El pasado es la única cosa muerta
cuyo aroma es dulce
Eduard
Thomas
La revolución no puede tomar su
poesía del pasado sino del futuro.
Karl Marx
Sumar, el
nuevo proyecto político de Yolanda Díaz comparece en los medios proliferando
sus presencias en los informativos y en los laboratorios de conversaciones
enlatadas de las tertulias. Pero este evento muestra todas las propiedades de
los acontecimientos mediatizados, en los que contrasta su aparente
transparencia con su considerable superficie sumergida, oculta a la vista del
público. De este modo, su inteligibilidad se encuentra menguada por una
información incompleta. El resultado es la generalización de un notable grado de
confusión acerca de su naturaleza, así como de los pronósticos que se formulan
acerca del mismo.
Este déficit
de conocimiento tiene sus raíces en el dominio del periodismo centrado en la
actualidad, que consagra el método de construir la realidad como actualidad, en
planos de cada día separados entre sí. Así desplaza irremediablemente a las
ciencias sociales y al método histórico, instituyendo una visión ligera del
presente, que es inseparable del término
“banalidad”. La actualidad es un conocimiento construido por los medios para
definir el día de hoy, que selecciona algunos acontecimientos para ser
tratados, y cuya caducidad se consuma por la aparición del siguiente
acontecimiento que concita las miradas y los comentarios. De la construcción
“actualidad” se derivan unos métodos por los que el pasado es ubicado en la
hemeroteca, entendida como un depósito de fragmentos e imágenes
discursivos disponibles para los
analistas de la misma.
De ahí
resulta una alta renovación de temas que se reemplazan, que nacen y mueren para
nutrirla y conformarla. La actualidad
termina por ser algo oscuro en relación con lo que podemos definir como el
presente, que es una totalidad que resulta de la convergencia de múltiples
procesos que se recombinan y retroalimentan mutuamente. El presente es siempre
heredero del pasado, que se articula en varios tiempos históricos. La mayor
parte de acontecimientos tratados por los operadores de la actualidad, presenta
opacidades derivadas de los métodos de su construcción mediática. En el caso de
Sumar, aparece con unas raíces muy cortas, es decir, que se remite al reemplazo
de Podemos para las próximas elecciones. Todos los elementos son analizados
desde esta corta perspectiva, en la que adquiere preponderancia el morboso
suicidio colectivo esperado de las élites de Podemos, Más Madrid y otros
fragmentos de este desguace de la nueva izquierda de 2014, que se puede
referenciar en el extravagante suicidio de las viejas cortes franquistas en las
vísperas de la transición.
El método
“actualidad” se sustenta en unas reglas mediante las que se asigna valor a un
acontecimiento cuantificando sus dimensiones y comparándolo con el
inmediatamente anterior en la serie temporal. De ahí resulta una inteligencia,
que en este blog he calificado profusamente como propia de “traficantes de
decimales”. En intervalos temporales cortos, las dimensiones solo pueden variar
décimas con respecto a las precedentes. Así, con un nivel de paro
estratosférico, cualquier autoridad puede presumir cuando en una medición el desempleo
disminuye unas décimas. De este modo quedan eliminados los procesos que
configuran las realidades y se instituye la trivialidad, así como un extraño
juego en el que el azar desempeña un papel relevante. La clase dirigente se
transforma en traficantes de decimales desprovistos de espesor analítico. Aquí
radica un problema estructural de este tiempo.
El proyecto
Sumar remite mucho más allá de su inmediato antecesor, Unidas Podemos, y se
remonta al devenir de la izquierda desde el mismo comienzo del Régimen del 78.
Solo se puede comprender desde la perspectiva histórica de la izquierda en
procesos temporales largos. La clave principal radica en la enigmática relación
histórica entre los dos partidos principales de la izquierda: el PSOE y el PC .
Tras su colaboración en la República y la guerra, la larga dictadura privilegió
la resistencia en la que el PC desempeñó un papel esencial. Pero la
preponderancia organizativa y de influencia de este sobre el PSOE se invirtió
radicalmente tras las elecciones de 1977. A partir de estas, el PC se
descompone aceleradamente, generando una migración de gran envergadura hacia el
partido ganador. La superioridad del PSOE se mantiene hasta el presente, en un
largo intervalo temporal en el que los comunistas han jugado todas las bazas
posibles, convirtiendo el sorpasso en su verdadero objetivo en detrimento de un
proyecto político a largo plazo. Este factor genera un estado psicológico
mórbido en toda la izquierda española.
Para evitar
esta debacle, Carrillo había presentado
el eurocomunismo a mediados de los 70, que significaba una renuncia histórica a
construir el socialismo como un más allá del capitalismo, que en las
coordenadas de la época implicaba la adhesión a los órdenes políticos nacidos
de la secuencia de revoluciones iniciadas por la revolución rusa. El
eurocomunismo significaba de facto la idea de aceptar el capitalismo, en la
convicción de que era factible reformarlo eliminando sus aspectos más
perniciosos. A pesar de esta abdicación, el edificio se derrumba en los años
previos a 1989, en el que estos regímenes que se calificaban a sí mismos como
“socialistas” se desploman estrepitosamente.
