Presento aquí
una esclarecedora entrevista a uno de los pensadores alternativos más fecundos
de esta época. Recurro con frecuencia a sus escritos que siempre son
clarificadores. Esta es una entrevista publicada hace muchos años, pero su
valor sigue vigente. En España, las gentes de izquierda piensan el mundo con
las categorías legadas por la cristalización del imaginario del “fin de la
historia” de Fukuyama. Así, se entiende a “la democracia” como un orden
perfectible, renunciando a explorar cualquier más allá. En este contexto, el
discurso de Bifo es percibido como extravagante. Mi intención es que este
lúcido texto pueda ayudar a repensar el presente a alguna persona.
El texto es parte
de una entrevista con Verónica Gago. El texto completo se puede leer aquí.
¿QUIÉN ES Y CÓMO PIENSA
BIFO?
Capitalismo
y subjetividades
Por Verónica
Gago
Franco
Berardi -más conocido por su seudónimo “Bifo”- (Bolonia, 1949) participó del
movimiento insurreccional italiano del ‘68 como estudiante de Letras y Filosofía.
En 1970 publicó su primer libro, Contro il lavoro (Feltrinelli) y en 1975 fundó
la revista A/traversa. Un año después participó de la fundación de Radio Alice,
una de las más emblemáticas experiencias de comunicación libre. Cuando habla de
aquella iniciativa recuerda: “La exigencia era intervenir sobre las formas del
imaginario social, de poner en circulación flujos delirantes, es decir, capaces
de des/lirar el mensaje dominante del trabajo, del orden, de la disciplina.
Radio Alice nació conscientemente ‘fuera’, mejor dicho, ‘contra’ las teorías
militantes y dialécticas: nuestra intención no era hacer una radio para
adoctrinar o para hacer emerger la conciencia de clase escondida tras los
comportamientos cotidianos”. A fines de los ‘70, en el marco de las
persecuciones contra militantes de la autonomía obrera, fue arrestado. Más
tarde la radio fue clausurada por la policía y Bifo se refugió en París. Allí
frecuentó a Félix Guattari y a Michel Foucault. Durante los años ‘80 vivió
entre Italia y Estados Unidos, donde colaboró con varias revistas y empezó a
escribir sobre el cyberpunk. En los ‘90 regresó a Italia y en 2002 fundó TV
Orfeo, la primera televisión comunitaria italiana, experiencia de la que surgió
su libro Telestreet - Macchina immaginativa non omologata (edición castellana
en El Viejo Topo, 2003). Actualmente trabaja como docente en el Instituto
Aldini Valeriani, una escuela media de Bolonia. Su investigación se desarrolla
alrededor de un problema cada vez más presente: la compleja relación entre
procesos sociales y la mutación tecnológica en curso, así como la lógica
“recombinante” del capitalismo contemporáneo, teniendo en cuenta sus efectos
sobre las subjetividades y los imaginarios sociales. La semana pasada estuvo
por primera vez en Argentina para presentar su nuevo libro, Generación
post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo (Tinta Limón
Ediciones).
“La
felicidad es subversiva”
Dice que
la “deserotización” de la vida cotidiana es el peor desastre que la humanidad
pueda conocer. Es que se pierde -explica- la empatía, la comprensión erótica
del otro. Franco Berardi, antiguo militante insurreccional en Italia, analiza
aquí, como en su obra toda, la compleja relación entre procesos sociales y los
cambios tecnológicos en curso.
-Usted
caracteriza el momento actual como “semiocapitalismo”. ¿Por qué?
-Semiocapitalismo
es el modo de producción en el cual la acumulación de capital se hace
esencialmente por medio de una producción y una acumulación de signos: bienes
inmateriales que actúan sobre la mente colectiva, sobre la atención, la
imaginación y el psiquismo social. Gracias a la tecnología electrónica, la
producción deviene elaboración y circulación de signos. Esto supone dos
consecuencias importantes: que las leyes de la economía terminan por influir el
equilibrio afectivo y psíquico de la sociedad y, por otro lado, que el
equilibrio psíquico y afectivo que se difunde en la sociedad termina por actuar
a su vez sobre la economía.
-Precisamente
usted habla de la economía actual como “una fábrica de la infelicidad”. ¿Podría
especificar esta idea?
