miércoles, 22 de junio de 2022

DE MADRID AL CIELO: MARTÍNEZ ALMEIDA Y EL ESPECTRO DE MORAL SANTÍN

 

El pasado sábado 12 de junio tuvo lugar un importante acontecimiento que ha pasado desapercibido, tanto para los medios como para la leal oposición municipal postcarmenista. En ese día, sábado y penúltimo de la Feria del Libro, estaba anunciado un homenaje a Almudena Grandes, en el que estaba prevista la participación de algunos de sus lectores leyendo textos suyos, además de la intervención de Luis García Montero, su viudo, así como de otras personas. Resulta que, al terminar la calurosa mañana, se hizo público un extraño comunicado del Ayuntamiento de Madrid. Este informaba de que ese día, por razones meteorológicas, debido a las altas temperaturas, el parque cerraría sus puertas desde las 19 horas. Esta alocución, carecía de cualquier sentido, en tanto que a esa hora comenzaba a bajar la temperatura. Tras las protestas de los libreros, el Ayuntamiento rectificó, pudiendo los asistentes al homenaje a Almudena disfrutar de él, así como los visitantes de la feria, y los usuarios del parque en espera de la disminución de la temperatura.

Este esperpéntico anuncio municipal, se puede comprender desde la negación del equipo municipal del PP, y, en particular, del ínclito alcalde Martínez-Almeida, a reconocer la aportación de la escritora y de su íntima relación con Madrid. Con posterioridad a su muerte, le fue negado el reconocimiento a su obra, llegando incluso a descalificarla mediante el recurso al único modo de expresión que tiene la clase política madrileña, como es el zasca. El alcalde utilizó un tono tajante para descalificar a Almudena, en un tono semejante al utilizado por esta élite al tratar con sus subordinados, cumpliendo así con el mandato que ellos mismos se han asignado: saber mandar.

Con posterioridad, el grupo de “carmenistas” escindidos de Mas Madrid, que proporciona un apoyo vital al alcalde para avalar sus proyectos, forzaron que la escritora fuera declarada “hija predilecta de Madrid”, en un acto al que no acudieron las autoridades municipales. El estilo del grupo de gestores municipales que sustenta lo que en este blog se denomina como “el complejo de suelo”, formado por un dispositivo de financieros, constructores, propietarios de suelo y gentes de negocios, se muestra invariable, y es sintetizado por la líder de este conglomerado, Isabel Díaz Ayuso, que exhibe impúdicamente tanto sus malos modos como su extravagante  imaginario.

El ínclito alcalde, representa un verdadero estereotipo de su casta social que se especifica en el cliché de “nacidos para triunfar”, cuestión que se encuentra determinada por el sistema de relaciones sociales tejidas en torno a su cuna. Las posiciones sociales asociadas a los negocios del activo complejo del suelo, se heredan y se reproducen en un conjunto de espacios de élite, en el que concurren sus emprendedores miembros para intercambiar informaciones, calcular los negocios y cerrar los acuerdos. Mi padre, en la sociedad del franquismo duro solía decir que en las familias pudientes, los listos se dedicaban a los negocios privados y los menos dotados de inteligencia, se orientaban a los puestos estatales.  Esta pauta ha sido reelaborada en el milagro madrileño de los últimos cuarenta años. Ahora la carrera estándar es hacer una oposición de élite del estado, para después desarrollar una carrera política, que implica tejer acuerdos con los incansables de los negocios.

Así, Madrid es una ciudad peculiar, en la que la élite del complejo del suelo detenta el privilegio de no madrugar. Pasado el mediodía, las gentes de los negocios hacen acto de presencia en sus oficinas, pero los lugares de encuentro ideales son las marisquerías, las tabernas de lujo y los restaurantes distinguidos y con encanto. En estos locales convergen las gentes de los negocios, siempre atentos para capturar algún indicio que pueda ser imaginado como negocio para después ser cerrado. Las horas centrales del día devienen en tiempos donde concurren estos avispados activistas del lucro, constituyéndose como lugares hiperfrecuentados, tanto por gentes del mercado, como de las altas instancias del estado. Así se configura el modo madrileño de vida, que concita la convergencia del ocio y los negocios.

