Hace tres
años que descubrí a Alessandro Baricco. Me fascinó su inteligencia y
originalidad en su libro “Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación”, publicado en
Anagrama. En sus páginas me reconocía como habitante de varias de las aldeas saqueadas por la mutación en
curso que se hacen presentes en el texto. Su perspectiva tan aguda, sutil y
singular, que excluye la defensa del pasado, así como la condena de la mutación, le permite hacer conceptualizaciones
lúcidas. La transformación radica en que los protagonistas “agresores” no
pugnan por controlar los puntos estratégicos del mapa, sino que están cambiando
el mismo mapa, disolviendo el suelo sobre el que se asientan los renuentes. Su
definición certera concentrada en estas palabras “Donde esa gente puede
respirar, nosotros nos morimos”, apunta a una transformación cargada de
opacidad, frente a la que solo somos capaces de ver sus efectos.
Hace un par
de semanas me topé en una librería material con su último libro, también en
Anagrama, en los fértiles Cuadernos, que versa sobre la pandemia. Su título es
“Lo que estábamos buscando. 33Fragmentos”. Su lectura de nuevo ha conmovido mi
sistema de percepción y categorización, que ha sido sometida a una fantástica
tormenta intelectual, tras el cual he tenido que conceder un lugar a sus
aportaciones. Si lo tuviera que definir en pocas palabras, diría que vive
intensamente el presente desde una marginación que le confiere una autenticidad
manifiesta, que constituye una excepción en una nueva sociedad que multiplica
el efecto Panurgo. Ahí radica la potencialidad de su mirada. Esta es
precisamente mi línea, que sigo desde hace muchos años y que conforma mis
aspiraciones a ser así cuando sea mayor. Recomiendo vivamente la lectura reposada
de este texto fecundo, que despliega un análisis en el que la mirada sobre la pandemia se realiza
desde un ángulo diferente y hace de la sutileza un verdadero arte.
La pandemia
se ha caracterizado por ser percibida y analizada como una emergencia sanitaria,
solo como tal y nada más que eso. Este es el centro de gravedad de la casi
totalidad de las interpretaciones de la misma. De ahí resulta la preponderancia
y el monopolio de la voz a los expertos médicos y salubristas. Sin embargo, la
pandemia es un fenómeno que trasciende sus dimensiones sanitaristas, generando
una catarata de seísmos en las formas de gobierno, las relaciones sociales, las
instituciones y la vida cotidiana. Estas son percibidas, pero no son objeto de
discusión, en tanto se consideran derivadas de una causalidad sanitaria
considerada como inevitable. Desde el primer día me he posicionado críticamente
con respecto a las visiones sanitario-centristas, que ignoran la trascendencia
de la Covid como poderoso motor de transformaciones políticas esenciales. La
aceptación de la etiqueta exclusiva de salud implica la generación de un
sentido común letal, que justifica los excesos de los poderes públicos y la
conformación de una sociedad de apoteosis policial. El libro de Baricco se
ubica justamente en esta perspectiva del más allá de la emergencia sanitaria.
Este
comienza definiendo la emergencia Covid como un acontecimiento que trasciende
sus dimensiones de salud pública. “Habría
que intentar comprender la Pandemia como criatura mítica. Mucho más compleja
que una simple emergencia sanitaria, parece ser más bien una construcción
colectiva en la que los diversos saberes e ignorancias han trabajado en un
propósito aparentemente compartido”. Una construcción colectiva, a la que
el autor le otorga el título de “criatura mítica”. En el texto se puede
homologar esta definición con los conceptos esenciales de narrativa o cultura.
En sus propias palabras “las criaturas míticas son productos
artificiales en los que los seres humanos se dicen a sí mismos algo urgente y
vital. Son figuras en las que una comunidad de seres vivos organiza el material
caótico de sus miedos, creencias, recuerdos o sueños. Estas criaturas habitan
el espacio mental que llamamos mito”. La pandemia remite a un estado mental
compartido que se encuentra interactivamente producido.
Muchas
personas ancladas en las referencias sanitaristas pueden pensar que esta
definición es una extravagancia filosófica.
Pero Baricco advierte que “nada más engañoso que usar la palabra mito
como sinónimo de acontecimiento irreal, fantástico o legendario. El mito es
aquello que dota de un perfil legible a un puñado de hechos. En cierto sentido
es lo que traduce aquello indiferenciado que es propio de lo que sucede a la
forma completa que es propia de lo que es real; pero confundir lo artificial
con lo irreal es una estupidez. El mito es la criatura más real que existe”.
Así, la pandemia es un mito construido que otorga sentido a la realidad. El
dominio de las narrativas derivadas de la ciencia genera un vacío sobre el que
se constituye el mito o leyenda. Porque “nos
hemos rendido incondicionalmente a la ciencia, lo que nos incapacita para leer
el mito, comprender su producción”.
Una de las
claves del texto se encuentra en su definición de que la pandemia resulta de
una construcción de saberes e ignorancias. Efectivamente, la vetusta división
de las ciencias especializadas, que no termina de desaparecer por efecto de la
mutación científica en curso, privilegia a las ciencias derivadas de la química
y la biología, que se desarrollan radicalmente aisladas de las ciencias humanas
y sociales. A su vez, estas últimas se encuentran escindidas del pensamiento.
