sábado, 30 de julio de 2022

YOLANDA DÍAZ Y EL MISTERIO DE SUMAR. MÁS ALLÁ DE LA ACTUALIDAD Y LA HEMEROTECA (2)

 

La historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa

Karl Marx

Muchísimo es mi número favorito

Woody Allen

Lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice

Peter Drucker

 

La crisis global de 2008 termina con el gobierno de Zapatero y abre una nueva época. El PSOE se derrumba estrepitosamente mediante su distanciamiento con su propia base social. En IU se recombinan los efectos perniciosos acumulados en tantos años de régimen: la impotencia política crónica, el fracaso del Valderismo, la desaparición de la vieja clase obrera y el asentamiento de las instituciones de la mutación neoliberal, ya maduras en la sociedad española. El hundimiento de la izquierda propicia un gobierno del PP con mayoría absoluta. Las duras medidas del nuevo gobierno, que refuerzan a aquellas tomadas por el gobierno Zapatero, determinan un proceso de movilizaciones amplias que catalizan los efectos del 15 M. Se puede afirmar que toda la izquierda ha labrado pacientemente su desafección.

Este estado de expectativas crecientes junto al distanciamiento de la izquierda institucional genera una situación óptima para el nacimiento de una nueva izquierda. Varios pequeños grupos escindidos de los partidos tradicionales van a converger en el nacimiento de Podemos. El vaciamiento institucional se compensa con una nueva e intensa mediatización del acontecer político. Las televisiones privilegian la política mediante la expansión de programas informativos, especializados y de conversaciones en forma de tertulia. En este vacío institucional comparecen los fundadores de Podemos, incorporados como tertulianos por las grandes cadenas.

En esta situación de acumulación de energía política por parte de sectores sociales subrepresentados en las instituciones políticas, tiene lugar el milagro del prodigioso ascenso de Podemos. Su presencia ubicua en las televisiones les permite conectar con el estado de efervescencia crítica. De ahí resultan sus magníficos resultados electorales en 2014 y 2015, los años felices de la apoteosis simbólica del cambio.  El éxito de las candidaturas de convergencia, contrasta con la crisis profunda de la izquierda convencional, PSOE e IU, erosionados por el agotamiento institucional. La nueva izquierda absorbía la energía social y comparecía llena de iniciativa, en tanto que los parlamentarios de la izquierda convencional se encontraban contagiados por el estado de decrepitud del Congreso y los parlamentos autonómicos.

Pero el éxito de los años felices del cambio se disipa rápidamente, principalmente porque se sustenta en un estado colectivo derivado de la comunicación de masas. Las televisiones absorben los discursos y los acontecimientos políticos mediante la creación de una burbuja mediática condensada en el nuevo género audiovisual de la política entendida como las historias producidas por las rivalidades en el proceso de constitución del gobierno. Así, los partidarios del cambio quedan convertidos en una masa electrónica, que me gusta denominar irónicamente como “el ala izquierda de la audiencia”.  La proliferación de comparecencias de los líderes de la nueva izquierda contrasta con la atomización extraordinaria imperante en las realidades locales y sectoriales. Así, cuando las televisiones racionan las intervenciones de los alegres agentes del cambio, su base mediática tiende a reducirse estrictamente.

La segunda causa de la recesión de la nueva izquierda radica en la dificultad de la organización del conglomerado de apoyos. La dinámica política de la democracia, y de la izquierda en particular, carente de un proyecto de futuro, genera un movimiento fatal: la fragmentación y sectorialización drástica de sus apoyos. De ahí resulta una izquierda educativa escindida de facto del conjunto; de una izquierda sanitaria independiente; de una izquierda feminista y así en todos los sectores. Del mismo modo ocurre en los espacios locales. En cada municipio se puede identificar un conjunto de apoyos a la gestión municipal. La base social y política de la izquierda conforma un mosaico, de modo que su integración parece imposible.

