La
prohibición de la Delegación del Gobierno en Madrid de las concentraciones feministas previstas
para este año constituye una excepción con respecto a otros actos públicos. Es
la primera vez, en el tiempo de postconfinamiento, que comparece esta palabra,
pronunciada imperativamente por el poder ejecutivo. Los antecedentes son
inequívocos. Hasta ahora se había decidido con una tolerancia y permisividad
manifiesta a las distintas concentraciones de personas de diversa naturaleza.
El mismo día 5, se ha producido una concentración imponente de fe religiosa
ante el Cristo de Medinaceli. Una multitud de personas integradas en una cola que
se renovaba incesantemente, desfilaron
ante la imagen del Cristo para hacer sus plegarias. Esta concentración aprobada
por las autoridades, los medios y los expertos, es la expresión del retorno de
un viejo concepto eclesiástico: el de la bula.
En el caso
que nos ocupa, se trata de una novísima bula epidemiológica, que consiste en el
privilegio de reunirse en masa sin ser apercibidos por las autoridades, los
epidemiólogos y las televisiones. Por el contrario, las concentraciones
feministas son tajantemente prohibidas, tras un largo tiempo en el que los
tertulianos convirtieron el 8 M del pasado año en un acontecimiento severamente
descalificado, criminalizado y condenado. La evidencia de variadas bulas para
concentraciones de distinta naturaleza, frente a la prohibición de las
feministas, pone de manifiesto otro nuevo concepto: la desigualdad
epidemiológica, que deviene en la nueva injusticia epidemiológica.
Esta
consiste precisamente en la ponderación desigual de los riesgos en función de
la posición social y el poder de los convocantes. Las manifestaciones de masas,
llevadas a cabo durante varios días sucesivos en Núñez de Balboa, por parte de
importantes contingentes de clases medias y altas, no suscitaron condena
alguna, ni fueron objeto de tratamiento en las tertulias televisivas ni en los
informativos. También de los epidemiólogos, que como colectivo recién ascendido
a la cúspide del nuevo estado clínico, lo primero que han aprendido es a ser
comprensivos, permisivos y tolerantes con las clases pudientes. Por el
contrario, los jóvenes en espera indefinida, así como los concentrados en las
zonas básicas de salud con peores condiciones de vida, son tratados con un
rigor punitivo inquietante.
La situación
epidemiológica es un saco que ampara cualquier argumentación. Así, quiero
recordar que en Madrid ha habido concentraciones de masas de distinto signo: las cotidianas en los
transportes públicos y centros de trabajo; las comerciales; las de las
terrazas, los bares y el ocio; las propiciadas por protestas de grupos de
interés o conflictos laborales; las estrictamente políticas, unas en automóviles
y otras a pie (recuerdo una muy importante en junio en la Castellana); las “negacionistas” pop; las fascistas como
la del cementerio de la Almudena; la reciente de Sol en solidaridad con Hasel; las
religiosas; las corridas de toros de los primeros tiempos o los conciertos de
gente tan sensata como Raphael…Estas concentraciones muestran que no existe un
sistema normativo de pesos y medidas para su reconocimiento, pero, además, que
se puede advertir un grado de discrecionalidad en las decisiones de las
autoridades, que llega a ser escandaloso. Esta se ampara inequívocamente en la
consideración del capital político de los convocantes, privilegiando a las
gentes que habitan posiciones confortables en la estructura social.
La pandemia ha
ascendido a los salubristas al campo de la decisión política, conformando a los
mismos en una casta sacerdotal que emite dictámenes que las autoridades
políticas desvían en sus decisiones de facto. Así se configura un nuevo juego
de billar epidemiológico, en el que los dispositivos expertos en salud
representan una bola que se recombina con las demás en una serie de jugadas.
Estas, tienen en muchos casos, otros sentidos que los estrictamente sanitarios.
En general, se aprovecha la pandemia para debilitar la presencia de los
movimientos sociales mediante su destierro de las calles. Este exilio de la
acción colectiva, afecta, en particular, al movimiento feminista.
El episodio
de la prohibición de las concentraciones feministas tiene como finalidad
aprovechar la oportunidad de la situación epidemiológica para domarlo,
recortarlo y desterritorializarlo. Las manifestaciones feministas del 8 M de
los últimos años, habían mostrado la gran potencialidad de este movimiento
social, en el que convergen múltiples perspectivas y discursos. Se trata de una
gran movilización radicalmente heterogénea en la que coexisten varios sentidos.
Este acontecimiento ha desbordado las perspectivas de los partidos
contendientes, al ubicarse en el más allá del campo estrictamente electoral. Desde
su perspectiva es muy importante reconvertirlo a la dimensión electoral,
cultivando cada uno sus potenciales clientelas. Este es el sentido de todas las
jugadas en los dos últimos años. Ahora, con la bola epidemiológica en el
tablero, se diseña la jugada de su control, recorte y reconversión.
Las
manifestaciones del 8M son entendidas como un riesgo para la derecha, y como
una quimera para la izquierda, que entiende que ha encontrado por fin un
territorio social en el que asentarse. El desvarío de los discursos alcanza
niveles de comicidad. De ahí que la manifestación del año pasado haya devenido
en una confrontación total contra el gobierno. Los argumentos esgrimidos en
esta muestran inquietantemente que los fenómenos históricos nunca desaparecen
en su integridad. Me refiero a la institución de la Santa Inquisición, que se
revive en el siglo XXI con nuevos formatos. Ciertamente, la celebración de la
manifestación el año pasado fue un error de gran envergadura, en tanto que sus
consecuencias sanitarias fueron fatales. Pero en esas semanas, se celebraban
eventos deportivos, políticos y culturales que congregaban multitudes. Las
autoridades manifestaron su incapacidad de responder a una amenaza en su tiempo
requerido.
En una
situación epidemiológica como la actual en Madrid no son recomendables las concentraciones
de personas. Pero todas las concentraciones. Lo que es intolerable es
discriminar entre unas y otras. Pero en este episodio subyace una tensión
fundamental. Esta es la del modo de gobierno que ha cristalizado en esta
situación excepcional. Este se caracteriza por la reducción drástica de la
deliberación y la consulta entre las partes. Los gobiernos deciden amparados en
los dictámenes expertos. La constricción de la democracia favorece la
permisividad con los sectores sociales que ampara la oposición. Así puede
hacerse inteligible la secuencia de decisiones zigzagueantes y contradictorias.
De este modo
se ha descartado la cogestión de distintas cuestiones con los involucrados.
Esta ha sido expulsada del campo político, reforzando así un autoritarismo con
rostro experto. Si hubiera existido un mecanismo de cogestión con las
organizaciones feministas en Madrid hubiera sido factible diseñar
concentraciones y formas de movilización compatibles con las condiciones
requeridas para reducir los riesgos en salud. El próximo concierto en el Palau
Sant Jordi de Barcelona de Love of lesbian, que acogerá a 5000 personas sin
distancias personales, se corresponde al modelo de cogestión, que estimula la
creatividad mediante la interacción mutua.
Pero la
cogestión es incompatible con un sistema político como el régimen del 78
español, que se encuentra sumido en una deriva autodestructiva. La jerarquía y
el autoritarismo acreditan su incapacidad de crear y acordar. Esta decisión es
el resultado del triunfo de la derecha en la única instancia de deliberación
existente: las tertulias de los platós. Así, el gobierno realiza un acto de
penitencia por el pecado cometido el pasado año el 8M. Mediante la prohibición
tajante espera regenerarse en el nuevo parlamento, que ya no es el de papel,
sino el de las cámaras y las imágenes. Porque lo que se dirime es la
consecución del gobierno. Todo está subordinado a esta cuestión.
1 comentario:
Los casos van a subir. Se prohibe 8M en Madrid PERO se autoriza en toda España.Al subir casos tanto en Madrid como en todA España,el 8M no es causante de la subida, ya que tb suben en Madrid. Culpa exclusiva de Ayuso. So permiten 8M en Madrid, culpa de aumento por 8M
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