miércoles, 31 de agosto de 2022

CASTAS PROFESIONALES, NOBLEZAS DE ESTADO Y TEMPORALIDADES

 

Toda mi vida se ha desarrollado en entornos profesionales en los que habitan múltiples castas. Y uno de las señales de distinción de las mismas radica en la capacidad de burlar en orden horario y conquistar una temporalidad a la carta para sus distinguidos miembros. Así se fragua una singular nobleza de estado, que tiene sus raíces en el pasado, que el franquismo canonizó y que la novísima democracia del 78 ha heredado y administrado con gran prudencia, conservando sus rasgos esenciales.

Recuerdo mis largos años de universidad, en los que se encontraba arraigada una práctica incontrovertible: la clase noble –catedráticos, decanos, directores departamento y otras categorías hidalgas- tenía sus tiempos preferentes y sus tiempos eximidos. Las clases de la primera hora de la mañana, estaban reservadas para profesores de rango inferior. También la tarde, en la que las clases correspondían, casi en su totalidad, a profesores plebeyos. Siempre fui habitante de las tardes de la facultad, en la que abundaban las malas gentes – estudiantes con trabajo, vividores y distintas clases de disconformes marginales-, así como profesores sin autoridad académica.

El cambio de ambiente entre la mañana y la tarde era extraordinario, en tanto que se conformaba un extraño mundo en el que la ausencia de autoridades y nobleza académica generaba un hábitat más convivencial, en el que las mismas trabajadoras de la limpieza ejercían una suerte de dictadura del proletariado, desalojándonos de las clases antes de su conclusión a las diez. Las relaciones en los pasillos eran diferentes. En el ambiente se encontraba presente un sistema de relaciones más informal, se podía identificar cierta espontaneidad en los comportamientos, y la jerarquía se aliviaba considerablemente. Estoy persuadido acerca de que mi larga estancia como profesor en la facultad fue posible mediante mi presencia en horarios en los que los principales depredadores académicos se encontraban ausentes.

Recuerdo que, en el tiempo que fui vicedecano, las reuniones para planificar los horarios estaban presididas por las tensiones, en tanto que se hacían por curso/grupo, y en algunos, había más de un catedrático, corriendo el riesgo de ser excluido de la hora noble –las clases de las doce y las horas siguientes. No puedo olvidar el problema suscitado por la presencia de varios catedráticos en un curso avanzado de la entonces licenciatura de ciencias políticas. Era imposible situar a todos en la zona de privilegio, y una catedrática tuvo que ser ubicada a las nueve de la mañana. Este episodio se vivió como un drama, y esta profesora suscitó entre sus iguales una solidaridad encomiable. En cualquier caso, esto se resuelve mediante profesores inestables que la sustituyen en las clases.

En la etapa de vicedecano, llegaba a la facultad a las nueve de la mañana, hora en que comenzaban a aparecer problemas de rutina que había que resolver. El decano llegaba a las doce o la una, y nos requería para reuniones o consultas. Solía decir –con cierta gracia, porque sintetizaba la cultura de la casta académica—que eran las doce de la madrugada. La mañana también era el tiempo de las conferencias de los ilustres profesores visitantes, a los que había que congregar una audiencia de estudiantes y profesores plebeyos  para su intervención.

Cuando trabajé en el INSALUD de Santander, también estaba arraigada la pauta horaria privilegiada para el director y el equipo directivo. Pero el entonces director, Fernando Lamata, renunciaba a ella y estaba activo en su despacho a las ocho todos los días, lo que suscitaba comentarios de muchos de los funcionarios mostrando su perplejidad La interpretación de su estricto cumplimiento horario, aludía a su naturaleza plebeya. Se sobreentendía que un director era un señor, y que tenía que ejercer como tal, también en la excepción horaria.  En los Hospitales, tanto los jefes de servicio como los directivos tenían su privilegio horario, pero no tan acusado como en la universidad. Me llamó poderosamente la atención en Valdecilla la prerrogativa de algunos de los sindicalistas liberados, que seguían la prodigiosa regla de incorporarse  no muy lejos de la hora mágica de las doce de la mañana.

Ahora vivo jubilado en Madrid, y puedo atisbar las pautas horarias de tan modernizada población, en la que se puede distinguir la movilización laboral de primera hora de la mañana, en contraste con la clase noble que comparece en el espacio público a media mañana. En los industriosos bares de desayuno se sirven a los contingentes madrugadores que reparan fuerzas a media jornada, junto a los más tempraneros miembros de las clases nobles, para los que madrugar representa un signo de devaluación de su posición social. Así, un contingente variado de señores  tales como superaccionistas, rentistas, inversores, empresarios y comerciantes de postín, así como distintas clases de gestores de sus patrimonios personales, arriban a los bares en la perspectiva del tiempo preferente para los negocios, que es el del aperitivo del medio día.

Estas castas económicas ejercen su privilegio horario abiertamente, sin complejos, mostrando sus prebendas horarias como signo de identidad. Así, madrugar implica una condena para la gran mayoría, con la excepción de los escuadrones humanos de la nueva empresa postfordista, con sus batallones de gerentes, expertos en recursos humanos y magos del marketing y la publicidad. Estas privilegiadas clases económicas se ven obligadas a compartir horarios con la mayoría madrugadora. De este modo se conforman como nuevos señores sometidos a temporalidades estrictas, lo que les distingue de los escuadrones del privilegio horario del comienzo a media mañana.

Otro elemento diferencial español radica en la excepción veraniega. El verano es un tiempo especial en el que numerosas castas económicas practican un vínculo laboral débil, en tanto que se desplazan a segundas residencias, lo que amplía los fines de semana, la reutilización de tiempos muertos y el descenso del ritmo de trabajo. El verano español es extraordinariamente dilatado y remite al imaginario del profesor, al que se supone liberado de su presencia en las aulas durante cuatro largos meses, sobreentendiendo que estos son, bien de vacaciones, bien de responsabilidades laborales débiles.

Entonces, una legión de profesiones nobles y directivas, practican sus privilegios de excepción horaria en el largo tiempo de verano. Los medios de comunicación representan el emblema de esta distinción. Los conductores mediáticos de programas con grandes audiencias, tanto de radio como de televisión, se ausentan desde la segunda semana de julio hasta entrado septiembre. Estos son sustituidos por segundas figuras, y en las redacciones por ese maná contemporáneo que aporta la precarización general, que se expresa en la multiplicación prodigiosa de los becarios. Así se asienta una extraña división del trabajo en las industrias del imaginario, la información y la cultura. En tanto que músicos y otros autores se desempeñan en un verano taylorista, realizando largas giras con presencias en múltiples lugares, el colectivo de la nobleza de los medios practica un largo verano de desvinculación y placer.