-Los efectos
de la competencia, de la aceleración continua de los ritmos productivos,
repercuten sobre la mente colectiva provocando una excitación patológica que se
manifiesta como pánico o bien provocando depresión. La psicopatía está
deviniendo una verdadera epidemia en las sociedades de alto desarrollo y,
además, el culto a la competencia produce un sentimiento de agresividad
generalizado que se manifiesta sobre todo en las nuevas generaciones.
Recientemente la Durex, la mayor productora mundial de preservativos, encargó
una investigación al Instituto Harris Interactive. Fueron elegidos veintiséis
países de culturas diversas. Y en cada país fueron entrevistados miles de
personas sobre una cuestión simple: qué satisfacciones experimentaban con el
sexo. Sólo el 44 por ciento de los entrevistados respondió que experimentaba
placer a través de la sexualidad. Esto significa que ya no somos capaces de
prestarnos atención a nosotros mismos. Pero tampoco tenemos tiempo suficiente
para prestar atención a aquellos que viven alrededor nuestro. Presos de la
espiral de la competencia ya no somos capaces de entender nada del otro.
-Es lo
que usted denuncia como “deserotización” de la vida cotidiana…
-La deserotización
es el peor desastre que la humanidad pueda conocer, porque el fundamento de la
ética no está en las normas universales de la razón práctica, sino en la
percepción del cuerpo del otro como continuación sensible de mi cuerpo. Aquello
que los budistas llaman la gran compasión, esto es: la conciencia del hecho de
que tu placer es mi placer y que tu sufrimiento es mi sufrimiento. La empatía.
Si nosotros perdemos esta percepción, la humanidad está terminada; la guerra y
la violencia entran en cada espacio de nuestra existencia y la piedad
desaparece. Justamente esto es lo que leemos cada día en los diarios: la piedad
está muerta porque no somos capaces de empatía, es decir, de una comprensión
erótica del otro.
-¿Cuál es
la conexión entre estos fenómenos con la actual dinámica del capital?
-Creo que
tenemos que tener en cuenta la relación entre ciberespacio -en constante
ampliación y en constante aceleración- y cibertiempo, es decir, el tiempo de
nuestra mente entendida en sus aspectos racionales y afectivos. El capitalismo
empuja a la actividad humana hacia una aceleración continua: aumentar la
productividad para aumentar los beneficios. Pero la actividad es hoy, sobre
todo, actividad de la mente. Quien no logra seguir el ritmo es dejado de lado,
mientras que para quienes buscan correr lo más velozmente posible para pagar su
deuda con la sociedad competitiva, la deuda aumenta continuamente. El colapso
es inevitable y de hecho un número cada vez más grande de personas cae en
depresiones, o bien sufre de ataques de pánico, o bien decide tirarse debajo
del tren, o bien asesina a su compañero de banco. En Inglaterra, la violencia
homicida se está difundiendo en las escuelas, donde en los últimos meses ha
habido una verdadera hecatombe: decenas se suicidaron con un tiro de revólver.
La guerra por doquier: éste es el espíritu de nuestro tiempo. Pero esta guerra
nace de la aceleración asesina que el capitalismo ha inyectado en nuestra
mente.
-Ante
este “diagnóstico”, ¿usted encuentra una relación entre política y acción
terapéutica?
-Creo que la
política no existe más, al menos en Europa y en Estados Unidos. El discurso es
diferente tal vez para los países de América latina, donde se asiste a un
retorno de la política que es muy interesante, pero es una contratendencia
respecto del resto del mundo. Lo vemos muy bien en Italia, donde hay un
gobierno de centroizquierda que hace exactamente la misma política que la
derecha. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué los partidos que se proclaman socialistas
o comunistas están constreñidos a aceptar una política económica hiperliberal?
Porque la democracia representativa ya no cuenta más y las opciones
fundamentales son impuestas desde los grandes grupos financieros, económicos y
militares. El vacío de la política puede ser rellenado solamente por una
práctica de tipo terapéutico, es decir, por una acción de relajación del
organismo consciente colectivo. Se debe comunicar a la gente que no hay ninguna
necesidad de respetar la ley, que no hay ninguna necesidad de ser productivo,
que se puede vivir con menos dinero y con más amistad. Es necesaria una acción
de relajamiento generalizado de la sociedad. Y es necesaria una acción
psicoterapéutica que permita a las personas sentirse del todo extrañas respecto
de la sociedad capitalista, que les permita sentir que la crisis económica
puede ser el principio de una liberación, y que la riqueza económica no es en
absoluto una vida rica. Más bien, la vida rica consiste en lo contrario: en
abandonar la necesidad de tener, de acumular, de controlar. La felicidad está
en reducir la necesidad.
