En la mañana
del pasado jueves me encontraba en la calle O´Donnell de Madrid, en un barrio
de alto nivel social. Un africano joven transitaba por la calle y solicitaba
una ayuda económica explicando su desesperada situación. Lo hacía sólo a las
mujeres. Sus formas eran prudentes y las paraba sin interferir su trayectoria y
conservando una distancia personal considerable. Su comportamiento se alejaba
del concepto de pedir, tan común en las sociedades desarrolladas y se inscribía
en otra cosa, solicitar ayuda, tratando de promover una conversación que
facilitase su objetivo. A las que se paraban, no las asediaba, sino que, por el
contrario, facilitaba una salida.
Entonces se
encontró con una mujer de unos sesenta años, portadora de una elegancia y lo
que se entiende como señorío considerable. Ella se paró y escuchó su petición.
Inmediatamente después, con una voz fuerte y segura le dijo “Hijo, si todos los
que pasamos por aquí no tenemos nada, porque tenemos un gobierno que acapara
todo y nos deja sin nada”. El africano, supongo que su experiencia le había
preparado para manejarse en situaciones difíciles de inferioridad, así como en
una gama de situaciones absurdas, se acababa de enfrentar con el “no va más”
del cinismo y de la jungla social que encarnan tan bien los depredadores
españoles de las clases medias altas y altas. No pude evitar recordar alguna
secuencia de “Los Santos Inocentes” protagonizada por el señorito Iván, ahora
que ha fallecido Juan Diego.
La
afirmación de la señora aprovechando su cara a cara con el africano expresa una
verdadera inmanencia de las posiciones sociales elevadas españolas, tan
asociadas al franquismo. Los impuestos son entendidos como parte de un saqueo
realizado por el Estado, que erosiona así los patrimonios personales, que
suelen proceder de un conjunto diverso de operaciones familiares para constituir
y reforzar a los mismos. En este proceso de constitución de “lo mío, lo
nuestro”, las rentas salariales sólo representan una parte de dichas
operaciones. Estas son complementadas con el tráfico de las rentas que descansa
sobre el principio sagrado de los negocios. También, una buena administración
del patrimonio personal descansa sobre la maximización de los bajos salarios y
servicios del personal subalterno que habita en las casas y los negocios del
insigne gestor de su patrimonio.
Así se
constituye un patrimonio cuantioso que se reproduce mediante operaciones
financieras que aprovechan una oportunidad, pero que en el día a día están
regidas por la máxima formulada por el dueño de Mercadona, “céntimo a céntimo”.
Tener la competencia de detectar las oportunidades en inversiones o compras,
así como gestionar con mano de hierro los costes salariales de sus subalternos
es esencial para formar parte de esa opulenta zona social. Se trata de sumar
céntimo a céntimo, defendiendo su peculio firmemente en todas las interacciones
con los otros, elevados al mismo nivel que el estado recaudador de impuestos.
Cada interlocutor es visto como un competidor amenazante al patrimonio
personal. La vida deviene en el arte de la defensa de lo mío, de lo nuestro
familiar.
En muchas
ocasiones deambulo en mi vida diaria por zonas de excelsitud social, y me
precio de conocer a las gentes de este zoo privilegiado. Al igual que la señora
de la calle O´Donnell, muchos expresan con contundencia sus posicionamientos
políticos. Lo hacen intensamente y se rigen por la venganza sobre sus
adversarios. En este sentido, escucho casi diariamente críticas salidas de tono
a Carmena, o comentarios irreproducibles contra Mónica García, Iglesias y otros
compañeros de viaje. Aprovechan cualquier oportunidad para sacar el tema y
sancionar una condena moral severa a las gentes de la izquierda. Pedro Sánchez
es el preferido como objeto de la montaña de insultos, acusaciones y
recusaciones.
El 10 de
septiembre de 2016, publiqué en este blog un texto que pretendía conceptualizar
este resentimiento de la derecha política de siempre. Su título era “Losseñores y los levantaos. Una historia del postfranquismo”. En él analizaba la
conmoción que en la estratificación social había tenido el impacto de la
industrialización, terciarización y burocratización que comienza en los años
sesenta, y que crea una nueva clase social de allegados a la abundancia
económica. En la transición política de finales de los ochenta, estos se
identifican con los numerosos contingentes de gentes de izquierda que
experimentan una movilidad social ascendente y se instalan en altas posiciones
de la constelación estatal. En Andalucía, a estas gentes se les denomina como
“los levantaos”.
