Así con la medicina: la resistencia
frontal (que por otra parte no ha desaparecido) ha sido sustituida por una
forma más sutil de subversión, un consumo excesivo, indomable, de la medicina,
un conformismo pánico a las conminaciones de la salud. Escalada fantástica del
consumo médico que desafía completamente los objetivos y las finalidades de la
medicina […] ¡queremos cuidados, médicos, medicamentos, seguridad, salud, más,
siempre más, sin límites¡ ¿Alienadas las masas en la medicina? En absoluto:
están arruinando su institución, haciendo estallar la Seguridad Social,
poniendo a lo social mismo en peligro y exigiendo siempre más, como una
mercancía. ¿Qué mayor irrisión puede haber que esa exigencia de lo social como
bien de consumo individual, sometido al afán de emulación de la oferta y de la
demanda?
Jean
Baudrillard. A la sombra de las mayorías silenciosas. 1978
El ingenioso
y original argumento de Baudrillard acerca de la cristalización de la mayoría
silenciosa, así como de la potencialidad de esta para subvertir el sistema, se
ha cumplido plenamente. La escalada de la demanda médica ha generado una
situación en la que es imposible la respuesta. El sistema sanitario se ha
expandido alcanzando un umbral a partir del cual no es financiable ni
gobernable. En los últimos años los tecnócratas diseñan soluciones centradas en
racionar la asistencia a las clases más desfavorecidas. Este es la idea que
subyace en todas las reformas sanitarias de este tiempo. Se trata de imponer un
menú del día mínimo para los que tengan una capacidad de compra reducida.
También de limitar la atención médica a los mayores apartados y encerrados en
las residencias. Así cristaliza históricamente una secuencia paradójica de
expansión de la asistencia que antecede a su misma desuniversalización. Esta
contracción favorece a un próspero mercado de la salud que no parece tener
techo.
El término
que define la multiplicación de la demanda sanitaria es explosión, que remite a
una expansión violenta y acelerada. Las
palabras de Baudrillard resultan letalmente precisas. La conversión de la
asistencia en un bien de consumo implica la convergencia de la escalada
permanente de la demanda conectada a la emulación de la oferta, que tiene lugar
mediante el desguace de los cuerpos en múltiples partes, cuyos fragmentos
constituyen el fundamento de servicios médicos especializados emulados por una
oferta que crece a saltos. Un sujeto es despiezado según un catálogo de
problemas y soluciones que se corresponden con las múltiples especialidades que
no dejan de expansionarse y retroalimentarse.
Así se forja
una tensión permanente en tan progresadas sociedades, que constituyen un
problema cronificado, que es abordado incesantemente por las castas
tecnocráticas que lo constituyen como un problema susceptible de ser resuelto
técnicamente. La experiencia avala los sucesivos fracasos de las soluciones
ideadas. La atención primaria es el lugar en donde se hace patente la dimensión
del problema. La mayoría silenciosa lo destruye mediante su presencia creciente
que desbarata cualquier racionalización administrativa. La expansión de la
demanda consolida un próspero mercado privado que se arraiga sobre las áreas
en las que el sistema público no puede
responder. Así se reconstituye un sector privado múltiple que no deja de
crecer, así como sus distintas interacciones entre los sistemas de atención.
En esta
situación de colapso organizativo y déficit acumulativo de la inteligencia
colectiva, comparece el último invitado a la fiesta de la explosión de la
demanda: la puesta de largo de la salud mental. La respuesta a la pandemia
encerrando a las gentes, deshaciendo las relacones sociales, intensificando el
miedo y separando a las personas mediante el establecimiento de la distancia
asocial, parece haber catalizado múltiples problemas personales, rompiendo los
precarios equilibrios existentes. Se hacen visibles las fragilidades personales
que alimentan un catálogo de palabrotas técnicas que designan problemas que los
afectados solo pueden afrontar mediante la ayuda profesional especializada. La
ansiedad y la depresión son las estrellas del nuevo escaparate de la psicología
profesional. Así emerge un nuevo nicho de mercado formidable sustentado sobre
la endeblez de los sujetos, que sustentan la necesidad de ser guiados por los
nuevos especialistas para recuperar sus equilibrios existenciales. ¡bienvenido
el nuevo mercado de la psicología y prosperidad para el mismo en los siguientes
cien años¡
En los
primeros años de la década de los ochenta llegaron a España varios salubristas
latinoamericanos. Recuerdo una metáfora sobre la que sustentaban su edificio
conceptual. Esta explicaba que los sistemas sanitarios hospitalocentristas
podían explicarse de este modo: en un lugar en la orilla de un río, comienzan a
llegar personas que se han ahogado junto a otras que se encuentran en trance de
ahogarse. El flujo de las mismas es constante, por lo que se decide implementar
allí un dispositivo para recoger los cadáveres y asistir a los sobrevivientes.
Pero la situación se perpetúa, de modo que continúan llegando los cuerpos a
este punto con una intensidad cada vez mayor, lo que determina que el
dispositivo de ayuda siga creciendo. El problema radica en que se omite la
cuestión principal, que se especifica en que algo importante está pasando más arriba,
que es lo que produce el contingente de ahogados y náufragos. Esta omisión conforma
un sistema sanitario inevitablemente asentado sobre unas bases frágiles.
La cuestión
de “lo que ocurre ahí arriba” es válida para explicar la emergencia de la
psicología. Esta situación se puede sintetizar constatando que la fragilidad de
los sujetos asistidos se sustenta en la desintegración de las estructuras
sociales y de la vida. El resultado es la constitución de una sociedad sobre la
que las personas flotan al carecer de apoyos sólidos. La ayuda profesional es
el sustituto del arraigo en unas instituciones y tejido social firme e
inclusivo. El individuo vive sometido a una inestabilidad semejante a las
acciones de la sagrada institución de la bolsa, en la que las fluctuaciones son
la regla. Cada cual tiene que adaptarse a nuevas e imprevistas situaciones que
se suceden incesantemente. El sujeto blando resultante constituye el fundamento
del formidable mercado de la psicología en vísperas de su expansión sin fin. El
orden social del mercado crea las condiciones óptimas para la generalización de
la asistencia psi.
Parece
pertinente regresar al concepto de implosión de Baudrillard, que explica la
regresión cognitiva imperante en las instituciones que gobiernan sobre las
mayorías silenciosas. La imposibilidad de la conversación propicia la
multiplicación de los sondeos y la generación de interpretaciones sobre los
deseos y los comportamientos de aquellos ausentes que son denominados como
ciudadanos. En estas condiciones de regresión de la inteligencia determinada
por el estatuto de autoconfinamiento radical de las instituciones, un náufrago
–Inigo Errejón- lanza un mensaje que valora la salud mental y presupone que su
abordaje es imperativamente idéntico al de la asistencia médica. Este es
reconstituído por los medios y adoptado por todos, de modo que parece
inevitable la constitución de un sistema público universal de atención psicológica,
sustentado en la idea de que los problemas tratados se pueden resolver
prescindiendo de lo que ocurre “ahí arriba”.
La atención
primaria ha seguido una deriva fatal que se sintetiza en el eslogan “diez
minutos para el paciente”. A día de hoy no solo no se ha hecho factible, sino
que en no pocos centros de salud se tiende a concentrarse en la atención de lo
que se considera como urgente. El libro de Enrique Gavilán es una verdadera
enciclopedia de la época, en tanto que dibuja con precisión el escenario del
encuentro entre los profesionales y las distintas versiones de las mayorías
silenciosas estimuladas por el bien de consumo que representa la asistencia.
Pues bien, la
atención psicológica precisa aún de mayor tiempo para definir y tratar los trastornos.
¿Cuántos minutos de media son necesarios en el encuentro entre el profesional y
el paciente? Y ¿Cuántos profesionales son necesarios para empezar en vísperas
de la subsiguiente multiplicación? Todo ello en un contexto de contracción de
la asistencia sanitaria pública que induce a interrogarse acerca de cuántos
médicos y enfermeras son imprescindibles para la asistencia sanitaria en la
atención primaria.
Entonces,
estamos asistiendo a la conformación de una quimera, en la que un dispositivo
ineludiblemente menguado de asistencia psicológica va a realizar la
alfabetización patológica de millones de usuarios que lo van a desbordar para
descubrir que no pueden ser bien asistidos allí. El tránsito de los que tengan
recursos para migrar al sistema privado es inevitable. Este acontecimiento es
precursor de un gran salto en el mercado psi. Y califico como quimera la
creencia de que los problemas psicológicos individuales pueden ser curados, en
tanto que su origen determina su conversión en problemas cíclicos que desbordan
cualquier estructura asistencial. El resultado de este dislate va en beneficio,
no del incremento de la salud mental, sino en el del mercado de la salud
mental, cuya expansión puede ser incluso superior al del mercado médico
privado. Este nuevo mercado sí va a
generar dependencias de los sujetos asistidos flotantes en lo social líquido
precarizado. El fantasma del Plan Nacional sobre las Drogas comparece
imponiendo su máxima: según crecen sus actuaciones, crecen los consumos y se
solidifica una distancia cosmológica entre sus supuestos y representaciones y
las de los destinatarios. Buenas noches y buena suerte
1 comentario:
La medicina y la salud de unos individuos desprotegidos, sujetos a la ley de la oferta y la demanda. Un artículo francamente interesante. Sería interesante dirimir lo que se entiende por salud y en qué consiste una vida verdaderamente saludable, más allá de hábitos saludables...., sobre todo en unos momentos -la actual crisis sanitaria- en que
la ciudadanía antepone la supervivencia a todo lo demás con el consiguiente "peaje" que habrá de pagar en no tardando. Un saludo.
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