Los hombres y pueblos en decadencia
viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes solo
necesitan saber a dónde van
Mientras
los serviles trepan entre las malezas del favoritismo, los austeros ascienden
por la escalinata de sus virtudes. O no ascienden por ninguno
Jamás
fueron tibios los genios, los santos y los héroes. Para crear una partícula de
Verdad, de Virtud o de Belleza, se requiere un esfuerzo original y violento
contra alguna rutina o prejuicio.
Los
políticos mediocres no viven de crear ideas positivas para su pueblo, sino que
sencillamente viven de su imagen.
No se nace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal, no se
adquiere.
La política
se degrada, conviértese en profesión. En los pueblos sin ideales, los espíritus
subalternos medran con torpes intrigas de antecámara. En la bajamar sube lo
rahez y se acorchan los traficantes.
José Ingenieros
Estas reflexiones del filósofo argentino José Ingenieros, son pertinentes
para pensar acerca de la ruina electoral de la izquierda en Andalucía, que,
como todas las debacles, tiene una naturaleza inequívocamente cognitiva o
intelectual, así como moral. Cuarenta años asentados en las instituciones
autonómicas, han generado una decrepitud enorme, que confirma el sabio precepto
acerca de la relación existente entre el actor y el sistema. Las instituciones
decrépitas, generan inevitablemente actores en estado de hecatombe personal.
Las imágenes que muestran tanto Juan Espadas, como Inmaculada Nieto y Teresa
Rodríguez, son elocuentes para mostrar la bancarrota multidimensional y
descomunal de la izquierda en un ciclo fatal de declive.
Pero las interpretaciones que en estos días se exponen en los medios
digitales se sustentan en los columnistas “compañeros”, que se remiten a la
reaparición, tanto de una derecha dura, como de otra inequívocamente fascista,
ambas arraigadas en los suelos electorales mediante cuantiosas adhesiones y
apoyos, entendidas como un fenómeno similar al de los OVNIS, cuya condición de fenómeno
meteorológico imprevisible y determinado por el azar es preciso aceptar. Por el
contrario, la reconstitución de una mayoría amplia de la derecha, se encuentra
determinada por el estancamiento del proyecto político de la izquierda ensayado
en las últimas décadas.
Soy conocedor de los habitáculos institucionales en los que se ha
fraguado este desastre. En mis largos años en Andalucía pude acceder a los
territorios íntimos de la izquierda, en los que se materializaban las fantasías
y las ficciones sobre las que se sostuvo la hegemonía electoral. Por eso no me
sorprende nada contemplar su derrumbe por el ascenso de una derecha dura,
dotada de la capacidad de metabolizar la herencia recibida. Tampoco me extraña
la reacción de abatimiento y la ausencia de energía frente a la nueva
situación. Llorar por los bienes públicos perdidos y por las nostalgias
simbólicas no proporciona vigor alguno. Por el contrario, implica el refuerzo
de la decadencia. El liderazgo de Espadas como delegado de Sánchez, así como
las luchas por cuotas de los sobrevivientes de la ola del 2014, liderados por
las expectativas de Yolanda Díaz, muestra inequívocamente el umbral de la nueva
época.
La izquierda andaluza se ha instalado sobre varios hábitats políticos en
los largos años del postfranquismo. Entre ellos, destacan unas instituciones
oscuras, que conforman el vínculo con el pasado franquista y sus tercios
municipales, sindicales y familiares. Estas instituciones mutaron –conservando
sus esencias- configurando los nuevos ayuntamientos y diputaciones
provinciales. La idea axial de los discursos de la izquierda apunta a los
ayuntamientos, que son definidos como “las instituciones más cercanas a los
ciudadanos”. Por el contrario, estos significan justamente lo contrario, se
trata de instituciones controladas por los partidos que les permiten establecer
localizaciones, tejiendo una red de intercambios no equivalentes. Así, estos
permiten a los partidos “hacer pie”, tejiendo su red de apoyos. Los
ayuntamientos pequeños terminan por construir un área oculta considerable, que
deviene en secretos compartidos. Estos cristalizan en una zona de gestión
sumergida que amparan acuerdos con una trama de empresas regionales.
