La
institución medicina solo se puede comprender en su integralidad desde el
contexto histórico en el que se inscribe. En los últimos treinta años se han
producido un conjunto de transformaciones que han cristalizado en lo que Franco
Berardi Bifo denomina como semiocapitalismo. Este se caracteriza porque su
motor económico fundamental radica en las emociones y los signos. La semiosfera
es un espacio trascendente que se encuentra sobrecargado por flujos de
comunicaciones procedentes de la fusión de la televisión y las redes digitales.
Las personas se encuentran sumidas en la semiosfera, comunicadas por varias
pantallas interconectadas y gobernadas por una potentísima máquina algorítmica.
Estos
cambios reestructuran radicalmente la institución medicina. Esta ha vivido
relativamente ajena a su entorno, gestionando una alta demanda social que no
necesitaba de estimulación comunicativa. En este tiempo, la comunicación con
los pacientes tenía lugar mediante la evocación de la “educación sanitaria”,
que implica una transmisión de información técnico-profesional sobre las
enfermedades, administrada a los pacientes de forma vertical y unidireccional.
En este contexto de relativo sosiego comparece el torrente de novedades
diagnósticas y terapéuticas salidos del nuevo sistema tecnológico. Este proceso
estimula un nuevo sistema de comunicación de novedades con formatos propios de
la época. Pero se puede afirmar que la profesión médica sigue siendo parca en
la comunicación, en el sentido de que las novedades diagnóstico-terapéuticas van
más deprisa que los dispositivos comunicativos, homologados por la medicina comercial.
En los
últimos años se consolida una gran transformación en la producción de productos
y servicios. Esta se referencia en una fusión entre la producción y la
comunicación, de modo que, lo que verdaderamente produce el sistema, son
“conceptos de producto”, que se renuevan aceleradamente. El resultado de esta
mutación es el desarrollo de una infosfera
que deviene en una semiosfera impetuosa que se posiciona en el centro de
las sociedades. La televisión fusionada con la digitalización, que impulsa las
redes sociales reconfigura todos los campos. La institución-medicina es
anexionada a esta intensa y aceleradísima semiosfera, de modo que los productos
de la asistencia son tratados por los dispositivos comunicativos con el
propósito de maximizar sus mercados. La vieja educación sanitaria deviene en
seducción comercial imprescindible en la gran captura de posibles pacientes
necesaria para afianzar las innovaciones de los productos.
Pero ha sido
la pandemia de la Covid la que ha proporcionado la gran oportunidad a los dispositivos
sanitarios a tomar posiciones en la semiosfera con sus discursos y productos,
configurando así el gran bazar médico que se instala en los programas de gran
audiencia. Así han aparecido un grupo de médicos presentados como expertos, que
han renovado los viejos sermones que apelan a la obediencia a la autoridad y a
la responsabilidad individual. En este grupo han predominado los epidemiólogos
y salubristas, administradores perfectos de los miedos generados por la
pandemia, y aún más por las alarmas inducidas por la información apocalíptica
que sustenta la forma de gobierno vigente fundada en el estado de excepción.
Las televisiones han operado mediante la cooptación de distintos especialistas,
siguiendo su modelo proverbial de la institución bazar.
Las
urgencias han registrado primordialmente esta conmoción. Así que su cuota en el
bazar era imprescindible. De ahí la aparición de Cesar Carballo. Este
representa la voz de los sitiados por la avalancha de infectados: las
urgencias. Carballo ha entendido desde el principio la situación que le
proporcionaba su gran oportunidad. Y también cual era la función desempeñada
por la charla tertuliana experta. Así, ha gestionado la información
diferenciándose de las posiciones rigoristas de los salubristas, cuyos códigos
son las poblaciones. Él detentaba el privilegio de tratar a los cuerpos
individualizados infectados, que se recombinan con otras patologías e historias
personales, de modo que así ha sido fácil construir un perfil atractivo en la
charla, diferente al de virólogos o epidemiólogos habitantes de laboratorios y
lejanos a las consultas cara a cara.
Carballo ha
utilizado sus comparecencias para hacer su agosto profesional, promocionando su
especialidad – urgenciólogo- que
paradójicamente sustenta su demanda en la inoperancia del sistema en su
conjunto. También ha aprendido a combinar sus presencias televisivas con las
actividades en las redes sociales. Su perfil de twitter es un monumento
semiológico que denota la subordinación de la medicina a la prodigiosa máquina
iconográfica televisiva. Se presenta así: Urgenciólogo y comunicador sanitario.
