jueves, 29 de julio de 2021

LA CONVERSIÓN DE LA ATENCIÓN PRIMARIA EN UNA CAUSA SOCIAL NOBLE

 

Lo mejor del olvido es el recuerdo

Gloria Fuertes

La Atención Primaria está experimentando una situación singular que conforma una paradoja inaudita. Esta se puede resumir en estos términos: En tanto que sus dispositivos asistenciales acentúan el largo declive iniciado muchos años atrás, ahora reforzado por la crisis de la Covid, su alfabetización mediática y política crece exponencialmente , configurándose en los medios de comunicación como una causa social noble que concita todo tipo de adhesiones. Sin embargo, ni en los presupuestos ni en las agendas políticas se atisba ninguna señal sobre su rehabilitación, sino, precisamente lo contrario, confirmando así tanto el decrecimiento fatal de sus recursos como la incentivación de sus alternativas privadas.

Se puede establecer un vínculo aciago entre la atención primaria y el pueblo palestino. Ambas parecen predestinadas a una muerte lenta que carece de un final. En el largo proceso de deterioro se configura un genocidio lento e incremental que tiene lugar a la vista de todos, pero que genera múltiples adhesiones en la videosfera que no tienen ninguna consecuencia en el cruel óbito interminable. Esta es una causa noble que cristaliza en los pronunciamientos múltiples ante cada acto de la secuencial aniquilación. Pronunciarse a favor de los palestinos ha devenido en una pauta honorable para las gentes de la inteligencia, de las artes y las letras. Se trata de una suerte de muerte anunciada, pero no materializada y concluida, que genera un proceso definido por la célebre frase de “hoy peor que ayer pero mejor que mañana”.

La situación de la atención primaria en España remite a una tragedia semejante. En tanto que su deterioro es manifiesto, es convertida en causa política contra la derecha, que en Madrid practica una suerte de terrorismo institucional de mediana intensidad contra ella. Pero en aquellas autonomías gobernadas por el pesoe, el devenir de la misma, en términos de proceso, ha sido equivalente a una inexorable demolición. De mis vivencias como usuario en Granada no quiero ni siquiera acordarme. Durante muchos años tuve que vivir con la incompatibilidad de mi nefasta experiencia de usuario y las representaciones fantasiosas que predominaban en la EASP.

Cada vez que oigo las quejas y los llantos sobre Madrid me acuerdo de Andalucía o Extremadura, región que el libro canónico de Enrique Gavilán había radiografiado con una precisión letal. Entonces termino mascullando aludiendo a las diferencias entre Gaza y Cisjordania, así como recordando a la maga Susana Díaz, ejecutora eficaz de la intensificación de su declinación . Está claro que Madrid es Gaza, pero ¿la solución está en Cisjordania, o en Jerusalén? Cuando escucho los discursos en estos días no puedo contener mi perplejidad. La atención primaria se ha convertido en un objeto de confrontación política, en tanto que los contendientes se atienen estrictamente a las pautas del decrecimiento, la desprofesionalización, la sobrecarga asistencial, el deterioro de la calidad del servicio, la proletarización, la precarización y la minimización de los servicios.

Por estas razones, entiendo que, al estilo de la cuestión palestina, la atención primaria está escenificando sus pompas fúnebres. Todo lo que está ocurriendo allí está determinado por el canon de lo funerario. Los discursos revestidos de su antigua grandeza siguen vivos en las élites profesionales y en algunos segmentos minoritarios de profesionales incorporados en los últimos años. Pero la gran mayoría apuesta por un comportamiento conformista y se comporta como un grupo de interés menor, que carece de autonomía y hace patente su indefensión frente a las decisiones externas. En las últimas huelgas se evidencia la degradación inducida por las autoridades sanitarias herederas de la Reforma Abril, que se consolida como el mito de origen de la destitución de la AP como “el centro” del sistema sanitario.

En las situaciones funerarias los discursos adquieren todo su esplendor en el elogio del finado. Ahora, hasta los tertulianos, que constituyen la columna vertebral del régimen, se manifiestan preocupados por su decrecimiento. Todos la elogian y proponen su rehabilitación. Pero nadie propone otra cosa que “reforzarla”. En esta trivial conversación, se ignora que una apuesta por la misma implica un verdadero salto presupuestario. Nadie se manifiesta a favor de esta opción, ni siquiera se considera en este torrente de palabras pomposas y funerarias. Así, la invocación a la atención primaria y su refuerzo, se ha convertido en un lugar común, en un grito de rigor, el cual no tiene consecuencia alguna sobre las decisiones sanitarias. Mientras tanto, el mercado sí que se está reforzando mediante la expansión de contingentes de población que compran un seguro de salud, manteniéndose en el sistema público para hacer uso de la atención hospitalaria en caso de necesidad.

No cabe duda de que la AP se ha convertido en algo similar a una causa social perenne, al modo de la pobreza, las desigualdades sociales o de género, las violencias múltiples o la inseguridad ciudadana. Los operadores mediáticos la invocan repetidamente deseándole la mejor de las suertes. Pero estos discursos no son otra cosa que plegarias a un altísimo que dirige las políticas públicas ignorándola y relegándola. Las jaculatorias en su honor remiten a la debilidad política de los colectivos profesionales asentados en ella. La incapacidad para ejercer presiones sobre los decisores es proverbial.

