Ni es tan difícil descubrir a qué se
debe ese fracaso de las revoluciones: es que, por afán realista, emplean para
sus fines las mismas armas del Orden que querían derrocar, no digo ya espadas o
bombas, sino la legislatura, la fe en la Persona, las de los Amos que derriben
o repongan y las de la gente, sus ansias y necesidades personales, confundidas
con lo que quedaba de pueblo indómito, y la fe en el futuro, en que también la
revolución tiene sus fines; que es lo que lleva la revolución a su fin: “toma
el poder” como decían los militantes de mi adolescencia y así el Poder no cae,
sino que cambia de sitio y color[…] y así la rebelión contra el Poder mismo
queda asimilada, desvirtuada y muerta.
Muerta nunca del todo: sigue siendo
posible luchar contra la Fe, la del Amo y la de uno mismo, por más difícil y
largo que sea descreer y dejar que lo que nos queda de pueblo vivo diga “No”,
que es lo que sabe hacer, y que el NO haga lo que pueda.
Agustín
García Calvo
La dimisión
de Mónica Oltra, tras su imputación por encubridora de un delito de abusos
sexuales a una menor tutelada ( y recluida) es un acontecimiento que trasciende
su singularidad, para inscribirse en la espectacular caída de la nueva
izquierda nacida en 2014, que converge en el proyecto de una reforma radical del
deteriorado régimen del 78. El éxito de Podemos en las elecciones europeas de
2014, abrió un proceso que concluyó con un gran éxito en las elecciones
generales de 2015 y municipales y autonómicas de ese año prodigioso. Tras
instalarse en los parlamentos, en los años siguientes comienza el declive de
esta izquierda, que muestra la vulnerabilidad de su programa y la caducidad de
sus métodos y repertorios de acción
política. En todas las partes se desatan luchas internas de una gran crueldad,
que eliminan a no pocos dirigentes y afiliados, y producen la multiplicación de
las siglas y los movimientos de contingentes militantes.
La recesión
electoral resultante es disfrazada por su integración en un gobierno de
coalición con el PSOE en 2019, justamente cuando su influencia y recesión
organizativa deviene en menguante. En esta situación se intensifican los
abandonos y las salidas, que muestran unos imaginarios y métodos partidarios
que representan una versión posmoderna de la vetusta III Internacional. El mal
clima alcanza el éxtasis en el presente, haciéndose patente en Andalucía, donde
la lucha interna alcanza una intensidad inusitada y dos candidaturas que
practican el juego de la eliminación. Como ejemplo del grado de descomposición
de los reformadores de 2014, la impúdica discusión pública entre Antonio
Maestre y Pablo Iglesias, que se desafían a debates públicos para desvelar a
qué poderosos de los medios se acoge cada uno (Roures y Florentino/Ferreras). El mal estilo y el fantasma de la autodestrucción comparece
en la superficie sin cortapisas. Imagino lo que hubiera pensado simón Sánchez
Montero y otros resistentes al franquismo de este rango si hubieran presenciado
este dislate narcisista.
En estas
coordenadas cabe comprender el asunto de Oltra. En síntesis, representa lo que
García Calvo afirma en la cita que abre este texto: Emplean las mismas armas
del orden que pretenden derrocar. Oltra ha desarrollado una gran parte de su
biografía política en la confrontación con una élite terrible, la oligarquía
valenciana de Zaplana, Camps y Barberá. La afirmación del insigne historiador
de la revolución rusa Isaac Deutscher, que entiende que en una confrontación
prolongada con un poder desmesurado, este termina por transferir sus métodos y
supuestos a sus rivales, se hace factible. Este es el código para comprender
las actuaciones de Oltra en este asunto: Entiende que el problema se debe a la
acción de un enemigo exterior y solo los tribunales pueden juzgar el delito;
los demás, están inhabilitados para decir, tratando de instituir un denso
silencio sobre el cierre de sus acólitos. El libreto del viejo PP en una nueva
versión.
Desde la
perspectiva de la sociología y criminología crítica, se abre camino a la conceptualización
de un tipo especial de delitos: Los de los poderosos. Estos disponen de
cuantiosos recursos para influir en las definiciones de estos, y también en su
tratamiento penal, de modo que influyan en las decisiones de los tribunales o
amortigüen las sentencias. El capitalismo global ha propiciado la proliferación
de delitos cometidos por autoridades económicas y políticas. En España, el
Régimen del 78 ha sido espléndido, ofreciendo un repertorio de poderosos que
han terminado en los tribunales. Mario Conde o Ruiz Mateos son figuras insignes
de estas élites superdotadas en su defensa, pero también Rato, Matas, Bárcenas,
Chaves, Griñán y otros muchos.
