No se
trata ya de imitación o reiteración, incluso de parodia, sino de una
suplantación de lo real por los signos de lo real, es decir, de una operación
de disuasión de todo proceso real por su doble operativo, máquina de índole
reproductiva, programática, impecable, que ofrece todos los signos de lo real
y, en cortocircuito, todas sus peripecias. Lo real no tendrá nunca más ocasión
de producirse –tal es la función vital del modelo en un sistema de muerte, o
mejor, de resurrección anticipada que no concede posibilidad alguna ni al
fenómeno mismo de la muerte.
Jean Baudrillard
Hoy se
conmemora el décimo aniversario del 15 M. La cultura del sistema métrico
decimal se sobrepone al tiempo histórico real. Hoy es el día en que este
acontecimiento alcanza la cifra mágica del diez. Pero más bien se trata de la
celebración del primer cero a la derecha, que ubicado tras otros guarismos
adquiere una significación numérica, que de un acontecimiento histórico real.
En el caso del 15 M se puede hablar en rigor más bien de todos los ceros que
pueda inventar la imaginación, pero ceros ubicados a la izquierda, es decir,
carentes de cualquier valor real. De ahí que este acontecimiento sea
susceptible de ser explotado por las maquinarias mediáticas que los reviven
como simulacros.
Porque este
acontecimiento, que supuso una movilización considerable de toda una
generación, además de la invención creativa de lenguajes políticos y repertorios
de acción, ha sido absorbido en su integridad por el caduco sistema político
que pretendía reformar o suplantar. La paradoja consiste en que ha integrado en
su seno a varios grupos presentes en las plazas, pero, no solo no ha modificado
su funcionamiento, sino que los ha empeorado. Las instituciones que vertebran
la democracia española detentan hoy una calidad inferior a la del año de la
tempestad democrática de 2011.
La sustancia
del 15 M radica en la irrupción de los sectores sociales escasamente
representados. Tras diez largos años, estos siguen ubicados en los confines de
las decisiones políticas, en tanto que los sectores sobrerrepresentados
continúan exhibiendo impúdicamente su preponderancia sin contrapesos. A día de
hoy los equilibrios de intereses siguen igual que en el año cero del 2011, o
aún más favorables a los intereses fuertes.
Lo nuevo radica en la presencia en las instituciones de grupos
procedentes del continente de los débilmente representados, que han
experimentado un proceso de movilidad ascendente, detentando un modo de vida
similar al de las élites políticas convencionales. La imagen de Galapagar es
altamente representativa de este proceso de bloqueo y absorción.
Pero,
además, la opción de apostar todo el quimérico cambio a la acción parlamentaria
ha debilitado a los movimientos sociales, que fueron estimulados por el 15 M y
ahora se encuentran minimizados en espera de que se produzca el milagro del
cambio, esto es, la promoción de sus intereses como consecuencia de la acción
del gobierno más progresista de la historia. Así, la proverbial fe y esperanza
sustituye a la iniciativa, la acción y la comunicación. La debilidad de la
acción colectiva alcanza niveles cosmológicos, que contrastan con la
amplificación de las movilizaciones de la derecha autoritaria y los grandes
intereses. Núñez de Balboa fue el 15 M de los intereses fuertes. Esta línea de
gubernamentalización nos convierte en espectadores, aplaudidores y espectros de
los platós donde los gladiadores dirimen las diferencias. Los primeros
resultados están a la vista en Madrid.
Los
acontecimientos políticos impulsan procesos de institucionalización, en los que
cristalizan algunos de los elementos de sus propuestas. Pero la aportación más
significativa de estos terremotos radica en la configuración de una generación
nueva que alcanza la condición suprema de excombatientes. En tanto que los
sistemas políticos degluten los contenidos aportados por estos, neutralizando
así su valor de cambio, estos asientan sus narrativas en los escenarios de la
videopolítica. Tanto Podemos como todas las constelaciones asociadas han
experimentado un aterrizaje fatal en las instituciones, en tanto que han sido
reconocidos al tiempo que desarmados. El precio a pagar por estar presente en
los informativos, las tertulias y las televisiones ha resultado altísimo.