La desintegración de la izquierda se hace patente, concentrando su actividad en un conjunto de reservas aisladas unas de otras. De este modo pierde estrepitosamente todas y cada una de las batallas derivadas de la gran reestructuración neoliberal. He vivido este proceso, tanto en la universidad como en los servicios sanitarios, en los que las maquinarias de la reconversión apenas encuentran oposición. El aspecto más pernicioso resulta de, que al carecer de una perspectiva de conjunto y de un programa político general que genere sinergias, cada fragmento sectorial de la izquierda genera su propio programa, determinado por las ideologías sectoriales que habitan en las organizaciones globales. Así las mareas monocolor, las participaciones rigurosamente sectorializadas –salud, educación, juventud, municipal…- , que se inscriben en la espiral de derrotas frente a las maquinarias neoliberales que impulsan las reformas, que precisamente se encuentran concentradas en la destrucción del viejo tejido social y los sistemas de vínculos.

En un conglomerado así, se desata la lucha fraticida en el grupo original de Podemos. El precepto de la vetusta III Internacional acerca de que el enemigo se encuentra en el interior –el octavo pasajero-, se articula con las personalidades posmodernas narcisistas y explosivas de la generación de la nueva izquierda, que se aniquila a sí misma en todos y cada uno de los espacios sobre los que se ha asentado. Algún día será investigada esta cuestión, pero he podido visualizar algunas historias escalofriantes de canibalismo tribal. La izquierda se devora a sí misma sin miramientos. Por poner algún ejemplo, los secretarios de organización sucesivos, Pascual, Echenique o Rodríguez, han actuado en autonomías y provincias como ángeles exterminadores de una eficacia extraordinaria. Conozco casos de grupos locales animosos en ciudades importantes a los que se les negaba el acceso al censo de militantes. El alma del centralismo democrático y de la infalibilidad y santidad del secretario general de la vieja izquierda han revivido en los años siguientes a los afortunados 2015.

La recesión política, iniciada en los ciclos electorales siguientes, en los que la disminución de los apoyos es espectacular, reaviva la vieja idea anguitiana de la posesión del BOE como piedra filosofal para congregar a sus bases. En los discursos de la nueva izquierda se mantiene la idea de “mayoría social”, que es apelada como último sentido de la acción política. Este concepto deviene en un mito político en tanto que no se manifiesta en las realidades. Un factor esencial de la recesión fue la unión con IU, dando lugar a Unidas Podemos, que desde su constitución en el “Pacto del botellín” entre Iglesias y Garzón no deja de desangrarse. Paradójicamente, esta unión entre vieja y nueva izquierda ha supuesto todo lo contrario a sumar.

Pero en las elecciones de 2019, cuyos resultados reducen sus apoyos a 35 escuálidos escaños, UP entra en el gobierno en la creencia de que así recuperará la estima de una buena parte de la mitológica mayoría social. En los años siguientes, los efectivos del partido sobrevivientes a las confrontaciones internas se acomodan en el gobierno y las instituciones, ausentándose de los suelos en los que habita la mayoría social. En este tiempo, la política misma ha sido escindida de la realidad y reconfigurada como género mediático que se dirime en los platós. Ahora, más que nunca, la política habita en las entidades nebulosas de la opinión pública, de sus sondeos, sus ítems, sus categorizaciones y sus unidades de conversación mediática. El exilio de la tierra se ha consumado para arraigarse en las nuevas tierras de las cámaras y los platós, donde siempre es de día y no hace frío ni calor.

La nueva izquierda queda fragmentada en varios grupos ubicados en distintas instituciones políticas, careciendo de vínculos materiales con la mayoría social. Se ha completado su reconversión en la etérea ala izquierda de la audiencia. La salida de Iglesias y las sucesivas derrotas en elecciones autonómicas muestra el panorama desolador. Pero, en tanto que esta se encuentra disgregada, gozando de los privilegios del gobierno en un contexto de política mediatizada, huérfanos del hiperliderazgo personalista de Iglesias,  los sobrevivientes ilustres de IU, la izquierda dura del régimen, conforman un grupo que adquiere la forma de una singular nomenklatura. Es decir, que frente a la deriva fatal de sus organizaciones instaladas en lo que puede ser definido como “reservas”, mantienen vínculos fuertes derivados de su posición institucional. Este elemento es común a todas las nomenklaturas producidas por la disipación de los grandes partidos comunistas.

