El presente se pone en manos del futuro lo mismo que una viuda ignorante y confiada se pone en manos de un astuto y deshonesto agente de seguros.
Rafael Sánchez Ferlosio
La crisis generada por el Covid genera la exaltación de la ciencia y los científicos. Las televisiones les confieren un estatuto próximo a la divinidad, generando expectativas que se ubican en la frontera del animismo. Mientras tanto, el fracaso de las medidas y las predicciones alcanza proporciones insólitas. Los discursos mediáticos invisten a la ciencia justamente de manera inversa a lo que es. Esta se entiende a semejanza de los dogmas religiosos, es decir, como un bloque de certezas sin fisuras ni dudas, que es preciso asumir sin problematización alguna.
Pero el advenimiento de los científicos, así como de su corte de acompañantes, a las pantallas suscita muchas dudas. Estos formulan sus prescripciones referenciadas en el arsenal científico disponible. Pero este conocimiento experto se encuentra con el hándicap del fracaso de sus previsiones. Además, las líneas enunciadas por los mismos se encuentran tamizadas por decisiones de las autoridades que se desvían considerablemente de estas. Los intereses económicos y políticos se han asentado en el espacio decisional, desplazando a los expertos que piensan en términos exclusivos de salud. Así, la dupla Illa/Simón acredita una capacidad encomiable de asignar dobles sentidos a sus discursos y decisiones.
El tiempo inicial del confinamiento de marzo les otorgó una preeminencia total, que con el paso del tiempo se va corrigiendo. De este modo, la ciencia, que es la referencia de las decisiones, se va desgastando gradualmente a los ojos de crecientes sectores sociales, que manifiestan de diferentes formas su escepticismo y disconformidad. Este repliegue de la ciencia a un papel secundario se acompaña de un incremento de las ceremonias mediáticas para su glorificación. El paso del tiempo desdibuja y desgasta a los reservistas de la ciencia, convirtiéndoles en un cuerpo sacerdotal presente en las ceremonias mediáticas litúrgicas, pero cada vez más ajeno a las decisiones de gobierno.
Se puede afirmar que la alternativa propuesta desde el comienzo de la crisis viral, consistente en la realización de test, rastreo y aislamientos selectivos, supervisados por la Atención Primaria, ha fracasado estrepitosamente. Esta estrategia no ha sumado recursos para su realización, tampoco apoyos políticos tangibles. La verdad es que se sobreentiende que este tiempo es un intervalo en espera de la llegada de las vacunas, entendidas como objetos mágicos liberados de cualquier deliberación y problematización. El anuncio de Pfizer ha sido recibido mediante una explosión de mística colectiva, que genera un estado que recuerda al de las preguerras históricas, en las que los costes desaparecen a favor del fervor colectivo.
En la oposición para obtener mi plaza de profesor titular en la universidad, uno de los ejercicios era exponer un tema ante el piadoso tribunal. Elegí uno pleno de enjundia. Este era la crisis de las ciencias sociales por desincronización con el tiempo rápido imperante en los cambios sociales. Estos operaban a un ritmo vertiginoso, en tanto que la ciencia social necesita un tiempo dilatado para definir nuevos conceptos, generar el consenso en la comunidad científica e inscribirlos en construcciones teóricas. Las nuevas tecnologías aplicadas a la producción producen una cascada incesante de novedades en forma de productos y servicios inmateriales. Estos tienen un impacto inmediato en las prácticas sociales, y, por ende, en la conciencia social, las relaciones sociales y las instituciones.
Tal y como ha planteado una de las mentes más lúcidas e inquietantes de la época, Paul Virilio, la velocidad termina por destruir una parte sustantiva de la sociedad, reconfigurando las instituciones. Así, las ciencias sociales contemplan perplejas la invasión de lenguajes que tienen su origen en las tecnologías, la informática, las ciencias de la gestión empresarial –marketing, publicidad, recursos humanos- , en detrimento de su propio arsenal conceptual. Este proceso termina por destituir el pensamiento y las ciencias humanas, que es relegado a un papel subordinado con respecto al conglomerado de saberes derivados del cambio tecnológico, que ostenta el protagonismo mediático y la relación privilegiada con la industria.
Estos lenguajes y saberes, no tienen vocación alguna en establecerse y arraigarse en un esquema teórico. De ahí que sean reemplazados por otros en un perpetuo recambio. La consecuencia más importante radica en que, en tanto que son ligeros, triviales y livianos, contribuyen a la ininteligibilidad creciente del mundo. De ahí resulta el individuo contemporáneo, que, en ausencia de un marco sólido de interpretación, se entrega a la dependencia de los dispositivos expertos. Algunos de los malestares de la época se pueden explicar en referencia a esta situación.
En este tiempo de Covid se produce una situación semejante con la ciencia. Esta recala en las pantallas para convertirse en un espectáculo que proporcione validez y certeza a las decisiones. Sin embargo, el poderoso ecosistema comunicativo termina por neutralizar a la ciencia, invirtiendo sus contenidos y propósitos. Esta es sometida al tiempo de la televisión y las redes, sustentadas en la instantaneidad. Esta velocidad desborda los tiempos necesarios para el desarrollo científico, fundado en procedimientos que tienen unas exigencias temporales ineludibles. Se exige la inmediatez de las soluciones como contrapartida a convertir los platós en oráculos científicos. Así, bajo la apariencia de ser venerada, se destituye a la ciencia y se la priva de su sustancia.