Cuando las Ana Rosas y semejantes arriban en septiembre a sus platós y afirman que comienza el curso, la gran mayoría de receptores ya ha empezado, en tanto que sus vacaciones se contraen a unas pocas semanas. El sistema escolar y los medios determinan los ciclos temporales y asignan valor a los tiempos. El verano actúa como tiempo de diferenciación social entre los contingentes de viajeros con encanto y gentes con segunda residencia, y la mayoría madrugadora y de vacaciones limitadas. Las distintas temporalidades estratifican las sociedades del presente, conformando un complejo mosaico que integra a los sectores dotados de privilegios temporales, como castas económicas, castas académicas y otras noblezas de estado,  y la sufrida mayoría madrugadora y con las vacaciones restringidas temporalmente.

Una de las castas más expuestas a las miradas es la política. Los tiempos de suspensión de actividades parlamentarias, se inspiran más bien en el vetusto imaginario de las vacaciones del maestro-profesor, que aguarda pacientemente el tiempo dilatado del siguiente ciclo. Asimismo, las castas políticas ejercen como beneficiarias de las vacaciones de invierno, compartiendo con distintas castas y noblezas de estado este privilegio. De esta forma, estas castas muestran su capacidad para autogobernar su propio calendario, estableciendo los ciclos y las pausas.

El conjunto de sectores con privilegios horarios y temporales aludidos hasta aquí, se referencia en el modo de vida de las viejas clases nobles del pasado: las jerarquías eclesiásticas, los aristócratas y las élites de las cúpulas del estado. Estos remiten a una actividad que tiene como modelo a los artistas, que compatibilizan tiempos de creación y activismo con prolongadas pausas compensatorias. Las sociedades industriales contemporáneas han determinado que estas temporalidades se reestructuren para acomodarse a las nuevas condiciones. Los fines de semana, los puentes, las ingenierías de calendario, la gran pausa veraniega, las vacaciones de Semana Santa, y ahora, tras las Navidades, las vacaciones de invierno.

La digitalización ha revolucionado las temporalidades y los vínculos. La factibilidad de las relaciones a distancia favorece la actividad en segundas residencias, pero, por el contrario, la hiperconexión generalizada interfiere los tiempos de semiocio de este conjunto de castas. Esta es la tensión más relevante en el presente. Pero, en la conciencia colectiva, apenas existe conciencia acerca de las desigualdades en las temporalidades entre el archipiélago de castas y noblezas de estado y la mayoría madrugadora y de vacaciones limitadas a lo estrictamente reglado. La gran aspiración de los madrugadores se manifiesta en lo que se entiende como conciliación entre la vida laboral y privada. Esto es lo que han logrado ya el conglomerado de castas y noblezas de estado.

 

 

 

lunes, 29 de agosto de 2022

TODO LO QUE SIEMPRE QUISO SABER SOBRE LOS TERTULIANOS Y EXPERTOS PERO NO SE ATREVIÓ A PREGUNTAR

 

Con el tiempo, un cáncer sutil comenzó a diseminarse: donde había más expertos se creaban, a la vez, espectadores más simples. Los profesionales libraban ahora todo el combate y arreglaban todo lo que requeríamos para apañárnoslas; hasta nos quitaron la diversión, pues ellos jugaban por nosotros nuestros juegos mientras nosotros nos tumbábamos en el sillón y mirábamos.

Christopher McDougall. Nacidos para ser héroes

Si la televisión privilegia a cierto número de fast thinkers que proponen fast food cultural, alimento cultural predigerido, prepensado, no es sólo porque (y eso también forma parte de la sumisión a la urgencia) cada cadena tiene un panel de expertos, siempre los mismos, evidentemente (sobre Rusia, Fulano o Mengana, sobre Alemania, Zutano): hay también serviciales bustos parlantes que eximen de la necesidad de buscar a alguien que tenga verdaderamente algo que decir

Pierre Bourdieu. Sobre la televisión

Expertos en sacar una noticia de la nada...Estaban igualmente capacitados para no sacar nada de una noticia. 

John le Carré. El jardinero fiel

 

El tiempo presente es el de la vigorosa sociedad postmediática, que genera un sistema de comunicaciones múltiples en el que la televisión ocupa incuestionablemente su centro. Las televisiones privilegian a las conversaciones entre los tertulianos-comentaristas, y conceden un lugar predilecto a los denominados expertos, que proliferan sus intervenciones en distintos formatos. Así se genera una nueva clase “hablante”, cuyas palabras se diseminan por todo el ecosistema de comunicación audiovisual, confiriéndole un estatuto de privilegio en cuanto al valor atribuido a sus monsergas y cantinelas incesantes. Así, el conglomerado de tertulianos y expertos desempeña un papel equivalente al que antaño realizaban los clérigos y autoridades de otras clases: producir sermones que se imponen al cuerpo social, que ahora adopta la forma de audiencia atomizada y recluida en sus domicilios.

He leído con gran interés el inteligente libro de Carlos Taibo “Contra los tertulianos”, editado por Catarata. Coincido en la idea de que la proliferación de los mismos  y la calidad menguante de los sermones emitidos, define una nueva época, en tanto que la comparación con las clases hablantes de cualquier pasado indica una regresión. La nueva casta parlanchina se inserta en el conjunto de la programación, cuyo código central remite a un espectáculo permanente, en el que los sermones se intercalan con distintas formas de la cultura visual. En los programas los tertulianos se presentan sentados, los expertos intervienen mediante la forma de los bustos parlantes, en tanto que los conductores y animadores recurren a periodistas bien dotados corporalmente, que comparecen de pie “a cuerpo completo” presentando resúmenes, cifras, imágenes o videos en grandes pantallas, desplegando todos los repertorios completos de la comunicación no verbal, para demostrar que los cuerpos hablan.

La invención del periodismo de conversación, implica la pretensión de apoderarse de las conversaciones de las gentes, que son transferidas a los platós y rigurosamente incluidas en un guion inalterable. Así la pertinencia de la frase de McDugall que abre este texto, que desvela que el proyecto radica en convertirnos en animales visuales de sofá. Junto con la apoteosis de las narraciones audiovisuales y el streaming se configura una sociedad radicalmente nueva, en la que cada ciudadano-espectador incrementa su cuota de consumo audiovisual, al tiempo que la individualiza. Los tertulianos-comentaristas representan una conversación, en palabras de Bourdieu, es rigurosamente preparada por los guionistas como alimento del día. Así se minimiza la tradicional cultura oral de las conversaciones en los bares, las calles, los espacios comunes de las viviendas y otros lugares públicos. Este proceso sanciona el cambio que se puede definir como “de conversador a espectador”.

De este modo, las tertulias representan las grandes posiciones con respecto a distintos temas, que son asumidos por tertulianos convertidos en ejecutores del gran guion de las instituciones políticas. Un comentarista adquiere una representatividad social de un segmento mudo de población, que es guiada severamente por el laberinto de los menús preparados al estilo de los argumentarios de los partidos. Pero un tertuliano es, principalmente, un representante del teatro de la videopolítica, imprimiendo a sus sermones una impronta personal, que termina por generar identificaciones en la audiencia.