Canal Youtube propio y Colaborador de
Sexta Noche, Horizonte, Cuarto Milenio, "La consulta del Dr.
Carballo" en MARCA. De este modo se posiciona en la semiosfera de modo
aventajado con respecto a sus colegas de los laboratorios.
Su éxito
mediático incuestionable lo sitúa en el núcleo de un sistema de comunicaciones
extraordinariamente vivo. Así, Carballo se ha diferenciado de sus colegas y
comunica en twitter los últimos conceptos de producto asistenciales que tienen
la potencialidad de abrir nuevos mercados. Estos siguen la sagrada tradición de
utilizar el sistema público para generar una demanda, que desborda
inexorablemente esta para ser exportada al sistema privado. En un tuit antológico el 13 de mayo dice “¿Saben
que hay una técnica llamada trasplante de haces que se utiliza de tratamiento
en algunas patologías? ¿Saben que si se trasplantan heces de una persona
delgada se adelgaza? ¿Y que se está investigando este tratamiento en el
autismo? Para saber mas..”.
El papel
requerido por los arraigados en la semiosfera radica en abrir mercados
generando necesidades. Carballo explora esas posibilidades con reumatólogos,
urólogos, dermatólogos y otras categorías del gran bazar médico de este tiempo.
Su sentido último se asienta en la
demanda infinita estimulada por el gran espectáculo comercial. Su papel de difusor
de novedades para nichos de mercado nuevos constituye las bases de su posición
de hacedor de proyectos protagonizados por distintas especialidades médicas.
Sus informaciones son las señales que atraen a los visitantes del bazar
buscadores de soluciones a sus necesidades percibidas.
De este
modo, Carballo contribuye de un modo extraordinario a la segmentación de los
mercados sanitarios, constituyendo nuevos segmentos de pacientes que
contribuyan a la gran expansión de la asistencia. Ciertamente, su papel en la
renovación del espectáculo de la medicina es meritorio. Pero, el mercado médico
en crecimiento desbocado, centrado en la captura de nuevos segmentos de
pacientes deslumbrados por la grandiosidad de las representaciones, coexiste
con la permanencia e incremento de muchas enfermedades y dolencias fatales que
conforman una población total definida por la mediocridad de su estado de salud
en contraste con la excelencia de algunas soluciones terapéuticas vendidas como
milagrosas.
Así, las
actuaciones solemnes de Carballo ante las cámaras representan la puesta en
escena de un problema mayor: el descentramiento creciente de la
institución-medicina, que prioriza algunos de sus productos estrella en
detrimento de los grandes problemas de salud que afectan a grandes poblaciones.
Carballo es la representación de un sistema de pesos y medidas perverso, que entiende
los problemas derivados de las enfermedades como independientes entre sí y como
parte de un gran bazar asistencial, en el que cada cual puede comprar su
solución. Lo del trasplante de heces como solución para la obesidad no tiene
desperdicio como disparate mayúsculo, que confirma la idea de una tómbola
médica que promociona sus productos de temporada.
Las
actuaciones de Carballo no pueden ser inscritas en el molde de la educación
sanitaria, que, como toda educación no puede soslayar el crecimiento del
destinatario. Poe el contrario, se trata de captura del paciente desorientado,
de seducción, en definitiva, de construir un vínculo perverso de dependencia
que dificulte su autonomía. En las sociedades del presente se pueden
identificar muchas variantes del mismo. Se trata de vender una solución
definitiva a un problema, en la que el paciente no tiene que hacer otra cosa
que comprarla. En el flujo comunicativo de la semiosfera del semiocapitalismo,
proliferan los vendedores de soluciones presentadas con la magia del
espectáculo. Cualquier persona ubicada en una consulta frecuentada en un centro
de salud, tiene la posibilidad de constatar la gran variedad de problemas
existentes, así como el espesor personal de los mismos, lo cual contrasta con
el optimismo de la comunicación comercial instituida por el dispositivo central
de la televisión.
Pero el
verdadero problema radica en que, desde la perspectiva de las urgencias, el
paciente desaparece sin dejar rastro. Eso facilita las especulaciones y los
sueños tecnocráticos. Por eso prefiero a los médicos que tratan con los
presentes continuos y en el cuerpo a cuerpo cotidiano, en tanto que pueden evidenciar y vivir la densidad pétrea de los
problemas de salud.
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