El pasado
sábado 12 de junio tuvo lugar un importante acontecimiento que ha pasado
desapercibido, tanto para los medios como para la leal oposición municipal
postcarmenista. En ese día, sábado y penúltimo de la Feria del Libro, estaba
anunciado un homenaje a Almudena Grandes, en el que estaba prevista la
participación de algunos de sus lectores leyendo textos suyos, además de la
intervención de Luis García Montero, su viudo, así como de otras personas.
Resulta que, al terminar la calurosa mañana, se hizo público un extraño
comunicado del Ayuntamiento de Madrid. Este informaba de que ese día, por
razones meteorológicas, debido a las altas temperaturas, el parque cerraría sus
puertas desde las 19 horas. Esta alocución, carecía de cualquier sentido, en
tanto que a esa hora comenzaba a bajar la temperatura. Tras las protestas de
los libreros, el Ayuntamiento rectificó, pudiendo los asistentes al homenaje a
Almudena disfrutar de él, así como los visitantes de la feria, y los usuarios
del parque en espera de la disminución de la temperatura.
Este
esperpéntico anuncio municipal, se puede comprender desde la negación del
equipo municipal del PP, y, en particular, del ínclito alcalde Martínez-Almeida,
a reconocer la aportación de la escritora y de su íntima relación con Madrid.
Con posterioridad a su muerte, le fue negado el reconocimiento a su obra,
llegando incluso a descalificarla mediante el recurso al único modo de
expresión que tiene la clase política madrileña, como es el zasca. El alcalde
utilizó un tono tajante para descalificar a Almudena, en un tono semejante al
utilizado por esta élite al tratar con sus subordinados, cumpliendo así con el
mandato que ellos mismos se han asignado: saber mandar.
Con
posterioridad, el grupo de “carmenistas” escindidos de Mas Madrid, que
proporciona un apoyo vital al alcalde para avalar sus proyectos, forzaron que
la escritora fuera declarada “hija predilecta de Madrid”, en un acto al que no
acudieron las autoridades municipales. El estilo del grupo de gestores
municipales que sustenta lo que en este blog se denomina como “el complejo de
suelo”, formado por un dispositivo de financieros, constructores, propietarios
de suelo y gentes de negocios, se muestra invariable, y es sintetizado por la
líder de este conglomerado, Isabel Díaz Ayuso, que exhibe impúdicamente tanto
sus malos modos como su extravagante
imaginario.
El ínclito
alcalde, representa un verdadero estereotipo de su casta social que se
especifica en el cliché de “nacidos para triunfar”, cuestión que se encuentra
determinada por el sistema de relaciones sociales tejidas en torno a su cuna.
Las posiciones sociales asociadas a los negocios del activo complejo del suelo,
se heredan y se reproducen en un conjunto de espacios de élite, en el que
concurren sus emprendedores miembros para intercambiar informaciones, calcular
los negocios y cerrar los acuerdos. Mi padre, en la sociedad del franquismo
duro solía decir que en las familias pudientes, los listos se dedicaban a los
negocios privados y los menos dotados de inteligencia, se orientaban a los
puestos estatales. Esta pauta ha sido
reelaborada en el milagro madrileño de los últimos cuarenta años. Ahora la
carrera estándar es hacer una oposición de élite del estado, para después
desarrollar una carrera política, que implica tejer acuerdos con los
incansables de los negocios.
Así, Madrid
es una ciudad peculiar, en la que la élite del complejo del suelo detenta el
privilegio de no madrugar. Pasado el mediodía, las gentes de los negocios hacen
acto de presencia en sus oficinas, pero los lugares de encuentro ideales son
las marisquerías, las tabernas de lujo y los restaurantes distinguidos y con
encanto. En estos locales convergen las gentes de los negocios, siempre atentos
para capturar algún indicio que pueda ser imaginado como negocio para después
ser cerrado. Las horas centrales del día devienen en tiempos donde concurren
estos avispados activistas del lucro, constituyéndose como lugares
hiperfrecuentados, tanto por gentes del mercado, como de las altas instancias
del estado. Así se configura el modo madrileño de vida, que concita la
convergencia del ocio y los negocios.