Por el contrario, los expertos son presentados acompañados de rituales que los homologan a las viejas autoridades pastorales. Son requeridos para expresar posicionamientos que se presumen indiscutibles y avalados por la comunidad científica, a la que se le supone un monolitismo semejante a las viejas iglesias. El experto, entonces, tiene que responder adoptando una pompa a la altura de su presentación. Así, dicta sentencias sobre los temas a los que alude. Sus palabras no son conversadas al estilo de las de los tertulianos, que se organizan según las distintas posiciones que el medio reconoce, y que son objeto de controversia.

La troupe de la ciencia visual, que integra las distintas clases de expertos y tertulianos-comentaristas, sustituye de facto a la comunidad científica o la universidad. Estas son formaciones sociales tecno-burocráticas en las que las jerarquías se tejen en varios procesos de selección. Sin embargo, los expertos de la televisión, son rigurosamente cooptados por los medios que les otorgan un valor no equivalente al de la comunidad científica. En la pandemia, algunas personas muy conocidas por mí son presentadas como expertos, cuando existen muchas razones para cuestionar su representatividad. Así se conforma el desplazamiento de la comunidad científica, que es reemplazada por un conglomerado experto seleccionado por las televisiones, que relega a las organizaciones especializadas en la producción del conocimiento.

Aquí radica el núcleo de la cuestión. Los tertulianos y expertos son seleccionados, más bien cooptados, por los poderosos medios, que escriben sus propios guiones, a los que la nueva troupe tiene que ajustarse imperativamente. Una televisión  tiene estrictamente establecidas sus preferencias, sus omisiones y los modos de estar presente en ellas. Así, estos colaboradores aprenden a ser obedientes con los directores y presentadores de los programas, cumpliendo exactamente con el papel que les es asignado. No se tolera la desviación, de modo que cada interviniente tiene que ratificar y adornar el libreto preestablecido. Así se producen los consensos perversos que tan inteligentemente narraronJosé Vidal Beneyto y Gerard Imbert en su canónico libro “El País o la referencia dominante” Ediciones Mitre, 1986. Este texto, que desvela los procesos de consenso en la redacción mediante la autocensura de los mismos periodistas, adquiere el valor de libro del régimen, en tanto que explica los misterios de los sucesivos consensos que se han producido.

Así, tanto tertulianos como expertos de guardia aprenden rápidamente qué es lo que pueden decir, lo que tienen que callar, así como lo que tienen que decir. La televisión es un medio que se sobrepone a sus humildes servidores que nacen, crecen, se deterioran y son expulsados inexorablemente a las tinieblas exteriores de la programación. Por consiguiente, estos tienen que ser capaces de administrar su bagaje personal, aportando su modo personal de decir. Todo termina en la cristalización de una máscara que se independiza de los contenidos mismos. El caso de Marhuenda, Inda, Aroca, Beni, Fallarás y otros muchos, crean personajes que se emancipan de la conversación para convertirse en protagonistas de este teatro. No pocos de los fieles espectadores esperan su reacción personal con independencia de sus opiniones. Así, los grandes momentos se conforman por reacciones emocionales a las incidencias ocurridas en el plató. El caso de Revilla es paradigmático. Ha creado un personaje insustituible en esa función.

Así se conforma el teatro de los platós, que se encuentra regido por las rivalidades personales, la conversación programada y la directividad férrea de los conductores. La conversación se encuentra regida por una redundancia abrumadora. Esta es la antesala de la banalidad. En los últimos días se habla sobre el asunto de las corbatas, y los guionistas, actores y públicos de este teleteatro se lo toman rigurosamente en serio. El declive de lo intelectivo es abrumador. Si bien la obediencia estricta al director es la condición para perpetuarse, bien como tertuliano o como experto, algunos conductores de programas abusan de su preponderancia y humillan a sus invitados. El caso de Risto Mejide alcanza cuotas de sadismo inigualables. En ocasiones les humilla de forma contundente y les requiere su adhesión y conformidad. Con los políticos de la izquierda practica lo que se ha denominado como “ceremonia de inversión jerárquica”, que consiste en mostrar su sumisión. He visto episodios con Errejón y Bescansa que conmoverían al mismísimo Marqués de Sade.

Las tertulias y el desfile de los expertos serviciales constituyen uno de los indicadores más elocuentes de la degradación de las democracias habladas de este tiempo. Estas comunicaciones expropian a la gente de sus propias pláticas, sometiéndolas por agotamiento a la influencia de toda una corte de vividores de la gestión de su bagaje conversacional. En este extraño contexto, son ignorados aquellos que, como apunta Bourdieu, tienen algo que decir. Se trata de una falsificación elegante de los mundos de producción de conocimiento. En este medio medran los impostores y los dotados de astucia.

Pero lo peor radica en los ciudadanos-espectadores encerrados en sus hogares, configurados como receptores del torrente comunicativo redundante caracterizado por Le Carré en la frase de la cabecera de este texto. Vivir su cotidianeidad en un medio así, daña sus mentes irremediablemente. Esta es la razón de que la única metáfora posible de esta insólita comunidad comunicativa sea la de una iglesia, en la que las ceremonias y los rituales se sobreponen a los contenidos. Sí, la clave está en la fe. Es menester contar con una cuantiosa fe para participar en este singular mundo. Por esta razón, el maestro García Calvo proporciona esta clave: termino reproduciendo sus lúcidas palabras “Así iban ellos progresando en idealidad y, cuanto más vacíos se volvían los trasiegos de sus empresas y administraciones, más fe necesitaban, una fe que iba creciendo (nunca las viejas religiones se habían acercado a una fe tan ciega ni tan alta), más firme según más se ascendía en la escala de sus funcionarios, pero fe también entre las masas de trabajadores para nada y empleados en la nada, hasta llegar a nuestros años, en que tuvo el ideal que estallar en su propia sublimidad y su vacío, y os ha dejado a vosotros, vidas mías, naciendo y buscando senderillos entre la basura ciega” Avisos para el derrumbe, ¿Cómo empezó este desastre.

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 23 de agosto de 2022

LAS MIRADAS SESGADAS DE LA GRAN ORGANIZACIÓN

 

He visto una película francesa que recomiendo a todo el mundo. Su título es “De óxido y hueso”, de Jacques Audiard. Narra el proceso de rehabilitación de una mujer que pierde las dos piernas en un accidente. En el proceso de recomposición de su vida, su pareja -un personaje marginal que se gana la vida en peleas con apuestas en suburbios- desempeña un papel esencial, en cuanto que continúa la relación con normalidad. Folla con ella disfrutando como si nada hubiera pasado, y realiza sus actividades cotidianas gratificantes – como llevarla en sus brazos a la playa donde gozan de la naturaleza-.  La rehabilitación de Stéphanie se encuentra determinada por los recursos de su propio entorno, quedando los servicios médicos y psicosociales en segundo plano. La lucidez en la narración me ha conmovido, en tanto que durante largos años he vivido en el interior de las legiones psicosociales y sus herméticos campamentos, además de detentar la condición de invitado en los autodenominados biopsicosociales.

