A la república, más que orden el jurídico, ha de importarle la realidad social del orden
Manuel Maura
Las democracias de mercado vigentes no suscitan crítica alguna a su naturaleza o funcionamiento. La antigua intelectualidad, reconvertida en este tiempo en un conjunto de periodistas, sociólogos especializados en lo electoral, politólogos y otros expertos presentes en este campo, se sustentan en saberes fragmentados y no suscitan problematizaciones acerca de las mismas. Sin embargo, las democracias de mercado del siglo XXI se encuentran determinadas por un cambio de grandes dimensiones: La emergencia y consolidación progresiva del neoliberalismo reconfigura los sistemas políticos, los actores y los entornos. El punto esencial en el que confluyen todos los efectos es la consumación de una gran ruptura, en la que el mundo de la política es escindido de la realidad social total. Así, se puede hablar en rigor de la burbuja política, separada efectivamente de lo social. Este mundo es escrutado por las cámaras para cristalizar en un género televisivo que concita grandes audiencias en ocasiones especiales.
Las viejas democracias de la era industrial se encontraban determinadas por la autonomía del estado, que junto al mercado conformaban el conjunto social. La transformación más sustantiva de este tiempo radica en que el mercado ha impuesto su preponderancia, reduciendo y absorbiendo al estado, de modo que ha cristalizado un nuevo orden social, así como una nueva forma de gobierno, en la que el gobierno del estado, solo representa una pequeña parte del gobierno total. Este modo de gobernación se lleva a cabo mediante un nuevo tipo de instituciones asociadas a la empresa, y que tienen como objetivo clasificar a las poblaciones, debilitar los viejos agrupamientos sociales y establecer un modo de individuación radical.
De este modo, la política, considerada como una actividad dirigida al ámbito del estado, representa una ínfima parte del gobierno total. Tanto las organizaciones como las personas son gobernadas por dispositivos ajenos a los gobiernos de los estados, vinculados al orden social mercantil. En este punto radica precisamente la impotencia que caracteriza a la acción política convencional, que en estas condiciones tiene lugar en un campo escindido del conjunto, además de intervenido drásticamente por las ultrapoderosas instituciones de la individuación: Las de la gestión y otras asociadas a la nueva empresa; las de la galaxia psi, y aquellas que operan en el campo de la comunicación de masas.
Los principales resultados de estas mutaciones son, principalmente, la rotunda remodelación de las organizaciones, la conformación de un nuevo arquetipo personal y el auge del ciberespacio, que consuma la escisión entre las realidades físicas y virtuales. El nuevo escenario resultante de este orden social, determinado por la preponderancia de las instituciones de la individuación, registra, principalmente, una pérdida de energía mayúscula de las viejas causas sociales, así como la aparición de un nuevo sujeto hipermediatizado e hiperconformista. La sumisión alcanza niveles colosales y las causas sociales son extraídas de su suelo para ser tratadas y representadas en las televisiones. Cualquier causa social es vaciada mediante su reconversión en un material presentado a la audiencia, un sujeto que representa un conglomerado de personas aisladas entre sí.
La aceptación como un cambio natural de esta gran transformación de la política llega a extremos insólitos. En este entorno, las grandes causas sociales pueden generar solo ilusiones efímeras. La esencia del sistema es la generalización de la ficción, en tanto que los temas presentados son arrancados de sus condiciones y de los contextos en los que viven y se reproducen. La nueva forma de gobierno representa la administración de la anestesia para las personas y las organizaciones sociales. La trama de la acción social se debilita hasta su desaparición por insignificancia.
En esta situación he recuperado un viejo libro que desde su primera lectura me ayudó a comprender la situación. Este es el del matemático y filósofo francés Gilles Châtelet. Su título es “Vivir y pensar como puercos. De la incitación a la envidia y el aburrimiento en las democracias de mercado”. Está editado en Lengua de Trapo en 2002. Se trata de un vigoroso, lúcido y sólido texto en el que sondea los sistemas políticos y sociales del presente, determinados por el avance neoliberal, y que incentivan un arquetipo personal hiperconformista.
