Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

martes, 30 de noviembre de 2021

EL SIAP DE ZARAGOZA Y LOS ALINEADOS

 

Se han celebrado las sesiones presenciales del SIAP de Zaragoza los pasados días 19 y 20 de noviembre. Esta edición ha sido especial, debido principalmente a la crisis Covid, que ha reforzado el silencio corporativo de la profesión médica, que comparece como un colectivo que ejecuta sin rechistar cualquier política sanitaria. Los médicos han sido aplaudidos en los primeros días de pánico colectivo y de gobierno autoritario, para después ser vapuleados inmisericordemente, en tanto que  dispositivos asistenciales no han sido reforzados sustantivamente, consumando su desfondamiento. Este silencio profesional representa un punto de inflexión histórico. La profesión se encuentra fragmentada en múltiples especialidades que funcionan como grupos de interés de sus posiciones, renunciando a pronunciarse acerca de la política sanitaria. Precisamente este es el valor de los SIAP como una de las excepciones, que se constituye como un sumatorio de voces acerca de cuestiones que trascienden los intereses profesionales de sus componentes. En el mutismo general su voz adquiere la categoría de imprescindible.

La pandemia Covid es un acontecimiento extraordinario que requiere un salto en las políticas de salud. Estas se encuentran ante desafíos de tal rango que hacen indispensable la multiplicación del conocimiento asociado a una inteligencia colectiva, que solo puede incubarse en un sistema vivo y múltiple de interacción. Sin embargo, ha ocurrido justamente lo contrario. La voz de la pandemia se restringe a la de las autoridades y los extravagantes especialistas en virología, epidemiología o del arte de venderse a sí mismo, que son convertidos en expertos y convocados por la instancia esencial y pastoral de la televisión. Las sociedades científicas y profesionales no enuncian nada que no sea la vigilancia de los intereses de sus colectivos respectivos, convirtiéndose de facto en gestores de los puestos de trabajo que ocupan, ajenos a las finalidades del sistema.

Así, Fernando Simón queda investido como un verdadero gurú o supremo sacerdote, respaldado por los venerables directores de salud pública de las autonomías, que se comportan como los alumnos de los colegios religiosos en los que fui ingresado en mi infancia. Cada uno trata de destacar relativamente con respecto a los demás. En este orden aldeano de significación desaparece cualquier deliberación o problema que requiera la concurrencia de las inteligencias. La política general es objeto de las decisiones de Simón, convertido en la última versión del premonitorio “sobre esta piedra levanto mi iglesia”. Este es el fundamento del silencio médico que oculta la tragedia de la desinteligencia profesional que pone de manifiesto la pandemia. Cada cual debe adherirse a las decisiones de Simón el jefe, así como de los oscuros expertos avalados por las televisiones o los burócratas de las organizaciones internacionales, OMS, investidos por el precepto teológico de la infalibilidad.

En este estado de ruina de la producción del conocimiento y feudalización de las decisiones, tiene lugar una penalización a los profesionales, ungidos como ejecutores pasivos de cualquier política sanitaria. En ausencia de pronunciamientos plurales acerca de distintas cuestiones esenciales, se impone un sistema de comportamiento común propio de distintas castas sacerdotales que han habitado imperios históricos del pasado lejano. Lo importante para un sistema que no necesita la inteligencia colectiva es asegurar la obediencia debida, la aceptación activa de las directrices. En el curso de la pandemia no ha tenido lugar ninguna controversia, ni siquiera conversación acerca de la marcha del proceso. El progreso contemporáneo determina que todo se dirime en la televisión, que representa una máquina prodigiosa de destrucción del sentido y fabricación del consenso. ¡Vaya científicos tan estrafalarios¡

La preponderancia del monolitismo, la unanimidad, el aislamiento de los que tienen la osadía de decir y la obediencia debida tiene sus raíces en el mismo sistema. Un concepto fundamental se puede definir como “estado de disponibilidad”. Este se encuentra arraigado en todas partes, pero es muy característico de las realidades españolas de todas las épocas.  Consiste en producir cierta distancia con respecto a los decisores que se especifica en la expresión de señales de disconformidad moderadas y discretas, que son codificadas por las autoridades, resultando un factor determinante en la promoción y cooptación del profesional. Se trata de un sistema de señales imperceptibles desde el exterior que regulan los ascensos a las distintas direcciones. El candidato muestra su predisposición a renunciar a sus tímidas dudas cuando es promovido a las altas posiciones. El resultado es que cada uno conoce la cultura secreta de mostrar su disponibilidad, q, que en muchos casos llega a ser eminentemente sofisticada, y que tras su ascenso termina por convertirlo en una pieza de tan destartalada máquina.

