Guíate en todas las circunstancias y
gobiérnate por lo real. No está lejano el día en que tengamos un cuerpo de
gobernantes imbuidos de realismo y ese gobierno estará integrado por jefes de
negociado, realistas que obligarán a las gentes a vivir de acuerdo con la
realidad y descartando cuanto no sea realidad
Charles
Dickens
La lapidaria
frase del título de esta entrada condensa el imaginario de las clases altas en
España, que han presenciado el ascenso de los niveles de consumo de las clases
subalternas desde los años sesenta, conformando un modesto ascensor social que
ha desembarcado en su territorio a nuevos contingentes llegados de las tierras
definidas por la necesidad. Este ascensor se ha ido restringiendo desde el
comienzo del siglo XXI, debido a la conformación de una nueva sociedad dual,
que erige barreras muy poderosas entre las clases sociales, renovando al alza
el sistema de credenciales necesarias para llegar a la tierra prometida de la
abundancia económica y la versión nacional de lo que Forster denomina como
“sociedad invernadero”. Los habitantes de las tierras altas conservan su rencor
a los ascendidos
Esta
sentencia que valoraba como desmesura la integración de amplias capas de la
población en los estándares de consumo, generó una réplica muy contundente en
los contingentes de personas movilizados, primero en la secuencia del 15 M, y
después en la conmoción política y electoral de 2014, que concluyó con la
paradoja de que se consumó el acceso al gobierno de las fuerzas motrices de esa
transformación, justamente cuando se encontraban en un receso manifiesto. La
verdad es que el gobierno más progresista de la historia ha representado una
inversión con respecto a su postulado principal: en vez de ampliar su base
electoral por efecto de sus “medidas sociales”, sus apoyos se erosionan y
decrecen significativamente, configurando su destitución irremediable por una
derecha dura fundada en el axioma de una nueva versión del regreso al pasado.
Su propuesta radica en recuperar la sentencia de “vivís por encima de vuestras
posibilidades”.
Uno de los
factores esenciales que explican la
recesión electoral radica en la autorreclusión de los aspirantes a la gran
reforma del régimen de 2014 en el gobierno y sus dispositivos de comunicación.
Las distorsiones derivadas de vivir en ese mundo cerrado, que se asemeja a la
célebre casa de Gran Hermano, en la que los residentes son vistos por todos
pero no pueden visualizar su exterior, son irreparables. De modo que la comunicación
elaborada y emitida por sus propios gabinetes de comunicación, termina por ser
asumida por tan ilustrados emisores como la realidad. Ellos mismos sobrevaloran
los impactos de sus “medidas sociales”, ignorando a los grandes contingentes de
población subalterna que se encuentran en el exterior de las mismas.
Escribo este
texto desde Madrid, lugar en el que muchas empresas, propietarios de pisos y
otras especies que habitan en el ecosistema social del mercado, practican
concertadamente una cacería en la que los depredados son los considerados como
gentes que “viven por encima de sus posibilidades”. Así, cuando los portavoces
del gobierno encerrado en su torre de marfil anuncian alguna prodigiosa medida
social, ellos despliegan su fuego cruzado implacable sobre los supuestos
beneficiarios para capturar “el chavico” con el que han sido agraciados. Así,
cuando alguno de los robinhoodes que pueblan el consejo de ministros sale a la
palestra para anunciar alguna medida social, tiemblo esperando sus consecuencias.
Estas se pueden sintetizar en la fórmula de todos los dispositivos caen
implacablemente sobre cada uno de los supuestamente agraciados.
Este efecto
perverso monumental, se hace inteligible por la marcada dualización existente,
que se materializa en esta sencilla fórmula “Ellos tienen el gobierno, nosotros
tenemos el mercado, además de los tribunales”. De este modo se manifiesta la
gran verdad de la época, que se manifiesta en la omnipotencia del mercado. El
acceso de los sobrevivientes del arca de Noé de 2014 al gobierno, refuerza su
ausentación creciente de los suelos sociales, de modo que el campo político se
reconfigura mediante un debilitamiento suicida de los movimientos sociales, que
se reconvierten a un sector de seguidores audiovisuales del espectáculo
político, renunciando a su fuerza como factor influyente en el campo político.
Así, para la trama de grupos de interés que puebla el mercado, es sencillo
aplastar uno a uno a los supuestos beneficiarios, así como torear a la ínclita
audiencia progresista refugiada en informativos y programas que se alinean con
tan generosos dadores de bienes.
La
evaporación de los movimientos sociales, así como de las iniciativas múltiples
procedentes de la sociedad civil, genera un vacío político que tiene como efecto
la intensificación de las fantasías gubernamentales, ahora integradas en el
nuevo molde del pedrismo-yolandismo. Pero el factor más adverso radica en que
la misma base social de la izquierda se comprime y transforma, dando lugar a
verdaderos partidos de cargos. Así, una sociología de la izquierda del
presente, tendría que conceptualizar las categorías de “cazacarteras
ministeriales; cazaescaños parlamentarios; cazaasesorías; cazadirectivos de
empresas públicas, así como otras especies menores polarizadas a la ubicación
en pedazos de estado. A estos cabe añadir las especies que habitan en el
sistema comunicativo, en las distintas cuotas correspondientes a la izquierda.
Esta
situación propicia una reversión gradual de todas las reformas emprendidas. La
gran sociedad deviene en un espacio controlado por las instituciones de la
individuación neoliberal: la gestión, los recursos humanos, el marketing, la
publicidad sagrada, las narrativas de la mediatización a la carta y en el
encierro doméstico; las de la conducción psi y las de la nueva medicalización,
entre otras. En la tangente de este gran escenario, se hace visible una burbuja
en la que el gobierno transacciona y pacta con agentes sociales que se
encuentran deslocalizados, tal y como los sindicatos, que confieren un rango
fantasmagórico a la acción política.
El resultado
es que cada uno se encuentra localizado en un locus atravesado por todas estas
instituciones, en tanto que es apelado por los espíritus gubernamentales que
resuenan en la comunicación de masas progresista. Esta situación es
marcadamente esquizofrénica. En tanto que se disparan los precios y se contraen
las estructuras del viejo estado del bienestar, cada uno es un depósito sobre
el que se vierten las imaginaciones de los magos de la burbuja gubernamental.
La decepción, la desesperanza y el hastío parecen inevitables. En un contexto
así se hace factible el ascenso de la derecha radical que recupera el
imaginario de los últimos años del franquismo: Bienestar económico acompañado
de restricción de derechos.
En este
escenario se perfila la vuelta de los que piensan que vivimos por encima de
nuestras posibilidades, sucediendo a los que nos han obsequiado con una
narrativa ficcional. Una gran masa de trabajadores de servicios empobrecidos;
de contingentes de jóvenes acampados en la larga espera de los doctorados y
másters; de sectores laborales que habitan las tierras del mercado de trabajo
coaccionado; de inquilinos sometidos a
las crecientemente duras condiciones de los mercados de la vivienda; de gentes
distintas que tienen que vérselas cotidianamente “cara a cara” con distintas
instituciones de la individuación; de poblaciones receptoras de ayudas; de
pacientes enfrentados a un menguante sistema público de salud; de víctimas de
estas situaciones que fragilizan su estado personal y mental… Todos estos
sectores son los olvidados de la política ficcional progresista.
Por el
contrario, las narrativas gubernamentales fantasiosas sí tienen como
destinatarios a aquellos sectores laborales y profesionales ya instalados en el
sector público: médicos, enfermeras, profesores, técnicos de servicios
sociales, funcionarios o los primeros
contingentes psi llegados a estas tierras. Estos muestran su capacidad
adaptativa a la gran depresión de la reconversión neoliberal del estado, mediante
su capacitación colectiva para comprender los verbos que estructuran estas
comunicaciones: Mantener; reforzar; implementar…Al fin y al cabo mantienen su
núcleo de interés, que radica en el mantenimiento de su trabajo, aunque las
condiciones sean decrecientes. Estos sí saben que han vivido por encima de sus
posibilidades y que, a partir de ahora, no se cubrirán las bajas y serán
damnificados por la gran sobrecarga resultante de la reducción del viejo estado
del bienestar. Estas gentes sí que están bien dotadas del don divino del
realismo.
Así se
genera una dualización adicional. He conocido en mis devaneos madrileños a
muchas de estas personas ubicadas ahora en la otra orilla. Me ha impresionado
en particular la biografía de un taxista que fue trabajador estable en el
diario El País, siendo eliminado en una reconversión laboral. Esta fue su edad
de oro. Después atravesó una frontera y se hizo conductor de Cabify, un oficio
durísimo en relación con el anterior. Con posterioridad terminó como asalariado
en el taxi, desde donde tiene la capacidad de comprender su inevitable
reemplazo por los operarios de la uberización. Una larga conversación con una
persona así permite comprender la multiplicidad y ubicuidad de las fronteras sociales.
También he
podido conversar pausadamente con una antaño empleada del Corte Inglés, en
funciones de reposición, que ahora pide limosna en la puerta de un super del
barrio de Salamanca. Su visión del mundo es muy rica tras la caída al vacío que
ha experimentado. Estas personas, que conforman el variado mundo postfordista
de la desindustrialización, son poco propensas a interesarse por las ficciones
de la videopolítica y sus héroes de quita y pon. Su terrible verdad radica en
su convicción de que para ellos es lo mismo sea quien sea el titular del
gobierno. A efectos de este texto y reforzando su título, ellos sí que son
conscientes de que han vivido por encima de sus posibilidades. Esta es la sustancia de la significación del progresismo vigente, que tiene su raíz en el obamamismo demócrata norteamericano. Su distancia con un conjunto de capas sociales penalizadas por la nueva economía y las instituciones de la individuación es macroscópica.
Las fantasmagorías comunicativas de los gobiernos obamamistas del presente les dificultan ubicarse en la tierra, de modo que se muestran incapaces de comprender la llegada de los nuevos fascismos o trumpismos. Desde sus coordenadas los entienden como la llegada desde el espacio de un nuevo mal. Y es pecisamente lo contrario, estos peligros nacen precisamente en el suelo.