Este factor es la clave de Somos. Este es un proyecto a la baja ingeniado por esta singular nomenklatura, que, en el vacío producido por el derrumbe de Podemos, presenta un proyecto reciclado del original 2014, por eso recurro en la entrada a la célebre frase de Marx sobre la repetición de la historia. Y ahora como farsa en tanto que Podemos sintetizó la gran energía política presente en el entorno, que contrasta con la energía cero del presente, en el que la realidad se agota en los platós de la tv. . Se trata de producir una almadraba de votantes que se acumulen para conseguir un número de escaños suficientes para entrar en el nuevo gobierno de Sánchez. El no reconocimiento del nuevo contexto, radicalmente diferenciado del 2014, lleva a la repetición ridícula de los proyectos, pero esto es todo lo que puede ingeniar un grupo de tipo nomenklatura.

Lo que fueron prácticas políticas plenas de espontaneidad y vitalidad, tanto en el 15 M como en 2014, son convertidas en rituales vaciados, propios de una simulación mediática que produce una emoción falsificada. La presentación de Sumar fue una parodia de los actos de los años felices. Las gentes congregadas bajo el sol de justicia en una tarde de julio  por los organizadores; el paseíllo visual-comercial de las protagonistas; la caricatura terrible de la escucha en un acto en el que se han suspendido a los teloneros para reforzar el espectáculo más hiperpersonalista imaginable. El proyecto promete emociones fuertes en los próximos meses, cuando reaccionen los distintos candidatos a ocupar sillones institucionales o asesorías generosas. Desde luego, los actores protagonistas de Sumar, como el caso mismo de Yolanda, son expertos en acumular derrotas electorales sangrantes, como es el caso de Galicia.

Pero lo que realmente administra Yolanda es su gestión como ministra del trabajo. La Reforma Laboral sería su capital político que ahora trata de rentabilizar. Parece claro que los resultados son más que modestos, con respecto a los objetivos iniciales, pero la magia es un componente esencial de la videopolítica, en la que ella misma es una destacada maestra. Decía alguien tan autorizado como Otto Von Bismarck, que “Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen”. El problema radica en la durabilidad de ese precario equilibrio que es vendido como magia.

Pero el hada Yolanda sugiere que la precariedad puede ser reducida y controlada con independencia del devenir del mismo sistema. Esto es un disparate mayúsculo y lo inverso a lo que es el pragmatismo. Pero este es el inconveniente de carecer de programa. Se termina implorando a la mayoría social desde los platós una prórroga en el gobierno que proporcione la factibilidad de repartir premios chicos en espera de otra prórroga. Esta es la visión del futuro, tan acorde con la construcción mediática actualidad. Así, nadie se pregunta por las razones del giro a la derecha de los votantes en Madrid, Murcia, Castilla León o Andalucía, una vez que han sido hechos fijos por la virtuosa reforma laboral o el incremento del salario mínimo. Las nomenklaturas son grupos de sobrevivientes en altas posiciones superdotados en hacer movimientos arriesgados en contextos turbulentos. Pero carecen de visión de futuro.

Termino aludiendo a una cuestión espinosa. La izquierda, desde su origen, siempre ha estado vinculada al término “emancipación”. Esta, como es sabido, no puede proceder de una instancia externa, tal y como es proverbial en las viejas iglesias. La emancipación resulta de la interacción en contextos específicos. Sin embargo, en este caso, el relato presenta a una heroína que nos va a liberar de las opresiones desde el cielo mediático. Así, tanto el discurso como su presentación mediática basada en los modelos publicitarios duros, son lo inverso y asimétrico con la modernidad y la emancipación.

Recuerdo la última campaña de las elecciones andaluzas en las que Teresa Rodríguez comparecía en las pantallas frente a la lavadora. Esto me inspira un sentimiento de vergüenza colosal. Precisamente, estos disparates proceden de su emancipación del mundo cotidiano de sus posibles electores. Por eso incluyo la advertencia de Drucker en la cabeza de este texto, especialmente en este contexto dominado por la televisión, que es el medio que más desprecia al público convertido en aplaudidor. Pero el problema de fondo radica en que esta izquierda es, desde hace muchísimos años, más peronista que marxista.

 


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