viernes, 27 de mayo de 2022

VIVIR POR ENCIMA DE TUS POSIBILIDADES

 

Guíate en todas las circunstancias y gobiérnate por lo real. No está lejano el día en que tengamos un cuerpo de gobernantes imbuidos de realismo y ese gobierno estará integrado por jefes de negociado, realistas que obligarán a las gentes a vivir de acuerdo con la realidad y descartando cuanto no sea realidad

Charles Dickens

La lapidaria frase del título de esta entrada condensa el imaginario de las clases altas en España, que han presenciado el ascenso de los niveles de consumo de las clases subalternas desde los años sesenta, conformando un modesto ascensor social que ha desembarcado en su territorio a nuevos contingentes llegados de las tierras definidas por la necesidad. Este ascensor se ha ido restringiendo desde el comienzo del siglo XXI, debido a la conformación de una nueva sociedad dual, que erige barreras muy poderosas entre las clases sociales, renovando al alza el sistema de credenciales necesarias para llegar a la tierra prometida de la abundancia económica y la versión nacional de lo que Forster denomina como “sociedad invernadero”. Los habitantes de las tierras altas conservan su rencor a los ascendidos

Esta sentencia que valoraba como desmesura la integración de amplias capas de la población en los estándares de consumo, generó una réplica muy contundente en los contingentes de personas movilizados, primero en la secuencia del 15 M, y después en la conmoción política y electoral de 2014, que concluyó con la paradoja de que se consumó el acceso al gobierno de las fuerzas motrices de esa transformación, justamente cuando se encontraban en un receso manifiesto. La verdad es que el gobierno más progresista de la historia ha representado una inversión con respecto a su postulado principal: en vez de ampliar su base electoral por efecto de sus “medidas sociales”, sus apoyos se erosionan y decrecen significativamente, configurando su destitución irremediable por una derecha dura fundada en el axioma de una nueva versión del regreso al pasado. Su propuesta radica en recuperar la sentencia de “vivís por encima de vuestras posibilidades”.

Uno de los factores esenciales  que explican la recesión electoral radica en la autorreclusión de los aspirantes a la gran reforma del régimen de 2014 en el gobierno y sus dispositivos de comunicación. Las distorsiones derivadas de vivir en ese mundo cerrado, que se asemeja a la célebre casa de Gran Hermano, en la que los residentes son vistos por todos pero no pueden visualizar su exterior, son irreparables. De modo que la comunicación elaborada y emitida por sus propios gabinetes de comunicación, termina por ser asumida por tan ilustrados emisores como la realidad. Ellos mismos sobrevaloran los impactos de sus “medidas sociales”, ignorando a los grandes contingentes de población subalterna que se encuentran en el exterior de las mismas.

Escribo este texto desde Madrid, lugar en el que muchas empresas, propietarios de pisos y otras especies que habitan en el ecosistema social del mercado, practican concertadamente una cacería en la que los depredados son los considerados como gentes que “viven por encima de sus posibilidades”. Así, cuando los portavoces del gobierno encerrado en su torre de marfil anuncian alguna prodigiosa medida social, ellos despliegan su fuego cruzado implacable sobre los supuestos beneficiarios para capturar “el chavico” con el que han sido agraciados. Así, cuando alguno de los robinhoodes que pueblan el consejo de ministros sale a la palestra para anunciar alguna medida social, tiemblo esperando sus consecuencias. Estas se pueden sintetizar en la fórmula de todos los dispositivos caen implacablemente sobre cada uno de los supuestamente agraciados.

Este efecto perverso monumental, se hace inteligible por la marcada dualización existente, que se materializa en esta sencilla fórmula “Ellos tienen el gobierno, nosotros tenemos el mercado, además de los tribunales”. De este modo se manifiesta la gran verdad de la época, que se manifiesta en la omnipotencia del mercado. El acceso de los sobrevivientes del arca de Noé de 2014 al gobierno, refuerza su ausentación creciente de los suelos sociales, de modo que el campo político se reconfigura mediante un debilitamiento suicida de los movimientos sociales, que se reconvierten a un sector de seguidores audiovisuales del espectáculo político, renunciando a su fuerza como factor influyente en el campo político. Así, para la trama de grupos de interés que puebla el mercado, es sencillo aplastar uno a uno a los supuestos beneficiarios, así como torear a la ínclita audiencia progresista refugiada en informativos y programas que se alinean con tan generosos dadores de bienes.

La evaporación de los movimientos sociales, así como de las iniciativas múltiples procedentes de la sociedad civil, genera un vacío político que tiene como efecto la intensificación de las fantasías gubernamentales, ahora integradas en el nuevo molde del pedrismo-yolandismo. Pero el factor más adverso radica en que la misma base social de la izquierda se comprime y transforma, dando lugar a verdaderos partidos de cargos. Así, una sociología de la izquierda del presente, tendría que conceptualizar las categorías de “cazacarteras ministeriales; cazaescaños parlamentarios; cazaasesorías; cazadirectivos de empresas públicas, así como otras especies menores polarizadas a la ubicación en pedazos de estado. A estos cabe añadir las especies que habitan en el sistema comunicativo, en las distintas cuotas correspondientes a la izquierda.

