miércoles, 11 de mayo de 2022

LA EQUOLIZACIÓN DE LA IZQUIERDA

 


La candidatura de la izquierda de más allá del pesoe a las próximas elecciones andaluzas se ha estrenado mediante una chapuza gigantesca que denota la fragilidad de su proyecto y el estado confusional de sus direcciones y organizaciones, que se constituyen en una elocuente aplicación de la teoría de las catástrofes enunciada por René Thom. El régimen del 78 reafirmó a las dos grandes formaciones de la izquierda, pesoe e izquierda unida, que se mantuvieron relativamente estables hasta la crisis de 2008. En el curso de  esta, la izquierda se partió en mil pedazos que recompuso Podemos en 2014. En los años siguientes regresó la apoteosis de lo centrífugo, lo que ha generado la descomposición de las grandes formaciones en pequeños grupos que comparecen en las vísperas de las elecciones reclamando simultáneamente la unidad y la maximización de su cuota. Las luchas internas de exterminio resultan de este proceso, de la existencia de distintos clanes que compiten por cuotas institucionales generando conflictos que expresan inequívocamente un inmenso vacío de proyecto.

Una de las formaciones presentes en estas alianzas, que paradójica y cómicamente se autodenominan como “convergencias” es Equo. Este es un colectivo que se funda en la idea-fuerte del ecologismo, pero su programa no es suficientemente específico y desarrollado. El valor con el que ha comparecido en las distintas confluencias, resulta de un exiguo 1% de voto asegurado, que, debido a los condicionantes del sistema D´Hondt, inclinan a las formaciones grandes a incluirlos en las candidaturas unitarias para no dispersar el exiguo voto. Así se configuran unas relaciones “unitarias” que desde siempre han resultado fatales para las coaliciones.

Izquierda Unida fue el proyecto matriz de convergencia. En sus orígenes históricos, agrupó al partido comunista junto a la menguada Izquierda Socialista de Pablo Castellano y otros minúsculos partidos y colectivos. Esta experiencia resultó rotundamente fracasada. El PC orilló a los pequeños y los deglutió sin miramientos, como manda la sagrada tradición histórica. Con posterioridad, otros pequeños grupos se instalaron en este espacio y fueron absorbidos por la fuerza centrípeta del viejo PC. Uno de ellos es precisamente, Equo. Este tuvo que vivir la dura experiencia de habitar en el confín institucional de IU, en el que la relegación alcanza su plenitud.

En 2014, la reunión de varias tendencias animadas por la crisis del régimen y la emergencia de un nuevo anticapitalismo, cristaliza en Podemos. Tras el fulgor inicial y los éxitos electorales hasta el 16, el desembarco en las instituciones deterioradas conduce al derrumbe, que tiene lugar mediante una generalizada lucha interna de todos contra todos. La candidatura municipal presidida por Carmena sigue el mismo camino letal tras ganar las elecciones. La transfiguración de los líderes, que devienen en dirigismos personalistas esculpidos en hierro que terminan por romper las convergencias en mil pedazos, imponiendo en las candidaturas la ley del más fuerte. Los menores de todas las clases son brutalmente avasallados y ninguneados al modo tradicional imperante en los viejos partidos de la III Internacional. Los errejonistas y anticapitalistas son arrojados al congelado exterior.

En este perverso proceso, Equo resulta ganador, en tanto que las feroces luchas internas son mucho más suaves que en la vieja IU, donde el ninguneo de los pequeños termina en una suerte de congelación política. Al tiempo, en los pedazos menores resultantes de la descomposición, tienen lugar procesos semejantes de liderazgos unívocos y homogeneización estricta. Así se reconfigura la izquierda como un conjunto de clanes familiares y locales presididos por directivos dotados de visibilidad mediática. La cuota mediática de los cabezas de lista de los clanes es determinante en el momento de la berrea electoral. Los feroces competidores de Podemos están menos dotados que los apparatchiks de IU, dotados de unas competencias puestas a prueba en mil guerras internas. La supervivencia en estas, dota a sus titulares de unas cualidades encomiables en el arte de la eliminación de los rivales.

El devenir de Equo la ha configurado como un pequeño partido, cuyo programa es un cajón de sastre listo para ser reinsertado en cualquier programa. Así, primero aliados de los pablistas, después de los errejonistas, y también de cualquier proyecto. De este modo instauran un modelo de coalición de fuerzas enclenques, cuyos programas son tan generales que son aptos en cualquier contexto. La carrera exitosa de Equo en distintas coaliciones ha determinado la aparición de varios clones menores, que se hacen factibles en un contexto presidido por la ausencia de un proyecto político sólido. Parece inevitable que, en esas condiciones, las coaliciones se desintegren como ha ocurrido en Andalucía en las últimas legislaturas, así como la reactivación de luchas internas por los cargos y recursos disponibles, siempre escasos frente a la abundancia de pretendientes.