La peli presenta con toda su crudeza algunos mundos sociales habitados por personas en situación de convergencia de desventajas, regidos por la adversidad. La cámara transita por los escenarios despiadados de la desregulación del capitalismo y los procesos de desposesión en curso, que tan pertinentemente apunta David Harvey. Pero, frente a la visión hegemónica de las legiones psicosociales y biopsicosociales, que entienden la discapacidad desde la perspectiva de los déficits funcionales, extendiendo estas al conjunto de la persona, Audiard presenta a las personas en su integridad como seres vivientes que siempre se encuentran en un campo de juego que les confiere opciones para crear prácticas vitales adecuadas a sus situaciones.

El valor de esta película radica en que supera las narrativas profesionales de las legiones de psico/socio/bio, que reconstituyen a las personas mediante los fragmentos de las informaciones de sus presencias efímeras en las instituciones sagradas: médicas, educativas, laborales, de servicios sociales y otras. Por el contrario, en la peli comparecen personas completas que se desplazan por contextos vivos, muchos de ellos extremadamente difíciles, en los que experimentan, resuelven y deciden, componiendo así los materiales de la vida cotidiana. La narración pone de manifiesto los sesgos enormes derivados de las instituciones y sus visiones fragmentadas de las personas, que dictan sentencia sobre las vidas asignándolas significaciones y valoraciones que, en el caso de la discapacidad, terminan en un estigma monumental. De ahí resultan los condenados por los sesgos comunes a estos honorables colectivos profesionales.

Los escuadrones psicosociales se asientan sobre las instituciones estatales y también las del mercado. Estas son instituciones rigurosamente especializadas, radicalmente independientes entre sí, y que compiten, tanto por recursos asignados como por los públicos que transforman en usuarios o clientes. Estas organizaciones terminan por generar un tipo ideal de usuario modelado por ellas mismas. Este se corresponde con aquél que detenta la capacidad de hacer uso racional de la oferta de estas. Así se constituye un arquetipo personal que se corresponde con el concepto convencional de clase media, construido principalmente por la sociología de los años sesenta y setenta.

Este se puede sintetizar en que una persona de clase media ostenta un alto grado de racionalización en términos de articular los medios y los fines. Además, este arquetipo personal detenta una alta estabilidad. Estos atributos determinan que sus acciones se insertan en un proyecto personal dotado de objetivos a corto, medio y largo plazo. Naturalmente, este solo puede vivir esta situación y desempeñar su proyecto en un contexto determinado, que es coherente con este sujeto calculador y racional. Así, la clase media vive en un medio institucional que favorece su reproducción.

Las instituciones parceladas de la educación, salud, servicios sociales y demás, modelan sus objetivos, procesos organizacionales y productos a este usuario, tipo ideal de clase media. Pero no todos los usuarios o clientes de este complejo institucional estatal pueden ser adscritos a este arquetipo personal. Por el contrario, las sociedades del presente se caracterizan por una marcada diversidad y heterogeneidad a consecuencia de varias fracturas estructurales. El resultado de este desencuentro es la creación de tensiones permanentes que se expresan mediante un rico repertorio de formas. Desde hace muchísimos años, entiendo que crecientes contingentes de usuarios y clientes de esta constelación, al no poder ser identificados con el arquetipo institucional clase media, son manifiestamente incomprendidos, ignorados o rechazados. El código común a las instituciones del estado y el mercado remiten a la obligación imperativa para todos de detentar la condición de clase media.

El efecto de este sesgo es macroscópico. Así, al entender a las personas como portadores de un conjunto de variables, se disipa la perspectiva de que, sobre todo, son seres vivientes que hacen, dicen, sienten y piensan desde su posición, que, en muchos casos, se encuentra determinada por varias situaciones adversas que interactúan mutuamente. Así, muchos contingentes de poblaciones en desventaja social, no pueden orientar su vida a un futuro previsto, porque este se ha ausentado de sus vidas. Por eso viven al día adaptándose a los ciclos vitales del azar y generando prácticas de vida extrañas a la gran organización que ampara a la clase media.

Así se conforman unos espacios sociales en los que viven los ignorados y marginalizados. El punto fuerte de esta peli es, precisamente, que muestra con inteligencia y sensibilidad esos trozos de vida ciegos para la gran organización. Estos son el resultado de varios desajustes sociales inherentes a la divinización del mercado en este tiempo. En esos espacios habitan las personas marginalizadas, que viven intensamente la vida diaria en ausencia de un proyecto de futuro y esquivando las miradas de los profesionales y operadores de la gran organización.

El punto fuerte del modo de vida de estas personas, radica en que tratan de fugarse de su propia realidad. Así la multiplicación de ficciones y ensoñaciones, que se manifiestan en la importancia crucial de los juegos de azar, el fútbol, los espectáculos y la proliferación de prácticas adaptativas. Muchos viven en el intervalo de espera al siguiente sorteo o partido de fútbol, enlazando pequeños ciclos temporales que proporcionan sentido a su vida. Se puede denominar a este como “el arte de aguardar”. Estas pautas en el arte de vivir se complementan con pequeñas gratificaciones inmediatas que otorgan sentido a la existencia, entre ellas las corporales. De ahí el distanciamiento radical de estas poblaciones con respecto a la política y las instituciones de la gran organización y sus discursos profesionales de clase media inspirados en el proyecto y en el futuro.

Los profesionales de la gran organización, ajenos a las prácticas de vida de estas poblaciones, intervienen furiosamente ignorando sus condiciones, culturas y prácticas de vida. No hay ciegos tan perniciosos como los médicos, los maestros o los funcionarios de los servicios sociales. Ajenos a los mundos vividos por los destinatarios de sus intervenciones realizan una inmersión tóxica en sus propios mundos de clase media. En los últimos tiempos, no pocos profesionales avalan políticas destinadas a mejorar las variables personales de estos públicos marginados. Así las inyecciones de ayudas monetarias o de prestaciones específicas. Pero estas políticas terminan por consolidar los sesgos de la gran organización. Se define a las personas como sujetos necesitados de ayuda, ignorando la integralidad de su situación. Así se conforman discursos que se inscriben en la convencional caridad. Los portavoces de los gobiernos progresistas y los habitantes de los platós ensayan distintas versiones de compensación “a los vulnerables”.

Pero los vulnerables, como muestra lúcidamente “De óxido y hueso”, son seres humanos plenos, que inventan, en algunas ocasiones creativamente, un modo de vivir acorde a sus condiciones y déficits esenciales. El hiperpaternalismo del libreto de los vulnerables, conlleva unos sesgos de una magnitud sideral. Así las definiciones al uso de la gente tales como “los más necesitados” “los ciudadanos de a pie”, y otras similares convertidas en emblemas semánticos de la involución de la gran organización en el tiempo del mercado infinito.  