Así, los
tribunales acreditan sus limitaciones para resolver los delitos de los
poderosos, de forma que la relación entre las fechorías y las sentencias
sanciona severamente la proporcionalidad: menguadas condenas para tan
prodigiosas transgresiones. El caso De Urdangarín es un icono de esta escasa
productividad. No es de extrañar que la exvicepresidenta valenciana se acoja a
esta instancia, como hicieron sus predecesores, con la esperanza de repetir el
éxito de un personaje de la categoría de Camps. De este modo se adhiere a uno
de los elementos más perniciosos del régimen del 78 que se proponía modificar,
como es la elusión de las responsabilidades políticas, en la certeza de que
todo se dirima en los tribunales. Tomás Díaz Ayuso es el último beneficiario de
este privilegio de los poderosos.
Los abusos
sexuales a la niña tutelada, tuvieron lugar en una institución total. En esta,
la vulnerabilidad jurídica de las poblaciones recluidas y tratadas es colosal.
Sobre ellos pesa un estigma monumental y la cultura del personal que los
custodia se funda en unos supuestos y sentidos basados en la sospecha permanente
de los internos. Las tensiones entre ambos son permanentes y son frecuentes los
conflictos de muy distinta índole entre los mismos. Como consecuencia de esta
realidad, estos centros están protegidos de las miradas exteriores y el
personal se cierra completamente al entorno. Por esta razón, el poder efectivo
de las autoridades se encuentra constreñido por ese silencio y resistencia a la
intrusión externa por parte del personal. El resultado es que cualquier
acontecimiento producido en su interior presenta unas dificultades enormes de
ser visibilizado y analizado.
Así las
investigaciones por parte de autoridades externas se encuentran con una
resistencia macroscópica difícil de gestionar. El caso de la ínclita Cifuentes
en la Universidad Carlos III evidencia el espesor de las solidaridades
internas, de los silencios y las complicidades, así como los poderes internos
intimidatorios. De este modo se hace inteligible que la institución no
denunciase, para después desplegar una resistencia encomiable en la protección
del compañero. He vivido situaciones así en la universidad, en el ejército, en
las instituciones sanitarias y en otras semejantes. Precisamente, uno de los
elementos que configuran ese tsunami que se ha abatido sobre todas las
organizaciones, y que se denomina como “nueva gestión pública”, tiene como
finalidad central deshacer las solidaridades pétreas entre los profesionales y
empleados de estas instituciones.
Por
consiguiente, la definición de este problema, desde mi perspectiva, no es tanto
jurídica, como que el comportamiento de Oltra ante el mismo, se puede encajar
en el molde de “nueva zarina valenciana”. Como autoridad administrativa y
política máxima, ha escondido el problema, reforzando así a los profesionales y
empleados. Este ha sido convertido en un secreto, de modo que todas las miradas
externas han sido calificadas en el molde de “el enemigo exterior”. No niego la
envergadura de los medios de la extrema derecha procaz, que han explotado su
oportunidad. Pero esta no es la cuestión. Esta radica en la gestión política de
un abuso mayúsculo de poder en una institución total. Y esta gestión ha sido
fatal, incomprensible desde las coordenadas de la izquierda y menos aún del
feminismo.
Oltra se ha
sentido amenazada y ha tratado este problema orientada a conservar su
privilegiada posición de vicepresidenta y a conjurar a sus enemigos, eludiendo
todos los controles y amenazando con derribar todo el templo en el caso de no
obtener respaldo. Estos acelerados días ha mostrado un repertorio aciago de
prácticas de un mal gobierno, contribuyendo al derrumbe de la nueva izquierda
del 2014, mostrando la ausencia de un proyecto viable de cambio en las
organizaciones. Así, su contribución a una izquierda, que solo actúa sobre el
producto final de las instituciones: leyes, subvenciones y medidas
administrativas, en ausencia de un proyecto de mejora de las mismas,
destrozadas a día de hoy por la transición letal del modelo burocrático al de
nueva gestión pública, evidencia la superficialidad de cualquier cambio en
profundidad.
La
vicepresidenta ha explotado de las competencias asociadas a su posición
institucional, en la convicción de que era posible redefinir el problema y
expulsarlo de su realidad. En esta secuencia no sólo ha intensificado las malas
prácticas de gobierno, sino que ella misma ha deshumanizado a la víctima,
tratándola como si fuera un expediente administrativo. Así ha reinventado su
mismo programa político, que dice inspirarse en mejorar la vida de la gente,
descubriendo que quien moleste no es parte de la gente. La perniciosa fórmula
que ha creado, que se puede materializar en la fórmula “La gente menos tú”,
remite a un nepotismo vinculado a la élite valenciana precedente.