En mi devenir profesional he circulado por distintas posiciones privilegiadas para el avistamiento de aves, convirtiéndome en un acreditado sociólogo-ornitólogo. He presenciado múltiples movimientos y he podido elaborar una sólida guía de identificación de aves y sus vuelos. En síntesis, los vuelos ascendentes requieren las sinergias entre varios comportamientos, entre los que destaca principalmente el arte de no ver, de ser ajeno a situaciones críticas que suceden alrededor. También la exención de responsabilidad de las autoridades. Se acepta que los problemas son el efecto de causas externas, y por consiguiente, inevitables. Además, cualquier disponible adopta alborozadamente todo aquello que llega desde arriba con la etiqueta de nuevo. Así, los mismos que aceptaron Alma Ata como un milagro portentoso apoyaron con entusiasmo una reforma gerencialista neoliberal salvaje. Y así lo que sea menester.

Los disponibles se sustentan en un sistema de valores perverso, en tanto que el éxito se asocia a la obtención de cargos directivos. De este modo, cualquier profesional que permanezca en una consulta es considerado como un fracasado. He vivido este proceso en la educación. Precisamente uno de los signos de su demolición es este mismo. La migración intensiva de los profesores hacia la tecnoestructura y la política. En los años ochenta se acuñó el elocuente dicho de “desertores de la tiza”. Estos ocuparon ayuntamientos, diputaciones, parlamentos, fundaciones, empresas públicas. Del mismo modo, la destrucción del sistema público incrementa los movimientos de fuga de la consulta. El lúcido libro de Gavilán se ha convertido en un epitafio de la atención primaria. Las migraciones sanitarias de principios de la reforma sanitaria en los ochenta, abren el paso a las migraciones presentes, cuyos movimientos son perceptibles.

Recapitulando lo dicho hasta aquí quiero hacer énfasis en la crisis de la profesión médica que ahonda la pandemia. Un sistema que obedece sincronizadamente a un liderazgo como el que representa Fernando Simón está condenado inexorablemente a su propia decadencia. Porque este líder reúne en su persona la condición de no ser nadie. Es uno que estaba allí en el momento de explosión de la pandemia. En estas condiciones, muestra su incapacidad de liderar nada y sus movimientos se concentran en mantener el orden. Cualquier discusión sanitaria es traducida al orden político-mediático, siendo expulsada al exterior. Simón representa el grado cero del liderazgo, justamente lo contrario a lo requerido en un tiempo convulso. Sobre ese silencio construye su imagen televisiva de aventurero del universo Calleja. En este vacío, la voz médica se presenta en la versión cool de Carballo, convertido en un futurólogo extravagante, estrechando los lazos entre la ciencia y el misterio.

En este contexto cabe valorar el SIAP de Zaragoza, expresión de la continuidad y la progresión de este foro, que requiere de la aportación de las inteligencias en el debate virtual y también de las sesiones presenciales. El código que lo rige es el inverso al del sistema del silencio habitado por los disponibles. En este caso se interpela a los participantes para que digan. En este sentido se puede enunciar la metáfora de los vinos. El SIAP funciona como un Gran Reserva madurado en las barricas virtuales. Así se constituye en una excepción, junto a otras iniciativas, muy escasas, que conforman una resistencia al sórdido mundo de la obediencia debida. En estas circunstancias se puede denominar esta iniciativa como la concurrencia de profesionales no alineados, que recuerda lo mejor de los años posteriores a la descolonización. No alineados con la industria, no alineados con la lógica de la obediencia debida del “simonismo”.

Estas son las conclusiones consensuadas de esta edición. Un abrazo especial para Juan y Mercedes, paradigmas de la no disponibilidad durante tantos años.

 

Síntesis del Seminario de Innovación en Atención Primaria "Covid19: del estado de alarma al de solidaridad".

Zaragoza (España). 19 y 20 de noviembre 2021.

 

 

Introducción

En tiempos históricos, excepcionales, se pretenden comportamientos heroicos. Pero lo que se precisa son simples comportamientos cívicos ya que, ante hechos extraordinarios, es fundamental el sencillo heroísmo de la vida diaria que se expresa como sentido común y tranquilidad (en estas situaciones es clave hacer lo que se debe, lo que la sociedad espera de cada cual).

