A veces se necesita tocar el fondo de la miseria para poder
entender la verdad, igual que hay que lanzarse hasta el fondo del pozo para llegar
a ver las estrellas
Václav Havel
La pandemia
de la Covid-19 es un acontecimiento total cuyas dimensiones no pueden reducirse
a la salud. Por el contrario, se trata de un gran evento que tiene un impacto
descomunal sobre todas las estructuras sociales, así como sobre las
instituciones políticas y el sistema social. En palabras del lúcido filósofo
Yuk Hui “El coronavirus ahora hace
implosionar esa metáfora: lo biológico y lo político se vuelven uno. Los
esfuerzos para contener al virus no incluyen desinfectantes y medicina, sino
también movilizaciones militares, cuarentenas en países enteros, cierres de
fronteras, suspensión de vuelos internacionales y paralización del transporte
por tierra […] Es también un evento que
parece devolvernos a un discurso sobre el estado-nación y a una geopolítica
definida por naciones”.
Sin embargo,
tanto el relato como la gestión de la pandemia son presentados en términos
exclusivos de un problema de salud pública. Así los expertos epidemiológicos y
salubristas comparecen en todas las pantallas del sistema mediático como
avalistas de las decisiones de los poderes gubernamentales. Este enfoque
excluye a las formas de gobierno, a sus métodos y racionalidades, que son
desplazados a un limbo que las libera de deliberación alguna. Desde esta miopía
inducida, que oculta cuidadosamente lo político, se constituye una ortodoxia
que, sobre el miedo producido mediáticamente, constituye un sentido común parco,
sobrio y gris, que se articula en el poliédrico lema de “salvar vidas”. Cualquiera
que piense esta cuestión en otros términos, es cercado y condenado por la
férrea conciencia colectiva instituida por la pandemia y su tratamiento.
Así se
constituye el monolitismo y la unanimidad fundamentados en la razón experta. En
este contexto es menester comprender el valor de este libro. En el mismo se
trata la pandemia como un hecho total, más allá de sus dimensiones
estrictamente sanitarias. Su mismo título no deja lugar a dudas. Con
independencia de la voluntad de los autores, este es inevitablemente entendido
como un desafío por parte del conglomerado epidemiológico y salubrista, que reclama
el monopolio de la interpretación de la pandemia. Al mismo tiempo, desde las
instituciones rectoras, los gobiernos y los medios, es percibido como un texto
que les disputa el sentido, en tanto que integra lo estrictamente sanitario con
lo político y sistémico, que permanece oculto en los discursos oficiales y sus
escribas.
El ambiente
resultante del devenir pandémico puede definirse como la congelación del orden
político preexistente. El miedo y las actuaciones autoritarias de los gobiernos
y sus complejos expertos generan un clima de masificación del acatamiento, que
se fundamenta en la sumisión a los expertos y la generación de un sentido común
de sobrevivencia. Cualquier cuestionamiento produce un rechazo referenciado en
una suerte de efecto de halo que condena a quien lo formula a una cuarentena
social perpetua. Quien no acepte íntegramente las medidas propuestas,
enunciadas en una comunicación que se
asemeja a los partes de guerra, es aislado por las gentes regidas por una
especie de pauta que se puede denominar como “mal menor”. Para quienes se
distancian o discrepan, su campo social queda drásticamente reducido por la
disipación de los interlocutores. Loayssa lo narra con precisión en el prólogo
refiriéndose a sus propios colegas profesionales. Esta cuarentena funciona según
el modelo de la proverbial ley del silencio.
De este modo,
el libro y sus autores son inexorablemente constituidos como disidentes. El
concepto de disidente se encuentra en un estatuto nebuloso. Pero es preciso
constatar que una disidencia es una propiedad del sistema político, más que
quienes la protagonizan. Es este quien mediante su pétrea lógica centrifuga,
avalada por una gran potencia monolítica, desplaza a cualquier sujeto portador
de un discurso diferente hacia la periferia. Los primeros disidentes en el
Gulaj soviético no discutían al sistema en su integridad. Fue este quien les
otorgó ese rango. La disidencia es un método perfecto de silenciamiento de las
voces alternativas. Pronostico que los autores van a experimentar en los
próximos meses el milagro exuberante de la invisibilidad. Este es el método
investido con la excelencia que predomina en las distintas versiones del Gulaj
capitalista contemporáneo.
