Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

miércoles, 5 de octubre de 2022

LA OTAN, LA GUERRA Y LOS ANESTESISTAS

 

 

No era un incendio como los demás, sino una luz fulgurante. Era hermoso. No había visto nada parecido en el cine, ni comparable. Al anochecer, la gente se asomaba en masa a los balcones. Y los que no tenían, se iban a la casa de amigos y conocidos. Vivíamos en un noveno piso, con una vista espléndida. La gente sacaba a los niños, los levantaba en brazos. “ ¡Mira¡ ¡recuerda esto¡”. Envueltos en aquél polvo negro. Charlando. Respirando. Disfrutando del espectáculo. Algunos venían desde decenas de kilómetros en bicicleta, para ver aquello. No sabíamos que la muerte podía ser tan bella.

Svetlana Alexievich, Voces de Chernobil

Uno de los puntos principales del discurso de Anders afirma que el verdadero peligro reside en su invisibilidad. No solo porque la radioactividad es invisible, sino porque entender la complejidad de esta amenaza escatológica nos sobrepasa psíquicamente, supera nuestra capacidad neuronal. Es literalmente demasiado grande para comprenderla […] El mundo ya no es estable ni volverá a serlo, porque hoy la amenaza escatológica es supraliminal: excede la capacidad humana de entendimiento, así como la experiencia humana […] Anders introduce el concepto de supraliminal para describir una situación en la que los estímulos son demasiado fuertes para que nuestra percepción o incluso nuestra imaginación los registren.    

Srecko Horvat     

 

Recuerdo los primeros años ochenta, en los que la recién estrenada democracia sustentaba un horizonte abierto que albergaba expectativas de múltiples sectores de la sociedad española. Un factor fundamental, que ahora nos ha hecho rememorar tras la muerte de Jesús Quintero, es la existencia de una intelligentsia muy poderosa, incubada en la larga oposición al franquismo, y formada por loa adición de múltiples inteligencias que convergían en revistas con alto respaldo. No puedo olvidar a Eduardo Haro Teglen,  Luis Carandell y otros muchos periodistas e intelectuales de perfil fuerte, no reducidos a ser voceros de sus empresas. Estos años tan productivos en textos críticos, tuvieron su comienzo del fin con la muerte de una televisión, Canal+, ideada con la ayuda de otro de los grandes, Juan Cueto. A partir de ahí comienza una regresión mediática en la que el periodismo se homogeniza, más intensamente aún que en los últimos años del franquismo.

Esta intelligentsia favoreció el movimiento de masas de oposición a la OTAN. Este representó una enorme energía, en tanto que reunía una pluralidad de voces y discursos, que generaban una gran deliberación en amplios sectores sociales. En este contexto, la militarización fue cuestionada por cuantiosos grupos y segmentos sociales. Este proceso se resolvió con un referéndum tan vivo como aquél, en el que se impusieron por poco las posiciones atlantistas. La movilización contra la OTAN adquirió una viveza y diversidad encomiable, que se encontraba representada por un amplio repertorio heterogéneo de personalidades, grupos e iniciativas populares. Fueron los años de oro de la novísima democracia.

Por el contrario, la guerra de Ucrania y la hipersubordinación a la OTAN, en el tiempo presente, tiene lugar en un paisaje social y comunicativo lúgubre, en la que los medios audiovisuales se posicionan pétreamente a favor de la guerra y la carrera armamentista, estimulando un fatalismo mayúsculo de los costes derivados de ser una provincia en tan poderoso y bien armado imperio, que como es común en todos ellos, protege herméticamente su centro penalizando a las provincias periféricas, tales como esta misma. En el ecosistema comunicativo se han extinguido esa suerte de mentes autónomas, así como en el universitario y cultural. Ahora las diferencias se resuelven en los programas de humor, y las voces autorizadas son los profesionales de la industria audiovisual cuyas imágenes se encuentran asentadas en nuestras mentes. El resultado es una unanimidad verdaderamente aterradora que impide la deliberación pública.

El resultado es una opinión pública que se asemeja a una masa lista para hacer croquetas, que confiere al cocinero la facultad de hacer las unidades a su antojo. Los antiguos independientes de la intelligentsia que animaban las discusiones han sido sustituidos por expertos que `pontifican acerca de las armas y las estrategias militares, acompañados por los comentaristas-tertulianos, en apariencia plurales, pero unificados en torno al núcleo no discutible de las políticas estatales. Esta situación política-comunicativa inhabilita a los espectadores de las audiencias, que deben respaldar y adherirse a los argumentos que conforman los guiones.

