Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 18 de marzo de 2022

TRÁNSITOS INTRUSOS EN LA DÉCADA DE LA RESTAURACIÓN

 

Este es el décimo año desde que comenzaron estos tránsitos. En este tiempo se han producido numerosas transformaciones que han reconfigurado el escenario sociohistórico. Se puede afirmar que el signo general de los procesos en curso es la confirmación de un despegue de las instituciones vinculadas al proyecto neoliberal. Esta cuestión no es visualizada desde los paradigmas que sustentan a la izquierda, profundamente nacional y enredada en una serie de equívocos que debilitan sus posiciones y su arraigo sobre los suelos de este siglo XXI.

La cuestión principal radica en la cosmovisión anclada en el pasado que confiere al estado y el gobierno la preponderancia de la regulación social. Así se forja un pensamiento débil, que ampara la acción de los agentes orientada a los procesos electorales que configuran los parlamentos y gobiernos. Esta visión deformada ignora integralmente el modo de operar del proyecto neoliberal, que es marcadamente transpolítico, pero operativo con gran eficacia con respecto a las instituciones.

Así, los aldeanos de la izquierda política se focalizan en la tarea de cambiar el estado aquí y ahora, sin comprender que cualquier proyecto político es bloqueado en el suelo social, en donde se encuentran arraigadas la trama de las instituciones de la individuación. En este tiempo se han consumado algunas reformas esenciales, como es la de la universidad. Esta ha concluido exitosamente su reconversión y es gobernada desde los supuestos y sentidos de las agencias de evaluación, que impulsan una individuación desbocada en un medio en el que cada cual es un operario de sí mismo en la insigne tarea de acumular méritos en una carrera que son comparados con sus semejantes en un modelo infinitesimal.

Así la educación, el mercado de trabajo, la empresa, las ayudas sociales, el sistema sanitario… Toda la vida pública es unificada por las nuevas instituciones de la individuación, que formatean a los sujetos en competencia eterna. También la vida privada es transformada en la misma dirección, resultando un arquetipo personal centrado en la activa gestión de sí mismo en la vida privada, en la que las redes imponen la obligación de cumplir con las exigencias y destacar ante los demás mediante la exhibición de los méritos laborados en el ámbito privado, convertiendo a las personas en activistas de sí mismo.

EN un medio así, la política se ha convertido en una esfera laminada del conjunto institucional. Así cristaliza un espectáculo de contiendas partidarias y personales vaciadas de sentido. La creencia generalizada en la izquierda acerca del poder de transformación de esta política degradada, alcanza el umbral de lo patético. Así, medidas que pretenden reducir las desigualdades sociales como el ingreso mínimo vital, los subsidios de desempleo o el salario mínimo interprofesional son reabsorbidos por la trama de instituciones de la individuación, que no tienen réplica alguna.

En estos años he contado aquí las desventuras del aula, los avatares de un enfermo diabético, los códigos ocultos de la asistencia sanitaria y sus instituciones deterioradas, así como otras realidades. En los primeros años existía alguna conexión entre los textos y los contextos de aquél tiempo (cambiar el estado aquí y ahora), en los últimos tiempos, es patente la desconexión, en tanto que los antiguos aspirantes –antes de 2014- a grandes cambios han sido doblegados por el peso muerto formidable de los procesos sociales en curso. Ahora proliferan los minimalistas políticos, cuyas aspiraciones son manifiestamente escuetas y parcas, en tanto que sus esperanzas se han multiplicado mediante la activación de una fe encomiable.

El proyecto en curso que patrocina Yolanda Díaz es manifiestamente minimalista. Lo más inquietante resulta de la recesión intelectual que no es capaz de comprender lo que ha sucedido en el suelo. En este ha renacido nada menos que una versión adaptada del viejo franquismo. En tanto que esta se incrementa la izquierda minimalista saca sus tópicos a pasear, evidenciando los déficits clamorosos de sus análisis. En este escenario de la tercera década del siglo predomina una quimera resultante de la sobrevaloración del potencial del feminismo. Las posiciones y argumentaciones de los minimalistas resultan sombrías desde la perspectiva de los suelos sociales. Asimismo, esta ideología de la izquierda de saldo atribuye a las instituciones educativas un poder del que que carece por completo.

El resultado es que, cuando comencé a escribir aquí tenían lugar múltiples iniciativas desplegadas por distintos agentes políticos para transformar el esqueleto del viejo y desgastado régimen del 78. Ahora el panorama resulta lúgubre: Una extrema derecha pujante, unos poderes fácticos en la justicia, en la educación, en el sistema sanitario, en las fuerzas de seguridad, que exhiben su orgullo de haber vencido los débiles intentos de modificarlos. De este modo, se multiplican las ostentaciones de la persistencia en todos los lugares en ausencia de los que pretendieron reformar las instituciones.

La Covid ha reforzado estos procesos de regresión y los sectores críticos de los primeros años han devenido en limosneros. Las estrellas mediáticas se manifiestan a favor de la regresión y exhiben sus gestos de neutralidad ante la presencia creciente de la extrema derecha y sus preceptos y símbolos. Entretanto, la izquierda en el gobierno se constriñe a las simulaciones mediáticas de sus eslóganes y símbolos, que ocultan su gran evasión de los suelos sociales. La verdadera institución que la articula es la misteriosa piñata, es decir, la apropiación y reparto de bienes públicos entre sus clanes instalados en los gobiernos y sus inmediaciones.

De este modo, mis marcos de referencia quedan disociados de los minimalistas derrotados, que se encuentran en trance de supervivencia, bien asidos la las instituciones de la mediatización. Ver a gentes como Carolina Bescansa en los programas de la tele es ilustrativo e indican la naturaleza y la intensidad de la restauración del deteriorado régimen. En este vacío intelectual absoluto, la izquierda es representada por los líderes mediáticos ubicados en los mercados de las imágenes. Mal presagio. Habrá que esperar a la siguiente emergencia. Entretanto, la sociedad será estrictamente dual y el control social habrá alcanzado un nivel macroscópico.

 

 

 

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