La
candidatura de la izquierda de más allá del pesoe a las próximas elecciones
andaluzas se ha estrenado mediante una chapuza gigantesca que denota la
fragilidad de su proyecto y el estado confusional de sus direcciones y
organizaciones, que se constituyen en una elocuente aplicación de la teoría de
las catástrofes enunciada por René Thom. El régimen del 78 reafirmó a las dos
grandes formaciones de la izquierda, pesoe e izquierda unida, que se mantuvieron
relativamente estables hasta la crisis de 2008. En el curso de esta, la izquierda se partió en mil pedazos
que recompuso Podemos en 2014. En los años siguientes regresó la apoteosis de
lo centrífugo, lo que ha generado la descomposición de las grandes formaciones
en pequeños grupos que comparecen en las vísperas de las elecciones reclamando
simultáneamente la unidad y la maximización de su cuota. Las luchas internas de
exterminio resultan de este proceso, de la existencia de distintos clanes que
compiten por cuotas institucionales generando conflictos que expresan
inequívocamente un inmenso vacío de proyecto.
Una de las
formaciones presentes en estas alianzas, que paradójica y cómicamente se
autodenominan como “convergencias” es Equo. Este es un colectivo que se funda
en la idea-fuerte del ecologismo, pero su programa no es suficientemente
específico y desarrollado. El valor con el que ha comparecido en las distintas
confluencias, resulta de un exiguo 1% de voto asegurado, que, debido a los
condicionantes del sistema D´Hondt, inclinan a las formaciones grandes a
incluirlos en las candidaturas unitarias para no dispersar el exiguo voto. Así
se configuran unas relaciones “unitarias” que desde siempre han resultado
fatales para las coaliciones.
Izquierda
Unida fue el proyecto matriz de convergencia. En sus orígenes históricos,
agrupó al partido comunista junto a la menguada Izquierda Socialista de Pablo
Castellano y otros minúsculos partidos y colectivos. Esta experiencia resultó
rotundamente fracasada. El PC orilló a los pequeños y los deglutió sin
miramientos, como manda la sagrada tradición histórica. Con posterioridad,
otros pequeños grupos se instalaron en este espacio y fueron absorbidos por la
fuerza centrípeta del viejo PC. Uno de ellos es precisamente, Equo. Este tuvo
que vivir la dura experiencia de habitar en el confín institucional de IU, en
el que la relegación alcanza su plenitud.
En 2014, la
reunión de varias tendencias animadas por la crisis del régimen y la emergencia
de un nuevo anticapitalismo, cristaliza en Podemos. Tras el fulgor inicial y
los éxitos electorales hasta el 16, el desembarco en las instituciones
deterioradas conduce al derrumbe, que tiene lugar mediante una generalizada
lucha interna de todos contra todos. La candidatura municipal presidida por
Carmena sigue el mismo camino letal tras ganar las elecciones. La
transfiguración de los líderes, que devienen en dirigismos personalistas
esculpidos en hierro que terminan por romper las convergencias en mil pedazos,
imponiendo en las candidaturas la ley del más fuerte. Los menores de todas las
clases son brutalmente avasallados y ninguneados al modo tradicional imperante
en los viejos partidos de la III Internacional. Los errejonistas y
anticapitalistas son arrojados al congelado exterior.
En este
perverso proceso, Equo resulta ganador, en tanto que las feroces luchas
internas son mucho más suaves que en la vieja IU, donde el ninguneo de los
pequeños termina en una suerte de congelación política. Al tiempo, en los
pedazos menores resultantes de la descomposición, tienen lugar procesos
semejantes de liderazgos unívocos y homogeneización estricta. Así se
reconfigura la izquierda como un conjunto de clanes familiares y locales
presididos por directivos dotados de visibilidad mediática. La cuota mediática
de los cabezas de lista de los clanes es determinante en el momento de la
berrea electoral. Los feroces competidores de Podemos están menos dotados que
los apparatchiks de IU, dotados
de unas competencias puestas a prueba en mil guerras internas. La supervivencia
en estas, dota a sus titulares de unas cualidades encomiables en el arte de la
eliminación de los rivales.
El devenir de Equo la ha configurado como un pequeño partido, cuyo
programa es un cajón de sastre listo para ser reinsertado en cualquier programa.
Así, primero aliados de los pablistas, después de los errejonistas, y también
de cualquier proyecto. De este modo instauran un modelo de coalición de fuerzas
enclenques, cuyos programas son tan generales que son aptos en cualquier contexto.
La carrera exitosa de Equo en distintas coaliciones ha determinado la aparición
de varios clones menores, que se hacen factibles en un contexto presidido por
la ausencia de un proyecto político sólido. Parece inevitable que, en esas
condiciones, las coaliciones se desintegren como ha ocurrido en Andalucía en
las últimas legislaturas, así como la reactivación de luchas internas por los
cargos y recursos disponibles, siempre escasos frente a la abundancia de
pretendientes.