En la red de
sociedades científicas, profesionales, asociaciones especializadas sanitarias, publicaciones
científicas y otras formas de agrupación, el libro alcanza la condición de
apoteosis del mutismo. Pero no se puede obviar el hecho de que este hace una
interpretación omnímoda de un fenómeno total, que es mutilado por los expertos
al reducirlo a las dimensiones sanitaristas. En su conjunto, el texto enfrenta
el tiempo histórico de la Covid en casi todos sus aspectos. Tras la gran
omisión de la que seguramente va a ser objeto, se constituye como símbolo
fértil de crítica a los poderes establecidos, que en este tiempo son
manifiestamente oscuros. Dada mi edad no puedo dejar de evocar la emoción que
me producían los libros prohibidos en el franquismo. Aunque a algunos les puede
parecer extraño, recuerdo nítidamente mi bautizo, cuando en mi facultad me
prestaron a escondidas un libro prohibido y forrado en papel de periódico,
precisamente de Albert Camus, “El hombre rebelde”.
Esta es la
razón por la que he recurrido a las lúcidas palabras de Havel. En un orden de
sentido rigurosamente cerrado, como el que caracteriza al expertismo
salubrista, es inevitable perderse en el laberinto de sus múltiples tautologías,
lugares comunes, tópicos científicos, gritos de rigor y cacofonías.
Efectivamente, el libro representa una luz desde el fondo del pozo, que permite
abordar los problemas pandémicos desde una perspectiva integral. En los órdenes
cerrados de los paradigmas blindados, las luces siempre llegan inexorablemente
desde afuera. Solo desde el exterior a ese castillo profesional es posible ver
las estrellas. Así, el discurso crítico de los autores se suma a las escasas
voces críticas que alertan sobre la conducción fatal de la pandemia, entre las
que se encuentran los premonitorios textos escritos por ellos mismos en
distintos medios. La retirada de un texto de presentación en El Salto, en el
momento de la salida del libro, es premonitoria de la condición del monolitismo
imperante.
El libro no
es un sumatorio de capítulos autónomos escritos por distintos autores, sino un
texto integrado, que tiene un hilo conductor que se referencia en una trama
argumental unitaria. No obstante, se pueden identificar algunas redundancias
entre algunos capítulos y, en mi opinión, algunos conforman un excedente con
respecto al núcleo del análisis de la pandemia. No obstante, el punto fuerte
del texto radica en su transdisciplinariedad, entendida como una convergencia
de autores procedentes de distintas disciplinas que elaboran un producto que
trasciende a cada una, de modo que en su integridad no es reversible a ninguna
de ellas.
El punto
fuerte de este texto radica en su origen. Un acontecimiento congrega a varias
personas ubicadas en distintas esferas que convergen para definirlo. Este
compromiso con la cuestión investigada no es frecuente en el modo de producción
de conocimiento vigente, en el que impera lo disciplinar. Así, cualquier problema
es reconstituido desde los esquemas dominantes de la disciplina. En este caso,
se evidencia que los autores nunca se desvían de su finalidad, permaneciendo la
pandemia y sus respuestas en el centro de sus análisis. Pero no es un libro que
dialoga con los paradigmas preexistentes en la salud pública, sino precisamente
con las distintas realidades que constituyen la Covid y sus respuestas.
La hipótesis
central de que la pandemia, considerada como un evento de salud, no justifica la magnitud de las medidas
tomadas por las autoridades, así como la calificación de estas como
autoritarias, es muy arriesgada, en tanto que desafía el imaginario colectivo
instituido precisamente por las medidas de choque. Se pueden discutir algunas de las cuestiones
presentadas en distintas partes del texto. Desde mi perspectiva, la más
relevante es la definición minimizada del autoritarismo, en tanto que lo
mediático se disuelve en la totalidad del análisis. Pero el modo de operar del
poder de los nuevos estados reconstituidos con sus escoltas expertas, es
precisamente, privilegiar lo mediático. Las máquinas de ver y de comunicar
bombardean sin pausa a la población encerrada y privada de sus relaciones. La
apoteosis de las televisiones es el factor diferencial con respecto a las pandemias
anteriores. La facturación del miedo se realiza desde este formidable
dispositivo mediático que formatea una conciencia colectiva que funciona al
modo de una anestesia.
