La vida errante se encuentra entre
esas nociones que, además de su aspecto fundador de todo conjunto social,
traducen convenientemente la pluralidad de la persona y la duplicidad de la
existencia. Expresa también la revuelta, violenta o discreta, contra el orden
establecido, y da una buena clave para comprender el estado de rebelión latente
en las jóvenes generaciones, cuya amplitud apenas comienza a entreverse, y de
la cual no se han terminado de evaluar sus efectos […] Tampoco sería inútil
recordar que lo anómico de hoy, con su fuerza libertaria, es lo mismo que a
menudo funda lo canónico de mañana. En efecto, adoptando apariencias afables,
incluso tomando formas que podían evocar indiferencia, hay fuego latente bajo
el hervidero de lo social. La época es exigente, y podemos esperar la
multiplicación de explosiones tan repentinas como imprevistas, bajo formas cada
vez menos políticas […] El anhelo de una vida marcada por lo cualitativo, el
deseo de romper el enclaustramiento y la confinación domiciliarios… constituyen
todos una nueva búsqueda del Santo Grial, que al mismo tiempo reactiva la
dinámica del exilio y la reintegración […] Nos encontramos, sin lugar a dudas,
ante la presencia de un inconsciente colectivo. Esto que he llamado
´centralidad subterránea`, que actúa en las profundidades de un cuerpo social,
que se quiere racional, positivista y modelado en su totalidad por valores
utilitarios. Pero recordemos que los sueños más poderosos son sueños
impersonales. El de l´echappée-belle pertenece a los sueños que hacen un
llamado a la surrealidad de lo real, es decir, a esa extraña capacidad para
inventar un eterno presente que dé cuenta a cada momento, día tras día, de tesoros ya existentes, y que
constituyen…la riqueza insondable del poderío de lo social.
Michel
Maffesoli
La
denominada vuelta a la normalidad está reportando grandes explosiones festivas,
que los piadosos analistas del sistema y sus escoltas mediáticos se muestran
incapaces de interpretar. Así, la actividad de las policías se despliega por los
espacios urbanos más insólitos para restablecer el orden, que es asegurar que
las calles sean solo, y nada más, espacios de paso y de compra, donde predomine
el distanciamiento entre las personas. El crepúsculo del día anuncia la salida
de las multitudes festivas, que muestran su competencia en el arte de sortear
el pastoreo, inventando itinerarios tras los que las policías vuelven a
comparecer en un macrojuego que prolifera en las noches del fin de semana.
Para los
analistas del sistema este es un acontecimiento que remite factores de orden
subalterno. Así se entiende como una evasión de la responsabilidad por parte de
los escolarizados de larga duración. Pero lo que se entiende como botellón, que
nació como comportamiento colectivo en los años ochenta, se ha mostrado su
competencia de no ser reducido ni domesticado, pero, además, se encuentra en
expansión permanente. Ya ha cumplido más años que una buena parte de sus
participantes actuales. Sin duda, pertenece al orden social del envés nocturno
que acompaña a la expansión de los jóvenes almacenados en contenedores
académicos, que van incrementando sus etapas en espera del desenlace final de
su carrera educativa.
Pero, por el
contrario, un autor tan original y fértil como Maffesoli construye un marco interpretativo
alternativo, que con el paso del tiempo reafirma su validez. Las palabras
citadas en este texto están publicadas originalmente en 1997, en un libro de
culto para mí, “El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos”. Sí, pluralidad de las
personas más allá de las variables de identificación y duplicidad de la
existencia más allá de lo laboral. Revuelta sin discurso de jóvenes
generaciones, tensiones subyacentes con la vida mecanizada y vaciada en las
interminables colas de espera. Explosiones imprevistas que adoptan distintas
formas distanciadas de la política. Búsqueda del santo grial del invento de
prácticas de vida que compensen la vida lenta y vaciada en las instituciones de
un sistema agarrotado. Estas remiten a un inconsciente colectivo que se resiste
a ser racionalizado, en tanto que este es el principio de su domesticación.
Invención de formas de vivir lo social liberado de lo real lesivo. No cabe duda
de que, tras su apariencia, tras la explosión nocturna se encuentra algo muy importante.
La pandemia
ha exacerbado el encierro de los jóvenes, también ha incrementado el sinsentido
de las actividades rutinarias y carentes de significación de las universidades,
así como ha penalizado las actividades productivas, una de cuyas víctimas
principales son precisamente los jóvenes. La respuesta a esta situación ha
consistido en una explosión festiva en la que la desmesura es inevitable. El
gobierno epidemiológico y sus extensiones mediáticas se muestran ofendidos por
esta emergencia, en tanto que su supuesto central es el control absoluto de la
población y la subordinación estricta de la vida a la salud. La nocturnidad
desvía el orden instaurado de distanciamiento entre los no convivientes.
Las
multitudes congregadas para abrevar en común cuando se pone el sol son el
resultado de una fuga de una situación asfixiante. La vida en tan avanzadas
sociedades, se descompone en una fase de escolarización que comienza a los tres
años y se extiende como promedio hasta los veinticinco. Veintidós años
escolarizados ¿habéis reflexionado acerca de la significación de esta
perversión? La educación se ha convertido en una enorme jaula en la cual los
internos experimentan la brutal colisión entre el mundo acelerado de la
infosfera y su efecto en las comunicaciones personales y el tiempo lento y
detenido que impera en las aulas. Me gusta contemplar a los escolares de todas
las etapas viajar hacia sus celdas a primera hora de la mañana. La tristeza y
la resignación emiten un catálogo prodigioso de imágenes.