La
reconstitución del PC tras su derrota en el 82, instituye una pauta esencial
que se va a consolidar a partir de entonces. Se trata de, sin renunciar
explícitamente al comunismo histórico, reivindicarse mediante el énfasis de su
papel relevante en la oposición al franquismo, guardando silencio acerca de los
regímenes de la órbita de la vieja URSS. Así, electoralmente se transforman en
Izquierda Unida, y es Anguita quien pilota una transformación en la que, al
igual que en el eurocomunismo, desaparece completamente cualquier futuro no
capitalista. Su programa se centra en reformar la democracia nacida de la
transición política.
Pero la
renuncia a la defensa del modelo de “socialismo real” que constituyó su
identidad no ha reportado beneficios electorales tangibles. Esta desproporción
percibida entre los méritos derivados de sus aportaciones a la oposición al
franquismo y las recompensas electorales es vivida como una afrenta que genera
un estado psicológico colectivo cercano a la depresión. Solo la materialización
del sorpasso puede conjurar esa gama de sentimientos negativos derivados de su
inferioridad electoral crónica.
El factor
más importante de desencuentro entre PSOE y PCE radica en la naturaleza
contradictoria del tiempo histórico que
se inicia en la transición política. Toda la izquierda suscribe, en distintas
versiones, un programa que significa la homologación a los estados de bienestar
arraigados en Europa tras la guerra, lo que se denomina como “los treinta años
gloriosos”. Este conforma el imaginario progresista, incluso –en este caso
patéticamente- a día de hoy. Pero, cuando la constitución del 78 reemplaza al
franquismo, en el sistema-mundo comienza un nuevo tiempo histórico, que puede
entenderse como el inicio de una transición que disuelve el capitalismo
fordista-keynesiano para reemplazarlo por un nuevo capitalismo postfordista y
global. De este modo, los programas keynesianos de la izquierda española
colisionan con la implementación gradual del nuevo orden social, que se afirma
en un largo proceso en el que se van asentando sus elementos constituyentes.
Estos son, principalmente, la expansión de la nueva forma-empresa; la
emergencia de las instituciones del mercado –gestión, recursos humanos,
marketing, publicidad e instituciones psi de conducción-; las reformas del
estado, de la educación, del sistema sanitario, la nueva gestión pública, así
como las instituciones de la individuación, de las que la evaluación y sus
nuevas organizaciones de las agencias especializadas, comités de expertos, thin
tank, foros múltiples y otras, conforman una trama en torno a los gobiernos,
presionando en la dirección del cambio, que es una forma nueva de sociedad
neoliberal avanzada.
Este proceso
avanza, desde el principio de los años ochenta hasta hoy, generando
resistencias dispersas, así como víctimas múltiples. Se trata de una gran
reestructuración del estado y de toda la sociedad. Los posicionamientos con
respecto al mismo constituyen la principal rivalidad entre el PSOE y los
herederos del PCE. En tanto que los primeros son artífices y pilotos de estas
transformaciones en la dirección de la sociedad neoliberal avanzada, amparados
en sus posiciones de gobierno, los segundos se oponen a estos cambios. Aquí
radica la colisión principal entre ambas formaciones. Sin embargo, la marcha
triunfal de este proceso de reestructuración produce una impotencia política
crónica en sus opositores. Estos son perdedores en mil batallas sucesivas. Esta
perniciosa situación se agrava, en tanto que los opositores a la gran
reestructuración neoliberal carecen de alternativas. Sus propuestas remiten a
conservar el viejo orden keynesiano.
Es muy difícil
metabolizar estas situaciones perpetuadas. Los votantes terminan por avalar
transformaciones que se oponen a sus mismos intereses. En los años de dirección
de Julio Anguita, este se muestra perplejo ante los sucesivos resultados
electorales. Entonces propone la idea central que va a presidir las actuaciones
políticas de los herederos del viejo PC. Entiende que es un requisito
imprescindible acceder al gobierno, lo que permite mediante el BOE legislar a
favor de los perjudicados por la gran reestructuración. Esta idea orienta las
actuaciones, muchos años después, de Iglesias, y ahora de Yolanda Díaz. Se
trata de estimular la voluntad política de las clases populares.
Desde esta
perspectiva se puede comprender la evolución de IU, cuyos resultados menguantes
le empujan a una versión minimalista de la estrategia formulada por Anguita. Se
trata de entrar en el gobierno en coalición con el PSOE. Esta experiencia se
ensaya en Andalucía pilotada por Diego Valderas, uno de los herederos de
Anguita. Sin embargo, la presencia en el gobierno no modifica la correlación de
fuerzas electoral para tan esforzados opositores a la gran reestructuración. Así,
sus estrategias sucesivas se van replegando hacia mínimos, del objetivo
fundacional de conseguir el socialismo como más allá del capitalismo, a, tras
sucesivas reducciones, a entrar en un gobierno de coalición en minoría.