La pandemia Covid constituyó un aprendizaje formidable para los operadores políticos en el arte de conducir, neutralizar, acallar, alisar, rastrear y otras artes equivalentes, a las poblaciones. En ese tiempo se reinventó el gran concepto para el ejercicio del poder en esta era: el negacionista. Este es un arquetipo individual denostado, en tanto que trasciende la unanimidad requerida por los expertos de guardia que hablan en nombre de la ciencia. Así se ensayó un modo de gobierno autoritario que, fundamentado en la amenaza, obtiene la legitimidad en nombre del bien, expulsando del nuevo reino de los cielos –los espacios mediáticos audiovisuales-, a aquellos que se atrevan a disentir, siendo etiquetados como nuevos bárbaros asociados al mal, que en este tiempo adquiere la forma de negación.

Tras la Covid, el cambio climático se ha presentado como amenazas en forma de fenómenos meteorológicos adversos, en la eterna transición de riesgos que justifican el estado de excepción permanente, y que ahora representa la guerra, fenómeno en el que en estas condiciones y en ausencia de intelligentsia , es reducido brutalmente a un solo factor: Putin. Todo el espesor de las situaciones históricas es eliminado drásticamente a efectos de presentar el guion de la confrontación eterna del bien y el mal, que ahora adquiere la forma de contienda entre los santos atlánticos contra los bárbaros del Este. El Este es el espacio en el que se ubican los distintos malotes que pueblan el mundo.

Esta insoportable levedad asentada en todas las formas de comunicación mediática, con sus periodistas-maniquíes frente a sus enormes presentaciones de power point, con sus teatrales repertorios gestuales y corporales,  se hace posible en tanto que los receptores de estas representaciones se sientan identificados con el espectáculo audiovisual ofrecido. Así, la comunicación audiovisual de la era post-intelligentsia, formatea un nuevo pueblo audiovisual siempre dispuesto a colaborar como productores de likes o como átomos votantes en la incesante cadena de escrutinios. De este modo se construyen las audiencias menguadas que adoptan a los distintos expertos que circulan por la programación.

El efecto de este ecosistema político y comunicativo es la conformación de un pueblo audiovisual similar al retratado por Alexievich y comprendido por  Horvat en las citas que encabezan este texto. La manipulación mediática determina a la audiencia como nube de partículas humanas conducida severamente por el conglomerado comunicativo y experto. Así se hace factible el círculo interminable de la manipulación. El flujo del conflicto espectacularizado y tratado por los operadores mediáticos tiene como efecto una situación semejante a la anestesia colectiva. Cualquier problematización, duda, pregunta o cuestionamiento desaparecen disueltos por la magia recombinada del espectáculo, la simplificación y la repetición. Por eso me gusta llamarlos anestesistas. Cualquier tema complejo es convertido por estos magos en un esquema simple e inequívoco. Así que la información meteorológica   ha adquirido tanta centralidad en este sistema visual.

En un sistema comunicativo anestesiado se hace factible la afirmación de que la OTAN es una organización beatífica, eliminando su potencial destructivo fundamental. La consecuencia de esta metamorfosis de la realidad es que la industria armamentística formidable que la sustenta queda relegitimada. De esta forma, la OTAN empuja irremediablemente hacia el Este malvado, mediante una serie de guerras catastróficas. No, la OTAN no es solo una coalición militar, sino un dispositivo que tiene como función crear un enemigo; alimentarlo y fortalecerlo para respaldar la veracidad de la amenaza; empujar hacia un escenario de guerra contra los imperios del mal; rearmarse acumulativamente; involucrar a una creciente cantidad de socios a favor de la “prevención” de la guerra, y, si esta tiene lugar por fin, actuar a favor de una escalada bélica.

La infantilización de los relatos atlánticos, implantada en las audiencias en condiciones de anestesia colectiva en forma mediática, convierte a la guerra actual de Ucrania en una guerra comunicativa, pero, sobre todo, en una guerra cognitiva, en la que las opiniones públicas tienen que cumplir el requisito de la anestesia. Para ello es fundamental la desaparición de la intelligentsia de aquellos años ochenta. Esta es la primera condición para el alineamiento colectivo en torno a los dispositivos guerreros. Quienes no comulguen con este discurso quedan reducidos a la execrable condición de negacionistas, como este mismo texto. Y es que confieso, sí, que soy un persistente negacionista de la guerra, el armamentismo, la militarización y de la OTAN. Vivo mal la explosión de lo supraliminal de Anders.

 

                                                                                                        

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay excepciones como El Salto o Contexto, ¿no?

¿Qué te parece el programa La Base, de Pablo Iglesias?

Gracias.


Margarita

juan irigoyen dijo...

Gracias Margarita

En el inmenso ecosistema mediático, las excepciones a las que aludes son más que marginales con respecto a las grandes audiencias.

No he visto nunca ese programa. Solo veo los fragmentos audiovisuales de Iglesias que cocinan las radios y teles.

Anónimo dijo...

Una pregunta ¿por qué no lo ves?


No te parece de lo más interesante del ecosositema mediática. Jorge

Gracias