El alcalde es hiperfrecuentador de las marisquerías distinguidas, así como de otros locales de la hostelería de élite, constituidas como contenedores de los acuerdos comerciales. En estos locales, revive la condición de autoridad, mediante el trato especial que proporcionan los camareros y los dueños de los locales a sus distinguidos huéspedes. Allí, la condición de señor es recreada de un modo que alcanza la excelencia. Los participantes en estos encuentros de élite se tratan mutuamente de don, y la cordialidad adquiere una condición mística. Los pequeños obsequios representan una señal de distinción que termina por ser un verdadero arte. La marisquería simboliza el sublime don de saber estar como un señor en este mundo social de Madrid, protegido ante las miradas indiscretas de las personas externas a esa red social de la distinción de los negocios. Personajes como Carromero, Casado, y la misma Ayuso, no pueden ser comprendidos en su integridad desde el exterior de su carrera iniciática en el laberinto de la hostelería de la excelencia.

La barra es un espacio especial, en el que se intercambian miradas y palabras entre los selectos clientes. Este es un lugar para exponerse a los avizorados ojos de los presentes, que se encuentran atentos a las señales de los demás para ejecutar sus actos de reconocimiento social y sus trueques. Este es el lugar del intercambio fugaz de las palabras en las que viajan los estereotipos. Es por eso que la barra es un receptor de los zascas y comentarios del día, que son confirmados y reelaborados por los ilustres presentes. Imagino al alcalde en ese lugar, ejerciendo fugazmente su reinado, en tanto que se encuentra dotado de la competencia suprema de hacer favores.

En este proceloso mundo de la hostelería de cinco estrellas, la distorsión con respecto a la valoración de una obra como la de Almudena Grandes es irremediablemente afectada por el ambiente. Los libros tienen otro tiempo que el de las conversaciones en las barras o los rápidos encuentros protocolarios entre socios. De este modo, las alusiones a la escritora adoptan la forma de la sentencia de un juicio sumarísimo de antaño, en el que se descalifica integralmente a la misma y su obra. Con frecuencia, el factor desencadenante de esta condena tiene su origen en alguna de sus columnas, que por efecto de halo se extiende a toda su obra, puesto que tan atareados críticos carecen del hábito de la lectura de libros. En la barra, las transacciones lingüísticas  son breves y contundentes, siendo así poco propensas a valoraciones más sosegadas. Por esta razón Ayuso ejerce la dirección comunicativa de este conglomerado de locales en los que se recepcionan y comentan sus zascas

Pero la derecha económica, sociológica y política madrileña y su dominio de las instituciones durante tantos años no pueden entenderse sin considerar a la izquierda. Desde siempre, esta no ha sabido resolver la coexistencia con las direcciones nacionales de los partidos, arraigadas en Madrid y celosas de cualquier competencia. Así, los conflictos latentes y manifiestos en el PP y PSOE de todas las épocas lo atestigua. Pedro Sánchez, que actúa como El Supremo -tal y como lo califica Gregorio Morán-  ha reestructurado el partido para convertirlo en un dispositivo de apoyo mecánico a su persona. Los líderes madrileños son seleccionados mediante el criterio de la lealtad debida. Esta política ha lastrado gravemente el potencial del partido. Gabilondo y Franco han visualizado los efectos perversos de esta dependencia de La Moncloa. El partido se ha instalado en una senda de pérdidas constantes y acumulativas, terminando por ser desplazado en las últimas elecciones del segundo puesto.

Pero la calamidad de la izquierda madrileña se encuentra determinada por el efecto corrosivo de las instituciones del régimen sobre sus élites. El asunto CajaMadrid, que desvela un proceso de institucionalización de los partidos y sindicatos, cuyas élites disfrutan los beneficios económicos de la institución financiera. El escándalo de la corrupción a gran escala de la que se benefician concertadamente todas las élites partidarias y sindicales, se encuentra simbolizado en la figura de Moral Santín, líder de IU y creativo actor de una nueva versión de la nomenklatura comunista en el capitalismo español desbocado de principio de siglo XXI. El corporatismo de la clase  política llegó a afectar a uno de los intelectuales más sólidos de la nueva democracia: Virgilio Zapatero, profesor universitario con una obra acreditada que terminó su carrera como beneficiario de tarjeta black.