Lamentablemente, frente a la situación extraordinaria que ha generado la pandemia covid19, provocada por el SARS-CoV-2, ha habido mucho de desmesura y no siempre ha prevalecido el sentido común y la tranquilidad y por ello, ante el consiguiente desasosiego profesional y social, ha habido respuestas “de base” varias. Entre ellas, las asociaciones vecinales de apoyo ante la soledad y la pobreza, el Parto es Nuestro ante el incremento de la violencia obstétrica asociada a protocolos sin fundamento científico (que llevaron a, por ejemplo, cesáreas innecesarias), etc.

También, el Seminario de Innovación en Atención Primaria “Covid19: del estado de alarma al de solidaridad”, organizado por el Equipo CESCA, en el que 326 profesionales, estudiantes y legos de varios países han participado virtualmente desde marzo de 2020 hasta la actualidad.

Este Seminario ha tenido una fase presencial en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza los días 19 y 20 de noviembre de 2021, con apoyo de la Delegación de Estudiantes y de la Red Española de Atención Primaria y participación presencial de 88 profesionales, estudiantes y legos.

 

Puntos clave

En síntesis, podemos destacar las siguientes cuestiones del debate presencial (fuertemente influido por el debate virtual previo):

·        Es imprescindible el cumplimiento del básico primum non nocere, el “primero no hacer daño”. Es clave tener en cuenta que toda intervención sanitaria puede dañar por más que sea bien intencionada.

·        Pueden dañar los medicamentos (vacunas incluidas), los consejos sobre comportamientos, las medidas no farmacológicas como las mascarillas y confinamientos, los cierre escolares, las intervenciones diagnósticas, los “pasaportes/certificados covid19”, etc, y, sobre todo, puede causarse mayor daño a grupos vulnerables (de dinámicas cambiantes).

·        Todas las propuestas de intervención y de no intervención deberían llevar un plan de evaluación que considere tanto posibles beneficios como posibles daños. Por ejemplo, sobre los comentados “pasaportes/certificados covid19”, para viajes y usos diario, es imprescindible un plan que incluya el debate para evitar la razón instrumental (el contestar sólo a dos preguntas, “¿Se puede hacer técnicamente?” y “¿Cumple sus propósitos?” olvidando la reflexión ética acerca de “¿Cuáles son sus consecuencias?”) pues tales pasaportes/certificados, entre otros efectos adversos, legitiman la respuesta tecnológica y el control social digital.

·        En la pandemia es fundamental una epidemiología básica capaz de responder a preguntas esenciales tipo: 1/ ¿qué?, 2/ ¿quién?, 3/ ¿cuándo? y 4/ ¿dónde? Hemos vivido y seguimos viviendo en un mar de datos que, irónicamente, no permiten conocer cuestiones básicas, como la mortalidad covid por ocupaciones (tipos de trabajo).

·        En noviembre de 2021 seguimos en la niebla epidemiológica ya que carecemos de información suficiente, por ejemplo, para determinar en la infancia-adolescencia la razón de letalidad de la infección (la proporción de muertes entre todas las personas infectadas) y la razón de  letalidad de los casos (la proporción de muertes entre los casos confirmados).

·        Conocer la letalidad real de la infección en los niños es fundamental para sopesar las ventajas e inconvenientes de su vacunación. En España, si consideramos la presumible gran infradetección de casos en los niños (mucho mayor que en adultos), la letalidad real podría ser de 1 por 100.000 o inferior. Precisamos estudios de seroprevalencia y de inmunidad celular.

·        En otros ejemplos, la falta de estudios de “casos” en lo que respecta a la mortalidad en centros socio-sanitarios, las carencias de estudios en poblaciones invisibles entre invisibles como prostitutas, etc.

·        Como problema general, la incapacidad para transformar en conocimiento el sufrimiento de los “casos personales” (que llaman anécdotas) por la preponderancia de la visión cuantitativa sobre la cualitativa. Bien se demuestra en la covid19 persistente, donde la narrativa de los pacientes se ha estrellado contra la soberbia de una medicina que desprecia los “síntomas médicamente inexplicables”.

·        La necesaria visión global general al considerar beneficios y daños. Son beneficios y daños los cambios a corto y largo plazo del estado de salud de personas, comunidades y poblaciones, en un amplio sentido.