Esta situación propicia una reversión gradual de todas las reformas emprendidas. La gran sociedad deviene en un espacio controlado por las instituciones de la individuación neoliberal: la gestión, los recursos humanos, el marketing, la publicidad sagrada, las narrativas de la mediatización a la carta y en el encierro doméstico; las de la conducción psi y las de la nueva medicalización, entre otras. En la tangente de este gran escenario, se hace visible una burbuja en la que el gobierno transacciona y pacta con agentes sociales que se encuentran deslocalizados, tal y como los sindicatos, que confieren un rango fantasmagórico a la acción política.

El resultado es que cada uno se encuentra localizado en un locus atravesado por todas estas instituciones, en tanto que es apelado por los espíritus gubernamentales que resuenan en la comunicación de masas progresista. Esta situación es marcadamente esquizofrénica. En tanto que se disparan los precios y se contraen las estructuras del viejo estado del bienestar, cada uno es un depósito sobre el que se vierten las imaginaciones de los magos de la burbuja gubernamental. La decepción, la desesperanza y el hastío parecen inevitables. En un contexto así se hace factible el ascenso de la derecha radical que recupera el imaginario de los últimos años del franquismo: Bienestar económico acompañado de restricción de derechos.

En este escenario se perfila la vuelta de los que piensan que vivimos por encima de nuestras posibilidades, sucediendo a los que nos han obsequiado con una narrativa ficcional. Una gran masa de trabajadores de servicios empobrecidos; de contingentes de jóvenes acampados en la larga espera de los doctorados y másters; de sectores laborales que habitan las tierras del mercado de trabajo coaccionado;  de inquilinos sometidos a las crecientemente duras condiciones de los mercados de la vivienda; de gentes distintas que tienen que vérselas cotidianamente “cara a cara” con distintas instituciones de la individuación; de poblaciones receptoras de ayudas; de pacientes enfrentados a un menguante sistema público de salud; de víctimas de estas situaciones que fragilizan su estado personal y mental… Todos estos sectores son los olvidados de la política ficcional progresista.

Por el contrario, las narrativas gubernamentales fantasiosas sí tienen como destinatarios a aquellos sectores laborales y profesionales ya instalados en el sector público: médicos, enfermeras, profesores, técnicos de servicios sociales, funcionarios  o los primeros contingentes psi llegados a estas tierras. Estos muestran su capacidad adaptativa a la gran depresión de la reconversión neoliberal del estado, mediante su capacitación colectiva para comprender los verbos que estructuran estas comunicaciones: Mantener; reforzar; implementar…Al fin y al cabo mantienen su núcleo de interés, que radica en el mantenimiento de su trabajo, aunque las condiciones sean decrecientes. Estos sí saben que han vivido por encima de sus posibilidades y que, a partir de ahora, no se cubrirán las bajas y serán damnificados por la gran sobrecarga resultante de la reducción del viejo estado del bienestar. Estas gentes sí que están bien dotadas del don divino del realismo.

Así se genera una dualización adicional. He conocido en mis devaneos madrileños a muchas de estas personas ubicadas ahora en la otra orilla. Me ha impresionado en particular la biografía de un taxista que fue trabajador estable en el diario El País, siendo eliminado en una reconversión laboral. Esta fue su edad de oro. Después atravesó una frontera y se hizo conductor de Cabify, un oficio durísimo en relación con el anterior. Con posterioridad terminó como asalariado en el taxi, desde donde tiene la capacidad de comprender su inevitable reemplazo por los operarios de la uberización. Una larga conversación con una persona así permite comprender la multiplicidad y  ubicuidad de las fronteras sociales.

También he podido conversar pausadamente con una antaño empleada del Corte Inglés, en funciones de reposición, que ahora pide limosna en la puerta de un super del barrio de Salamanca. Su visión del mundo es muy rica tras la caída al vacío que ha experimentado. Estas personas, que conforman el variado mundo postfordista de la desindustrialización, son poco propensas a interesarse por las ficciones de la videopolítica y sus héroes de quita y pon. Su terrible verdad radica en su convicción de que para ellos es lo mismo sea quien sea el titular del gobierno. A efectos de este texto y reforzando su título, ellos sí que son conscientes de que han vivido por encima de sus posibilidades. Esta es la sustancia de la significación del progresismo vigente, que tiene su raíz en el obamamismo  demócrata norteamericano. Su distancia con un conjunto de capas sociales penalizadas por la nueva economía y las instituciones de la individuación es macroscópica. 

Las fantasmagorías comunicativas de los gobiernos obamamistas del presente les dificultan ubicarse en la tierra, de modo que se muestran incapaces de comprender la llegada de los nuevos fascismos o trumpismos. Desde sus coordenadas los entienden como la llegada desde el espacio de un nuevo mal. Y es pecisamente lo contrario, estos peligros nacen precisamente en el suelo.

 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias Juan por compartir tus miradas de la realidad. Me parece un texto muy profundo y necesario para mejorar las posibilidades de una acción transformadora emancipatoria, en el que llamas la atención sobre aspectos clave de la realidad, que son generalmente ignorados por otros actores que nominalmente se supone que también están en las tareas de transformación emancipatoria...

    De todas formas esas tareas nos competen a muchos otros y en ese contexto creo que tus miradas son muy valiosas.

    Un abrazo.
    Jesús

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