El alcalde
es hiperfrecuentador de las marisquerías distinguidas, así como de otros
locales de la hostelería de élite, constituidas como contenedores de los
acuerdos comerciales. En estos locales, revive la condición de autoridad,
mediante el trato especial que proporcionan los camareros y los dueños de los
locales a sus distinguidos huéspedes. Allí, la condición de señor es recreada
de un modo que alcanza la excelencia. Los participantes en estos encuentros de
élite se tratan mutuamente de don, y la cordialidad adquiere una condición
mística. Los pequeños obsequios representan una señal de distinción que termina
por ser un verdadero arte. La marisquería simboliza el sublime don de saber
estar como un señor en este mundo social de Madrid, protegido ante las miradas
indiscretas de las personas externas a esa red social de la distinción de los
negocios. Personajes como Carromero, Casado, y la misma Ayuso, no pueden ser
comprendidos en su integridad desde el exterior de su carrera iniciática en el
laberinto de la hostelería de la excelencia.
La barra es
un espacio especial, en el que se intercambian miradas y palabras entre los
selectos clientes. Este es un lugar para exponerse a los avizorados ojos de los
presentes, que se encuentran atentos a las señales de los demás para ejecutar
sus actos de reconocimiento social y sus trueques. Este es el lugar del
intercambio fugaz de las palabras en las que viajan los estereotipos. Es por
eso que la barra es un receptor de los zascas y comentarios del día, que son
confirmados y reelaborados por los ilustres presentes. Imagino al alcalde en
ese lugar, ejerciendo fugazmente su reinado, en tanto que se encuentra dotado
de la competencia suprema de hacer favores.
En este
proceloso mundo de la hostelería de cinco estrellas, la distorsión con respecto
a la valoración de una obra como la de Almudena Grandes es irremediablemente
afectada por el ambiente. Los libros tienen otro tiempo que el de las
conversaciones en las barras o los rápidos encuentros protocolarios entre
socios. De este modo, las alusiones a la escritora adoptan la forma de la
sentencia de un juicio sumarísimo de antaño, en el que se descalifica
integralmente a la misma y su obra. Con frecuencia, el factor desencadenante de
esta condena tiene su origen en alguna de sus columnas, que por efecto de halo
se extiende a toda su obra, puesto que tan atareados críticos carecen del
hábito de la lectura de libros. En la barra, las transacciones
lingüísticas son breves y contundentes,
siendo así poco propensas a valoraciones más sosegadas. Por esta razón Ayuso
ejerce la dirección comunicativa de este conglomerado de locales en los que se
recepcionan y comentan sus zascas
Pero la
derecha económica, sociológica y política madrileña y su dominio de las
instituciones durante tantos años no pueden entenderse sin considerar a la
izquierda. Desde siempre, esta no ha sabido resolver la coexistencia con las
direcciones nacionales de los partidos, arraigadas en Madrid y celosas de
cualquier competencia. Así, los conflictos latentes y manifiestos en el PP y
PSOE de todas las épocas lo atestigua. Pedro Sánchez, que actúa como El Supremo
-tal y como lo califica Gregorio Morán- ha reestructurado el partido para convertirlo
en un dispositivo de apoyo mecánico a su persona. Los líderes madrileños son
seleccionados mediante el criterio de la lealtad debida. Esta política ha
lastrado gravemente el potencial del partido. Gabilondo y Franco han
visualizado los efectos perversos de esta dependencia de La Moncloa. El partido
se ha instalado en una senda de pérdidas constantes y acumulativas, terminando
por ser desplazado en las últimas elecciones del segundo puesto.
Pero la
calamidad de la izquierda madrileña se encuentra determinada por el efecto
corrosivo de las instituciones del régimen sobre sus élites. El asunto
CajaMadrid, que desvela un proceso de institucionalización de los partidos y
sindicatos, cuyas élites disfrutan los beneficios económicos de la institución
financiera. El escándalo de la corrupción a gran escala de la que se benefician
concertadamente todas las élites partidarias y sindicales, se encuentra
simbolizado en la figura de Moral Santín, líder de IU y creativo actor de una
nueva versión de la nomenklatura comunista en el capitalismo español desbocado
de principio de siglo XXI. El corporatismo de la clase política llegó a afectar a uno de los
intelectuales más sólidos de la nueva democracia: Virgilio Zapatero, profesor
universitario con una obra acreditada que terminó su carrera como beneficiario
de tarjeta black.
Este
episodio, al margen de otras consideraciones, muestra inequívocamente la
ausencia integral de cualquier control organizacional sobre las élites
partidarias convertidas en banqueros amateur o “consejeros” de instituciones
poderosas. Esta práctica denota una desviación total de la izquierda,
beneficiaria del nuevo estado democrático que les convierte en una suerte de
miniempresarios financieros. Este episodio permite imaginar el deterioro
inmenso en todos los planos de las viejas organizaciones de la izquierda,
convertidas en beneficiarias del generoso leviatán. Un acontecimiento así,
necesita de una fuerte conmoción interna que propicie una regeneración. Esto no
ha sucedido. Por el contrario, las organizaciones políticas y sindicales han
pasado página protegiendo a sus líderes beneficiarios. En el fondo de esta
cuestión se encuentra una izquierda en la que se pueden distinguir dos
condiciones: Comisionistas y dietistas. Estas adoptan distintas formas, pero
desde esta perspectiva se puede comprender la ausencia de energía derivada de
la carencia de un proyecto. El cuantioso peculio de los líderes presentes en las
instituciones del estado, no mueve a las bases. Este es el fundamento de lo que
generosamente se puede calificar como desfondamiento de la izquierda.