Pero lo peor
radica en su talante autoritario y su histrionismo expresivo. Sus actuaciones
ante los medios han carecido de espesor institucional, llegando a extremos
insólitos en la práctica de un liderazgo tóxico. Ciertamente, su estado
psicológico se muestra tormentoso, y su incapacidad de encajar el golpe le
aproxima a la valenciana “señora Rita”, exalcaldesa de Valencia, que reaccionó
negando las realidades de su gestión, interpretando que las críticas a esta se
debían a la acción demoníaca de los enemigos exteriores.
La mala
gestión de este problema por parte de Oltra ha desvelado la metamorfosis que ha
experimentado Compromís, común a la nueva izquierda de 2014. El partido inserto
en la administración, ha mostrado su núcleo duro de altos y medianos cargos que
han mostrado la adhesión incondicional a la lideresa sin grieta alguna. Así, no
sólo cancelan el pluralismo, inseparable de cualquier colectivo, sino que se
muestran como un competente grupo de interés, que actúa concertadamente y sin
fisuras frente a sus rivales. La reaparición pública de Baldoví, que ante las
cámaras amenaza a sus socios de coalición mediante la fórmula “Si nos tocan a
una nos tocan a todos”, es elocuente en la caracterización del imaginario de
este partido. Se trata de una asociación para promocionar los intereses de sus
miembros.
La gran
amenaza que supone este affaire, junto a su percepción, no como mala práctica
de gobierno sino como “ataque” desde el exterior, ha determinado lo que se
entiende como clausura organizacional, es decir, un cierre efectivo de los
canales de comunicación con el exterior, lo cual produce una gravísima
distorsión del conocimiento y de la forma de conocer. El resultado es la
activación de un estado emocional explosivo, en el que se multiplican los
enemigos. Las palabras de Mónica atribuyendo a sus socios de coalición la
intencionalidad de eliminarles son una verdadera joya para la psicología social
de lo que representa una alteración de la percepción.
En ese
estado colectivo de peligro tiene lugar la ceremonia del baile ante las
cámaras, que representa un verdadero exorcismo con respecto a sus malvados
enemigos. Los dirigentes se presentan en estado de éxtasis, con sus rostros
encendidos por la cohesión grupal como forma de conjura de los demonios que se
han inmiscuido en su realidad. Días después, cuando presenta la dimisión, el
estado de exaltación deviene en estado colectivo de depresión, como es común a
algunos procesos críticos en organizaciones. Los rostros de la cúpula
comparecen expresando el catálogo de emociones negativas. En esta situación de
depresión colectiva ha aparecido el principio de realidad y los mil cargos del
partido han aceptado su continuidad mediante el sacrificio de la lideresa.
No puedo
concluir sin aludir a un elemento pernicioso común a esta nueva izquierda. Se
trata de utilizar lenguajes emancipadores del nuevo anticapitalismo en
contextos en los que los mismos hablantes practican modelos antitéticos. Así,
Oltra, vicepresidenta del gobierno valenciano que exhibe su fuerza
institucional para aplastar a una chica tutelada-recluida, una don nadie que no
merece ni siquiera el privilegio de formar parte de la mitológica gente, dice a
sus acólitos que ahora tenemos que hablar entre nosotras, sororidad, y tenemos
que cuidarnos. La distorsión adquiere proporciones cósmicas. Esta es una
perversión típica de esta izquierda. Durante algunos años, todos los que eran
abrazados por Iglesias eran expulsados sin piedad a las tinieblas exteriores.
El libro de Errejón,”Con todo”, es una verdadera joya en la caracterización de
lo que denomina como “estalinismo cuqui”.
Lo peor de
esta historia es el previsible final. En él puede concurrir un buen desenlace
jurídico con un desastre político, el retorno de los brujos del PP a la
Generalitat. Ignoro si estos le harán un monumento a Mónica Oltra en
agradecimiento. Pero lo peor es que aterrizarán sobre las mismas instituciones
que dejaron, las esculpidas por la nueva gestión pública sometida a un racionamiento
tan drástico que las sitúa en la indigencia. El mítico cambio es fantasioso, lo
único que no cambiará es que Baldoví seguirá siendo diputado y que el pueblo
vivo de García Calvo seguirá diciendo no, pero con menos vigor.