·        Por ejemplo, es beneficio el soporte con los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) al consecuente desempleo generado por las normas de confinamiento, “pasaporte/certificado covid19”, toque de queda y otras, y es dañino el incremento de la inflación como consecuencia de los gastos y el derroche por la pandemia, pues tal incremento repercute en la capacidad de compra, especialmente de personas y familias de menor nivel económico.

·        Es beneficio la demostración de la potencia de los lazos comunitarios en situaciones extremas, y es daño el incremento con la pandemia de la violencia machista y contra infancia y ancianidad.

·        En otro ejemplo, es beneficio la probable disminución a corto plazo de los contagios por covid19 por las vacunas, y puede ser daño el incremento de contagios por cambios en la conducta de las personas vacunadas.

·        En el sentido social, es beneficio el implantar decididamente el Escudo Social desarrollado por el Gobierno de España (con sus debilidades, lamentablemente) y es daño el desarrollo de prácticas autoritarias aceptadas por la población. Etc.

·        Es necesario ver la pandemia como sindemia; es decir, como el encuentro del nuevo coronavirus con una sociedad enferma (sobreuso de medicamentos, obesidad generalizada, desigualdad socioeconómica, marginación de grupos varios, medicina patriarcal, expropiación de la salud, vulnerabilidad omnipresente, etc).

·        Gran parte de los dificultades durante la pandemia se deben a problemas estructurales, básicamente a la escasa inversión en programas y organizaciones que protejan a la infancia y las familias, a la salud y la enseñanza, al desempleo y la vejez, a grupos específicos (personas en situación de dependencia, en las cárceles, etc) y a la población general.

·        Por ejemplo, el incremento de la pobreza (especialmente por su impacto en la infancia), con dificultades de todo tipo para acceder a las escasas ayudas previstas; también la privatización y falta de regularización de las residencias sociosanitarias.

·        En otro ejemplo, el abandono de la atención primaria y de la atención hospitalaria públicas cuyos problemas se han agudizado con la pandemia y llevado a un incremento de las pólizas de aseguramiento privado.

·        Clave en la pandemia, la escasa inversión y desarrollo previo de la salud pública con falta de métodos de vigilancia y una capacidad insuficiente para llevar a cabo las necesarias investigaciones de casos a gran escala.

·        La misma sociedad que genera problemas estructurales al aceptar la baja inversión en lo público, genera desasosiego y malestar en personas, familias y comunidades.

·        Una economía capitalista, movida por el beneficio empresarial y no por el bienestar común, crea una sociedad insatisfecha, abrumada por el miedo a los inconvenientes de la vida.

·        Esta sociedad insatisfecha busca en los medicamentos y terapias psi un alivio vicariante, y en la exigencia de seguridad a toda costa una forma de consuelo ante el devenir vital de trabajos precarios y mal pagados, de vidas sincopadas y desarraigadas, de destino final viviendo y muriendo en los, muchas veces, mal gestionados centros socio-sanitarios.

·        El rechazo al sufrimiento, las enfermedades y la muerte lleva a la búsqueda del “riesgo cero”, que se espera conseguir con una prevención omnipotente (“pornoprevención”).

·        Cuando fracasa dicha prevención se intenta explicar culpando al enfermo (que fuma o consume otras drogas, se alimenta de comida basura-chatarra, no hace ejercicio físico, vive con ansiedad, tiene un pésimo estilo de vida, etc.) y transformando la enfermedad en justo castigo del pecado.

·        Todo ello lo ha favorecido en la pandemia un lenguaje militarizado que impone soluciones simples, con sus metáforas cargadas de arrogancia e ignorancia, como “es una guerra”, “quédate en casa”, “aplanar la curva”, “la vacuna es la solución”, “ahora no es tiempo de discrepar”, etc.

·        De ahí el salto a la criminalización de quienes se juzgan culpables, como ha puesto de relieve la pandemia: criminalización de la infancia, presentada como vehículo de contagio, criminalización de inmigrantes como portadores del SARS-CoV-2, criminalización de la juventud por su contagiante bullicio y ocio, criminalización de no-vacunados como culpables de los nuevos contagios y de las mutaciones víricas, etc.

·        Criminalización que en su lógica conlleva penalizaciones y uso de la policía (y hasta del ejército), como en Singapur al negar tratamientos a los no vacunados covid19, en Austria a su confinamiento selectivo, en Australia a reclusión en campos de concentración de contagiados y contactos y en casi todos los países a prohibir a los no vacunados covid19 el desplazamiento en transportes públicos, el ingreso en bares y restaurantes, y la participación en eventos varios, e incluso el trabajar (en Italia en general, y en varios países a los profesionales sanitarios no vacunados).