El problema radica en que los manidos vulnerables son identificados y conceptualizados en los momentos de su vida que acceden a una instancia del estado/mercado, en la que, al carecer del modelo cultural de clase media, se encuentran en inferioridad, bien en una consulta, en un aula o espacios institucionales semejantes. Pero vistos en sus contextos cotidianos totales estos se emancipan de sus etiquetas y ejercen como seres vivientes, en situaciones sociales extremadamente cerradas. Por esta razón –espero que nadie se ofenda- le solía decir a Carmen en nuestra intimidad que cómo llevaba la relación con un integrante de la chusma psicosocial.

En los últimos veinticinco años no ha sido posible una conversación con un endocrino en la que pueda contarle que el tratamiento de mi diabetes implica algunas situaciones abiertas en las que tengo margen de decisión. Por el contrario, mi vida es ignorada y menospreciada y se me impone el tratamiento integral como una condena perpetua sin compensación alguna. Pero lo más pernicioso es la supresión drástica de mi vida, que es considerada como una extravagancia y que ni siquiera merece ser hablada. Sólo se habla de los resultados de las pruebas. Este es uno de los principales sesgos que ejerce la gran organización en mi vida, que trasciende el tratamiento.

He querido decir que el problema se invierte: somos nosotros, muchos de los vulnerables, o los de a pie y otras etiquetas similares, los que vemos imposible conversar con los habitantes de la hermética morada de la gran organización. Ellos son los que se encuentran sumidos en la oscuridad. Audiard compensa esta situación presentando un trozo de vida.

 

 

 

 

 

martes, 16 de agosto de 2022

EL NUEVO AUTORITARISMO POSPANDÉMICO Y LAS FANTASÍAS PUNITIVAS

 

En las elecciones el pueblo tiene la ilusión de ejercer el poder, pero no es así, claro, no hay voluntad general, esa es una idea metafísica

Gustavo Bueno

Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado

Voltaire

 

La pandemia de la Covid ha significado una importante mutación en las formas de gobierno, dando lugar a una nueva gubernamentalidad inédita. Esta puede definirse como la ampliación inusitada de la intervención gubernamental en todos los espacios sociales y de la vida, mediante una hiperreglamentación de las actividades y un sistema de vigilancia magnificado que otorgaba a la policía funciones y prerrogativas extraordinarias. Asimismo, se estableció un sistema de sanciones a los renuentes, que sufren una persecución insólita mediante las denuncias de los medios de  comunicación. En este proceso, el gobierno acrecienta su papel en detrimento de otras instancias institucionales, al tiempo que se minimizan las relaciones con instituciones y organizaciones de la sociedad civil. Todas las comunicaciones son marcadamente unidireccionales y verticales y desaparece de facto la consulta.

El resultado de este modo de gobierno es la conformación de un nuevo autoritarismo ejercido en nombre de la ciencia y la salud total. Sin embargo, la nueva gubernamentalidad de la salud imperativa presenta algunos aspectos que remiten a viejos regímenes teocráticos. Una relectura del libro de Thomas Szasz “La teología de la medicina”, es más que ilustrativo para reconocer los orígenes del imaginario gubernamental ataviado con algunos preceptos epidemiológicos. El aspecto principal que lo ratifica es el de la naturaleza de la etiqueta “negacionista”, que condensa todos los atributos de los viejos herejes, renegados, y otras figuras malditas resultantes de las persecuciones religiosas. El término negacionista implica una condena moral en el máximo grado. Los platós de las televisiones se pueblan de propagandistas dotados de cuerpos posmodernos y oratorias comerciales, que condenan a los supuestos negacionistas en términos equivalentes a las vetustas autoridades religiosas.

La pandemia es un acontecimiento que no ha concluido definitivamente, en el sentido de que sigue ejerciendo como amenaza imaginaria para un futuro inmediato. Pero, es que, además, se configura como modelo de gubernamentalidad para las siguientes situaciones excepcionales. Así, el recién promulgado decreto de ahorro energético representa la continuidad del modelo pandémico, que puede ser calificado como “gobierno basado en la amenaza”. Se promulga una reglamentación con la finalidad de ahorrar energía, y, en vez de intensificar las relaciones y las consultas con la finalidad de convencer, se profieren amenazas de multas y se presenta el argumento supremo de la vigilancia. De nuevo la policía adquiere una dimensión cosmológica, dotada de las capacidades de supervisar todos los días los escaparates y los comercios de todo el territorio, para detectar y sancionar a los malvados negacionistas. La amenaza abierta se configura como el vector principal de la acción de gobierno.

La nueva gubernamentalidad pandémica prospera en entornos muy diferenciados, y con cierta independencia de las adscripciones ideológicas de los gobiernos. Así se ratifica lo que en este blog se denomina como “partido transversal”. Este se sustenta en un conjunto de tecnocracias, profesiones económicas de élite y líderes mediáticos que amparan un programa político referenciado en el conjunto de organizaciones globales que conforman un verdadero gobierno mundial en la sombra. Cualquier gobierno constituido recibe presiones para respaldar el programa común elaborado desde las corporaciones trasnacionales y sus entramados organizativos. Ese programa hoy contiene algunos elementos progresistas, feministas, ecologistas y de derechos humanos, formulados tibiamente y compatibles con otros elementos determinantes de lógicas sociales dualizadoras, tales como la precarización, la individuación radical y la mercantilización completa.

El problema principal derivado de la nueva gubernamentalidad radica en que su modelo referencial es el confinamiento, situación excepcional que genera una economía para las policías que hace posible la vigilancia y control del espacio público. Pero, una vez concluido este, la policía es debordada por la enorme variedad de movimientos y actividades de las personas. Recuerdo que lo más patético de ese tiempo fueron las promulgaciones de confinamientos parciales en las zonas básicas de salud. Al ser artificiales, creadas en un laboratorio epidemiológico, sus fronteras registraban una cantidad inusitada y variada de movimientos que la policía tenía que supervisar. Esta fue desbordada manifiestamente, al igual que en la vigilancia y control de la noche o las playas y espacios públicos. También en el proceloso mundo de la vigilancia, el prodigioso avance de la ciberseguridad genera la ilusión de que es factible el control total de poblaciones en su medio físico.

Así cristalizan las ideologías de la seguridad, elemento central de la nueva gubernamentalidad. Estas devienen en fantasías punitivas. El caso de los pinchazos para la sumisión química ha suscitado discursos securitarios alucinatorios. Así, algunos portavoces policiales afirman que tienen bajo su control el espacio festivo nocturno, mediante efectivos que actúan de paisano. Recuerdo que, hace ya muchos años, murió por sobredosis un joven en una discoteca de Málaga. El furor mediático determinó que la policía registrase a los asistentes a fiestas en discotecas. Recuerdo que en la Industrial Copera de Granada se formaron grandes colas para el acceso. El tiempo mostró que el espacio festivo es múltiple y que su control exigiría unos efectivos policiales imposibles: La eficacia de estas vigilancias es mínima. Es sabido que en las prisiones llegan toda clase drogas y ha sido imposible resolver esta cuestión.