-¿Qué
significa la pregunta por la felicidad como desafío político?
-La cuestión
de la felicidad no es sólo una cuestión individual, más bien es siempre una
cuestión de lo más colectiva, social. Crear islas de placer, de relajación, de
amistad, lugares en los cuales no esté en vigor la ley de la acumulación y del
cambio. Esta es la premisa para una nueva política. La felicidad es subversiva
cuando deviene un proceso colectivo.
-Ahora,
¿en qué consisten los movimientos de resistencia hoy? ¿Cuál es el papel de lo
que usted llama “medioactivismo”?
-El
medioactivismo es la acción autónoma de los productores semióticos liberados de
las cadenas de la sumisión al trabajo. La nueva generación ha adquirido
competencias de producción semiótica, técnica, informática, comunicativa,
creativa, que el capital quiere someter a su dominio. Pero los productores
semióticos pueden organizar sus competencias por fuera del circuito de la
producción capitalista y pueden crear espacios de autonomía de la producción y
también de la circulación cultural. Los centros sociales, las radios libres,
los blogs alternativos, la televisión de calle (TV comunitaria) son esos
espacios de autoorganización del trabajo semiótico.
-Usted
declaró que los movimientos como los de Seattle, que se hacían “por los otros”,
estaban destinados al fracaso. ¿Cuál es la crítica a ese modo de acción?
-El
movimiento antiglobalización ha sido muy importante, pero no ha logrado
transformar la vida cotidiana, no ha logrado crear autonomía en las relaciones
sociales entre trabajo y capital. El sábado por la tarde éramos en una plaza miles
de personas y al lunes siguiente todos regresábamos a trabajar en la fábrica o
en la oficina y a someternos al comando del capital. Los movimientos logran
producir efectos de verdadera transformación social cuando su energía deviene
autonomía respecto de la explotación, cuando la energía que se acumula el
sábado por la tarde en la manifestación se transfiere al lunes por la mañana en
organización autónoma sobre el puesto de trabajo.
-¿Qué
diferencia hay entre los nuevos espacios autónomos y los espacios autónomos
creados en la década del ‘70? ¿Se trata de diversas nociones de autonomía?
-Autonomía
significa la capacidad de la sociedad para crear formas de vida independientes
del dominio del capital. Sobre este punto hay una continuidad en la historia de
los movimientos. Los movimientos son eficaces cuando no se limitan a protestar,
a oponerse, y logran construir espacios liberados y, sobre todo, cuando logran
hacer circular formas de pensamiento y de acción que sustraen la vida cotidiana
al modo de la ganancia capitalista. En este sentido no veo diferencia entre
aquello que la autonomía significaba en los años ‘70 y lo que significa hoy. El
problema es que hoy es mucho más difícil crear una autonomía del trabajo porque
la precariedad obliga a los trabajadores a depender del despotismo del capital
para poder sobrevivir. Sobre este punto es necesario afinar nuestros argumentos
organizativos, para crear formas de vida y de acción que permitan a la
comunidad obtener una renta sin deber pagar las ganancias del trabajo precario.
-Al mismo
tiempo, usted dice que no tiene sentido oponerse al proceso de flexibilización
del trabajo. ¿Por qué?
-La
flexibilidad está implícita en la nueva organización tecnológica del trabajo.