·        Las penalizaciones buscan el acatamiento de medidas autoritarias simples que pueden derivar en normas dictatoriales justificadas siempre “por la salud”, con un paternalismo salubrista que pretende vidas ejemplares ignorando que “todos los caminos de la virtud conducen al nazismo”.

·        Se precisan respuestas científicas en el sentido propio del término, bien lejos de la simplicidad de la “dictadura de los expertos” que ha focalizado en la pura biología los complejos problemas de la sindemia.

·        Ni siquiera ha habido transparencia acerca de los debates de tales expertos, ni de su trabajo con los políticos, pero tampoco ha habido escucha de otras áreas científicas, como la sociología y la antropología, ni de campos más generales, como la filosofía y la pedagogía.

·        Además, es imprescindible sumar las experiencias y saberes de quienes sufren la pandemia en carne viva, desde la infancia a la ancianidad, desde los marginados a los desempleados, desde los adolescentes en casas de acogida a las personas sin techo, desde los profesionales clínicos sanitarios a los “trabajadores esenciales” (limpieza, cuidados, etc) pues sus conocimientos añaden perspectivas que ayudan en la toma de decisiones “heroicas” (como hemos señalado, de sentido común, con tranquilidad).

·        Queda, además, toda la tarea de evaluación para identificar aciertos y errores, pedir perdón si ha habido daños evitables, repararlos en lo posible y tomar decisiones que mejoren las respuestas ante próximas pandemias.

·        Habría que evitar la simplificación de protocolos ingenuos y cambiantes, a veces carentes de fundamento científico y en general aplicados con un rigor excesivo que lleva a ignorar las peculiaridades de personas, familias y comunidades y con ello ponen en peligro la seguridad del paciente.

·        Al respecto, existen centros de salud de atención primaria con capacidad auto-organizativa de forma que adaptaron/adaptan los protocolos y normas a las necesidades de sus pacientes y comunidades, y convendría emplear su ejemplo para benchmarking (modelo de buenas prácticas).

·        Respecto a las vacunas covid19 se pusieron excesivas esperanzas en su impacto para lograr “volver a la nueva normalidad”.

·        En la práctica, las cosas no están resultando sencillas, tanto por problemas en los ensayos clínicos de las vacunas, especialmente respecto a la transparencia y el acceso a los datos brutos, como por los efectos adversos y sobre todo por la pérdida de inmunidad al cabo de pocos meses. Ello ha hecho imperativo el añadir una dosis de recuerdo y provocado debates enconados acerca de la efectividad vacunal, con la consiguiente reticencia a la vacunación y a la re-vacunación.

·        En la Universidad los problemas se centraron especialmente en torno a la docencia, con una estructura que no estaba preparada para la actividad virtual, y con unas prácticas perdidas por más que sean esenciales en Medicina. En cierta forma la Universidad no ha propiciado debates, dentro y fuera de su estructura, acerca de asuntos científicos y sociales de la pandemia. Por ello no es extraño la falta de Proyectos de Fin de Grado sobre dichas cuestiones. Es urgente la necesidad de cambio tanto en forma como en fondo en lo que respecta a la formación académica en general y especialmente a la formación universitaria.

 

Conclusiones

La pandemia ha supuesto el encuentro de un nuevo virus, el SARS-CoV-2, con una sociedad enferma, en el sentido de desigual e infeliz.

Así, ante la pandemia, las respuestas políticas y de salud pública están agudizando las contradicciones sociales, especialmente al declarar anatema la discrepancia y el debate. Las respuestas simples a problemas complejos eluden los matices (que generan riqueza mental y libertad) y facilitan la difusión de ideas totalitarias de final incierto.

Es hora de generar dinámicas que permitan la participación popular y profesional para cambiar una sociedad que acepta sumisa graves daños, presentes y futuros, en la pandemia y en general (crisis climática, violencias estructurales, etc).

 

 

NOTAS

 

En los SIAP no hay brecha de género, en el SIAPcovid19, tampoco

Está demostrado que en las reuniones científicas y profesionales las mujeres participan menos en los debates, aunque haya igualdad de sexos entre ponentes

https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0185534

https://www.thelancet.com/journals/landia/article/PIIS2213-8587%2821%2900177-7/fulltext

Al parecer, si es varón el primero que hace preguntas o comentarios en un debate todavía baja más la participación femenina

Por eso hace años que analizamos la participación por género en los Seminarios de Innovación en Atención Primaria (SIAP), en los que no se demuestra tal brecha.

