En estos
días he de esquivar el torrente mediático que presenta la situación de
Afganistán de modo justamente inverso al que es en realidad. Una invasión
realizada en 2003 inscrita en las coordenadas de la Guerra contra el terrorismo
y el eje del Mal, cuya naturaleza es estrictamente militar, es presentada como
intervención humanitaria para apoyar a la población, y a las mujeres en
particular, y para organizar un estado democrático. El estado español envía
para tan insigne misión tropas bien equipadas y capacitadas. La realidad oculta
termina por reflotar, con el desplome del estado títere en el que se conciertan
distintas gentes, entre ellas no pocos señores de distintos tráficos, ultradotados
en el arte de reapropiarse de la cuantiosa ayuda y sus generosos dólares.
El resultado
final es el precipitado derrumbe de esa estructura falaz que solo tiene como
soporte el respaldo de tropas cualificadas. El castillo de naipes se ha
desmoronado dramáticamente cuando se ha esfumado la protección, militar, por
supuesto. Los medios occidentales realizan una metamorfosis prodigiosa. Pero,
insisto, nadie ha mandado en los veinte años de presencia occidental, a maestros,
médicos, enfermeras, trabajadores sociales y otros profesionales para la ayuda,
sino soldados. Eso sí, estos son presentados en las televisiones como gentes
que se dedican a tareas de ayuda humanitaria. Las imágenes emitidas en este
tiempo ocultan la verdadera situación. Esta implica la presencia de múltiples gentes
de negocios que practican el business administrando con pingües beneficios
todas las empresas de la ayuda civil y militar, así como el formidable negocio
de la seguridad.
Un autor
fundamental para comprender el fondo de las sociedades del presente y sus
múltiples relaciones con los conflictos armados es Günther Anders. Este se
interroga acerca de la significación de la existencia de arsenales atómicos con
una capacidad de devastación suprema. Desde hace muchos años, coincido con él
acerca de la no aceptación del término democracia cuando este es compatible con
la tenencia y almacenamiento de armas nucleares. La gestión de estas, que
implican una potencia destructiva que disuelve cualquier minúscula porción de
ética, se realiza por una superestructura secreta que se sobrepone a cualquier
poder político emanado de las elecciones.
Pero el
aspecto fundamental que aporta Anders radica en que ese poder destructivo
apocalíptico que han alcanzado los ejércitos en esta era, tiene la doble
necesidad de ocultarse y legitimarse. El requisito para estos es una sociedad
adormecida, de modo que los medios de comunicación adquieren inevitablemente en
su conjunto, la condición de fabricantes de esa conciencia social neutralizada.
Así, el crecimiento del poder destructivo corre paralelo al crecimiento de la
capacidad de los medios para producirla. El arte de la guerra se ha expandido
prodigiosamente al ecosistema de la comunicación de masas. Los saltos
incrementales producidos por estas en los últimos treinta años solo pueden
encontrar un campo en el que puede competir: la industria militar. Así, el
complejo militar-industrial, junto al complejo de la comunicación, conforman un
más allá de las instituciones de gobierno. Estos últimos ocultan eficazmente el
dilema de la capacidad destructiva de los primeros.
La guerra y
las prósperas industrias que la abastecen, ha crecido paralelamente a los
medios de comunicación. Se puede establecer un cronograma de recorridos
comunes. La segunda guerra mundial significó la apoteosis de la radio, medio
vivo capaz de movilizar a las poblaciones de la retaguardia, operando
selectivamente con respecto a la realidad en el frente. El ensayo de la
capacidad de ocultación llegó a su cima imposible tras las bombas de Hirosima y
Nagasaki. ¿Cómo es posible que no hubiera movilizaciones ciudadanas y
posicionamientos críticos frente a tal crueldad con la población civil
japonesa? El éxito de los físicos en obtener esa arma formidable se articula
con el éxito del entramado de medios e industrias culturales, que muestran
ostensiblemente su competencia de anestesiar a las poblaciones y eliminar a la inteligencia.
El
crecimiento del complejo militar-industrial, así como el dispositivo de medios
e industrias del imaginario, se acrecientan intensamente en los años setenta y
ochenta, y culminan con la consolidación de la tercera revolución tecnológica.
La derrota de los Estados Unidos en Vietnam genera un salto adelante mediante
una nueva generación de armas mucho mejor dotadas y un ecosistema de medios de
comunicación que se derivan de la fusión explosiva de la televisión y la
informática. Los reporteros de guerra en el campo de batalla transmiten
informaciones críticas que alimentan a los movimientos pacifistas. Esta derrota
constituye el advenimiento de una nueva era en ambos campos.