El problema de la izquierda radica en su incapacidad de rehacer un
proyecto político a la altura de la complejidad y las exigencias del
capitalismo contemporáneo. Fracasado rotundamente el experimento de las
revoluciones del siglo XX, que convergen inevitablemente en el glacial “socialismo
real”, así como la desaparición de los grandes partidos comunistas de los años
setenta, la izquierda postcomunista se ha convertido en un extraño injerto presente
en el sistema político español. Podemos significó, en sus orígenes, la
posibilidad de cristalizar un gran proyecto de una nueva izquierda, pero su
estrepitoso derrumbe muestra la debilidad radical de sus capacidades de
interpretar la situación histórica y de proponer transformaciones.
Desde esta perspectiva se puede hacer inteligible lo que ocurre en
Andalucía, así como se puede pronosticar lo que va a suceder. El proyecto de la
izquierda fragmentada se encuentra estructurado en torno a un conjunto de
tópicos, estereotipos, ideas generales y buenos propósitos. Pero los análisis
del presente son extraordinariamente deficitarios y centrados en lo que se
entiende como política, que es confinada en el interior de unas instituciones
autorreferenciales y conectadas con el exterior mediante un sistema mediático
que impone sus narrativas radicalmente especializadas en un saber, la
politología, que es laminado y separado del conjunto social. Así, los
politólogos y los operadores mediáticos construyen un sistema de supuestos y
sentidos que elude el avance y la instalación sobre los suelos sociales de las
instituciones que ejecutan las grandes reformas neoliberales. En este magma
politológico se difuminan los procesos esenciales y adquieren un protagonismo
desmedido cuestiones institucionales de rango menor.
La inexistencia de un proyecto sólido y a la altura del presente favorece
la trivialización política y su conversión en videopolítica, que confiere una
entidad macroscópica a rivalidades personales y otros factores semejantes, en
detrimento de los procesos esenciales. Los sesgos y cegueras de las gentes de
izquierdas que viven en ese falso palacio de cristal, adquieren una magnitud
extraordinaria. La inteligencia colectiva de esa izquierda es extremadamente
menguada y desfigurada, prestando atención sólo a las cuestiones del día que
afectan a su sobrevivencia. En ese extraño medio parece imposible un proceso de
reflexión general. Sus atribulados componentes viven como testigos de una
secuencia de cambios que ante sus desviadas miradas aparecen como inverosímiles.
Así, la prodigiosa comparecencia en el próximo mes de las dos vírgenes icónicas
sevillanas, La Esperanza y La Macarena, desborda su capacidad de comprender,
reduciendo así la eficacia de sus comunicaciones y acciones. Desnortados y
perplejos, es lógico que se refugien en el espacio interior y la convergencia
devenga en canibalismo brutal.
El modelo de Equo es transferido al conjunto de organizaciones de la
izquierda: tras su programa generalista se encuentra su incapacidad de
enfrentarse a la inmovilidad o el retroceso durante tantos años. Los casos
patéticos de Inés Sabanés o Juancho López de Uralde ilustran el bloqueo radical
del proyecto y los configuran como verdaderas ruinas. El espíritu de Equo es el
de la aceptación del estancamiento de su proyecto con el paso del tiempo, lo
que no impide que litiguen ardorosamente en los procesos de configuración de
las listas, así como su inevitable desintegración posterior. Ambos comparecen
como náufragos ilustres en los procesos de ruptura de las coaliciones débiles.
Sin un proyecto viable que los avale, que siempre garantiza la
cristalización de un gran partido, el porvenir de estas coaliciones entre
colectivos jibarizados está escrito. Se encuentran abocados a una lucha cruel
por las migajas institucionales. El problema de fondo radica en que los
partidos-matriz de la izquierda se sustentan en códigos genéticos de sociedades
muy anteriores y diferenciadas de las del presente. Son sobrevivientes de una
era histórica caducada. Un impulso nuevo solo puede provenir de un
acontecimiento exterior que catalice las energías. Cuando en las elecciones de
1977, siendo yo mismo un activo cuadro del PCE, los publicistas nos dijeron que
era preciso sustituir el color rojo tradicional de las banderas, por uno en un tono
menor, imaginé que esta cuestión tenía una significación mayor de lo que
parecía. Efectivamente, lo que proponían era un funeral honorable del pasado
para vivir el nuevo presente.
Con el paso de los años han terminado inmiscuidos en divorcios tumultuosos
y generalizados. Por lo menos, son portadores de una demanda de un nuevo
mercado en torno a las figuras de los mediadores familiares. En su caso, los
mediadores de las coaliciones.
Acierta plenamente Juan Irigoyen cuando achaca a la izquierda su incapacidad de articular un "proyecto político a la altura de las exigencias del presente" Como muestra un botón: En mi ciudad, en una entrevista concedida al periódico local el único edil de I.U (en la anterior corporación municipal eran dos) dice que "lo que hay que hacer es crear el espacio de Yolanda Díaz ¿? (los puntos de interrogación son míos), un espacio de cambio en la izquierda (el enésimo), un proceso de escucha con mucho protagonismo de la sociedad civil" Estos personalismos dicen mucho de la trivialización de la política en general y de la desorientación de la izquierda institucional en particular, la cual parece aferrarse al "efecto Yolanda Díaz" como tabla de salvación, todo un fracaso resultante de su carencia de cualquier proyecto político serio que vaya más allá de personalismos y egos. Un saludo para el autor del blog. Cristina.
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