El resultado se evidencia en el curso de la pandemia, cristalizando en un sistema
de ignorancias de una magnitud macroscópicas. Mi posicionamiento de
confrontación con la epidemiología y los saberes salubristas, tiene este
fundamento. Así se confirma que el taylorismo y la ciencia newtoniana
protagonizan el milagro de su reproducción incesante en un contexto nuevo y
bajo otras formas. De este modo se configura una de las tragedias más
relevantes de este tiempo, que la emergencia de la COVID evidencia
impúdicamente.
Entonces, la pandemia ha mostrado un rasgo persistente en la historia que Baricco resalta, “la historia a menudo no es más que la conversión en acontecimiento de ciertas pulsiones del inconsciente colectivo…se convierte en historia aquello que los humanos no saben que piensan hasta que no logran producirlo para sí mismos, sintetizarlo y nombrarlo en forma de acontecimiento histórico…la historia es aquello que alcanzamos a pronunciar de nuestras premoniciones”. Este acontecimiento producido en tanto estaban preparadas sus condiciones. Las pulsiones resultan de las percepciones y supuestos compartidos. La criatura mítica creada por los medios que más me ha impresionado en los últimos años ha sido la de la conversión de la meteorología en un discurso experto y permanente. Es lo que en este blog he denominado como “la braserización”, en honor a uno de sus pioneros Brasero, que genera un relato perenne que se reproduce todos los días acerca de la predicción del tiempo. Este condensa toda la incertidumbre acerca de la vida, que es proyectada a las condiciones meteorológicas, que es cocinada por los expertos en la tan científica tarea de la previsión.
La pandemia
como construcción colectiva resultante de la conjunción de saberes e
ignorancias implica una definición global. Dice Baricco que “Primero, y más rápido que la enfermedad misma,
está la figura mítica que ha contagiado al mundo. Esa es la verdadera pandemia:
antes que tocar los cuerpos de los individuos, toca el imaginario colectivo. Es
la explosión de una figura mítica, con una potencia y velocidad
desconcertantes…la pandemia se alinea con otras grandes criaturas míticas de
las que se tiene memoria y se acepta por lo que realmente es: un contagio de
las mentes antes que los cuerpos”. En la sociedad de la información, los
virus, y también las representaciones mentales, viajan a una velocidad
vertiginosa. Así ha cristalizado el estado mental que denominamos pandemia.
Desde la
perspectiva de Baricco, un acontecimiento generador de una mitología, necesita
encontrarse arraigado en las predisposiciones de las gentes, que las define así:
“ antes de la pandemia ya se registraba
una actividad sísmica inusual allí donde un cierto sentir colectivo
asintomático se desbordaba hasta generar historia. En poco tiempo, varias
figuras míticas de proporciones considerables comenzaron a rediseñar, como
impulsadas por una urgencia repentina, el skyline mental de los humanos.
Mientras la revolución digital construía imparable en todo el planeta el mito
por excelencia de la tierra prometida, en áreas más limitadas del mundo
florecían grandes relatos mitológicos de espléndida factura: la guerra contra
el terrorismo, la amenaza de los inmigrantes, la emergencia del cambio
climático, con un clásico en perspectiva: el fin del mundo. Después de décadas
de aparente anemia mítica, un magma subterráneo de altísimas temperaturas
parecía haber encontrado una boca desde la que erupcionar- rugido y resplandor.
Luego la pandemia”.
Las
condiciones para la emergencia de la pandemia habían madurado en las
sociedades. Dice “Se puede leer una
especie de voluntad mayoritaria, una corriente dominante, que desde hace tiempo
fluía en una dirección muy clara. Se podría decir que casi todas las elecciones
de cualquier tipo que han tomado los seres humanos en los últimos cincuenta
años parecen haber sido a propósito para crear las condiciones para una
pandemia…Se ha trabajado mucho para crear un terreno de juego único en el que
moverse con una velocidad y facilidad nunca antes conocidas…auge de la palabra
viral…Hacer correr por ahí la información, dinero, números, noticias o música
cambia poco las cosas: es siempre un juego pandémico. Si un virus hace su
aparición, no puede desencadenar nada más que una pandemia…Puede parecer
extraño decirlo, pero evidentemente es lo que estábamos buscando”.
El tiempo de
la Covid ha evidenciado la coherencia con los modelos de vida y sociedad
imperantes. Baricco se interroga acerca de la vida inmediatamente anterior: “…era una locura ir a ese ritmo, dispersar la
mirada y la atención, perder la intimidad con uno mismo, intercambiar
neuróticamente los cuerpos sin detenerse a contemplar el cuerpo propio, ver
mucho hasta alcanzar una cierta ceguera, saber mucho hasta no comprender nada
más”. La vida social compulsiva del tiempo presente se produce con una
velocidad que termina por desestabilizar el conocimiento. La crisis
contemporánea que cataliza la Covid es, principalmente, una crisis de
inteligibilidad. Así, plantea la cuestión fundamental, la necesidad de frenar “…la espasmódica necesidad de detenernos. En
este sentido, la pandemia fue verdaderamente un grito. Un grito de cansancio.