La primera
guerra del Golfo, tras la invasión de Kuwait por parte de las tropas de Sadam
Husein, representa un salto cuántico de la eficacia de los nuevos ejércitos así
como de los renovados medios. Eduardo Subirats, en un libro clarificador “La linterna mágica”, define esta guerra
con estas palabras “La Guerra del Golfo Pérsico es la primera guerra integralmente
performatizada como evento mediático. Es una guerra de simulacros: Ha
significado una doble violencia, primero como sistema de destrucción y, en
segundo lugar, como violencia simuladora de su propia realidad. Se trata
ciertamente de una guerra concebida como un fenómeno estético […] La
estetización de la guerra tiene aquel sentido radical de la política como
<<estilo>>, como expresión de una cosmovisión artística a gran
escala, formulado por los pioneros mediáticos del nacionalsocialismo. La
destrucción es lo que ha sido definido en sus mismos aspectos técnicos como un
fenómeno estético a escala masiva[…] Esta guerra no ha supuesto una
movilización de las masas en el sentido de las estrategias políticas
tradicionales, mediante una propaganda política o una manipulación informativa.
Constituye más bien un nuevo modelo de activ, íntima y sostenida participación
colectiva de una nueva masa electrónica y virtual en la peformatización de la
guerra como espectáculo […] El vídeo de rayos láser se acopla a los misiles,
dirige su evolución hacia el objetivo letal y la reproduce electrónicamente. El
mismo dispositivo técnico filma por un lado lo que por el otro destruye […]
lasa imágenes de las máquinas de destrucción partiendo hacia sus objetivos y
las visiones de ruinas y citas aisladas de la desolación. La
descontextualización mediática como principio de destrucción de la experiencia.
[…] la guerra como un videojuego…que apela a una gratificación motriz
repetitiva altamente automatizada y perfectamente animalizada. Ella configura
un sistema de estímulos dotado de un último efecto fisiológicamente
gratificante, psicológicamente hipnótico y aletargador”.
Esta guerra
genera una información cero sobre la situación militar, instaurando juegos de
imágenes y luces de las explosiones. No aparece ninguna imagen de víctimas
humanas. Los fotógrafos de guerra son sustituidos por las imágenes tomadas
desde las máquinas de destrucción. La desinformación alcanza cotas
macroscópicas. La opinión informada es sustituida por la excitación catódica
del espectáculo de los aviones y los misiles, que alimenta una masa de
espectadores desprovista de referencias. Es la primera vez que la comunión
entre el aparato destructivo militar y el aparato propagandístico mediático es
total. Representa una regresión de la información y de la inteligencia.
En 2003
tiene lugar la invasión definitiva de Irak. En esta guerra se ensaya otra forma
diferente de propaganda, que trata de soslayar las críticas que algunos
intelectuales habían realizado de la guerra del 91. En esta ocasión se
redescubre el grupo, al estilo del viejo Elton Mayo. Los reporteros son asignados
a unidades militares que avanzan hacia Bagdag con la incertidumbre de la
resistencia militar que esperan encontrar. En una situación así se produce una
identificación emocional entre los periodistas y los soldados, que impulsa un
torrente de crónicas con rostro humano sobre las vivencias de estos. Se llegan
a producir narrativas heroicas sobre casos personales. Así se nutre a la masa
de espectadores que sigue los avatares de la guerra, pero se oculta
cuidadosamente la situación militar. Nadie sabe qué está ocurriendo. Solo se
tienen noticias a partir de acontecimientos aislados. La muerte de José Couto
en el hotel Palestina de Bagdag ilustra esta opacidad suprema. La metamorfosis
mediática de la realidad se regenera y se renueva.
La guerra de
Afganistán que ahora concluye culmina este proceso de creación mediática de una
realidad que oculta la verdadera situación. La crisis intelectual y moral de
eso que se llama convencionalmente Occidente alcanza proporciones cósmicas.
Esta civilización comparece según la imago de la apoteosis de las máquinas
omnipotentes versus raquitismo de las inteligencias. Tantos años de
metamorfosis mediática han cristalizado en una idea rotundamente falsa acerca
de la naturaleza del mundo. Esta es cocinada en las organizaciones globales y
sus séquitos de profesionales brujos que consiguen imponer una piadosa imagen
del mundo, que oculta integralmente los medios sociales en los que se producen
múltiples situaciones de carencias materiales e inmateriales, que amparan
desigualdades y una utilización de la fuerza bruta por parte de los poderosos
locales.
La opinión
pública resultante de la consolidación del complejo mediático audiovisual,
refrendado por el silencio estruendoso de la inteligencia, se encuentra en
estado de éxtasis de estulticia, determinada por la desaparición de referentes
imprescindibles para comprender la situación. Así, las poblaciones que
protagonizan los terribles éxodos de las guerras, como Irak, Siria y ahora
Afganistán, son difuminadas en el flujo mediático, siendo sustituidas por las
alegres multitudes de la abundancia del consumo. En este contexto comunicativo
es posible la multiplicación de disparates derivados de la inversión mediática
de la realidad. Para el grueso de los afganos que huyan de este desastre, el
pronóstico es más que sombrío.