 

Datos del SIAPcovid19 presencial

En el #siap2021, de "Seminario covid19: del estado de alarma al estado de solidaridad" hubo 165 inscripciones, el 101 de mujeres (61%)

Hemos tenido 12 ponencias, y en el mes de debate virtual (on-line) de los resúmenes de las mismas hemos tenido 155 comentarios-respuestas a las preguntas que iban en dichos resúmenes, de ellas 107 de mujeres (69%)

Sólo dos debates virtuales fueron iniciados por varones, y en ellos hubo en total 18 comentarios-respuestas, 8 de mujeres (44%)

En el debate presencial en Zaragoza hemos tenido las 12 ponencias, en una reunión que ha ocupado en total 690 minutos (once horas y media, en dos días), y de ellos 91 se han dedicado a "cafés-descansos"

Los 599 minutos de reunión en sí se reparten entre 329 min para ponentes y 270 minutos para debate con asistentes

Para las 12 ponencias hemos contado con 17 ponentes, siendo 10 mujeres (el 59%)

La asistencia ha variado entre un máximo de 101 y un mínimo de 72 personas; si elegimos un punto medio comprobado de asistencia, de 88 personas, hubo 35 varones y 53 mujeres (60%)

Por parte de la audiencia hubo 105 preguntas-comentarios, 55 de mujeres (52%)

En 7 casos (del debate de las 12 ponencias) inició el debate un varón, y hubo un total de 67 intervenciones en estos casos, 32 de mujeres (48%)

En total los ponentes respondieron oralmente en 54 ocasiones

En resumen, ha habido un total de 260 intervenciones en el total del Seminario (virtual y presencial), siendo 157 de mujeres (60%) sobre una audiencia en torno también al 60%

El ámbito virtual coincide con mayor participación femenina

Cuando la primera intervención es de un varón ciertamente baja un poco la participación femenina, tanto en lo virtual como en lo presencial

 

Respecto a cuentas

Ponentes y participantes no han pagado inscripción alguna y no han recibido remuneración alguna, y han cubierto de su bolsillo viajes, alojamiento y manutención

El uso del aula de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza ha sido gratuito, por la participación de la Delegación de Estudiantes

La Red Española de Atención Primaria (REAP) ha dado apoyo haciéndose cargo de los 620 euros que ha costado contar con una bedela el sábado (día en que suele estar cerrada la Facultad); ese dinero proviene de las cuotas voluntarias de los miembros de la REAP, para el fomento de la investigación

Creemos que estos datos deberían darse y exigirse en toda actividad científica y/o profesional para evitar la brecha de género

https://www.actasanitaria.com/la-necesaria-participacion-femenina-juvenil-y-diversa-en-reuniones-mesas-y-congresos/

 

 

 

martes, 23 de noviembre de 2021

LA COVID 19 Y LA OBEDIENCIA DEBIDA DE LOS MÉDICOS

 

He leído un artículo aparecido en La voz del Sur escrito por un médico en el que expresa sus dilemas morales ante la escalada de las políticas sanitarias, que proyectan la culpabilidad de la situación a un nuevo chivo expiatorio al que se persigue con saña: los no vacunados.  El autor es Juan Diego Areta Higuera. Su texto remite a una cuestión trascendente, como es la de si los profesionales pueden expresar en público sus dudas o sus opiniones críticas. Este artículo me ha hecho pensar acerca de la situación pandémica como un acontecimiento que exige la unanimidad más contundente en torno a la voz expresada por las autoridades.

Una palabra me ha conmovido, en tanto que evoca otras situaciones críticas vividas en primera persona. Areta alude a su temor por “significarse”. Esta palabrota es un indicador de monolitismo en el colectivo profesional de los médicos. Este orden hermético remite al manido “lavar los trapos sucios dentro de la casa”, manteniendo en el exterior el asentimiento sin excepciones. En este orden interior imperante, cualquiera que exprese un disentimiento de cualquier clase es considerado como equivalente a un traidor. Así, el corporativismo es un aliado fuerte de las políticas sanitarias en curso. Este funciona de bajo la presunción de adhesión obligada y el precepto de la prohibición de diferencias. Los contrastes, las puntualizaciones, los matices, las perspectivas, quedan abolidos integralmente.

