La Atención
Primaria está experimentando una situación que me gusta denominar como
“deterioro sádico”. Esta consiste en invertir la situación de silencio
mediático que ha acompañado a sus años de expansión y fortaleza, al tiempo que
se practica un decrecimiento de sus recursos. Desde el comienzo de la pandemia,
se ha revalorizado mediáticamente y ha ingresado con todos los honores en los
argumentarios políticos. Pero esta popularización no significa, de modo alguno,
que viaje hacia el núcleo de las políticas públicas, cuestión que solo se puede
materializar con un sólido plan de inversiones que avale su recuperación. Por
el contrario, esta obtiene el estatuto de inmaterialidad, que es invocado en
los informativos, las tertulias y las intervenciones parlamentarias en el
estado y el enjambre autonómico.
Un
profesional de solvencia acreditada como Amando Martín Zurro, ha expresado
esperanzas de que esta revalorización simbólica termine por aterrizar sobre las
decisiones. Muchos profesionales han constituido un singular muro de las
lamentaciones de la Atención Primaria, en el que expresan sus sentimientos de
agravio por la sobrecarga y el abandono de los próceres de la red de
conserjerías de salud, en tanto que la demanda se incrementa. Esta es la razón por la que se puede definir
con la palabra “sadismo” este comportamiento de la Administración. Este
consiste en tratarlos como a una ONG, que recibe elogios y piadosos
reconocimientos de la causa que la suscita, en tanto que se administran óbolos
menguados para sostener su acción.
Las
sociedades científicas y profesionales instaladas en la AP, no son consideradas
como un grupo de presión con el que es menester negociar, y por ende conceder.
Por el contrario, representan un conjunto astillado y fragmentado, que se
sostiene sobre los segmentos de profesionales cercanos a la jubilación, y por
contingentes de nuevos profesionales semiproletarizados subjetivados en la
precariedad. Este conglomerado profesional hace posible el gobierno sádico
fundado en declaraciones y gestos, que se hace compatible con una política de
personal implacable, que sigue el modelo de la empresa postfordista, y que se
fundamenta en una parodia cruel de la manida frase “hacer más con menos”.
Se puede
constatar que las élites profesionales de la AP se encuentran agarrotadas, en
tanto que se fundan en unos discursos y modelos profesionales que han quedado
obsoletos, en tanto que las sociedades del presente son el resultado de cambios
de gran envergadura con respecto a sus antecesoras de los años setenta y
ochenta, desde las que se pensó la AP. De esta mutación resulta el Muro de las
Lamentaciones. Los profesionales perciben los cambios desde el imaginario
fundacional, de modo que se sienten confundidos, en tanto que perciben las
medidas de la política sanitaria como una desviación, y no comprenden la lógica
global que subyace bajo las mismas. El componente sádico de este proceso
resulta justamente de las asimetrías de conocimiento entre ambas partes. La inteligencia política de los operadores
del estado-mercado y sus legiones gestoras sí conocen los supuestos y
estrategias de la reforma secreta, en
tanto que los profesionales se encuentran desarraigados del presente.
Para
comprender el rompecabezas presente y sus lógicas, es preciso superar el
recinto fortificado interior de los discursos de AP para ubicarse en el
entorno. En estos días, se está produciendo un acontecimiento anunciador de las
tendencias que operan para los sistemas de salud. Me refiero a Movistar,
que ha ampliado sus productos incluyendo un seguro
de salud y una alarma doméstica. Así se reconoce la relevancia de ambos
factores –salud y seguridad- en el tiempo presente. Hace veinte años, Jeremy
Rifkin publicó un libro de culto para mí “La era del acceso. La revolución de
la nueva economía”. En este escribe “La
nueva idea del marketing es concentrarse en el lado del cliente más que en la
parte del mercado. Peppers y Rogers defienden que en la economía-red <<no
tienes que pretender vender un único producto a tantos clientes como sea
posible. Por el contrario, tienes que intentar venderle a un único cliente
tantos productos como sea posible, durante un largo período de tiempo y con
productos de diferentes líneas o ámbitos>>”. Yo soy uno de esos
clientes objeto de la oferta múltiple de mi proveedor de comunicaciones.