Los ayuntamientos pequeños constituyen las diputaciones provinciales.
Estas son las instituciones que simultanean sus cuantiosos recursos con la
opacidad más intensa que se pueda imaginar. Sus miembros son elegidos por los
partidos según cuotas municipales, y su presidente resulta de la designación
partidaria. El presidente de la Diputación adquiere un poder inmenso,
minimizando los controles por medio de su anonimato. La red municipal que lo
sostiene se referencia en intercambios económicos, de los que resulta un
sistema sórdido de lealtades y rivalidades. La democracia restringida
censitaria de los tercios revive en ellos, y genera una dinámica en la que
parece imposible ejercer la oposición. Las diputaciones son las sedes de los
valores materiales y de lo que se denomina como “la gestión”. Esta se sintetiza
en el papel de invertir en los municipios. La democracia se eclipsa y cada cual
es un sujeto de interés limitado que tiene que intercambiar con el poderoso y
sombrío presidente.
Las diputaciones terminan por configurar el modo de hacer política en
este sistema político, en el que los parlamentos nacionales y regionales quedan
cercados por esta enorme red de insularidades. Así, estas promueven a un
arquetipo de gestor provincial liberado de pronunciamientos políticos y de
compromisos explícitos con valores postmateriales. Los personajes que habitan
estos mundos son tipos duros y su modo de hacer remite a las transacciones de
los antiguos labriegos. Ellos deben vérselas con los propietarios del suelo. Asimismo,
estos terminan por configurar las bases de los partidos. Seré cauto para no
exponer ahora mis sensaciones cuando he acudido a un mitin de un líder nacional
que ha concitado la presencia del archipiélago municipal y los generales
diputados provinciales y sus asesores.
Durante muchos años, como profesor de sociología en la Universidad de
Granada, he sido testigo del ascenso de algunos estudiantes progresistas que
eran contratados por la Diputación, conformando una extraña aristocracia, en
tanto que lo hacían como asesores y sus emolumentos eran bastante superiores a
los ingresos de los profesores. Su modo de estar en las aulas remitía a una
casta especial, en tanto que se suponía que ellos ya habían resuelto su vida, a
diferencia de sus socorridos compañeros. He tenido conversaciones sublimes con
algunos de ellos, que han llegado muy lejos en la política. Recuerdo a uno que
me decía “Lo importante en política es saber estar en el sitio preciso y en el
momento preciso”. Esta sentencia define el imaginario del rudo mundo de las
diputaciones provinciales.
La diputación aporta al conjunto de la política un espíritu chato,
rancio, parco, que se inspira en un pragmatismo del tipo que inspiraba a los
antiguos vendedores domiciliarios. El beneficio mutuo, aunque se exprese en
minúsculas, es el motor de esta acción institucional que enlaza el pasado y el
presente en España. Así, este ha terminado por ser reflotado a la superficie de
las instituciones. La política se ha reconfigurado como un sumatorio de
intereses fragmentados. El interés general se ha ido desdibujando. La frase
estrella de los llamados debates entre políticos vacía la ciudadanía, apelando
a “los ciudadanos quieren que hablemos de sus cosas concretas”. Todo lo que
queda fuera de esta chusca definición es excluido de los discursos públicos.
Todo se reconfigura según los puestos de trabajo que genera o el gasto
realizado por los usuarios. Sobre este vaciado se asienta el ascenso de la
derecha dura y del repertorio de los microfascismos del presente.