La red crea las condiciones para una fragmentación del trabajo, para una
separación del trabajo respecto del trabajador. El capitalista ya no tiene
necesidad del trabajo de una persona, pero necesita de los fragmentos
temporales que la red puede recombinar. ¿Cómo se les puede impedir a los
capitalistas que busquen el trabajo en las áreas pobres del mundo, donde los
salarios son los más bajos? No hay ninguna posibilidad de controlar
legislativamente esta precarización del trabajo. Hay un solo modo de oponerse a
los efectos de la precariedad, para liberarse del miedo y de la sumisión: crear
espacios de autonomía del trabajo y crear formas de vida en las cuales la
propiedad esté administrada colectivamente. Los trabajadores precarios
necesitan espacios colectivos y necesitan poder apropiarse de las cosas
indispensables para la vida. El capitalismo obliga a aceptar trabajos según sus
exigencias de flexibilidad, pero nosotros podemos sustraernos a su dominio si
somos capaces de crear espacios autónomos que unan a los trabajadores y que
permitan a los trabajadores precarios tener aquello que necesitan. ¿Los
capitalistas no respetan el derecho de las personas a tener un ingreso?
Nosotros debemos aprender a no respetar la propiedad de los capitalistas. Los
trabajadores precarios tienen derecho a apropiarse de aquello que es necesario
para su sobrevivencia. Si no tenemos salario debemos ir a tomar aquello que nos
hace falta en el lugar donde eso esté.
-¿Usted
cree que es posible una acción política desde el discurso de la precariedad?
-La acción
política de organización de los trabajadores precarios es nuestra tarea
principal. La derrota social que hace treinta años obliga a los trabajadores a
la defensiva y permite al capital chantajear a los trabajadores depende
propiamente del hecho de que el trabajo precario parece, hasta este momento,
inorganizable. Pero verdaderamente aquí está el punto: ¿cómo es posible
organizar el trabajo precario no obstante la falta de puntos de agregación
estables? ¿Cómo es posible conquistar autonomía no obstante la dependencia que
el precariado provoca en el comportamiento de los trabajadores? Hasta que no
logremos responder a esta pregunta, hasta que no encontremos la vía de
organización autónoma de los trabajadores precarios, el absolutismo del capital
devastará la sociedad, el ambiente, la vida cotidiana.
-Usted
considera que las nuevas generaciones son “post-alfabéticas”: es decir, que ya
no tienen afinidad con la cultura crítica escrita. Entonces, ¿la politización
tendría que valerse de otros medios?
-Marshall
McLuhan, en un libro de 1964, Understanding media (Comprender los medios de
comunicación, Paidós, Barcelona, 1996), había ya notado que la difusión de las
tecnologías electrónicas habría de provocar una verdadera mutación. El pasaje
de la tecnología de comunicación alfabética (la imprenta, lo escrito) a las
tecnologías de comunicación electrónica habrían provocado un pasaje de las
formas secuenciales a las instantáneas y una transición de un universo crítico
a un universo neomítico. Hoy todo esto lo vemos bien en el comportamiento
comunicativo y psíquico de la nueva generación, que se puede definir
post-alfabética porque ha pasado de la dimensión secuencial de la comunicación
escrita a la dimensión configuracional de la comunicación videoelectrónica y a
la dimensión conectiva de la red.
-Pero,
ante la “disneyficación del imaginario colectivo” que usted señala, ¿qué tipo
de imaginarios cree que son movilizadores hoy en un sentido emancipatorio?
-No creo que
haya imaginarios buenos e imaginarios malos. El imaginario es un magma en el
cual nuestra mente se orienta gracias a selectores de tipo simbólico. La
pregunta entonces debe ser reformulada en este sentido: ¿qué formas simbólicas
tienen hoy la capacidad de orientar en sentido emancipatorio el imaginario
social? La atención se vuelca así hacia la producción artística, literaria,
cinematográfica. No intento, por cierto, reproponer la idea que sostiene que el
arte se juzga sobre la base de criterios políticos. Intento solamente decir que
el arte tiene a veces la capacidad de funcionar como factor de redefinición del
campo imaginario. En la producción contemporánea existen autores que tienen
esta capacidad, pienso en escritores come Jonathan Franzen o como Amos Oz,
pienso en cineastas come Kim Ki duk o como el Ken Loach de It’s a free world
(Este mundo es libre). Pero la relación entre factores de orientación simbólica
e imaginario colectivo es una relación asimétrica, impredecible, irreductible a
cualquier simplificación o a cualquier moralismo.
Entrevista
a Franco Berardi “Bifo”
Por el
Colectivo Situaciones
(Pubicado como prólogo al libro Generación post-alfa. Patologías e
imaginarios en el semiocapitalismo, editado por Tinta Limón ediciones, Buenos
Aires, octubre de 2007)