En
particular, la base social de la vieja izquierda, ubicada en la clase
trabajadora industrial, se descompone por efecto de la recombinación entre una
desindustrialización pavorosa y una reindustrialización que favorece la
dispersión de los trabajadores. En este largo proceso de desmontaje de las
viejas instituciones y derechos sociales keynesianos, la impotencia política se
acompaña de una enorme impotencia sindical que se cronifica fatalmente. El
resultado es la debilitación de los sindicatos, que protagonizan un largo viaje
de deslocalización de las empresas. Estos tienen sus reductos en los servicios
públicos. Además, el paquete de reformas neoliberales privilegia a la
institución central de la precariedad. Una parte mayoritaria de la vieja clase
trabajadora es desplazada a este estatuto. El problema de fondo radica en que
la precariedad es la forma óptima de convertir a un sujeto en una entidad
estrictamente individual. De este modo, así como la industrialización generó un
conflicto social central en torno al trabajo, protagonizado por el movimiento
obrero, la precarización general, siendo un factor de malestar social, no
genera un conflicto social localizado.
La izquierda
recorta sus bases sociales y los sindicatos deslocalizados se ubican en la
ficción del simulacro de la concertación social, que es una institución central
en el capitalismo fordista y keymesiano, pero que ahora carece de sentido. Esta
ausencia de función genera grandes distorsiones en las burocracias sindicales,
que se reorientan hacia sí mismas, generando desviaciones de objetivos
monumentales, que amparan distintas perversiones. Este largo proceso de ocaso
del capitalismo industrial, reemplazado por el orden naciente de la gran
reestructuración neoliberal, reformula la rivalidad en la izquierda entre
socialistas y comunistas. El PSOE se muestra como agente eficaz de la
instalación de las nuevas piezas del capitalismo postfordista y global. En
particular, las nuevas legislaciones laborales, la nueva gestión pública, la reforma universitaria, las reformas
gerencialistas del sistema sanitario y el nuevo sistema mediático-cultural
requerido. Pero los comunistas muestran su radical incapacidad de oponerse
eficazmente a las mismas.
Esta
situación continuada de impotencia política acrecentada con la ausencia de una
alternativa factible, termina por erosionar gravemente a toda la izquierda. Los
socialistas convertidos en agentes activos del proceso de reestructuración
sufren un desgaste letal. Los herederos del PC terminan por interiorizar su
papel de oposición simbólica desprovista de verosimilitud. La izquierda solo se
reaviva mediante acontecimientos exteriores como la guerra de Irak, la
catástrofe del Prestige u otros similares, pero es incapaz de detener los
procesos centrales de reconversión laboral o del mercado del suelo, así como la
gran erosión de las instituciones representativas. Se puede afirmar que la
izquierda se desfonda en el principio del siglo XXI.
La
desincronización de tiempos históricos tan singular en España, determina que el
PSOE, al tiempo que coprotagoniza la instauración del nuevo orden neoliberal
mediante la gran reestructuración, impulsa reformas radicales en cuestiones de
género que se encontraban pendientes tras la larga noche del franquismo. De
este modo, los socialistas desempeñan un papel progresista en unas esferas, y,
simultáneamente, el rol de gendarme de las reformas neoliberales. La
complejidad de la época es manifiesta. Así se explica la satisfacción de los
profesionales de las industrias culturales, espejo del progresismo chic, en tanto
que la precarización hace estragos entre los trabajadores, las reformas
universitarias neutralizan el pensamiento crítico o la corrupción alcanza
niveles hipertransversales. Como afirmó el admirado sociólogo José Vidal
Beneyto en un memorable artículo publicado en El País, el cine de Pedro
Almodóvar distorsionaba la realidad española, ocultando las múltiples esferas
definidas por lo sórdido.
Así se
fragua la réplica a la gran crisis de 2008, que vehiculiza tanto el 15 M, como
las grandes movilizaciones de esos años. La conmoción de las bases sociales de
la izquierda contrasta con el adormecimiento de los partidos y las
instituciones. Así se explica la erupción de una nueva izquierda que aparece
volcánicamente en 2014. La izquierda de estos años alcanza su punto de
inflexión, en tanto que vive en la burbuja institucional deslocalizada de la
sociedad y en estado de inmersión mediática. La distancia entre la izquierda y
sus bases sociales alcanza niveles cosmológicos. Así, el BOE vuelve a las manos
de la derecha, que detenta la mayoría absoluta tras las elecciones de 2011. La
izquierda socialista groggy y la izquierda comunista del inefable Cayo Lara con
el horizonte de hacer oposición mediante travesuras fútiles en el congreso de
los diputados. Es inevitable la erupción del volcán. En la segunda parte de
este texto lo cuento.
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