Todas las
cuestiones de la pandemia se encuentras atravesadas por lo mediático. La misma
cuestión experta, que está bien analizada en el texto, no se puede comprender
sin remitirse a los científicos-brujos que operan en las fábricas de los
temores colectivos, las televisiones, en las que no actúan en representación de
las sociedades científicas, sino que son seleccionados por los operadores
mediáticos, que favorecen la promoción de estos como expertos providenciales.
De esta operación resulta la acumulación de capital mediático de algunos
expertos ubicados en los atriles televisivos, pero discutidos en la comunidad
científica.
El
autoritarismo que preside las actuaciones de los gobiernos se fundamenta en las
propuestas de los epidemiólogos, que remiten a pandemias pasadas que se han
producido en otros entornos sociohistóricos. Rescatar en el siglo XXI métodos
medievales produce un shock cultural considerable. Las explosiones festivas de
este verano se derivan precisamente del mismo. Pero lo más relevante esta
pandemia radica en que importa de la salud pública una gubernamentalidad poco
compatible con la gubernamentalidad neoliberal en curso. Los salubristas
encierran o inmovilizan a los pretendidos empresarios de sí mismos. El
arquetipo humano definido por su capacidad de cálculo e iniciativa es
severamente constreñido y convertido en ejecutor de las estrictas normas del
gobierno, en un revival paradójico de la vieja razón de estado. Este choque de
gubernamentalidades produce resultados en términos de malestares difusos que
van a producir distintos acontecimientos críticos. La desorganización política
y cultural alcanza niveles insólitos.
Una de las
objeciones más importantes radica a la cuestión de la izquierda. La idea de los
autores es cándida, ingenua y casi piadosa. De esta benevolencia resulta una
perplejidad que dificulta la comprensión de sus actuaciones. La transición
política y el régimen del 78 representan el drama de la desincronización de
tiempos históricos. El programa de la izquierda en sus distintas versiones es
conseguir los estándares imperantes en el capitalismo fordista-keynesiano. Pero,
en tanto que este es el objetivo, este sistema ya se está desintegrando, siendo
gradualmente reemplazado por el nuevo capitalismo postfordista, global,
neoliberal y postmediático. Así, las sucesivas conquistas de los primeros
tiempos de la flamante democracia son inmediatamente vaciadas por el inexorable
avance a la nueva sociedad neoliberal avanzada. El eterno retorno al tiempo de
“los treinta gloriosos” del capitalismo keynesiano es una ficción imposible.
La izquierda
queda descolocada y siempre rezagada con respecto a los acontecimientos. Este
es el fundamento de su implosión, en tanto que carece de programa real para
enfrentar las nuevas realidades. Su programa verdadero es la restauración del
estado de bienestar keynesiano, cuestión imposible en las nuevas condiciones
históricas. El resultado es un agotamiento y desfallecimiento superlativo.
Desde estas coordenadas se pueden hacer inteligibles sus actuaciones, antes de
la pandemia, durante y después. La nueva ley de Seguridad Nacional constituye
una amenaza mayúscula en el futuro. Pero cuando se carece de un programa
verosímil y las representaciones son ajenas a las realidades, la crisis
permanente es inevitable.
El libro es
un experimento formidable, en tanto que elabora una interpretación alternativa
que reta al relato monolítico experto, que ignora todo lo no estrictamente
sanitario. La trama de la argumentación es muy estimulante para cualquier
inteligencia, que en este tiempo no puede ser otra cosa que crítica. Esto lo
hace imprescindible, sobre todo para gentes que se ubican profesionalmente en
los mundos sanitarios. Su lectura no puede dejar indiferente a nadie e incita a
la actividad gratificante de pensar.
Un fuerte
abrazo para Paz, José Ramón y Ariel, que han creado este inteligente texto tan
necesario desde la adversidad.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario