viernes, 30 de abril de 2021

LA REACTUALIZACIÓN DEL FASCISMO Y LA IZQUIERDA DEL MUSEO DE CERA

 

Estaba por cumplir cuarenta y cuatro años, que eran casi la vejez.

Jorge Luis Borges

La situación en Madrid remite a una confrontación entre una derecha que ha reciclado su viejo autoritarismo, reconvirtiéndolo en una versión del proverbial gilismo marbellí, que se recombina con el trumpismo emergente, y una izquierda radicalmente petrificada, que en distintas versiones muestra su inadecuación a las nuevas realidades. El postfranquismo ha ido carcomiendo intelectualmente a la izquierda, que en el cuarenta y tres cumpleaños de la Constitución muestra impúdicamente el vacío de su pensamiento y su desvarío. La izquierda se ha extraviado en el camino entre el pasado y el presente.

La ausencia de pensamiento acerca del acontecer histórico es rellenada por los esquemas y categorías legados por lo que se denomina como “ciencia política”, en su versión empírica en la era del mercado total. Este saber segregado separa los fenómenos políticos de la estructura social, generando un conglomerado de conceptos acerca de comportamientos electorales, formación de gobiernos y programas políticos. Estas conceptualizaciones se fundamentan en el principio axial de que la sociedad es el electorado, solo el censo electoral, un conjunto definido por votantes compradores de productos políticos que deciden sus elecciones mediante su condición de espectadores del acontecer político mediatizado. La comunicación política adquiere todo su esplendor en esta galaxia de imaginerías políticas.

La influencia del mercado total es abrumadora. La izquierda renuncia a la filosofía, la historia o las ciencias sociales en favor de los saberes del mercado. La apoteosis del marketing, la publicidad y la comunicación desplazan a los viejos saberes. Todo cristaliza en la conversión de la política en un mercado electoral, en el que se dirime una puja entre distintos productos. En ausencia de los movimientos sociales, extremadamente débiles y localizados, en esta burbuja todo adquiere la condición de lo líquido. Nada es sólido y todo se encuentra sometido a un movimiento perpetuo que, al igual que los productos, hace imprescindible la renovación permanente para satisfacer  a los ínclitos espectadores, necesitados de una narrativa restaurada con nuevos capítulos que concite su atención a las pantallas.

En este espectro luminoso de la opinión pública, resultante de las comunicaciones perennes mediáticas, y que convierte a cada uno en un espectador comprador (votante), se recicla el veterano fascismo español. Este renueva sus fachadas y sus imágenes. Ahora reclama la libertad, entendida como quimérica desvinculación social. El privativo nacional catolicismo deviene en un exótico liberalismo local. Este es una síntesis de las renacidas ultraderechas europeas, con la restauración del núcleo básico del viejo movimiento nacional, al que cabe añadir la médula del pujante neoliberalismo. El resultado es un conjunto explosivo, que se encarna en Vox, pero que se extiende mucho más allá de sus fronteras.

Uno de los elementos que más favorecen la confusión conceptual se deriva de la politología empírica. Esta constituye con los programas de los partidos un eje imaginario derecha-izquierda, que desempeña un papel fundamental en el conjunto del sistema conceptual. Así se genera un imaginario topográfico, que necesariamente sustenta los dos extremos de la escala. De ahí resultan dos fantasmas que concitan todos los males, las extremas derecha e izquierda, que con su existencia liberan a los ubicados en el centro de la escala de toda sospecha. Así, el retorno de un autoritarismo creciente y el renacimiento de distintos elementos del viejo franquismo son atribuidos en régimen de monopolio a los malvados extremos, que contaminan a aquellos asentados en las topografías imaginarias del centro.