El servicio
de telemedicina que ofrece Movistar resulta muy relevante para comprender un
rasgo diferencial entre el contexto originario de la AP y el vigente. Me refiero
a la importancia del mercado, que ha desbordado sus viejos límites, ocupando
todos los territorios sociales exportando sus lógicas e imponiendo sus
supuestos. Un sujeto gobernado –nunca escribo ciudadano en estas condiciones
históricas- vive experiencias en relación con el mercado, que lo moldean
inexorablemente. Tras el proyecto de salud de Movistar, se encuentra un
análisis del mercado específico para sus productos. Este se funda en la
segmentación, en tanto que un proyecto de mercado nunca es universal.
Examinando
el folleto publicitario se pueden extraer las líneas maestras de esta propuesta.
La primera cuestión remite a la accesibilidad mediante la digitalización
completa. “Ponemos a tu disposición la tranquilidad de tener un médico siempre
que lo necesites”. La palabra inmediata
completa la oferta “Atención primaria inmediata 24 horas y 7 días a la semana”.
Este es el núcleo de esta oferta de telemedicina, dirigida a las gentes
digitalizadas y con sobrecargas horarias debidas a sus trabajos, a sus
localizaciones residenciales, obligaciones familiares y sociales, gestión de su
cuerpo y otras tareas cotidianas que comprimen sus agendas. Se ofrece servicio
médico “sin desplazamientos y desde cualquier lugar a través de la web o la app
móvil”. Así se libera a los activos y saturados pacientes de la pesada carga de
las citas, los desplazamientos, las esperas y las colas.
El segundo
punto fuerte de esta oferta radica en que la demanda lleva la iniciativa. Se
atiende aquello que suscite el telepaciente, que es quien llama. Así se
homologa con los estándares imperantes en los servicios que establecen una
suerte de cogestión moderada. Para contratar un viaje, la relación entre el
sujeto viajante y el agente comercial pasa por un momento de bidireccionalidad
en el que existen elementos de negociación entre las partes. En la atención
sanitaria masificada, esta cogestión se reduce a mínimos y la autoridad
profesional desempeña un papel determinante. En el folleto, la frase de “Evalúa
tus síntomas”, remite a un elemento con rasgos de cogestión. El profesional
ubicado al otro lado de la pantalla va a limitarse a responder.
El tercer
aspecto remite a la psicologización y el bienestar. El folleto dice significativamente “Con
acceso a consultas médicas atendidas por los mejores psicólogos, pediatras,
nutricionistas…”. Los trastornos psi y
los estados de ánimo de las personas que viven bajo el mandato de las
instituciones del mercado de trabajo, que implica una carrera profesional
basada en la excelencia; así como por las instancias que registran una vida
personal activa y plena de éxitos obligatorios, que tienen que ser
imperativamente filmados y narrados en las redes, parecen inevitables, de modo
que cada uno termina definiendo sus malestares, problemas y actuaciones como insertos
en un campo profesional.
Asimismo, al
devenir el cuerpo en un sistema de rigurosas obligaciones, la nutrición y el
ejercicio físico se desplazan hacia el centro de la vida. La dependencia
profesional parece inevitable. Dice “Con tu plan de cuidado personal,
entrenarás de forma sencilla y entretenida mediante tablas de ejercicio en
vídeo. Además contarás con menús y recetas personalizadas así como acceso a
consultas con un nutricionista para enriquecer tu dieta alimentaria”.
Por último,
la promesa de acceder al tesoro farmacéutico, cuya llave se encuentra en poder
de los médicos. Dice “Recetas en tu historial, estés donde estés. Ahora, además
de recibir tus recetas electrónicas en tu e-mail, también podrás pedir a tu
médico grabarlas en el historial de consultas de la app, ¡Así de fácil¡”. Los
fármacos sagrados que viajan por la la fibra óptica generando una fusión
percibida como un milagro. Así parece que el telepaciente se encuentra liberado
de las inconveniencias de la burocracia y de la tiranía de la espera que
termina en un cara a cara con un profesional no siempre presto a negociar la
demanda. La publicidad formidable de los fármacos en las televisiones mágicas
genera una demanda inmensa en las mentes de los receptores, prestos a
establecer la relación entre los productos anunciados y sus síntomas.
El conjunto
de la oferta presenta varios elementos vinculados a la ficción, propio de
muchos campos de consumo en este tiempo. Pero la cuestión más importante radica
en que esta se adecúa a problemas de salud relativamente leves, excluyendo las
situaciones vinculadas a patologías duras. Así, este servicio puede tener
utilidades para resolver algunas dudas o problemas de vida cotidiana. Pero
tengo más que dudas con respecto a la definición de problemas severos que
afectan a patologías con impacto en la salud de la persona. Este método puede
inducir a errores diagnósticos y/o terapéuticos de distinta intensidad. El
peligro de error médico se maximiza, reforzado por las carencias del medio y la
preponderancia del consultante, que define el problema desde su perspectiva
frente a un profesional que se encuentra en una situación de fragilidad, en
tanto que no puede forzar la relación, tanto por el riesgo de que esta se
rompa, como por los imperativos de un servicio personal, en el que la
satisfacción del consultante es el principal factor. El diagnóstico y
tratamiento a distancia se constituye, en no pocos casos, como un factor de
riesgo que incrementa la iatrogenia.
Pero la
inconsistencia clínica no resta valor a este proyecto de telemedicina. Una
parte de la demanda puede ser canalizada por esta y otras similares que
comienzan a proliferar. Así, recorta el campo total de la AP, que se ve
constreñida a ocuparse de la demanda que queda fuera de las propuestas de estas
aseguradoras. Se trata de las víctimas de la brecha digital, conformada por
distintas clases de rezagados de las tecnologías; de varios tipos de segmentos
desposeídos principalmente por su expulsión del mercado de trabajo; de mayores
que viven el tiempo previo a su encierro definitivo en las nuevas versiones del
asilo; de pacientes que detentan varias patologías simultáneas; del grueso de
los enfermos crónicos; de la humanidad necesitada de rehabilitación, que por
definición requiere el encuentro de los cuerpos; de los veteranos de los
quirófanos, convalecientes de múltiples episodios resueltos por las cirugías;
de los psiquiatrizados; de los pertenecientes a las legiones del cáncer; de los
portadores de lo que se denominan como “enfermedades raras”…
Esta
humanidad doliente queda huérfana de cualquier proyecto de telemedicina y se ve
impelida a acudir con sus cuerpos a los consultorios para afrontar cara a cara
su situación. Pero un proyecto de telemedicina como el que estamos comentando,
tiene como fundamento seguir la pauta enunciada Rifkin, siendo su objetivo
capturar pacientes leves. La multiplicación de estos proyectos supone la
laminación progresiva de la AP, de modo que tiende a especializarse en el
segmento de los portadores de patologías duras y los mayores. Esta laminación
actúa a su vez como un factor a favor del crecimiento cero de sus presupuestos
practicado por las políticas sádicas. Así, a esta red asistencial, se le va
expulsando del próspero campo de la salud y el bienestar de los jóvenes, que se
desmaterializa mediante su digitalización.
Estos
proyectos de captura de segmentos de la supuestamente universalizada AP,
emergen en un momento en que la Covid está significando una regresión en el
acceso a las consultas, así como una metamorfosis en el concepto del paciente
mismo, entendido como una entidad contagiable que hay que tratar drásticamente
con independencia de su colaboración. La cogestión incipiente ha sido cancelada en todo el sistema sanitario público, que se ha cerrado en sí
mismo frente a la amenaza de la pandemia.
Vivo en Madrid y puedo observar directamente el asalto de estos
proyectos a los caladeros tradicionales de pacientes de atención primaria.
Mientras tanto, los profesionales de la AP viven encerrados en su relato y
ajenos a la agregación de pescadores en sus caladeros, que tienden a convertirse en una flota. Así se conforma un bucle
fatal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario