Soy uno de
esos menguantes que hemos vivido el nacimiento del régimen del 78 desde su
inicio hasta hoy. La democracia nació sobrecargada de sueños y esperanzas. La
agenda de asuntos necesitados imperativamente de reformas radicales se
encontraba sobrecargada. En aquél ambiente festivo, el filósofo José Luis
Aranguren declaró que ese fantástico tiempo inicial era lo mejor, porque con
posterioridad aparecerían los problemas. Entonces no fui capaz de comprender la
significación de esa advertencia. Pero el paso del tiempo ha certificado la
admonición del filósofo. Se puede entender la dinámica de este sistema político
como la reflotación inexorable de los viejos fantasmas que configuraron el
franquismo, que van compareciendo en la superficie dotados de la capacidad de
bloquear el programa de las reformas. Hoy, 11 de abril de 2022, escribo estas
líneas cuando los neofranquistas van a acceder al gobierno de Castilla León en
vísperas de hacerlo en el mismo gobierno estatal.
La
democracia española es una superestructura artificial, bajo la cual las viejas
clases dirigentes reconquistan espacios y desactivan las primeras reformas
inexorablemente. Me he desempeñado como profesor universitario durante 27 años,
que me han conferido el privilegio de vivir en primera persona la
neutralización de aquello que denominamos como “universidad democrática” en los
años setenta. Mi tesis doctoral versó
sobre el complejo proceso de transformación de la institución ambulatorio en
los prometedores centros de salud. En los últimos años he podido contemplar
desde la primera línea la demolición del proyecto. La reversión de todas las
instituciones del capitalismo del bienestar se confirma como la divisa de esta
época. Ayer un 30% de los franceses apoyaba opciones de extrema derecha.
Las fuerzas
neoreaccionarias que administran las reversiones lo hacen pausadamente,
esperando su oportunidad, tejiendo parsimoniosamente las complicidades
imprescindibles. La mayoría social evolucionista que sustentaba las reformas en
los primeros años ha sido reemplazada por una nueva mayoría que se identifica
con el bienestar expresado en términos de los consumos, pero progresivamente
liberada de cualquier tentación de democratización profunda. Así, la nueva
mayoría apuesta por una combinación entre el refuerzo de la esfera securitaria
y el mantenimiento de los niveles alcanzados en el bienestar material. Estos
contingentes dominantes en la opinión pública resultan de un nuevo sistema
político que se recompone sobre las cenizas de las viejas instituciones: es la
videopolítica que se asienta sobre el suelo devastado de tantos años de
proyectos incumplidos y neutralizados por una secuencia de reformas a la
contra.
En
particular, tengo cierta nostalgia de los años ochenta. En 1986 viví el
referéndun sobre la OTAN de 1986, en el que tuvo lugar una confrontación entre
distintas opciones muy viva, y en el que las fuerzas contrarias a la
militarización obtuvieron posiciones muy sólidas. En este proceso se hizo
patente el modo de operar de las fuerzas de la demolición del proyecto
democrático fundacional de la democracia española. Me refiero al célebre lema
del PSOE de “OTAN, de entrada no”. Este representa a una estrategia inteligente
de neutralización de un cambio, sometiendo a la erosión a los contenidos del
mismo en espera del desgaste de las fuerzas que lo sustentan. Así se construyen
la estrategias lingüísticas de la reversión española del viejo capitalismo
fordista, que nunca llegó a ser completo en nuestro país. A día de hoy, la
decisión de incrementar el gasto militar e incorporarse activamente al proyecto
OTAN, es avalada por una mayoría aplastante de las fuerzas políticas y los
medios de comunicación, minimizando las resistencias a la expansión
militarista.
Los viejos
progresistas y reformadores del final del franquismo hemos devenido en habitantes
de un extraño museo que los demás invocan desde un exterior que representa lo
contrario a la lógica de la exposición temporal que termina con la salida del
espectador a su medio exterior. Las barreras de separación entre la exposición
y el mundo que la rodea son de una envergadura insalvable. Allí se representan
lo que se apela como a “los valores”, que son cuidadosamente despojados de
cualquier vínculo con las realidades que imperan en el gélido exterior. Estos viven para ser invocados en las ocasiones
solemnes, presentados de manera esmerada para que se ubiquen en el espacio
aéreo de la contemplación, evitando su contacto con los suelos, en los que
rigen otras lógicas asimétricas a ellos.
Una de las
piezas democráticas que ha caído en estos días, es la confirmación de un Sahara
liberado de los saharauis, confirmando el viejo pacto de Juan Carlos y Hassan
II en los años 70, corroborado por los papeles de la CIA. Se trata de explotar
en régimen de coproducción las riquezas de ese espacio, liberándose de la
impertinente población arraigada en ella. Así se cierra el proceso histórico en
el que se mantuvo el vínculo simbólico con nuestros ilustres colonizados. Se
trata de la segunda versión de lo que Eduardo Subirats denominó como
“continente vacío” referido a América. Este viraje final tiene lugar en un
momento en el que los viejos progresistas se encuentran aislados y debilitados,
en un momento que visualiza el gran salto de las fuerzas del neofranquismo
revivido.
