El destino
conduce a quien lo acepta, y arrastra al que rehúsa admitirlo.
Séneca
El tiempo presente se encuentra sobrecargado de paradojas. En tanto que
la pandemia asciende a los cielos a la Salud Pública, entendida como una
disciplina providencial que ampara a unos expertos aúlicos que comparecen en
las televisiones como portadores de la ciencia sagrada, la Escuela Andaluza de
Salud Pública, centro de referencia de esta, experimenta su segunda muerte, en
tanto que su desaparición es inminente por absorción del recién nacido
Instituto Andaluz de la Salud, que representa un modelo institucional inverso
al que ha animado a este centro a lo
largo de su existencia. El óbito de esta institución representa el control
definitivo de las cátedras de Medicina Preventiva de las Facultades de Medicina
sobre este campo.
En los años ochenta nacen varios proyectos de centros de salud pública,
entre los que destaca la Escuela de Granada. Sus homólogos han terminado
mediante muerte súbita, es decir, que han sido cerrados cuando el PP llega al
gobierno en sus autonomías respectivas. El de Valencia, en el que ejercía Concha
Colomer, fue el más reconocido. Pero los de Badajoz y Toledo siguieron la misma
suerte. Ahora, la decisión del gobierno andaluz, asesta un golpe mortal a la
menguada escuela, debilitada durante largos años por un tratamiento
institucional que se asemeja al de una UVI, en el sentido de que se trata de
mantener sus constantes vitales. La asignación decreciente de recursos y la intervención
exterior recortando su autonomía han consumado este homicidio organizacional.
La larga agonía de la escuela anticipaba su inexorable final. En enero de
2020 analicé en este blog el proceso de
su acoso y derribo. El título de la entrada era significativo: “La extinción de
la EASP: Coerción institucional, sadismo gerencial y quimioterapia política”.
El año transcurrido ha confirmado el análisis. Se trata de una muerte dilatada,
silenciada, sometida a una discreción encomiable, así como a una estrategia
secreta. Así, el cierre se realiza por etapas secuenciadas en las que el
proyecto termina por disolverse en la nueva instancia. En su ausencia, se reformulan
algunos de los proyectos en curso, en tanto que a otros se les dejará
extinguirse.
El final de la EASP se ensaya según el modelo de la ingeniería organizacional
de las empresas postfordistas, consistentes en sembrar la división entre los
condenados, en tanto que unos son recuperables y reciclables, en tanto que
otros son desechados. La reconversión industrial se ha convertido en un arte
mayor en la España postfranquista, en la que la desindustrialización ha sido la
pauta inmutable que ha destruido múltiples proyectos en distintos ciclos
temporales encadenados. Así se confirma otra paradoja. La gestión, un saber y
unos métodos que colonizaron la escuela tras los primeros años, hibridándose
con la salud pública, ha terminado por aplicar sus recetas a ella misma. Este
es un caso sórdido de destrucción creativa, pero con la particularidad de que
lo que regresa es el pasado anterior al nacimiento de la escuela.
Tengo la firme convicción acerca de que el futuro depende de la capacidad
de crear proyectos y hacerlos avanzar. Esa era la esperanza con respecto a la flamante
democracia recién estrenada al final de los setenta. Los indicadores económicos
al uso no definen bien el estado de una sociedad. La calidad y cantidad de
nuevos proyectos es más ilustrativo. La EASP fue un proyecto estrella en su
fundación, que portaba la ilusión de generar una inteligencia colectiva en el
campo de la salud. Su acoso y derribo es
la señal de una tragedia. En junio de 2013 publiqué un texto “El Magma”. Lo
volví a publicar tras el cese de Joan Carles March como director de la escuela
en 2017. Este concepto comparece renovado en el presente de la escuela, pudiendo
extenderse a la misma atención primaria. Todas las organizaciones nuevas
experimentan su fuerza destructiva negativa. El magma es el factor que
convierte a lo nuevo en viejo, paralizando así a los proyectos.
El magma es un concepto esencial. Lo defino de este modo “La clase dirigente española se encuentra
presente en los distintos órganos de gobierno a de todos los niveles, pero,
también en las cúpulas de las administraciones, empresas públicas y organismos
gubernamentales. En todo este entramado organizativo, la clase dirigente
conforma lo que me gusta denominar como magma. Este sería un fluido denso que
invade el medio interorganizativo. El magma crea un suelo sobre el que se
asienta cualquier proyecto nuevo. Este es un medio viscoso y pantanoso, que
interfiere las iniciativas y genera condiciones adversas que obstaculizan
su desarrollo. Así, los proyectos innovadores se encuentran en un territorio
blando, que impone un movimiento lento, agotando los impulsos al cambio. Nadie
puede librarse de él. El magma, es así, el magma directivo que dificulta los
proyectos, que tienen que adaptarse a las condiciones que impone, dilapidando
las fuerzas que los sustentan en tareas de mantenimiento requeridas por ese
duro medio. Se trata de una forma local de burocracia devastadora que cerca a
la inteligencia. Por eso, también en estos años democráticos hay más autopistas
o aves que organizaciones nuevas con prestigio”.
El magma en Andalucía tiene ya una estimable tradición y solidez. El
devenir fatal del gobierno socialista con el paso de los años, tiene
consecuencias negativas sobre todo el tejido de organizaciones públicas. En el
caso de la EASP, la puja entre su núcleo fundador y el gobierno andaluz por la
autonomía de su proyecto, concluye con la victoria de este, que raciona los
recursos, instituye el crecimiento cero y mantiene a la organización inscrita y
subordinada en su red de organizaciones de apoyo. Esta es la primera muerte de
la escuela. A pesar de todo, tiene lugar un rebrote con la dirección de Joan
Carles March, que oficia como un gobernador colonial afecto con los nativos. Su destitución significa un
golpe decisivo, en tanto que esta es administrada según el modelo de una UCI,
que tiene como finalidad preservar su vida asistida.