El problema de la izquierda radica en su incapacidad de rehacer un proyecto político a la altura de la complejidad y las exigencias del capitalismo contemporáneo. Fracasado rotundamente el experimento de las revoluciones del siglo XX, que convergen inevitablemente en el glacial “socialismo real”, así como la desaparición de los grandes partidos comunistas de los años setenta, la izquierda postcomunista se ha convertido en un extraño injerto presente en el sistema político español. Podemos significó, en sus orígenes, la posibilidad de cristalizar un gran proyecto de una nueva izquierda, pero su estrepitoso derrumbe muestra la debilidad radical de sus capacidades de interpretar la situación histórica y de proponer transformaciones.

Desde esta perspectiva se puede hacer inteligible lo que ocurre en Andalucía, así como se puede pronosticar lo que va a suceder. El proyecto de la izquierda fragmentada se encuentra estructurado en torno a un conjunto de tópicos, estereotipos, ideas generales y buenos propósitos. Pero los análisis del presente son extraordinariamente deficitarios y centrados en lo que se entiende como política, que es confinada en el interior de unas instituciones autorreferenciales y conectadas con el exterior mediante un sistema mediático que impone sus narrativas radicalmente especializadas en un saber, la politología, que es laminado y separado del conjunto social. Así, los politólogos y los operadores mediáticos construyen un sistema de supuestos y sentidos que elude el avance y la instalación sobre los suelos sociales de las instituciones que ejecutan las grandes reformas neoliberales. En este magma politológico se difuminan los procesos esenciales y adquieren un protagonismo desmedido cuestiones institucionales de rango menor.

La inexistencia de un proyecto sólido y a la altura del presente favorece la trivialización política y su conversión en videopolítica, que confiere una entidad macroscópica a rivalidades personales y otros factores semejantes, en detrimento de los procesos esenciales. Los sesgos y cegueras de las gentes de izquierdas que viven en ese falso palacio de cristal, adquieren una magnitud extraordinaria. La inteligencia colectiva de esa izquierda es extremadamente menguada y desfigurada, prestando atención sólo a las cuestiones del día que afectan a su sobrevivencia. En ese extraño medio parece imposible un proceso de reflexión general. Sus atribulados componentes viven como testigos de una secuencia de cambios que ante sus desviadas miradas aparecen como inverosímiles. Así, la prodigiosa comparecencia en el próximo mes de las dos vírgenes icónicas sevillanas, La Esperanza y La Macarena, desborda su capacidad de comprender, reduciendo así la eficacia de sus comunicaciones y acciones. Desnortados y perplejos, es lógico que se refugien en el espacio interior y la convergencia devenga en canibalismo brutal.

El modelo de Equo es transferido al conjunto de organizaciones de la izquierda: tras su programa generalista se encuentra su incapacidad de enfrentarse a la inmovilidad o el retroceso durante tantos años. Los casos patéticos de Inés Sabanés o Juancho López de Uralde ilustran el bloqueo radical del proyecto y los configuran como verdaderas ruinas. El espíritu de Equo es el de la aceptación del estancamiento de su proyecto con el paso del tiempo, lo que no impide que litiguen ardorosamente en los procesos de configuración de las listas, así como su inevitable desintegración posterior. Ambos comparecen como náufragos ilustres en los procesos de ruptura de las coaliciones débiles.

Sin un proyecto viable que los avale, que siempre garantiza la cristalización de un gran partido, el porvenir de estas coaliciones entre colectivos jibarizados está escrito. Se encuentran abocados a una lucha cruel por las migajas institucionales. El problema de fondo radica en que los partidos-matriz de la izquierda se sustentan en códigos genéticos de sociedades muy anteriores y diferenciadas de las del presente. Son sobrevivientes de una era histórica caducada. Un impulso nuevo solo puede provenir de un acontecimiento exterior que catalice las energías. Cuando en las elecciones de 1977, siendo yo mismo un activo cuadro del PCE, los publicistas nos dijeron que era preciso sustituir el color rojo tradicional de las banderas, por uno en un tono menor, imaginé que esta cuestión tenía una significación mayor de lo que parecía. Efectivamente, lo que proponían era un funeral honorable del pasado para vivir el nuevo presente.

Con el paso de los años han terminado inmiscuidos en divorcios tumultuosos y generalizados. Por lo menos, son portadores de una demanda de un nuevo mercado en torno a las figuras de los mediadores familiares. En su caso, los mediadores de las coaliciones.

 

1 comentario:

  1. Acierta plenamente Juan Irigoyen cuando achaca a la izquierda su incapacidad de articular un "proyecto político a la altura de las exigencias del presente" Como muestra un botón: En mi ciudad, en una entrevista concedida al periódico local el único edil de I.U (en la anterior corporación municipal eran dos) dice que "lo que hay que hacer es crear el espacio de Yolanda Díaz ¿? (los puntos de interrogación son míos), un espacio de cambio en la izquierda (el enésimo), un proceso de escucha con mucho protagonismo de la sociedad civil" Estos personalismos dicen mucho de la trivialización de la política en general y de la desorientación de la izquierda institucional en particular, la cual parece aferrarse al "efecto Yolanda Díaz" como tabla de salvación, todo un fracaso resultante de su carencia de cualquier proyecto político serio que vaya más allá de personalismos y egos. Un saludo para el autor del blog. Cristina.

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