Este sistema
que ocupa más de una cuarta parte de la vida total está orientado al trabajo, a
la formación para trabajar. Escuchar a los expertos pedagógicos es un acto
terrible. Presentan un laberinto de itinerarios, etapas, pasarelas y otros
conceptos en el que quedan atrapados sin alternativa los sujetos escolarizados,
y que ni siquiera la lucidez de Kafka puede describir en su integridad. La
paradoja estriba en que el mercado de trabajo no puede acogerlos, siendo
imprescindible la prolongación sine die de su escolarización.
Pero lo peor
radica en que esta etapa no tiene un final definitivo. Tras obtener las
titulaciones cambia el estatuto personal, adquiriendo el nuevo perfil de sujeto
en prácticas. Estas son simulaciones del mercado de trabajo en las que el
practicante carece de responsabilidad definida, en tanto que es una simulación
y sus acciones carecen de consecuencias. Las prácticas se prolongan durante
varios años, antes de llegar a la frontera del mercado de trabajo, en el que
una gran parte de los seleccionados son acogidos en situación de
provisionalidad e intermitencia. Así se acercan a la mitad de sus vidas,
experimentando las primeras señales de declive en sus cuerpos confinados
durante tan largo tiempo en las arquitecturas de las aulas y salas de
prácticas.
Todo este
tiempo de escolarización +prácticas + intermitencia laboral tiene lugar en un
régimen de dependencia, en el cual se encuentran rigurosamente programadas sus
actividades y sus evaluaciones. La vida está excluida de tan relevante sistema
de formación profesional. El sujeto escolarizado no hace teatro, ni ninguna
forma de arte, ni música, solo actividades para modelar sus competencias
laborales. Su posibilidad de hacer, de crear, de desarrollar distintas
facultades personales es nula. Debe subordinarse a un severo sistema de
ejecución de tareas cuyos sentidos remiten a un futuro inmensamente lejano, y
en el que su persona queda escindida, en tanto que solo se tratan sus
competencias profesionales. Se pueden aplicar las palabras de Paul Virilio ”Ya
no es una cuestión de lo extraterrestre,
sino de lo extrahumano”.
La gran
verdad oculta de la civilización en curso es que los jóvenes son superfluos
para el mercado de trabajo, es decir, no estrictamente necesarios ahora, en el
tiempo presente. Esta situación produce un terremoto estructural que se
manifiesta disruptivamente en distintos espacios sociales. La política queda
liberada de su presencia en tanto que este es un juego de instituciones, y esta
clase edad practica un distanciamiento cósmico con respecto a estas, en
congruencia con el apartamiento de que es objeto por parte de estas. El sistema
político coopta a jóvenes para reintegrarlos en los partidos y las
instituciones, donde desempeñan un papel de subordinación discursiva absoluta.
Las
sociedades actuales han configurados sistemas políticos y culturales
herméticos, caracterizados por su radical autorreferencialidad. Desde su
interior no se detectan las señales que llegan desde su subsuelo profundo. Así,
esta distorsión ha terminado por reafirmar el concepto de “centralidad
subterránea”. Para los jóvenes, la fiesta y el finde constituyen un
acontecimiento organizador de sus vidas
detenidas en lo laboral y educativo. En tanto que consiguen sumar nuevas
credenciales, viven intensamente la otra vida. El magma festivo resplandece y
en su interior se encuentra abolida la racionalización. La fiesta es un dominio
de la sensibilidad. Las prácticas de las multitudes festivas son interpretadas
por los integrados como excesos y como portadoras del mal gusto.
Así se puede
afirmar que este sistema social portátil y nómada, constituye a los
contingentes de bárbaros que permean
el sistema. La policía es movilizada masivamente para controlar cada finde las
concentraciones. Los bárbaros nocturnos son sometidos, cada vez con más
claridad, a cercos físicos. Los botellódromos fueron sus primeros antecedentes.
Pero estos bárbaros nocturnos, aun careciendo de discursos estructurados,
detentan un sistema de sentidos que siempre es congruente con sus condiciones.
Por eso el sentido de este texto radica en la hipótesis fuerte de que el
problema se ubica más en el hermetismo del sistema, cuyos sentidos excluyen a
estos contingentes de la población.
Cuando son
calificados de irresponsables en los medios, se oculta la grave
irresponsabilidad de mantener un mercado de trabajo cerrado a ellos, lo que
prolonga la educación sine die. Este problema remite a las estructuras y es la
consecuencia de los choques de las placas tectónicas subterráneas. Exigir un
comportamiento responsable a alguien a quien se ha privado de la condición de
ciudadano completo, siendo mantenido en situación flotante hasta, por lo menos,
la mitad de su vida, es, cuanto menos, una irresponsabilidad, además de una
necedad, y, en algunos casos, también una maldad.
Terrible situación la de los jóvenes.
ResponderEliminar¿Puede que Illich tuviera razón no sólo al aspirar a la destrucción del sistema sanitario que conocemos, sino también a la del educativo?
Gracias siempre, profesor, por sus análisis que son un pequeño oasis.