La llegada del PP al gobierno regional y el desplome del PSOE, supone la
consumación de una amenaza definitiva. Los nuevos administradores colocan a Blanca
Fernández-Capel, un peso pesado del partido, además de una persona ajena al
mundo de la salud, simbolizando la intención de bloquearla. El crecimiento cero
del PSOE deviene en el decrecimiento de esta institución. La dirección ha aplicado
con sabiduría la administración del desgaste institucional. Se ha esperado a la
jubilación del núcleo duro para asestar el golpe definitivo a la organización.
Las sanciones A Sánchez Cantalejo, Oleaga y March simbolizan un lento final
agónico que se descompone en varias etapas. La eliminación de los fundadores
significa la extinción de la misión de la escuela, la muerte de su alma
organizacional.
Una vez eliminada el alma del proyecto se modifica sustancialmente la
situación. Ahora se trata de gestionar los distintos intereses laborales de sus
componentes. La situación ha devenido en una suerte de ERE, en los que la
administración detenta una experiencia acreditada. La sagrada institución de
los recursos humanos aporta su catálogo de soluciones, todas ellas fundadas en
fomentar la división interna mediante la administración de la salvación
selectiva. La EASP tiene una plantilla que se asienta sobre una brecha
histórica. El grupo de los que son profesores, se contrapone al de aquellos que
son técnicos. El crecimiento cero en los noventa determinó el cierre de la
categoría de profesores, ubicando como técnicos a los que fueron llegando. Esta
es la gran baza de los gestores de este singular ERE.
Los técnicos, conforman así un estamento que se asemeja al nuevo
cognitariado, que se expande en los últimos años por las universidades y las
instituciones de investigación. Su continuidad, siempre provisional, depende de la cantidad de puntos que logren
recolectar. Así se instituye un proceso de proletarización efectiva de los
mismos. Estos son intercambiables con los peones de otras instituciones
similares, entre ellas el novísimo Instituto de la Salud, en el que se
asentarán distintos jerarcas de las facultades de medicina, necesitados de un
ejército ejecutor de sus proyectos. De ese modo, en los próximos meses
asistiremos a la selección de técnicos reasignados a otros proyectos y a
aquellos que son descartados.
El personal administrativo y de servicios es reutilizable en otros
proyectos, y la negociación confiere a la dirección la ventaja de discernir
entre aquellos que van a ser salvados y los descartados. La asimetría entre las
posiciones ha determinado la firma de una cláusula de confidencialidad que indica
la debilidad de los empleados. Todo queda sujeto al principio de individuación.
Se trata de dar una solución a distintas situaciones personales. En una
situación así se impone la lógica de lo que se denomina como “sensatez”, que
indica inequívocamente que, en ausencia de alternativas, lo más racional es
asumir la situación de inferioridad en espera de una recompensa en el curso del
ERE, que siempre opera como una tómbola.
El final de la escuela comporta una cruel paradoja. Un proyecto con
vocación de autonomía ha sido reducido a otra dimensión, en tanto que es
tratada como una pieza de lo que se denomina como “administración paralela”,
construida por el PSOE durante los largos años de ejercicio de gobierno. Así se
deniega su especificidad. Un proyecto que se fundó sobre la separación entre la
salud pública y la biomedicina, termina siendo absorbida por esta. La Salud
Pública es ubicada en una posición de subalternidad en el orden de la
biomedicina. Este es el sentido del nuevo Instituto Andaluz de la Salud.
La derrota del proyecto es incuestionable. Es imposible separarla del
destino de la Atención Primaria refundada en el tiempo en el que nació la
escuela. La derrota siempre es, sobre todo, un estado mental. El problema de
fondo estriba en el derrumbe de la izquierda, que consolida un escenario poco
propicio a la generación de nuevos proyectos. La continuidad del binomio PP-Vox
es segura, así como la inviabilidad de constituir una oposición sobre las
ruinas de los partidos que la conforman. Se abre un ciclo temporal sombrío.
Si tuviera que poner un epitafio sobre el espectro de la EASP, siempre
estaría relacionado con la energía. Cuando conocí a Natxo Oleaga en un curso de
universidad de verano en Laredo, irradiaba una energía muy poderosa. Mi llegada
a la escuela en 1988 confirmó esta sensación. La energía que se concentraba
allí era formidable. Recuerdo los másters, en los que se sucedían estados de
efervescencia. Toda la vida de la organización se contagiaba de ella. El
contraste con la energía cero, característica de la universidad, se hacía
patente. Después, con el paso de los años, esta energía se disipó cuando el
proyecto fue bloqueado. Aún y así, en el último máster que participé invitado
por Sergio Minué, la situación era muy diferente al de un aula universitaria.
Imagino ahora la energía negativa derivada del estado de amenaza y las
estrategias de tratamiento de la institución. El fuego amigo cruzado tiene que
alcanzar una intensidad similar a la utilizada en Gaza. En cualquier caso,
considero un privilegio para mi vida haber participado en los felices años de
la EASP. Esta experiencia me ayudó a mantenerme vivo, siendo testigo del prolongado
cerco que la biomedicina y la institución gestión implementó sobre ella. Ahora
vivimos el final. Un entrañable abrazo para todos mis compañeros de este viaje
por la España postfranquista.
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