Este episodio, al margen de otras consideraciones, muestra inequívocamente la ausencia integral de cualquier control organizacional sobre las élites partidarias convertidas en banqueros amateur o “consejeros” de instituciones poderosas. Esta práctica denota una desviación total de la izquierda, beneficiaria del nuevo estado democrático que les convierte en una suerte de miniempresarios financieros. Este episodio permite imaginar el deterioro inmenso en todos los planos de las viejas organizaciones de la izquierda, convertidas en beneficiarias del generoso leviatán. Un acontecimiento así, necesita de una fuerte conmoción interna que propicie una regeneración. Esto no ha sucedido. Por el contrario, las organizaciones políticas y sindicales han pasado página protegiendo a sus líderes beneficiarios. En el fondo de esta cuestión se encuentra una izquierda en la que se pueden distinguir dos condiciones: Comisionistas y dietistas. Estas adoptan distintas formas, pero desde esta perspectiva se puede comprender la ausencia de energía derivada de la carencia de un proyecto. El cuantioso peculio de los líderes presentes en las instituciones del estado, no mueve a las bases. Este es el fundamento de lo que generosamente se puede calificar como desfondamiento de la izquierda.

Pero este golpe terrible tiene lugar en la reactivación general derivada del 15 M, la constitución de Podemos y la revuelta del 2014. En esta se constituyen nuevos partidos y confluencias que aterrizan en las instituciones. Un indicador puede alertar acerca de la atomización de la nueva izquierda. En todos los procesos, incluyendo el recientísimo de4 las elecciones andaluzas, las candidaturas de la nueva izquierda obtienen menos escaños que el número de partidos aspirantes. El desplome de las convergencias con alguna excepción tan sólo cuatro años después, presenta en Madrid la faz de una catástrofe política. La candidatura ganadora que coloca a Carmena como alcaldesa se fracciona en mil pedazos que instituyen la lucha de todos contra todos. El éxodo es inevitable, así como la bifurcación múltiple que posibilita el traslado de muchos de ellos a las instancias estatales disponibles. El célebre caso de Mauricio Sánchez Valiente en el Ministerio de Igualdad es paradigmático.

El abandono de Carmena y la confrontación sin cuartel entre facciones ha terminado por exiliar a la nueva izquierda madrileña de los mundos sociales sobre los que se ha asentado. La deriva de Mas Madrid, convertida en la fuerza hegemónica de la izquierda, es lastrada por el pecado original de la fuga de sus líderes: Carmena y Errejón se fugan de las instituciones municipales y autonómicas, instaurando una mala premonición. Pero la nueva izquierda, concentrada en la confluencia que llevó a Carmena a la alcaldía, ha seguido su tradición y ha desatado las violencias cainitas y el autoritarismo en su interior.

El asunto Caja Madrid,  El ocaso del PSOE madrileño, el techo bajo de sus candidaturas y las luchas internas, confluyen generando un “espíritu” de la izquierda madrileña anclado en la derrota que erosiona su proyecto. Pero el aspecto más negativo radica en su transformación de sus seguidores en un sector de la opinión pública que se manifiesta como audiencia televisiva. Las instituciones se configuran como una fábrica de acontecimientos mediatizables en forma de zascas, memes, imágenes y vídeos que alimentan la programación.  La paradoja más cruel de la izquierda radica en que sus líderes espirituales son El Gran Wyoming, Anabel Alonso, Sacristán y otras distinguidas gentes de las industrias culturales. La confrontación ideológica derecha-izquierda tiene lugar en las programaciones de las teles, y se encuentra excluida de la Academia o la producción cultural.

En una situación así, Esperanza Aguirre primero, y otros después, aprendieron a lidiar con Gonzo, Évole y otros reporteros incómodos. Almeida, que se define como  “aguirrista”, ha incorporado a su perfil las artes elusivas de los reporteros-cómicos de la izquierda. Su función de ejercer el control absoluto de la institución municipal y del mundo de los negocios asociados que se fraguan en la hostelería dura, se encuentra facilitada por el tipo de oposición cómico-humorística ejercida por los próceres del espectáculo televisivo. Desde esta perspectiva se pueden comprender los malos modos que ha ejercido en el caso de Almudena Grandes. Esta era una persona importante en el clan de oposición cómica a la derecha. Pero ella practicaba el género de las columnas periodísticas, en las que creaba argumentos que alimentaban los guiones de las funciones de los cómicos. Así terminó por ser la bestia negra de la derecha madrileña radical. La fatal reversión de la izquierda representada en la figura de Moral Santín, así como la nueva izquierda autodestructiva que reclama el protagonismo de su propio suicidio político.

En un viaje a Vigo hace muchos años, visitando el puerto y las lonjas, nos informaron que los mejores pescados y mariscos salían directamente para Madrid. Entonces ignoraba que las marisquerías son los espacios preferentes de fusión del estado y el mercado, así como de disolución de las fronteras políticas, en este caso entre el PP y Vox. Imagino a Almeida tras ser informado de la joya gastronómica exquisita del día “ Manolo, pues saca unos percebes”

 

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