Areta alude a este orden interior en el que la coacción se diversifica, encontrándose en todas las partes y actuando según el principio de la sinergia. Creo entender el trasfondo de su texto en tanto que he vivido el interior del orden universitario, experimentando el aislamiento y la sincronización de las presiones latentes y manifiestas. En ese imaginario organizacional, cada cual es un soldado que tiene que actuar según el principio de concertación de las voces, evitando filtrar cualquier tonalidad discordante, en tanto que sobre los receptores exteriores se produce una gran descalificación. A esos idiotas es menester darles una información liberada de cualquier sospecha de unanimidad.

Este artículo tiene el mérito de desvelar la escalada de las acciones desmesuradas orientadas a abatir el fantasma del enemigo oficial investido como negacionista. El discurso oficial sancionó las vacunas como un prodigioso milagro científico. Pero, tras varios meses triunfales, ha comparecido el punto débil de las mismas: la duración temporal limitada de sus efectos. La inevitable percepción de esta situación ha desatado una oleada de ruido y furia contra los considerados culpables. Los saltos coercitivos parecen inevitables.

Una cuestión fundamental radica en la total ausencia de debate científico. ¿Cuáles son las distintas posiciones? ¿Cómo evolucionan estas? ¿En qué escenarios se producen? ¿Cuál es el curso del debate y la fusión y renovación de los argumentos? Podría seguir haciendo preguntas que al contrastar con la realidad, devienen en alarmantes. No, no hay debate alguno, solo un juego de expertos que se fundan en modelos de discusión que remiten a la teología. La mitológica ciencia invocada desde el primer día, es en realidad una ciencia de la propaganda, amparada en el valor político y económico de los intereses de los grupos industriales que producen las vacunas.

Pero la situación se ha modificado sustantivamente en el curso de la pandemia. En la primera fase, los considerados expertos poblaban las televisiones y alimentaban a los imaginarios de la precaución maximizada. Pero ahora, desde hace varios meses, estos disminuyen su presencia para ser reemplazados por políticos, periodistas, y hasta algún experto en la NBA de baloncesto (Iglesias). Los nuevos directores espirituales carecen de prejuicios científicos. La dureza de las intervenciones y descalificaciones se produce a saltos inquietantes. La relegación de los expertos de usar y tirar abre paso a la virulencia y las violencias comunicativas. Jordi Évole abrió el melón contra Bosé. Ahora brillan las estrellas de Mediaset, que se producen con una violencia inusitada contra los abstemios de ese mercado obligatorio de las vacunas. Me impresionan mucho los métodos inequívocamente totalitarios de Megide, Marta Flich y similares.

El peligro es manifiesto, en tanto que las estrellas mediáticas curtidas en formatos televisivos fundados en la administración de las violencias, trasladan sus descalificaciones y malas sañas al escenario de la pandemia. En una situación así me parece pertinente interrogarse acerca de la naturaleza de la situación en curso. Mi síntesis sería esta: Declina la perspectiva de la salud pública y crecen las significaciones implícitas del gran mercado obligatorio de las vacunas. La buena de Margarita del Val es la última mohicana científica que multiplica sus presencias, y que es brutalmente manipulada por los operadores mediáticos del gran mercado, la jauja biológica.

En esta situación creo entender la disidencia de Areta y sus razones, pensando analogías con otros autoritarismos de situaciones históricas antecedentes. Celebro la aparición de esta pequeña grieta en el silencioso planeta blanco y lo entiendo como el eterno dilema de la obediencia debida.  También me alarma volver a leer la terrible palabra "significarme". Este es el texto del artículo que también podéis leer aquí.

  

¿ES REALMENTE NUEVA LA ‘NUEVA’ NORMALIDAD?

 

Querría convencerme de que el autoritarismo sanitario enloquecido que padecemos tendrá aquí su límite, que no aceptaremos esta aberración ética sin siquiera base científica

Juan Diego Areta Higuera

Médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Máster en Salud Internacional y Cooperación.

22 de noviembre de 2021 

Hace poco más de un año escribí, como desahogo, unas palabras que pretendían alertar sobre algunos peligros que observaba entonces en relación al afrontamiento de la pandemia. Básicamente animaba a volver a la serenidad, al debate racional y a evitar convertir la ciencia en religión. Creo que es obvio mi fracaso pero, al menos, el poema de Niemöller no se me podrá aplicar a mí. Con ese pírrico triunfo hube —y habré— de conformarme.