Este libro, delicioso por su inteligencia, sagacidad y originalidad, ha influido considerablemente en mis posicionamientos. El primer post de este blog en diciembre de 2012, Del cero al uno, registra la influencia ejercida por este brillante texto. Dese entonces lo he releído varias veces, y en cada lectura he podido comprender mejor. En particular, cada nueva lectura revela el avance del nuevo orden social y político, que propicia la cancelación de la vieja Intelligentsia y la consolidación de los portadores de los nuevos saberes fragmentados expertos. He seleccionado varios párrafos que espero que inviten a algunas personas a la lectura de este texto tan clarificador, que presenta las ingenierías de construcción del héroe de la época: el hombre medio en varias versiones.
La frase de Maura que abre el texto tiene la intención de recordar que todo orden político es inseparable del orden social existente. Los ingenieros políticos del presente tienen la pretensión de solucionar los problemas mediante la proliferación de medidas legislativas, ignorando las instituciones de la individuación que gobiernan las personas y los microcontextos sociales. Así se explica la inexistencia de visiones críticas y problematizaciones de los sistemas políticos, que cristalizan en un estatuto que puede ser definido, como en el título de este texto, de bula para los mismos.
Este es el texto, sin desperdicio.
En aquel final de década, se produjo un efecto un milagro de la Noche, que hizo que el Dinero, la Moda, la Calle, el Periódico e incluso la Universidad se amodorrasen juntos y combinasen sus talentos para dar a luz esta paradoja: un equilibrio festivo, antesala amable de la sociedad terciaria de servicios, que muy pronto iba a convertirse en la del aburrimiento, el espíritu de imitación, la cobardía, y, sobre todo, el jueguecito de la envidia recíproca
…no hacía más que reconciliarse con la Aritmética política y de un control social tan barato como el hambre, capaz de domesticar al <<hombre ordinario>> y convertirlo en una criatura estadística, el <<hombre medio>> de los sociopolitólogos. Hombre medio que aparece como producto de una potente ingeniería sociopolítica que había conseguido transformar lo que Marx llamaba<<campesino libre de Inglaterra>> en ciudadano-panelista, átomo productor-consumidor de bienes y servicios sociopolíticos.
Pasar de carne de cañón a carne de consenso es desde luego un progreso. Pero estas carnes se corrompen enseguida: la materia prima consensual es esencialmente putrescible y se transforma en una unanimidad populista de las mayorías silenciosas, que nunca es inocente […..] El punto de vista tecnopuñista se exhibe ahora sin complejos y pretende reconciliar dos espiritualidades: la del tendero de la esquina y el jefe de contabilidad –la pela es la pela- con la espiritualidad administrativa del inspector de Hacienda.
El tecnopulismo fomenta las bajezas y cobardías del hombre medio, y sobre todo las de su vanguardia técnico-comercial, esos pequeños truhanes portuarios iniciados en la econometría, todos esos prototipos poco apetitosos que vuelven locos a los institutos de predicción, esos comedores de hombres en 4X4, cuyo sentido crítico no es muy superior al de la tenia, y que se pasan el día rumiando su <<no hay que soñar>> y su <<yo soy diferente>
Casi han conseguido transformar un gran pueblo en un audímetro servil y provinciano, y una parte de su élite intelectual en populacho compradore, en cuarterón de subalternos editorialistas de esos formidables evacuatorios mentales en que se han convertido las democracias de mercado –siempre atareadas en recortar sus agregados económicos poco favorables, producto de la fermentación de cientos, y pronto miles de millones, de psicologías de consumidores-panelistas devorados por la envidia y el deseo de acaparar al menor coste posible.
Como otros muchos papanatas, los grandes bobalicones de la ciberjauría se creían príncipes de todos los cenáculos y tendencias, cuando en realidad una fuerza centrífuga de millones de veces más potentes que ellos ya les había relegado a las provincias subsidiarias del esnobismo de segunda mano.
La Contrareforma neoliberal, mercenaria solícita, iba a ofrecer los servicios clásicos de la opción más reaccionaria, una alquimia social capaz de transformar en fuerza política eso que siempre acaban transpirando las clases medias: temor, envidia y conformismo […..] el estilo Ciber-Wolf, apolítico y desengañado, empezaba a pulular: ¿Cómo resistirse a la deliciosa frivolidad de quienes se sentían capaces de <<cagarse en lo negativo>>, de quienes creían haber encontrado por fin el secreto de la felicidad permanente y pretendían cultivar orquídeas en el desierto sin preocuparse demasiado por el espinoso problema del riego?