Entonces, el confinamiento, junto con la factibilidad de la vigilancia total en el ciberespacio, han generado unas ensoñaciones punitivas en las autoridades, los medios y las policías. La nueva gubernamentalidad autoritaria y sus estrictas reglamentaciones, generan una demanda policial imposible de satisfacer. La eficacia policial es factible cuando, como en los antiguos países del llamado socialismo real –que por cierto, no tenía nada que ver con la idea del socialismo- es acompañada de un aparato judicial y penitenciario sin fisuras y colosal. El éxito de la Stasi o la Securitate rumana radicó en que en aquellas condiciones era posible la colaboración de millones de delatores. Por esta razón fue inquietante la emergencia de los llamados policías de balcón en el confinamiento.

A pesar de su mermada eficacia represiva, la nueva gubernamentalidad autoritaria, se funda sobre un concepto esencial: se entiende a la población como un constructo estadístico carente de cualquier autonomía. Esta es una masa de gentes que propicia el escondite de los malos, negacionistas de distintas clases. De ahí el furor policial. Es menester encontrarlos y castigarlos. Así se genera una rica y variada taxonomía de gentes que se encuentran ahí, entre la gente, y que es menester identificar, separar y sancionar. Entre el pueblo se encuentran los desobedientes, los insubordinados, los infames, los pérfidos, los indeseables que deben ser aislados de manera efectiva. De ahí la apoteosis policial.

Siento tener que decir esto claramente, pero es preocupante la deriva del feminismo hacia el punitivismo, así como la reciente ley de animales en la que el espíritu de las multas y sanciones comparece como elemento central. Tras ello se esconde la idea de que el problema es castigar a los malos, pasando a un segundo plano, en trance de disipación la aspiración a influir. El viejo y lúcido concepto de hegemonía se desvanece en esta izquierda punitiva. Así comparece la sombra de las viejas “democracias populares”, monolíticas en sus ideas y alumbradas por la idea de que el pueblo es el refugio de los enemigos. Para una persona de mi trayectoria esto representa una conmoción terrible.

El problema del nuevo autoritarismo de la apoteosis policial estriba en que ha seguido la pauta del Plan Nacional de Drogas. Este es un dispositivo que ha creado un imaginario sobre sí mismo y su función que lo aísla radicalmente de la realidad. Se puede constatar una escalada de furor diagnóstico que amplía sin cesar las poblaciones estigmatizadas, al tiempo que en su entorno proliferan los usos de distintas drogas, acompañadas de un conjunto prodigioso de discursos y prácticas que sustentan una idea de la buena vida contraria a la abstinencia total de los fundamentalistas. El PN Drogas constituye el cierre completo a la sociedad, la clausura de todos los canales y todas las comunicaciones. Así termina siendo una venerable secta, alimentada por recursos gubernamentales y respaldada por ideologías salubristas y médicas.

El misterioso mundo de los gobiernos de la postpandemia reproduce algunos elementos de los apuntados por el PN Drogas. Así se explican sus desvaríos inconmensurables y sus hermetismos de democracia popular reciclada. Así labora por poner a la derecha en la Moncloa. Lo que algunos nos preguntamos es hasta dónde llegará esta con un terreno tan pacientemente abonado para el autoritarismo policial. Porque sí se puede afirmar que entre las derechas y las policías existe una sinergia fértil.

 

 

 

 

 

domingo, 7 de agosto de 2022

EL SIAP DE LISBOA Y LA IMAGINACIÓN MÉDICA

 

El verdadero signo de inteligencia no es el conocimiento sino la imaginación

Albert Einstein

 

Hace unos días ha concluido el SIAP celebrado en Lisboa que ha versado sobre la salud mental. Estos seminarios siempre abordan distintas cuestiones referidas a la atención médica desde perspectivas originales y alejadas de la doxa médica imperante. Pero el de Lisboa ha sido particularmente fecundo, en tanto que las distintas aportaciones convergen en un campo definido por su radical opacidad: lo que se entiende hoy como “salud mental”. El documento de síntesis final, suscita una verdadera mutación conceptual con respecto a los supuestos dominantes en las prácticas médicas en este campo asistencial, abriendo posibles caminos a la renovación de la intervención profesional. Por esta razón he decidido publicarlo aquí, después de mi comentario personal. Este es el link al mirador de Juan Gérvas que presenta el texto de la síntesis del seminario.

https://www.actasanitaria.com/opinion/el-mirador/arte-ciencia-compasion-compromiso-filosofia-practica-clinica-solidaridad-en-salud-mental_2003342_102.html

Los SiAP son foros profesionales extremadamente productivos, en tanto que producen enunciaciones acerca de la intervención médica que se contraponen con las ideas dominantes en la profesión. En el tiempo presente, la fusión entre distintas élites médicas, ubicadas en distintas especialidades, con la formidable industria biomédica, tiene como consecuencia la creación de un conocimiento médico que se extiende por el conjunto de la profesión, al tiempo que se renueva. Esta comunión entre las élites médicas y la industria, representa la absorción de la profesión médica por parte del imponente y colosal mercado imperante. La consecuencia de esa hibridación es que el nuevo conocimiento médico se impregna de los supuestos que rigen en el mercado total, manteniendo las marcas derivadas del mismo. La institución central gestión tiene la función de acomodar el nuevo conocimiento en las organizaciones asistenciales.

El valor de los SIAP radica, precisamente, en que el conocimiento producido por estos se proyecta a la modificación, tanto de las prácticas asistenciales, como a las mismas organizaciones. De ahí que adquiera el rango de imaginación médica, más allá de su misma finalidad inmediata. Así, las imaginaciones médicas diferentes a las oficiales investidas por el mercado, fertilizan la profesión y el campo asistencial, produciendo sentidos nuevos diferenciados de las versiones comerciales. Esta es la razón por la que califico el disentimiento prolongado de Gérvas como una fertilización que abre caminos y reformula el campo de lo que es posible, invitando a repensar el mismo oficio de médico. 

Los SIAP significan, pues, una disputa de sentido en el interior de la profesión, en la que, frente a la omnímoda producción de novedades del binomio industria/élites profesionales, proponen conceptos y prácticas fundados en un imaginario profesional inverso. Aún a pesar de que la relación entre los conocimientos producidos por los sucesivos SIAP y los derivados del sistema médico-industrial se pueden representar , a día de hoy, en la proporción David-Goliath, las innovaciones procedentes de los mismos abren pequeñas vías en el conjunto del campo profesional.

El caso del seminario de Lisboa es especial, en tanto que trata de la nebulosa salud mental, que más allá de su significación como campo de asistencia sanitaria, representa uno de los problemas centrales de este tiempo. El documento final, que presenta el inventario de conceptos que subvierte la atención vigente, representa una innovación muy importante, sin embargo, se echa de menos una mirada a este campo desde la globalidad, en tanto que el conjunto de los problemas identificados y tratados provienen de los modelos sociales imperantes, y estos son tratados por los dispositivos de intervención que protagonizan las distintas psicologías presentes.