De rebelión.”
Este tiempo
es el tiempo de apoteosis de lo digital, que se encuentra inscrito
genéticamente en los códigos de la pandemia. “Luego salió a flote una especie de higiene digital: la idea de que los
dispositivos electrónicos pueden reducir al mínimo la exposición de los cuerpos
al peligro de la contaminación. Evidentemente, el Game, la revolución digital,
también llevaba en su seno esta utopía fóbica y visionaria a la vez. Una
especie de oscurantismo luminoso que parecería imaginar una limpieza
preexistente al contacto con un Yo que se contamina al fusionarse con el otro…el
Game, másbien tenía como idea la rotación continua de la experiencia física y
la experiencia digital en un único sistema de realidad. Pero ahora, en la
figura mítica de la pandemia, leemos que es frecuente la tentación de
simplificar esa rotación y replegarse a lo puramente digital…la eliminación de
los cuerpos que lleva consigo es nociva”.
Baricco
valora la respuesta a la pandemia y se interroga acerca de las inteligencias
quela conducen. En este capítulo, su lucidez alcanza su máxima cota, en tanto
que apunta a una severa limitación de estas. “A nivel técnico, la pandemia, es decir, la primera criatura mítica
ensamblada en la era digital, ha estado enteramente gobernada por inteligencias
del siglo XX: una pérfida asimetría. No es de extrañar que, incluso en los
lugares más diversos y distantes del mundo, esas inteligencias hayan llegado
más o menos a las mismas soluciones: todos los que jugaban habían crecido en la
misma escuela…..en esencia, una pandemia hija del hábitat digital fue gobernada
por inteligencias del siglo XX basándose en principios ya caducos, y siguiendo
una lógica obsoleta”.
La ciencia
fragmentada y la taylorización de los saberes han sido los factores más
importantes de descontrol de la pandemia. La hiperespecialización de lo que en
la venerable y misteriosa institución universidad se denomina como “áreas de
conocimiento”, radicalmente incomunicadas entre sí, ha desempeñado un papel
esencial. Este laberinto de conocimientos se ha mostrado trasnochado. Solo se
ha renovado su máscara mediática. “Si
intentamos hacer un balance ahora, cuando aún no ha terminado la pandemia,
podemos aventurar una idea clamorosa: la ciencia, una de las figuras míticas
más fuertes producidas por la modernidad, se tambalea. En la embarazosa
confusión del saber médico al que se recurre para afrontar la emergencia,
cualquiera puede identificar una obsolescencia metodológica que ahora parecen
tener en común todos los saberes…un inmenso saber, con acceso a cantidades
vertiginosas de datos, por increíble que parezca, de poca utilidad, o produce
soluciones con demasiada lentitud, o plantea las preguntas equivocadas…En la
pandemia, la ciencia médica habla por todas las demás, denunciando la
incapacidad crónica para hacer aterrizar las inmensas inteligencias, humanas y
artificiales, que están a nuestra disposición”.
Baricco
concluye apuntando a una cuestión esencial, tal y como es el salto del
autoritarismo resultante de la emergencia de la Covid. Este se encontraba en
estado de disponibilidad, esperando su ocasión. “Y una necesidad de orden, obviamente. La increíble disciplina que las
multitudes han mostrado hacia unos poderes públicos que hasta el día anterior
habían sido despreciados autoriza a la figura mítica de la pandemia para decir
que un sordo deseo de disciplina serpenteaba bajo la piel de una civilización a
la que gustaba imaginar libre, abierta, rebelde, incluso caótica. …Pero en su
seno había hambre de orden, disposiciones, prohibiciones, limitaciones. Se
conservó el placer de una autoridad a la que obedecer y hasta la nostalgia de
un experto que orienta, un poderoso que dispone, un guía que sugiere, un
sacerdote que execra, un médico que prescribe, un policía que castiga, un juez
que sanciona, un periodista que advierte, un padre que educa. Al mismo tiempo,
en quien manda, corrige, castiga, ha vuelto a manifestarse ese sentimiento de
legítima superioridad sin el cual el placer de la autoridad pierde su encanto”.
Por último,
señala una cuestión fundamental. El virus no es democrático y refuerza las
desigualdades, principalmente mediante la penalización de la economía informal.
La pandemia ha reforzado los gobiernos interactivos con los grandes poderes de
la economía, recuperando competencias que se encontraban debilitadas, En sus
propias palabras “La pandemia acaba por
afilar las garras de un poder que estaba perdiendo a su presa. Contiene una
energía que tiende a detener los tiempos, a restaurar aquello que había
decaído. Parece diseñada a propósito para devolver una perspectiva mítica a la
pura y simple dominación: como para devolverle la narrativa perdida y por lo
tanto la fuerza motriz, y, en última instancia, la autoridad moral”.
Un libro
esencial para pensar y entender la pandemia de modo asimétrico a las versiones
sanirario-centristas. Esta es la razón por la que etiqueto este texto en "El presente", en tanto que trasciende lo estrictamente sanitario.
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