El descarte de la perspectiva histórica hace opacos e incomprensibles los procesos de evolución que han tenido lugar en el postfranquismo. Los saberes de la época son radicalmente ahistóricos, confiriendo a los análisis una trivialidad considerable. La complejidad política y social se disuelve en el contenedor de la hemeroteca, que es un conjunto infinito de datos e imágenes sin elaboración, prestos para servir a cualquier argumento. Pero esta es la única referencia válida en una sociedad postmediática. El pensamiento, las ciencias sociales y la historia son silenciadas por la velocidad de la función que se representa, que encadena temporadas y capítulos sin descanso.

En un entorno de estas características crecen discursos, prácticas políticas, ideologías y partidos que mantienen vínculos con el fascismo convencional. Pero no se trata de la restauración de éste, en tanto que fenómeno histórico singular. Más bien significa la emergencia de un nuevo autoritarismo propiciado por la descomposición de las democracias asociadas al fordismo y al keynesianismo. Sobre este vacío prosperan las iniciativas de distintos actores a favor de un nuevo fascismo compatible con el neoliberalismo. En España supone la definitiva salida a la superficie de los sectores sociales identificados con el franquismo, que han guardado silencio los largos años del régimen del 78. Ahora se destapan y muestran sin pudor sus posicionamientos. Vox es un territorio de acogida de estos contingentes, pero también el partido popular y el ya extinto Ciudadanos. La propuesta de una democracia compatible con el autoritarismo convoca a muy distintas gentes.

Pero la emergencia de las renovadas formas de fascismo adquiere una complejidad considerable, en tanto que el verdadero problema radica en la despolitización de las sociedades del presente, y en particular de las nuevas generaciones. Así, el fascismo comparece como una de las partes constitutivas de la contienda política, que se asienta en la burbuja mediática externa a la vida. En estas condiciones es extremadamente difícil replicarlo y combatirlo. Se trata de un fascismo- ficción, lejano a lo vivido, que se encuentra muy distanciado de la vida común.

El nuevo fascismo se encuentra perfectamente aceptado e integrado en el sistema mediático y las instituciones. En tanto que parece aceptar el texto de la sagrada constitución, es bienvenido al extraño mundo de la política y sus relatos, en los que representa el papel de la extrema derecha, que se especifica en una aportación simbólica que proporciona una riqueza de memes y microhistorias considerable. El territorio sobre el que se expande se encuentra determinado por la endeblez de las instituciones, la debilidad del tejido social y la inanición de los valores comunes. La  vigorosa individuación, que resulta del avance del neoliberalismo, refuerza la descomposición del tejido social.

En este contexto se hace factible la aparición de liderazgos tóxicos, basados en narrativas quiméricas. El discurso de Ayuso remite a la experiencia de Jesús Gil, portador de una retórica basada en la milagrería. Es estremecedor escuchar las simplezas de la señora Ayuso, que obtienen un respaldo muy importante en sectores ciudadanos. Es imposible eludir la ausencia de valores democráticos en el juego electoral. En esta burbuja, la apelación a valores conduce a una irrealidad escalofriante. El medio ha terminado efectivamente por sustituir el mensaje. La señora Ayuso no ha necesitado una campaña de argumentación de sus posiciones. Solo necesita proyectar su imagen y reproducir el modelo televisivo de defender sus pasiones al estilo de la Esteban.

En esta situación la izquierda se encuentra radicalmente desconcertada. Su reconversión a la moneda común de la mediatización se compatibiliza con la proliferación de discursos programáticos que apelan a valores abstractos para grandes contingentes de electores. En este sentido representa un papel que puede explicarse mediante la venerable institución del museo de cera. Sus figuras, sus retóricas y sus programas se encuentran congelados y pasan a formar parte del orden glacial del museo de los no vivientes. Prefiero no desarrollar este argumento unos pocos días antes de la votación. Lo haré con posterioridad. Parece imposible compatibilizar las esencias de la izquierda con los imperativos de la burbuja político-mediática. Esto sí que es un verdadero milagro. Cuarenta y tres años de postfranquismo la han deteriorado gravemente. Se parece demasiado a la señora mayor de Borges del informe de Brodie.

 

 

 

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