Junto al continente municipal y de las diputaciones, que define lo chico
en la política, la izquierda se asienta sobre un nutrido archipiélago de
fundaciones, observatorios, empresas públicas y otras organizaciones destinadas
a representar a lo grande inmaterial. Estos funcionan conformando verdaderos
clanes profesionales y culturales, que cumplimentan la tarea de producir la
música a los discursos. Es inevitable el distanciamiento entre ambas
configuraciones. Los portadores de lo grande se separan de la lógica del
intercambio material de la animada vida política en torno a lo chico. Estos se
reencuentran cuando cualquier actividad produce una inversión material
cuantiosa, que termina convirtiéndose en la base de la nueva ideología que
preside los sistemas del presente: el dataísmo.
Las universidades y los medios de comunicación representan otros espacios
sobre los que se han asentado los contingentes de la izquierda en este largo
ciclo de gobierno autonómico. La universidad funciona con las mismas pautas que
las diputaciones, mediante una oscura democracia censitaria que impulsa la
redistribución de los recursos y la materialización de la política chica.
Contemplarla dinámica de un claustro es sorprendente, en tanto que su modelo
remite a una feria de ganado en la que las operaciones de compra y venta tienen
lugar de modo fragmentario. La escisión entre lo grande inmaterial (los
discursos) y lo chico (los intereses) también marca el modelo institucional. El
rector representa, al igual que en la diputación, un padrino que arbitra la
coexistencia de los intereses de tan desabridos comerciantes.
De este modo, la izquierda deviene en un conjunto de castas instaladas en
los territorios de las instituciones municipales/provinciales y la red
institucional de las organizaciones que acompaña a los servicios públicos.
Además, falta la alusión a los sindicatos. Estos se han convertido, desde hace
muchos años, en una verdadera burbuja ajena a las empresas, configurándose como
una burocracia vacía cuya existencia es institucional. Este conjunto de clanes
se encuentra desarraigado de los territorios sociales del trabajo
incrementalmente desregulado, así como de los mundos sociales de los sectores
expulsados del mercado de trabajo regularizado. El enorme vacío político y
cultural de estos contingentes de trabajadores desregulados o extrabajadores, propicia
la aparición de la extrema derecha o de liderazgos populistas vinculados a
esta.
El problema principal de la izquierda menguante radica en su propia
reclusión y autodomesticación, que le conduce a producir unos discursos “en
grande”, que resultan extraños en los medios sociales desregulados. En
particular, me impresiona mucho el tono delirante de algunos discursos
feministas emitidos desde instituciones estatales, que se contraponen con las
duras condiciones de vida de cuantiosos contingentes de mujeres. De ese modo se
intensifica un extrañamiento colosal entre la comunicación hiperoptimista de la
izquierda y los atribulados receptores de la misma. Así, los silencios
elocuentes de la nueva derecha andaluza resultan rentables para tan descreídos
destinatarios, que sí recogen las señales “materiales” emitidas desde las
instancias del archipiélago municipal-provincial.
Sobre esta escisión entre el discurso y la política “diputacional”, se
abre el camino para la presencia de las derechas. Estas han laborado en
silencio desde el comienzo del ciclo del 78 para recuperar microespacios sobre
los que asentarse. Las últimas elecciones autonómicas testificaron su éxito y
las convirtieron en colonos de las tierras fértiles que fueron cedidas por la
izquierda. Ahora, la oportunidad para la derecha es monumental, en tanto que el
retroceso electoral minimiza las posiciones de los contingentes de la izquierda
en la trama institucional que alimenta los discursos en grande.
Lo peor radica en la acreditada incapacidad de comprender un fenómeno
complejo desde los paradigmas de la politología empírica, asumidos por la
izquierda como techo de sus reflexiones. Así se va tejiendo el batacazo del 19.
Pero, precisamente el espíritu de la diputación, amortiguará el golpe, de modo
que impedirá la autocrítica y la renovación. Tras ese desastre, se impondrá la
lógica de los supervivientes en el parlamento regional. Y en las diputaciones
se minimizará el terremoto electoral. Mi aportación al debate son las agudas y pertinentes frases de Ingenieros que abren este texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario