A principios de los años ochenta proliferaron algunas películas que grababan situaciones cotidianas preparadas con cámara oculta. Se trataba de poner a un paisano en una situación de inferioridad para contemplar sus reacciones. Recuerdo un sketch en el que en un restaurante que servía comidas en una barra, un tipo se sienta y pide un bistec con patatas fritas. Inmediatamente se sienta el gancho al lado y pide lo mismo. Pasados unos minutos el camarero trae un plato con un enorme y atractivo pedazo de carne que sirve al gancho. A su lado porta un plato con un diminuto trozo de carne, no muy superior al de una albóndiga, y se lo planta al paisano. Este acusa el impacto y trata de protestar pero al final tiene que conformarse en esa situación al comprender su infinitud, aceptando la menguada ración y la injusticia con respecto a su favorecido vecino.
En 1982 Manuel Summers filmó una película con cámara oculta en la que distintos paisanos se encuentran en situaciones difíciles en la que su inferioridad es manifiesta. El título es “To er mundo es güeno”. En realidad lo que presenta es una apoteosis de la conformidad. En una situación adversa casi todo el mundo trata de evadirse y traga lo que sea necesario. Pero en las situaciones que un sujeto se encuentra cara a cara con una autoridad el repliegue es espectacular y la sumisión adquiere ribetes cómicos. No obstante, en estas situaciones cotidianas se manifiesta prístinamente la propensión a la obediencia más absoluta.
En los largos años de ejercicio como profesor universitario he podido constatar la orgía de sumisión imperante en las aulas. El código compartido no escrito es el intercambio entre la nota y lo que sea menester hacer para obtenerla. En muchas ocasiones he provocado a la gente diciendo que estaba seguro de que si el día del examen les digo que tienen que abonarme 20 euros como tasa para poder realizarlo, no pocos lo hubieran hecho automáticamente. En esa línea, he llegado a ver cómo un profesor vendía en la misma aula su libro, con un descuento y anotando en una lista a los que lo compraban. Otros profes hacían exámenes en los que cada alumno tenía que llevar su libro. En este caso expulsaba a los pardillos que llevaban fotocopias.
La peli de
Summers es muy elocuente en este tiempo en el que parecen haber cambiado muchas
cosas, pero en el que la cuestión de la autoridad permanece incólume. La
pandemia ha generado una involución portentosa en el que la autoridad se hace
presente en las situaciones cotidianas más comunes para hacer cumplir las
normas. Estos años han sido una pesadilla que ahora culmina con la asignación
de la etiqueta de enemigo público a los no vacunados. ¿Os imagináis la
actividad policial que implica la negación del acceso a distintos escenarios
sociales? Vuelve la autoridad plena para instalarse en toda la vida social. Y
eso que estamos en el umbral de la tercera dosis, la que se denomina de
refuerzo. Imagino un futuro en el que se dirima la sexta o la séptima dosis, en
la que ya se habrá demonizado a los renuentes a la pfiferización.El retorno del guardia de los años oscuros del franquismo parece inevitable.
Os presento
dos fragmentos de la película verdaderamente luminosos para ser visionados
ahora. El primero versa precisamente sobre vacunaciones en una epidemia
imaginaria. Si os reís solo la mitad de lo que yo lo he hecho me doy por
satisfecho. Las explicaciones de los paisanos ante la situación son antológicas y el argumento es homologable al presente. Los paisanos son impelidos a someterse a examen más inyección por la autoridad de los expertos. Sus comportamientos son escatológicos, sus resistencias manifestadas en sus palabras y sus gestos no tienen desperdicio.
El segundo
se refiere a una intervención policial sobre un peatón. Es magnífica. No he
podido encontrar una secuencia en la que un paisano es parado por dos policías
para hacerle la prueba del “alcoholismo”. Esta es antológica. Le someten a todo
tipo de pruebas físicas humillantes. Tras superar todas le invitan a una copa y
cuando bebe lo multan. Este parece ser el guion de la pandemia en curso, en la
que la gente es obligada a vacunarse para después volver a ser revacunada.
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