He rescatado
un viejo texto de Jesús Ibáñez, uno de los intelectuales comprometidos de la
primera época del postfranquismo. En un libro que recoge algunos de sus
artículos periodísticos, con el título de “A contracorriente”, despliega su
mirada crítica sobre las realidades de la reversión democrática. Su segundo
capítulo explora lo que denomina como “De la transición como conversión”, que
concluye en el tercero con el título de “De la conversión a la perversión”, que
supone una síntesis reveladora acerca del signo del proceso en curso.
Este texto
se refiere al Sahara con el título “Los saharauis entre el puño y la rosa”. En
el mismo se exponen los avatares de los cambios en la política exterior que los
van victimizando y creando las condiciones de la solución final en este año. Es
elocuente este texto po su intemporalidad, lo que ratifica que los procesos de
reversión democrática son de onda larga. Este está publicado en el 97 pero su
estructura y actores son válidos para todos los tiempos del devenir de la
monarquía postfranquista. En él se ironiza sobre la aplicación de los programas
políticos, que son sometidos a las ingenierías lingüísticas. Recuerdo que Tip y
Coll, refiriéndose a los célebres ochocientos mil puestos de trabajo
prometidos, parodiaban una conversación en la que decían imitando al entonces
presidente González: Yo no dije ochocientos mil, se entendió mal, lo que dije
fue ochocientos o mil”. La sátira de Ibáñez haría énfasis en que solo una o
separa ambas afirmaciones, una letra entre catorce.
La metáfora
de la horma y la garlopa es magnífica. Todas las reformas de la segunda parte
del postfranquismo se inspiran en la garlopa, tratan de reducir el pie
renunciando a la horma. Sí, ya hace tiempo que solo somos virutas.
Este es el
texto de Jesús Ibáñez.
LOS
SAHARAUIS ENTRE EL PUÑO Y LA ROSA
Dicen que el PSOE no ha cumplido su programa electoral. No es
enteramente cierto. Ha introducido, eso sí, pequeñas modificaciones. Donde
decía “Sí”, dice “No”, y donde “No”, “Sí”, donde decía “Menos”, dice “Más” y
donde Más”, “Menos”. Eso es todo.
Nos `prometieron el cambio y cambio ha habido.
Así, en vez de “Sahara
independiente”, “Sahara dependiente”. Un cambio mínimo, solo dos letras (in) de
un total de diez o nueve. Una rebaja de un diez por ciento. Si el programa se
toma al pie de la letra, resulta una injusticia pues no se ajusta a la realidad.
Para ajustarlo –y que resulte justo- hay que cambiar algo, bien el programa,
bien la realidad.
Si te aprieta tu zapato, puedes
meterlo en una horma para que ensanche o estrechar el pie con una garlopa.
Eso se podía hacer con el Sahara
¿Dónde encajar a la población saharaui? Cabían dos políticas. Aplicar la horma:
obligar a Marruecos a que dejara en libertad a los saharauis. Aplicar la
garlopa: eliminar a los saharauis del Sahara. Aquí la garlopa va a reducir a
virutas todo el pie. Bien. No se puede hacer una tortilla sin romper los
huevos. Se ha hecho justicia: el zapato ajusta al pie.
Está explicado el cómo, queda el
porqué.
¿Cuándo y porqué se ensancha el
zapato? ¿Cuándo y porqué se estrecha el pie? Es tópico el pragmatismo de
nuestro presidente. Porque ha comprendido que para conservar el Poder
–imaginario- hay que renunciar al poder –real-. Someter a los débiles y dejarse
someter por los fuertes. Para los débiles el puño, para los fuertes la rosa.
Cuando dice el propio presidente “Es más fácil pegar a uno débil que a uno
fuerte ¿No lo sabíais? Por eso a los saharauis les tocó el puño.
Además de este lado objetivo, hay un
lado subjetivo del problema.
Imaginaos que el presidente o el ex
vicepresidente conservaran la capacidad de enrojecer. Ya sé que hace falta
mucha imaginación. Pero no es imposible. Pues bien, vamos a ensayar un
experimento mental. Se necesitan dos vídeos y un espejo. Un vídeo contiene los
abrazos de antaño a los líderes del Frente Polisario. El otro los desplantes de
hogaño. Mostrad los dos vídeos primero a uno, luego a otro, de los dos
personajes (por separado porque ya no se juntan). Luego enfrentarlos con el
espejo ¿Creeís que serían capaces de mirar el espejo? Rotundamente, no. Y, sin
embargo, miran. Luego era falsa la imaginación de partida.
Pero, ¿son los saharauis tan débiles?
No, en la medida en que todos somos saharauis. Si dejamos que les apliquen la
garlopa, todos acabaremos de virutas.
Puaj…
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