Se pueden
explicar algunas características del postfranquismo mediante la confrontación
de los señores de siempre y los levantaos. La ocupación de distintos gobiernos
por estos suscita un rencor indudable entre los excelsos de cuna. La
complejidad de esta confrontación, que
adquiere un variado repertorio de formas, muchas de ellas sutiles, ha sido analizada
den este blog en septiembre de 2018, "Sociología de los pobladores de las
tierras altas. Las derechas." Pero la instalación de la estratificación social
en las mentes se ubica en la vida cotidiana. En octubre de 2016 presenté aquí
el misterioso caso que viví en primera persona al incorporarme al INSALUD de
Cantabria en 1983. Allí todos llamaban Fernando a Fernando Lamata, el director
tan laborioso y fecundo, que había aterrizado allí tras la victoria del PSOe en
octubre de 1982. Por el contrario, todos llamábamos Don Miguel a un inspector
médico cuya profesionalidad y estado personal era una auténtica ruina. Pero
como portador de sus trajes y sus modos aristocráticos mostraba inequívocamente
su cuna de oro.
Los gestores
de su patrimonio desarrollan la cotidianeidad mediante el siguiente esquema:
las cordiales relaciones de los próximos familiares unidos por el cemento del
patrimonio común y la red de intercambios que lo sustenta, frente a dureza con
los subalternos y desconocidos. En los encuentros cara a cara con estos
últimos, es menester imponerse tajantemente. Así, estos gestores tienen que
adquirir un alto nivel en la competencia de ganar los encuentros cara a cara,
cultivando una personalidad fuerte que es movilizada con los habitantes de las
tierras bajas y con los desconocidos. La primera cualidad requerida es saber
ejercer el mando en la vida diaria.
Tengo una
propensión inevitable a situarme en aquellos espacios en los que se hace
visible esta pauta de comportamiento. En los encuentros en verdulerías,
pescaderías y carnicerías, en donde, paradójicamente, defienden heroicamente el
“céntimo a céntimo, haciendo gala de su pétrea avaricia, así como la de
sobreponerse sin consideración a los intereses de la otra parte. La generosidad
se traslada en régimen de monopolio al interior de su red de intercambios
familiares sobre el espacio formado en el encuentro familia/propiedad. Pero el
mejor lugar para observar la apoteosis de “lo mío” y la defensa de la frontera
con el extraño amenazante es la cola de la caja del híper. En este espacio, los
gestores de su patrimonio desarrollan una gran variedad de tácticas preventivas
y defensivas frente a los contiguos, considerados como posibles vulneradores de
la frontera. Allí blindan con su cuerpo el final de su cadena de compras,
establecen un dique con su cuerpo cuando pagan, y vigilan activamente la compra
del siguiente consumidor.
Así se
conforma una peculiar antropología cotidiana de los gestores de su propio
patrimonio. La extensión electoral de la derecha y su reconversión mediante la
consolidación de los duros, o de los auténticos, representados en Vox, ampara
su salida a las calles y sus presencias en la vida cotidiana. Muchos trabajadores
de servicios, empleados domésticos y otras clases de interlocutores, pueden
atestiguar la subida de volumen de esta categoría de excelsos de la cuna. Así,
los calificativos sublimes que asignan la condición de “buenas personas” a los
gerentes económicos y familiares de sí”, proliferan en esos escenarios y
conversaciones cotidianas. Eso sucede en tanto que la protección de sus
posiciones se sustenta en los altavoces que proclaman la bajada de impuestos,
que antecede a la bajada de sueldos y la vuelta a su origen de los subalternos
múltiples.
En Madrid se
hace patente el bloque de gestores de su patrimonio que sustenta el discurso de
Isabel Díaz Ayuso. Esta fundamenta su popularidad y adhesiones en su ferocidad
en los encuentros con sus enemigos, considerados como una variante degradada de
los convencionales levantaos de los ochenta y noventa. Se entiende este tiempo
como “reconquista” en el espacio político de la preeminencia de los poseedores
de patrimonios cuantiosos, los cuales son explicados como resultado de la valía
de sus titulares. Así, se fragua, junto al retorno de un fascismo macro,
diferenciado del fascismo clásico, la proliferación de un conjunto de
microfascismos insertos en las relaciones sociales cotidianas. Esta situación
se especifica en los pronósticos electorales en mi querida Andalucía. Se espera
la victoria contundente de la derecha con la aportación de un veinte por ciento
de votos de Vox. Después del verano espero que de muchos de los encuentros
cotidianos salga humo por la virulencia aplazada de los gestores de su propio
patrimonio.
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