La pandemia ha supuesto una verdadera glaciación para los cuerpos. Las autoridades epidemiológicas han decretado su expulsión de las relaciones sociales, así como la promoción de un modo de vida que lo hace prescindible. Este acontecimiento tiene lugar sobre el proceso inexorable de digitalización, que impulsa un sistema de relaciones personales en las que lo virtual tiene una preponderancia creciente sobre las relaciones físicas inmediatas, que son relegadas a un segundo plano a favor de aquellas mediadas por los dispositivos electrónicos móviles. En este mundo emergente, el tacto declina, se proclama la separación de los cuerpos y la Covid les asigna el estatuto de sospechosos.
Todas las medidas promulgadas por las autoridades sanitarias apuntan en la dirección de la restricción severa de los encuentros entre los cuerpos, sobre los que se sustenta el recelo de la posible infección. En este tiempo glaciar, el cuerpo ha sido inspeccionado y escrutado para acreditar un cuerpo documentado y medicalizado. El pasaporte Covid representa esta amenaza para aquellos cuerpos que no se encuentren debidamente inspeccionados y tratados. Los contactos personales son severamente fragmentados y surgen nuevas reglas sociales de regulación de las distancias personales. La principal consecuencia de este proceso es el establecimiento de un ámbito social blindado a aquellos que son considerados como extraños o peligrosos. Cualquier cuerpo no conocido puede ser un contenedor del virus.
El efecto de la pandemia sobre las relaciones personales ha sido demoledor. La cuestión principal ha sido la de fortalecer los ámbitos virtuales que con anterioridad coexistían con aquellos en los que los cuerpos se encontraban. Así, estos se han robustecido y han adoptado una inequívoca condición de sustitutos alternativos de las relaciones cara a cara. El teletrabajo; la educación virtual; la consulta médica a distancia en ausencia del cuerpo; la apoteosis del correo y del WathsApp que reemplazan las conversaciones cara a cara; la telecompra en el planeta emergente de Amazon; la vida cultural mediada por el streaming, la vida física ordinaria en trance de ser desplazada a Youtube, Instagram o TicToc. El Telépolis que hace ya más de veinte años anunciaba Javier Echevarría se ha consolidado como una realidad incuestionable.
Lo corporal es progresivamente censurado y subordinado. El problema radica en que, como ilustra la historia, las situaciones de excepción, terminan por reconfigurar la convivencia, incluso tras su caducidad. En el caso del cuerpo, este se inscribe en el radical proyecto de individuación que domina el presente. Así, digitalización y el nuevo modo de individuación se funden para generar un arquetipo personal escindido de las viejas categorías sociales que lo conforman, dotado de una transparencia que favorece a los poderes instituidos. La fragilidad del arquetipo poseedor de tarjetas múltiples, es patente. La descorporeización remite a la reducción a un conjunto de datos. Sus trayectorias personales, acciones y conversaciones, se encuentran registradas estrictamente, de modo que su ámbito íntimo es pulverizado por el control de las máquinas mediante las que desarrolla su vida prístina.
La convergencia de racionalidades dominantes moldea la nueva individuación. La razón informática que establece los códigos de conexión entre las máquinas protegidas ante los virus por las vacunas antivirus y la desconexión y cuarentena de los infectados. La antropología subyacente al neoliberalismo, que genera un conjunto de poderosas instituciones –gerencia, recursos humanos, vida psi, entrenadores personales, ocio personalizado, consumo desmasificado entre otras- que se fundamentan en el código común de romper las relaciones sociales intermedias duras –comunidades trabajo, interés locales- para esculpir un sujeto radicalmente escindido y sumido en un sistema de relaciones sociales efímeras y débiles.
También la nueva razón médica, que instituye la tercera medicalización, la epidemiológica, de la que resulta un sujeto dominado por la responsabilidad social, que se regula desde las instancias del poder epidemiológico. La recombinación entre estas racionalidades, reconvierte al antiguo ciudadano en un sujeto vaciado y conformado por el imperativo de obedecer. En esta nueva realidad, declinan los espacios naturales en los que se encuentran los cuerpos a favor de un sujeto robotizado. La serie Black Mirror, en su capítulo 2 de la primera temporada, ofrece una síntesis brillante de ese modo de individuación. Pienso que la entrada que escribí al respecto es la más sustantiva de este blog.
En los últimos meses comparecen los efectos de los métodos epidemiológicos articulados en el precepto de la separación efectiva de los cuerpos y las personas. Lo hacen en términos de generalización y diversificación de problemas de eso que se denomina como salud mental. La preponderancia epidemiológica ha terminado en una mutación convivencial de signo inquietante. Numerosos segmentos sociales mantienen el sustrato de los imaginarios del miedo pandémico inducido, de modo que se expanden las áreas sociales mediatizadas y virtualizadas en detrimento de un achique de aquellas en las que se prodigan los contactos corporales.
En este contexto es menester proceder a una recorporeización en la que los cuerpos regresen a los lugares en los que se encontraban y rozaban. Así, los estadios, los conciertos, los cines, las actividades encuadradas en las artes escénicas, los museos y las exposiciones, las conferencias y debates…Todos estos lugares deben ser reconquistados por los cuerpos penalizados por la tercera medicalización epidemiológica y sus antropologías restrictivas de la vida. En estas actividades se producen climas que incentivan los encuentros, las aproximaciones, las afinidades, las euforias, las intimidades… En estos contextos el tacto recupera su lugar privilegiado en la vida.
La recorporeización entendida como una reconquista de posiciones destruidas por la glaciación epidemiológica, neoliberal y digital, es imperativamente desmedicalizada. Se trata de cuestionar los supuestos y sentidos determinantes de la gran operación sustentada en el principio de “separaos los unos de los otros”. Parece inaceptable establecer un sistema de comportamiento avalado por la hipótesis tóxica de los cuerpos desconocidos pueden ser cuerpos patógenos. En estos dos últimos años, he podido entrever las entrañas de un nuevo totalitarismo destructivo sustentado en este principio. Lo peor radica en que el dichoso virus respiratorio sigue vivo y puede generar problemas de infecciones que resuciten el proyecto del férreo control social mediante la activación de esta espantosa tercera medicalización.
Hola Juan,
ResponderEliminarmuchas gracias por este último escrito, como siempre tan oportuno.
Te dejo por aquí el cartel para una charla-debate que se va a hacer el domingo que viene (3 de abril) en una casa ocupada en Madrid. Y copio también aquí la convocatoria. Por si estás por Madrid y te animas a venir. Y para que le des toda la difusión que te parezca oportuna:
Charla-debate
¿QUÉ ES EL COVID?
Virus, vacunas y pasaportes
como nuevas formas de gobierno
Domingo 3 de abril, a las siete de la tarde,
en el Espacio Okupado Anarquista “La Emboscada”,
C/ Orquídeas, 5.
Metro: Valdeacederas o Tetuán.
¡Salud!