Tras aquello, me propuse no volver a manifestarme públicamente por varios motivos: mi aversión a los focos, la autoconciencia de mi irrelevancia y, especialmente, la evitación de los problemas que me puede traer significarme (uso esta palabra, “significarme”, con pleno conocimiento de las connotaciones que tiene en España y teniendo presentes las que tiene la etiqueta “negacionista”).

Habrá quien opine que exagero, que la libertad de expresión no se ha mermado y que el debate sigue siendo abierto. A quien eso piense, le pido que recuerde los ataques y censuras sufridos por quienes han manifestado dudas u oposición a ciertos aspectos de la gestión de la pandemia (John IoannidisMartin KulldorffPeter DoshiJuan Gérvas…).

Así, en este último año sólo me he expresado abiertamente en pequeños grupos de confianza o, en ocasiones, parapetado tras un cobarde anonimato. Y así pretendía seguir, pero ciertas noticias publicadas en los últimos días me han removido de tal manera que, desde mi humilde posición, me veo en conciencia obligado a escribir estas palabras. Me refiero a las siguientes:

- "País Vasco exigirá certificado Covid para entrar a bares y restaurantes";

- "Alemania se prepara para confinar a los no vacunados";

- "Austria aplica desde hoy el confinamiento parcial para los no vacunados".

Son noticias que, como digo, me provocan un impacto profundo y me hacen preguntarme hacia dónde vamos.

La limitación de derechos fundamentales es algo gravísimo que, en algún caso extremo de aplicación, debería fundamentarse de una manera muy potente en base a la evitación de un riesgo grave. ¿Es el caso de estas medidas?

Tenemos unas vacunas contra la Covid-19 de las que, entre otras cosas, sabemos que protegen (durante unos meses) a la persona vacunada de desarrollar síntomas graves de Covid-19, pero que no evitan que el vacunado pueda portar el virus y transmitirlo. Así, si en un mismo espacio encontramos personas vacunadas y no vacunadas, son estas últimas las que asumirán el mayor riesgo. Entonces, ¿qué sentido “científico” tiene limitar los derechos de los no vacunados?

Querría convencerme de que el autoritarismo sanitario enloquecido que padecemos tendrá aquí su límite, que no aceptaremos está aberración ética sin siquiera base científica. Pero no lo consigo, y me resulta alarmante la prácticamente nula reacción que se percibe entre la población, que incluso parece apoyar este tipo de medidas autoritarias.

Y así, sin reponerme de la desazón y la sorpresa, acabo encontrando similitudes entre nuestro tiempo y el desarrollo de los totalitarismos durante el primer tercio del siglo XX. Es común considerar que el nazismo (y otros totalitarismos) son aberraciones históricas imposibles de repetirse. A menudo no podemos concebir cómo las personas de la época pudieron permitirlo. Pero ya nos enseñó Hannah Arendt que los nazis no eran en su mayoría monstruos, aunque nos guste creer que sí; que cualquiera de nosotros, en circunstancias parecidas, hubiéramos podido hacer lo mismo.

En aquella época, el racismo y la eugenesia no eran ideologías bárbaras. No. Eran teorías basadas en la ciencia que calaron profundamente en el ámbito académico y también en el político-social. Y que  (esto es vital) eran apoyadas y aplicadas por personas que no querían hacer el mal, sino que estaban plenamente convencidas de hacer el bien.

Así, en Alemania había unos "certificados arios" que habilitaban para ser ciudadano de pleno derecho. Insisto: esta y otras medidas se fundamentaban recurriendo a teorías científicas respetadas por muchos en la época. Pero las consecuencias fueron las que fueron.

Este detalle histórico nos recuerda que lo que caracteriza a la ciencia -o lo que debería caracterizarla- no son la certeza y el dogma, sino la permanente duda y puesta en cuestión de lo que creemos saber. Además, nos hace ver que el totalitarismo no llega de golpe ni necesariamente con malas intenciones, que son pequeños cambios “sin importancia” los que van haciéndonos avanzar por ese camino de forma a veces casi imperceptible.

Y yo pregunto: ¿no guardan cierto parecido las medidas que se anuncian últimamente en las noticias con el certificado ario? Respondería que sí, pero no me atrevo. Me doy cuenta de que tal vez soy un alarmista incorregible... Sí, ahora que lo pienso, lo soy. Es evidente aprendemos de la Historia, que hemos recobrado la serenidad y la razón, que el otro no es visto como riesgo y amenaza sino como semejante, que no hemos olvidado aquello que tanto nos costó aprender: que los Derechos Humanos no son un fin al que llegar, sino un principio del que partir.