Como las partículas libres de Galileo, los Robinsones de Hobbes deben ser concebidos primero como unidades destinadas a ser adicionadas, cada una de las cuales puede ser equilibrada por un agregado aceptable de otras unidades […..] Si el Soberano puede identificarse como un centro de coerción absoluta es porque funciona antes que nada como horizonte operador que da perspectiva, que fabrica homogeneidad para discernir a continuación y distribuir las distinciones. Lo crucial aquí es la capacidad del Soberano para sacar partido de un estado de contingencia mecánica y transformarlo en un campo de equivalencia […..] Por supuesto este campo de equivalencia permite comparar, agrupar y dispersar a placer lod Cuerpos políticos, operaciones indispensables para la constitución no sólo de fuerzas militares, sino también, y sobre todo, de normas de sustitución para los apetitos y los talentos, y, por tanto, para el establecimiento de los contratos de intercambio. Así el Robinson partícula, que para el Soberano, jefe de los ejércitos, es sobre todo carne de cañón, puede también transformarse en carne de contrato. […..] permite concebir la multitud de Robinsones como una masa que posee todas las características del mercado: fluidez, previsibilidad y operatividad impersonal […..] En consecuencia, no son aptos para ser domesticados como material efectivo de una Física Social que tendería a calcularlos, almacenarlos e intercambiarlos.
El hombre medio es por tanto capaz de resumir todas las fuerzas vivas de una nación igual que el centro de gravedad es capaz de concentrar en un punto todos los pesos específicos dispersos en un sólido, de reunirlos en una masa única. Resumiendo así una nación, el hombre medio proporciona un punto de apoyo, particularmente precioso para guiar toda estrategia conservadora y realizar su viejo sueño: captar la inercia de los Robinsones de Hobbes, almacenándolos en enormes silos de hombres medios, para hacer con ellos una fuerza política, una opinión cuya evolución puede conocerse mediante los sondeos apropiados.
Con el hombre medio y el dios Quantum, la estulticia sociopolitológica campa a sus anchas: hay desde luego una música de las esferas para los consumidores de yogures, para los estados de ánimo de las categorías socioprofesionales y los grupos de edad […..]¿Por qué las cifras fascinan tanto a los simples de espíritu y a los impacientes siempre ávidos de referencias y certezas? Una cifra no se discute, y esto casi por definición; no cabe duda de que existe cierta virilidad absurda en la cifra cabezota y siempre dispuesta a resguardarse tras una especie de inmunidad científica. Esas certezas son obtenidas por la claridad de la evidencia de la cifra que borra las condiciones de la génesis de los individuos sobre las que trabaja la estadística. Hay por tanto una impostura de la cifra.
También había que volver a pegar los fragmentos, darles una apariencia de identidad colectiva. El concepto de hombre medio permitía inyectar una autoridad estadística y moral a la carne de primera. No quedaba más que articularla con las demandas del Gran Mercado: a partir de ahora sólo serían tolerados los conflictos y demandas susceptibles de adquirir fluidez mediante la acción del mercado o de ser apaciguados por un grupo de mediadores especializados.
La dirección de los asuntos políticos debe por tanto minimizar el consumo de materia amorosa y estimular al máximo los instintos de apropiación. La envidia no es entonces un lamentable prurito de las democracias de mercado que conviene extirpar mediante una cirugía política apropiada, sino una condición necesaria para su estabilidad […..] Los gobernantes –los figurantes de la Caja negra- pretenden ser demócratas tan afables y ávidos de pragmatismo cotidiano como el empirista mercantil, que había oficializado el noviazgo del Hombre ordinario y la Mano invisible: Soy un hombre ordinario y, como vosotros, envidio a otros hombres ordinarios. Es además ese pragmatismo cotidiano el que conduce a asfixiar la política mediante la persecución de un mayor bienestar nunca saciado.
Con el filisteo posmoderno –el Ciber-Gedeón-, la sociedad civil está de enhorabuena; por fin puede exhibirse sin complejos, lucir sus egoísmos y sus cobardías, tirar a la basura las críticas de Hegel, hacer estallar la política en microdecisiones y darse un festín para celebrar su boda con el mercado, esa formidable máquina de exclusión festiva que puede aplastar cientos de miles de destinos con un mínimo de ruido. Aliado con los penates, el Dios oculto ha conseguido descuartizar a Atenea para encapsularla en miles de millones de libres albedríos.