Así, en tanto que se incrementan las rogativas en su defensa apelando a la misericordia de los decisores, la descomposición institucional progresa adecuadamente. El peor signo de la misma es el abandono de profesionales, algunos de ellos hacia actividades nobles que se sustentan en su honorable defensa simbólica. En mis primeros tiempos de aterrizaje en el campo sanitario, un médico muy inteligente que después fue gerente y director médico de Valdecilla, decía, refiriéndose a los múltiples profesionales que nos incorporamos a este próspero campo, que “éramos los hijos de Alma Ata”. Sin este acontecimiento hubiera sido imposible nuestra concurrencia allí.

Desde esta perspectiva puede inteligirse la atención primaria actual. La fuga de profesionales de primera línea hacia actividades basadas en su defensa honorífica. Así, en parlamentos, fundaciones, observatorios, cátedras, think tans, staffs suntuosos y otras formas nobles de defenderla. Pero el problema de fondo estriba en su incapacidad para reconstituir su defensa como grupo de interés en el campo político. En estas condiciones, los decisores del estado relacional van a ser implacables, al estilo de otras causas nobles como la pobreza, la precarización o la violencia de género. Junto a la práctica de sus cultos honoríficos, cuyo rango es nada menos que el centro imaginario del sistema sanitario, las resoluciones van a presentar coherencias con las prioridades del novísimo estado, que no son otras que el crecimiento económico.

Sin llegar a afirmar que la AP es marginal al sagrado crecimiento, sí se puede considerar que no se encuentra entre sus prioridades. Esta es la causa de su declive y deterioro. Se trata de una red asistencial focalizada a la asistencia sanitaria a las poblaciones desplazadas de la gran reconversión productiva y económica en curso. La forma más rigurosa de definirlo es mediante la etiqueta de “Atención Primaria postfordista”. Esta desempeña la asistencia a los segmentos de población penalizados por la dualización del sistema productivo y la sociedad. Nos encontramos en los albores de este proceso de deterioro. Por proporcionar una imagen elocuente se trata de implementar una gran red de casas de socorro con rostro posmoderno en todo el territorio. Algunas páginas del libro de Enrique Gavilán son excelsas para comprender este proceso.

Convertirse en una causa social noble es una apuesta por un suicidio dulce. Las prédicas de los tertulianos bienpensantes pueden inducir a los profesionales de que al fin los señoritos se han dado cuenta de las carencias y van a invertir, a reforzarla, según la fatal metáfora imperante. En ese espejismo vivimos el opaco presente. Por el contrario, la única defensa posible de la AP es considerarla como una causa política y realizar acciones dirigidas a modificar los equilibrios imperantes en el campo de fuerzas que sustenta las decisiones. Esta fue mi posición en los últimos años de presencia en el campo sanitario y mis intervenciones en los foros de la PACAP. Pero entiendo que es más cómodo seguir pensando la AP en términos quiméricos, al margen del contexto sociohistórico que gobierna su reconversión, que es percibida como un mero accidente.

En una situación de descomposición se multiplican las fugas, los defensores en instancias exteriores y las capillas y castas internas que siguen manteniendo cuotas de poder efectivo. Mientras tanto, el réquiem final aparece en forma de horizonte, que nunca llega definitivamente pero se encuentra presidiendo inexorablemente todas las actividades. Las palabras de Gloria Fuertes son premonitorias. Lo mejor del olvido es el recuerdo. Una verdadera sentencia de lo que ocurre en la AP, que vive sus miserias desde los esquemas cognitivos de la edad de oro inicial. Nos aliviaremos cuando contemplemos los terribles bombardeos sobre Gaza/Madrid y abrazaremos la ensoñación de encontrarnos en Cisjordania o Jerusalén.  Solo falta la realización de una serie o una película sobre la desdichada AP, que catalizará los pronunciamientos de las gentes de los mundos de las artes escénicas y las industrias culturales.

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Ayer mi madre (84 años) y mi hermana (acompañante), bajo cita con la médico de cabecera, acudieron a su "centro de salud" para una consulta "no covid". El lugar estaba totalmente vacío. Un señor en la puerta, con chanclas y bermudas, con los pelos al aire pero con bata blanca, pregunta sin vienen por el Covid. Como no, pasan a un pasillo donde les comunica una segunda persona que no deben moverse del punto de encuentro, hasta que llega una tercera persona (todos con bata blanca)y les acerca a la puerta de la consulta, donde deben esperar la llegada del médico. Al poco llega otro señor de blanco, abre la puerta y se sienta frente al ordenador, que estaba apagado. Solo hay una silla en la consulta y no está junto a la mesa,está pegada a la parded, a tres metros. Este cuarto "ser" les dice que no es necesario que se acerquen, pero que le cuenten. Al minuto rellena un volante para un análisis de sangre y les dice que vuelvan cuando tengan los resultados.
    -¿No le toma la tensión?, ¿no le hace un reconocimiento?, (dice mi hermana)
    -No, no es necesario.
    Salen del centro de salud.
    -Yo creo que este señor no era médico, (dice mi madre).

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  2. No era médico, era el informático de mantenimiento, al que le dió pena la señora, e hizo lo que veía hacer. El resultado era el mismo

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