Pero este
golpe terrible tiene lugar en la reactivación general derivada del 15 M, la
constitución de Podemos y la revuelta del 2014. En esta se constituyen nuevos
partidos y confluencias que aterrizan en las instituciones. Un indicador puede
alertar acerca de la atomización de la nueva izquierda. En todos los procesos,
incluyendo el recientísimo de4 las elecciones andaluzas, las candidaturas de la
nueva izquierda obtienen menos escaños que el número de partidos aspirantes. El
desplome de las convergencias con alguna excepción tan sólo cuatro años
después, presenta en Madrid la faz de una catástrofe política. La candidatura
ganadora que coloca a Carmena como alcaldesa se fracciona en mil pedazos que
instituyen la lucha de todos contra todos. El éxodo es inevitable, así como la
bifurcación múltiple que posibilita el traslado de muchos de ellos a las
instancias estatales disponibles. El célebre caso de Mauricio Sánchez Valiente
en el Ministerio de Igualdad es paradigmático.
El abandono
de Carmena y la confrontación sin cuartel entre facciones ha terminado por
exiliar a la nueva izquierda madrileña de los mundos sociales sobre los que se
ha asentado. La deriva de Mas Madrid, convertida en la fuerza hegemónica de la
izquierda, es lastrada por el pecado original de la fuga de sus líderes:
Carmena y Errejón se fugan de las instituciones municipales y autonómicas, instaurando
una mala premonición. Pero la nueva izquierda, concentrada en la confluencia
que llevó a Carmena a la alcaldía, ha seguido su tradición y ha desatado las
violencias cainitas y el autoritarismo en su interior.
El asunto
Caja Madrid, El ocaso del PSOE
madrileño, el techo bajo de sus candidaturas y las luchas internas, confluyen
generando un “espíritu” de la izquierda madrileña anclado en la derrota que
erosiona su proyecto. Pero el aspecto más negativo radica en su transformación
de sus seguidores en un sector de la opinión pública que se manifiesta como
audiencia televisiva. Las instituciones se configuran como una fábrica de
acontecimientos mediatizables en forma de zascas, memes, imágenes y vídeos que
alimentan la programación. La paradoja
más cruel de la izquierda radica en que sus líderes espirituales son El Gran
Wyoming, Anabel Alonso, Sacristán y otras distinguidas gentes de las industrias
culturales. La confrontación ideológica derecha-izquierda tiene lugar en las
programaciones de las teles, y se encuentra excluida de la Academia o la
producción cultural.
En una
situación así, Esperanza Aguirre primero, y otros después, aprendieron a lidiar
con Gonzo, Évole y otros reporteros incómodos. Almeida, que se define como “aguirrista”, ha incorporado a su perfil las
artes elusivas de los reporteros-cómicos de la izquierda. Su función de ejercer
el control absoluto de la institución municipal y del mundo de los negocios
asociados que se fraguan en la hostelería dura, se encuentra facilitada por el tipo
de oposición cómico-humorística ejercida por los próceres del espectáculo
televisivo. Desde esta perspectiva se pueden comprender los malos modos que ha
ejercido en el caso de Almudena Grandes. Esta era una persona importante en el
clan de oposición cómica a la derecha. Pero ella practicaba el género de las
columnas periodísticas, en las que creaba argumentos que alimentaban los
guiones de las funciones de los cómicos. Así terminó por ser la bestia negra de
la derecha madrileña radical. La fatal reversión de la izquierda representada
en la figura de Moral Santín, así como la nueva izquierda autodestructiva que
reclama el protagonismo de su propio suicidio político.
En un viaje
a Vigo hace muchos años, visitando el puerto y las lonjas, nos informaron que
los mejores pescados y mariscos salían directamente para Madrid. Entonces
ignoraba que las marisquerías son los espacios preferentes de fusión del estado
y el mercado, así como de disolución de las fronteras políticas, en este caso
entre el PP y Vox. Imagino a Almeida tras ser informado de la joya gastronómica
exquisita del día “ Manolo, pues saca unos percebes”
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