He conocido
varias generaciones de excombatientes, portadoras de relatos que no encajaban
bien con el presente. Los vencedores de la guerra civil poblaban los espacios
públicos en las celebraciones con sus retóricas y sus medallas. En la
transición política salieron a flote los excombatientes republicanos,
exhibiendo formas y mentalidades análogas, en tanto que sus discursos estaban
centrados en un pasado muy diferente. El final de la dictadura forjó una
generación que tras varios años triunfales, fue adoptando el perfil de
excombatientes, en tanto que sus hazañas bélicas no se correspondían con las
realidades derivadas del avance del nuevo capitalismo postfordista, con sus
procesos inexorables de dualización social.
Durante muchos
años he sido profesor de Sociología, posición que me confirió el privilegio de
poder observar el abismo entre los discursos triunfalistas oficiales y las
realidades que vivían mis alumnos. Una gran parte de aquellos que tenían un
talento y formación considerable ocupan posiciones sociales muy inferiores a
sus capacidades. Vivir esta situación me ha marcado profundamente. Tuve que
asumir tardíamente que yo mismo era un privilegiado con respecto a muchos de
los que me rodeaban. Una persona muy inteligente, a principios de los noventa,
me calificó certeramente como “sesentayochista”. Este término designaba una
frontera social entre dos mundos.
El ciclo
político del 15 M ha terminado por ser un ciclo de protesta. Este ha generado
una nueva generación de excombatientes, portadores de los discursos triunfales
enunciados en las plazas. Estos exhiben sus argumentarios sin considerar que su
propio proceso ha quedado inmisericordemente bloqueado. En este sentido son ya
excombatientes del cambio que nunca llegó. Pero como contrapartida del bloqueo
de este proceso, ellos mismos se han integrado en las instituciones
representativas en todos los niveles, en las instancias gubernamentales, en los
medios, en las universidades y las industrias culturales. Ahora conforman un
grupo de interés semejante al de sus ancestros de la izquierda de la
transición. El fantasma del partido de
gobierno desarraigado de la sociedad, que se atribuyó al pesoe de los años
ochenta revive ahora en el gobierno de coalición.
La ventaja
que proporciona la posición acomodada de portar discursos veleidosos, que todo
el mundo sabe que no se pueden materializar, es que sus propios rivales de los
intereses fuertes no se los toman en serio. Así, son tolerados en tanto que sus
prédicas no arraigan en la población, menguando inquietantemente su apoyo
electoral. Divorciados de los movimientos sociales solo representan una parte
del espectro de las televisiones, donde desempeñan un papel subsidiario. La
lógica de la videopolítica ha terminado con ellos. Solo les queda desempeñar el
papel de la izquierda en la institución imaginaria de la tertulia, en la cual
son esculpidos.
De ahí las
sabias palabras de Baudrillard que abren este texto. La sentencia de que “lo
real no tendrá ya más la ocasión de producirse” anuncia el óbito del 15 M. Los
excombatientes habitan un medio en el que impera el simulacro político. En su
décimo aniversario estamos hablando estrictamente de funeral grande, en el que
se muestran ostentosamente sus decorados y sus fantasmas. Pero los
excombatientes son inmunes a las nuevas realidades y viven la celebración como
un posible. Cualquier acontecimiento nuevo equivalente al 15 M que convoque a
los no representados de hoy, se realizará en la clamorosa ausencia de los
recién integrados en el sistema político, los excombatientes del 15 M.
1 comentario:
Remedando al Mayo francés, fueron muchos los eslóganes que hicieron fortuna entre los Indignados del 15M, lemas que ayudan a entender el auge y la caída de la formación Podemos que mejor plasmó las ansias de aquella juventud sin mucho futuro: "Nuestros sueños no caben en vuestras urnas",
"No nos representan" "Vamos despacio porque vamos lejos" "Esto no es una cuestión de izquierdas contra derechas, es una cuestión de los de abajo (99%) contra los de arriba" (1%).
Sus sueños sí cupieron en las urnas. Los políticos acabaron representándoles. En vez de ir despacio, quemaron etapas a la velocidad del rayo y el concepto que tenían o siguen teniendo, de los de abajo la "gente" frente al 1% que detenta la riqueza, ideológicamente hablando, no tiene un pase. No sólo es fin de trayecto para Podemos sino que las instituciones del régimen de 1978 junto con la monarquía han salido en cierta medida fortalecidas. Efectivamente, "Lo llaman democracia y no lo es". Un saludo.
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