Mientras
tanto, la guerra de Afganistán nunca existió. Esta es negada y sustituida por
la acción asistencial de los soldados que se han desplazado allí para conformar
un estado de bienestar fantasmático. La consumación histórica del complejo
mediático de la ocultación de la guerra ha alcanzado sus últimos objetivos. La
diáspora de la población afgana que tendrá lugar en los próximos meses
confirmará el milagro de su propia difuminación, como la de los sirios y tantos
otros. Será sustituida por algún caso, como el de la jugadora de baloncesto,
arraigada ahora en Bilbao, y un pequeño grupo de gentes privilegiadas que
prestan su historia y su cuerpo fotografiado a la gran tarea de la ocultación.
Concluyo
reafirmando que el grito “No a la guerra” tiene que estar acompañado de un “No
a la manipulación mediática audiovisual”. El complejo militar industrial cede
su preponderancia al dispositivo de grabación de imágenes que tiene como
finalidad la distorsión y la ocultación de las realidades incómodas. En el
presente, no se puede ser pacifista sin apelar críticamente a la industria de
la conciencia anestesiada. De ahí el título de este texto. En términos
históricos esta es la tercera fase de la era de la manipulación, compañera inseparable
del próspero complejo militar-industrial.
En primer lugar, tarareando el refrán "de aquellos polvos vienen estos lodos, recomendar el documental sobre la guerra fría "Apocalipsis. La guerra de los mundos", que se puede ver en el siguiente enlace:
ResponderEliminarhttps://www.rtve.es/play/videos/apocalipsis-la-guerra-de-los-mundos/
En segundo lugar, me pregunto si la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán puede ser un hito en el declive de la política exterior de esta potencia que quizás, es sólo una intuición, el coste-beneficio de la guerra y la postguerra ya no le sea ni rentable económicamente como Estado ni rentable moralmente como Nación; cuando los problemas en casa son mayores que los que tiene que liderar fuera y además la experiencia de ese liderazgo es desastrosa.
En tercer lugar, rescatar aquella tesis de Foucault que decía que "La política es la guerra continuada por otros medios" y "El derecho es una cierta manera de continuar la guerra". Dos afirmaciones que Foucault desarrolló a propósito de la política y el derecho, apoyándose e invirtiendo la famosa frase de Clausewitz: "La guerra es la política continuada por otros medios".
Por último, dejar sobre la mesa un dato que voy a tomar del artículo de opinión "Las relaciones estratégicas de los talibanes para no perder Afganistán" (https://www.elsaltodiario.com/afganistan/potenciales-aliados-talibanes-fuera-afganistan) del cual se deduce que el actor principal del nuevo tablero geoeconómico es China:
"Por su parte, China se ha convertido en el inversor estratégico de la cuestión afgana. Pekín ve al país como uno de sus grandes activos, pues en territorio afgano hay aproximadamente 1,4 millones de toneladas de elementos como neodimio o litio. En este sentido, no hay que olvidar que China es líder de las cadenas de suministro mundiales de tierras raras, hecho crucial en su estrategia geopolítica. Sin ir más lejos, en 2019, EEUU obtenía el 80% de sus minerales a través de China, al tiempo que los países europeos importaron el 98% de estos materiales de Pekín".
Y termino preguntándome, por qué ya no nos hablan de como va la pandemia en China o cuánto está creciendo su economía... Cada día que miro un telediario, me parecen más muñecos los presentadores y presentadoras que amablemente nos presentan el paquete de noticias, con sonrisas, con ese cliché estructural, por darse en todas las cadenas y en todos los programas, de terminar con un chascarrillo final... Creo recordar algo que dijo Vanegeim en su Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, que decía algo así que desde que la sonrisa se instauró en la imagen publicitaria, ésta desapareció de las obras de arte.
Me he encontrado hoy con una amiga del Colegio que se hizo militar, y después de unas cervezas me ha contado que la OTAN tiene desplegadas fuerzas militares en IRÁN, donde el ejército español participa sin conocimiento de la opinión pública. Me ha dado por buscar información y no he encontrado. En el siguiente enlace se pueden ver las operaciones del año 2021 (la mayoría dentro del marco de la OTAN):
ResponderEliminarhttps://drive.google.com/file/d/16n4l925HUgEAgKGuOfMhUZ6uH63oEoAK/view?usp=drivesdk
Y me ha hecho pensar, ¿puede ser la retirada de Afganistán la antesala de una nueva intervención militar?
Estaremos atentos al cuento, pero sabemos que el Emperador se está paseando en "pelotas".