La novísima sociedad neoliberal avanzada representa una significativa ruptura con las ya viejas sociedades industriales keynesianas. La transformación más importante radica precisamente en la convergencia de dos factores esenciales: la nueva individuación, por la que cada sujeto debilita sus vínculos con las instancias sociales convencionales para reconfigurarse como un solitario hacedor de méritos para ser clasificado en la escala de sujetos aptos para el mercado, y, la creación de espacios sociales en donde ubicar a los perdedores de las distintas trepas que tienen lugar en los procesos sociales. Así, las psicologías dominantes (en plural) desempeñan una función esencial para el conjunto del sistema y sus reglas de competencia de todos contra todos.

La racionalidad del gobierno en tan avanzadas sociedades, se especifica en la medición centesimal de las diferencias entre las personas, que son obligadas a cumplir con el requisito de que el éxito es imponderable en la trepa laboral, en la educación, en el amor, en el consumo y en la totalidad de la vida privada. Este precepto omnímodo y arraigado genera enormes presiones a las personas, que terminan por generar tensiones inmanejables que producen distintos malestares generalizados, sobre todo en los menos aptos para cumplir con el imperativo de ganar sobre los demás, que es preciso renovar en la siguiente prueba.

Un filósofo alemán cuyo nombre no recuerdo ahora, afirmaba que los viejos países del socialismo real no registraron grandes tensiones, a pesar de los límites tan estrictos que ponían al desarrollo de la vida misma. Además de los mecanismos estatales coercitivos, destacaba un factor fundamental, este es que no ejercía ninguna presión específica sobre las personas, no se les pedía nada extraordinario, sólo la obediencia pasiva y el silencio. Por el contrario, en el orden social del neoliberalismo avanzado, cada cual tiene que asumir la gestión de sí mismo como emprendedor con éxito en el conjunto de la vida. Cada cual debe acumular sus méritos y exhibirlos en su historia escolar, laboral o de vida en Instagram.

De este proceso central surge el sujeto frágil, que necesita de una conducción profesional para aceptar su lugar en la escala de los aptos para competir y ganar. Las psicologías se ocupan de asistir a los más débiles. Guillermo Rendueles afirma atinadamente que la psicología es análoga al coche-escoba de las carreras ciclistas, que recoge a aquellos que abandonan la competición. Así se conforma un gigantesco taller de personas que son reparadas para ser reintegradas en el mundo de la competencia. Las personas calificadas en esta inspección general como no aptas para la competición son ubicadas en pseudomundos institucionales destinados a albergar a los descartados. Los servicios sociales constituyen las instituciones para los descartados. Las residencias de ancianos son una de las más importantes.

En este contexto, los servicios sanitarios tratan problemas considerados como patológicos. De ahí la importancia de la reflexión colectiva realizada en el seminario. Se trata de modificar el taller de tratamiento en la fábrica de sujetos deteriorados. Así, desde el más que significativo título “ Arte, Ciencia, Compasión, Compromiso, Filosofía, Práctica clínica y Solidaridad en salud mental”, como en todas las cuestiones tratadas, la innovación radical se hace presente. Las iatrogenias derivadas de los dispositivos asistenciales; la intervención médica compulsiva; la evasión de facto de los entornos de los pacientes; el desprecio de los saberes y capacidades de los familiares; el imperativo de no transformar al paciente en su enfermedad mediante la tiranía del diagnóstico y otras.

Pero la cuestión fundamental resulta de la limitación de la intervención médica. La formulación de “acompañar y esperar” se contrapone con el más importante componente de las culturas profesionales médicas, que privilegian sobre toso la intervención. En el documento final se exponen algunas cuestiones que remiten a una frontera de una asistencia diferente, que revise radicalmente los supuestos y sentidos de la acción profesional. En este aspecto la innovación colisiona con un estado institucional que magnifica la resistencia al cambio. De ahí la fecundidad de las conclusiones en las tierras áridas de los dispositivos de la salud mental profesional, que solo son un rincón espacioso en la totalidad de la gran fábrica de reparación de sujetos y separación de los descartados que conforma la  factoría de lo que se denomina salud mental. Este texto evidencia la imaginación médica imprescindible en la perspectiva de transformar las instituciones vigentes. En esta ocasión, David ha mostrado profusamente su creatividad frente a la inmovilidad de Goliath. 

Este es el documento final:

 

ARTE, CIENCIA, COMPASIÓN, COMPROMISO, FILOSOFÍA, PRÁCTICA CLÍNICA Y SOLIDARIDAD EN SALUD MENTAL

Presentación

Este es el resumen del Seminario de Innovación en Atención Primaria (SIAP) celebrado en Lisboa (Portugal), en su fase presencial los días 15 y 16 de julio de 2022 (viernes y sábado) y en su fase virtual por correo electrónico desde el 12 de junio de 2022 (1). Este resumen es trabajo colaborativo de los participantes en el SIAP y ha sido aprobado por los mismos.

En el desarrollo del SIAP, se tuvo en cuenta que: “La salud mental es un campo asistencial particularmente diverso, mal delimitado, complejo en su conceptualización, heterogéneo en sus prácticas y con efectos difícilmente medibles. 

La subjetividad impregna, enriqueciendo y complicando, esta disciplina y también contribuye a esconder los perjuicios que puede producir. 

Todo ello pone de manifiesto la necesidad de esclarecer y dar cuenta de la iatrogenia y sus condicionantes en la práctica de la salud mental, punto de partida para poder desarrollar una clínica basada en el arte de hacer el mínimo daño” (2).

Contenido

¿Cómo aunar arte, ciencia, compasión, compromiso, filosofía, práctica clínica y solidaridad para lograr el máximo beneficio con el mínimo daño en salud mental? 

Estos son algunos de los puntos clave:

1.     Ante el sufrimiento, ser conscientes de que decidir esperar y ver (el “no hacer nada” que se abrevia incorrectamente pues es imposible no comunicar cuando dos personas se encuentran), es una decisión clínica y terapéutica de acompañamiento y diálogo tan importante como decidir hacer algo en concreto. También es decisión activa científica el ofrecer alternativas ajenas al mundo sanitario (conviene que el “no hacer” sea un punto de partida, no final). En muchos casos, la respuesta psico-social y socio-sanitaria es mucho más eficaz que la farmacológica, pero ésta suele estar promocionada y la primera complicada (lo que refleja una ideología y un mercado).

2.     Considerar que lo que sea normal en salud mental depende de la perspectiva e incluye aspectos “interiores” (sentirse normal) y “exteriores” (ser aceptado socialmente como normal) que se aúnan para lograr el vivir con bienestar. Conviene evitar siempre la biometría de protocolos sin ciencia ni ética que definen la normalidad con estrechos límites y cercenan la variabilidad humana y su disfrute.

3.     Aceptar la sabiduría y cosmovisión de pacientes y familiares, verdaderos expertos en su vivir, y tratar de entender sus mundos mentales y sociales. Como profesionales, ser testigos solidarios de su sufrimiento y ofrecer alternativas acordes a sus expectativas. En todo caso, mantener vivo a diario el “primum non nocere” evitando el culpabilizar y el asignar responsabilidades individuales a problemas sociales. La familia es clave en el devenir del paciente y conviene apoyarla en su adaptación al sufrimiento mental.

