La tarea primordial de los gobiernos parece haberse convertido en la difusión capital entre los ciudadanos de un sentimiento de inseguridad e incluso de pánico, que coincide con una compresión extrema de sus libertades, que precisamente en esa inseguridad encuentra su justificación. Los paradigmas antitéticos hoy ya no son la libertad y la seguridad; más bien, en términos de Barclay, habría que decir hoy: «da a los hombres la inseguridad y renunciarán a la libertad». Ya no es necesario, por tanto, que los gobiernos se muestren capaces de gobernar los problemas y las catástrofes: la inseguridad y la emergencia, que constituyen ahora el único fundamento de su legitimidad, no pueden en ningún caso eliminarse, sino —como estamos viendo hoy con la sustitución de la guerra contra el virus por la guerra entre Rusia y Ucrania— sólo articularse de maneras convergentes, pero diferentes cada vez. Un gobierno de este tipo es esencialmente anárquico, en el sentido de que no tiene un principio al que atenerse, salvo la emergencia que produce y mantiene.

Es probable, sin embargo, que la dialéctica cibernética entre la anarquía y la emergencia alcance un umbral, más allá del cual ningún piloto será capaz de dirigir la nave y los hombres, en el ya inevitable naufragio, tendrán que volver a interrogarse sobre la libertad que tan incautamente sacrificaron.

 

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