Menguar y dislocar el espíritu de los pueblos para hacerse obedecer, Hobbes y Pareto estaban en lo cierto: la miniaturización es, en efecto, la clave de la eficiencia del mercado y de la estabilidad del punto fijo ¿Por qué no ir aún más lejos? ¿Por qué no hacer aún más acerada la ofensiva de la termocracia inventando una microfísica de la obediencia, una neurocracia que permitiese rozar el punto cero absoluto de lo político?
Con el ciudadano-termostato, el proyecto de Pareto –utilizar las materias primas proporcionadas por las muchedumbres impulsivas y móviles para manufacturar carne de equilibrios político-económicos- se ha calzado por fin sus botas de siete leguas. Se puede hablar de una triple alianza política, económica y cibernética susceptible de autoorganizar las explosivas potencialidades de las masas humanas y conjugar las realizaciones de tres prototipos de la posmodernidad:
- El homo economicus –ciudadano medusa- el Robinson egoísta y racional, átomo de las prestaciones y consumos.
- El hombremedio –el ciudadano panelista- el héroe de los concursos de belleza de Keynes, empeñado en correr el riesgo de adivinar lo que será la opinión media y entusiasta ante la idea de sentarse a horcajadas sobre todas las futuras campanas de Gauss
- El homo comunicans –el ciudadano termostato- transparente criatura de los servicios terciarios, habitante-burbuja de una sociedad sin conflictos ni confrontaciones sociales <<arcaicas>>, que se vanagloria de no existir más que como teniacibernética perfundida de imputs y vomitadora de outputs.
Circular por la democracia de mercado y pisar a fondo, encarnar con virilidad lo que algunos imbéciles llaman sociedad civil, fabricar cientos de millones de psicologías de rinocerontes y depósitos de imaginación para los jefes de la jauría del individualismo de masas, todo esto es atractivo, pero aún deja mucho que desear: los Robinsones motorizados sólo excepcionalmente consiguen emerger como voluntad política. Pues una fuerza política no surge jamás de los simples agregados de malos humores o de los estados de ánimo del individualismo de masas
La prensa popular permite captar en bloques de odio toda la energía de fermentación surgida de las decenas de millones de unidades de envidia cuya interacción garantiza la consistencia de las democracias de mercado, como ya había comprendido Jefferson. Metamorfosear una putrefacción socioeconómica en explosión política […..] También comprendió que la democracia de mercado, que exige una identificación completa de las microdecisiones económicas, engendra una apatía
La tenacidad de las imágenes mentales fabricadas –lo que hay que llamar fordismo del odio de Hearst-, su capacidad para autocoagularse y movilizar altos niveles de histeria comparables a los efectos del pánico, no podían dejar indiferentes a los ingenieros sociales, que, algunos años más tarde, definieron los principios que organizan lo que Chomsky llama la <<fructífera industria del consenso>>. Para los miembros fundadores de la American Public Relations Industry, la <<intelligentsia articulada>>, -lo que hoy llamaríamos clase político-mediática- tenía la vocación de convertirse en una Elite consensual difundiendo una ilusión necesaria entre la masa para corregir la estupidez del hombre genérico.
Ni la misma Elite consensual es inmune a esos momentos de desánimo, ha conseguido deshuesar al <<populacho genérico>>, despojarlo de toda energía: la carne de primera ni siquiera se molesta en ratificar. Es desesperante: ¿dónde está el Papá Noel que hará emerger un gran proyecto?Por supuesto, el Estado aún funciona, ¡pero una función nunca dio a luz un proyecto¡ El Estado ya no es más que el Estado del desamparo y el entendimiento, un vigilante nocturno incapaz de estimular a los ciudadanos-termostato, estancados en su pragmatismo.
La sociedad termocivil no puede mantener sus promesas: la tiranía y la mediocridad de la demanda socioeconómica han vencido a lo que pretendía encarnar el dinamismo y la legitimidad de una nueva micropolítica posmoderna. En efecto, la sociedad termocivil ha dado a luz un equilibrio, pero no es una unidad viviente, no es más que un equilibriogeneral, un inmenso mar de los Sargazos informe. El ruido de fondo del profesor Wiener gana terreno, pero el entusiasmo está de capa caída. El espíritu de empresa muere lentamente
No hay comentarios:
Publicar un comentario