4.     Evitar transformar al enfermo en su enfermedad y aceptar su posición al respecto, sin culparlo ni llevarlo a equiparar conciencia de enfermedad con conciencia de realidad, ni “adoctrinarlo” para que sea paciente sumiso. Tener en cuenta el “Hermano, yo estoy loco, pero no soy tonto”. Incluso los pacientes graves que tienen un yo psicótico siempre conservan un yo no psicótico que puede ser muy agudo, capaz, por ejemplo, de “escuchar voces” y habitar en un territorio de circunstancias difíciles. En este sentido es central la labor profesional para la aceptación social de la variabilidad mental pues lo que no se hace visible no importa ( y "no existe"), y el hacer visible algo implica que importa (y que "exista"). 

5.     Aprender de la historia y de los abusos psiquiátricos; por ejemplo, del control mediante el internamiento en manicomios de los disidentes políticos en la antigua URRSS para no transformar la sociedad capitalista en un inmenso manicomio sin paredes en que se controle a la población mediante las terapias psi (farmacológicas y no farmacológicas).  

6.     Promover la solidaridad en todos los ámbitos, también docentes, laborales y sexuales, de forma que, por ejemplo, los niños tranquilos no sean diagnosticados de depresión, ni los niños intranquilos diagnosticados de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), ni los trabajadores precarios agobiados de “ansiosos”, ni las personas tímidas de fobia social, ni quienes declaran identidad sexual diversa de “problemáticos”. Los mundos escolares, laborales y sexuales sanos ayudan al bienestar personal y social por su tolerancia a la variabilidad y por la promoción de lo mejor de cada persona. También contribuye a la salud mental el florecimiento de la sexualidad en todas sus variantes. 

7.     Conviene saber hacer (y hacernos) preguntas profundas, que vayan a la raíz de los problemas, lejos de la “respuesta rápida” que medicaliza la solución. Del estilo de: “este insomnio por las preocupaciones del trabajo ¿merece tratamiento médico, o como mejor alternativa la afiliación a un sindicato?” O “esta insatisfacción personal y desasosiego vital con ansiedad ¿precisa tratamiento con psicofármacos o un planteamiento global de la vida? O “¿es sano estar bien adaptado a una sociedad enferma?” O ¿por qué se suele rechazar la atención a domicilio, y más si implica la cooperación de varios sectores, como atención primaria, psiquiatría/salud mental y servicios sociales? O, último ejemplo, este sufrimiento ¿es la sana reacción a las adversidades de la vida o más bien la insana y creciente intolerancia a la frustración?

8.     En el trabajo, también de profesionales de la sanidad, conviene fomentar “el oficio”, la identidad profesional que facilita el hacer las cosas bien por el placer de hacerlas bien, fuente de satisfacción personal y laboral. Se pone a prueba en las “consultas sagradas”, esas más sagradas de lo habitual, cargadas de emociones (como cuando el paciente llora). Se trata de luchar y promover política y sindicalmente las mejoras laborales precisas sin perder de vista los privilegios de cada situación, en el caso sanitario la confianza de pacientes y familiares que exponen su dudas, preocupaciones, problemas y sufrimiento con la esperanza de un acompañamiento respetuoso. “Cuidarse” es tener un trabajo satisfactorio al desarrollar un oficio digno e investigar a partir de una práctica clínica reflexiva y de preguntas (una investigación donde la mirada cuantitativa se complemente con la cualitativa).

9.     Evitar la tiranía del diagnóstico pues en general es mejor emplear sencillamente la narrativa según el propio paciente, y no etiquetar, por más que a veces las etiquetas sean la “contraseña” para acceder a servicios del estado de bienestar. Las palabras están cargadas de significados como al asignar “locura” a conductas que son sencillamente malvadas y por ello las etiquetas suelen conllevar estigma y discriminación; por ejemplo, en el campo sanitario se llega a mayor mortalidad en pacientes etiquetados de enfermedad mental grave por apendicitis y por cáncer de mama. En el campo social, las etiquetas pueden llevar a pérdida de derechos humanos, por ejemplo de la patria potestad, pues en cierta forma el sector socio-sanitario es parte del conjunto de las “fuerzas de orden público” que aseguran la adaptación individual y poblacional a la estructura social.

10.                       Los pacientes conservan en todo momento su autonomía, con las raras excepciones excepcionales de rigor. Lamentablemente, en la práctica se niega casi de rutina la autonomía de quien sufre enfermedad mental, por ejemplo respecto a llevar una vida sexual acorde con sus expectativas, ser advertido de los efectos adversos de los medicamentos o rechazar tratamientos varios.

11.                       Hay situaciones que ponen a prueba la salud mental como la incorporación en una nueva comunidad, y más si se produce como inmigrante “sin papeles” o ante burocracias que dificultan tal integración, o el acceso a ayudas públicas en situaciones de pobreza y marginación, por ejemplo. También el duelo por la pérdida de un ser querido en que se borran los límites de la normalidad ante clasificaciones medicalizadoras, como el DSM, que emplea biometría para definir como depresión el duelo que dure más de dos semanas. Por cierto, clasificaciones cargadas de ideología y colonianismo occidentales.

Síntesis

Es posible una atención científica, ética y humana, incluso la ternura, en respuesta al sufrimiento mental. Para ello precisamos revalorizar el arte y la ciencia de “no hacer nada” en el sentido de decisión de acompañamiento y diálogo que intente hacer el mínimo daño con nuestras intervenciones de profesionales sanitarios (3).

Notas

1.- “Salud mental: malestar y sufrimiento emocional, psicológico y social” “Saúde mental: mal-estar e sofrimento emocional, psicológico e social”. Seminario de Innovación en Atención Primaria. SIAP nº 45 (con su sesión Satélite, nº 16). http://equipocesca.org/?s=Lisboa&submit

2.- Ortiz A. El arte de hacer el mínimo daño en salud mental. https://amsm.es/2016/09/30/el-arte-de-hacer-el-minimo-dano-en-salud-mental/ 

3.- El grupo contó con 209 personas, siendo 146 las inscripciones (el resto, ponentes, tutores virtuales y organizadores). 116 inscripciones fueron de mujeres (el 79%). El debate virtual comenzó el 12 de junio de 2022, y hubo 23 ponencias que dieron origen a 204 intervenciones por correo-e siendo 127 de mujeres (el 62%). En las sesiones presenciales en Lisboa, los días 16 y 16 de julio se emplearon 12 horas, 1 para cafés; de los 660 minutos útiles se dedicaron 345 a debate y participación de la audiencia. La audiencia varió entre un máximo de 71 presentes y un mínimo de 56; de media, 62 presentes siendo 47 mujeres (76%). Hubo 110 intervenciones de la audiencia, 79 de mujeres (72%). Hubo 23 ponencias con 29 ponentes siendo 23 mujeres (79%).