Esta destitución adopta distintas y sutiles formas. La más relevante radica en eludir cualquier controversia, al tiempo que se multiplican los portavoces que difunden distintas informaciones, entre las que existen contradicciones manifiestas. La fragmentación de las informaciones son recodificadas por los operadores mediáticos, que las integran en un sistema de significación extranjero con respecto al propio de la ciencia. El resultado es la conformación de un espectáculo científico que se asemeja a una orquesta sin director único, en la que intervienen, a semejanza de los músicos de las distintas variedades de cuerda y viento. Virólogos, salubristas, epidemiólogos, médicos especialistas de varias clases, gerentes sanitarios, miembros de la nobleza profesional, catedráticos, políticos reconvertidos a científicos, divulgadores, charlatanes, aventureros, gentes con relevancia mediática y otras especies del próspero zoo de la salud.
El efecto sobre los espectadores de este espectáculo Covid es demoledor. Esta es una verdadera fábrica de confusión, escepticismo y desolación. Así, se alteran no solo los procesos de obtención y validación del conocimiento, sino también los de difusión al gran público. Esta destitución de la ciencia mediante su instrumentación mediática al servicio de intereses políticos y económicos le priva, precisamente de su sustancia específica. Y también de la ética, en tanto que no es aceptable difundir resultados de procesos de investigación en curso, de los que no se pueden extraer conclusiones definitivas. La maldición de la instantaneidad que se hace presente en la comunicación televisiva se proyecta a la ciencia. De este modo se multiplica la incertidumbre científica, que, en estas condiciones de caos comunicativo, tiende a acrecentar su magnitud.
El sistema mediático de televisiones y redes genera un caos comunicativo imponente, en el que se solapan miles de voces diferentes en una sinfonía polisémica que contribuye a la confusión, el acrecentamiento de los temores colectivos y la renuncia a comprender, lo que implica la delegación en los científicos. Así se resignifica a la comunidad científica como un cuerpo sacerdotal, que instrumenta las celebraciones litúrgicas audiovisuales para calmar la inquietud de los atribulados espectadores. En este contexto, todo pierde su sentido. Así es posible que pasen desapercibidos los ancianos muertos en las residencias en lo que se denomina como segunda ola.
La preponderancia de los operadores mediáticos en el gran caos comunicativo resultante, contribuye a la disipación del sentido estrictamente sanitario. Así, la Atención Primaria es recibida en los platós y por los columnistas digitales con una gran solemnidad. Pero esta presencia en el ecosistema comunicativo no implica la asignación de recurso adicional alguno. Esta es recodificada como un arma política contra el pepé de Madrid, al tiempo que en las comunidades progresistas su bloqueo es manifiesto. Al ser reconvertida en un objeto de confrontación política es vaciada de contenido. Su puesta de largo mediática se realiza mediante la invocación a su reforzamiento, que se convierte en el equivalente a una oración religiosa, que carece de proyección administrativa. En tanto que la esta aterriza en la Sexta Noche, la consulta del Doctor Casado es invadida incrementalmente por los insectos, lo cual es un premonición inquietante. La comunicación mediática tiene como objeto una especie de regeneración psicológica ajena al campo de las decisiones.
Este proceso de mediatización y destitución de la ciencia se refuerza si se tiene en cuenta que el sistema científico no es, de ninguna manera, libre e independiente de las condiciones de su producción. Por el contrario, las condiciones de las sociedades en las que tiene lugar la investigación son determinantes en sus definiciones, elecciones y prioridades. En el caso del mundo de la salud, esta cuestión adquiere una envergadura monumental. La investigación se realiza en una red de empresas y organizaciones, que constituyen un gigante industrial esencial en el conjunto del sistema productivo. La industria teje una red formidable de relaciones con los investigadores y los profesionales. La sospecha de conflicto de intereses es inevitable en un mundo en el que ciencia y negocio comparecen en una sólida pareja de hecho.
En el caso de las vacunas Covid, parece necesario resaltar que esta historia ha comenzado mal, en tanto que las presiones han acortado los plazos y las empresas y los estados han tenido que pactar para liberarse de las consecuencias no deseadas de las vacunas. Este es un campo en el que el riesgo de iatrogenias es manifiesto. En esta situación, la ciencia y la ética constituyen una pareja tormentosa. Esperemos que comparezca la conciencia crítica, tanto de los científicos como la de los profesionales. Me ha estimulado conocer los primeros posicionamientos críticos a la nueva Expo de las vacunas. Ayer mismo lo hacía Juan Gérvas. Este es un tiempo de estar muy atentos a las voces de No Gracias y otras semejantes. En un momento como este es muy importante que cada cual sepa estar en su sitio.
La sociedad del espectáculo se sostiene sobre la atracción formidable de las cámaras. Los científicos las han descubierto y se muestran fascinados ante ellas. La deriva de Simón ilustra esta adicción a la imagen. Su conversión en deportista y aventurero ha dado paso a su presencia en Youtube para hacer chistes de enfermeras. El desvarío es manifiesto, pero la cuestión más relevante radica en que él mismo es absorbido por una estructura que lo resignifica, reduciendo lo estrictamente científico. Esta es la sustancia de la destitución. Un profesional que ingresa en el mundo de los guiñoles para satisfacer las necesidades de evasión del gran público, constituido en ese medio como “el respetable”, en tanto que es menester satisfacer sus necesidades de entretenimiento.
Un mundo feliz: capítulo XVI.
ResponderEliminar"No solo el arte es incompatible con la felicidad, también lo es la ciencia. La ciencia es peligrosa, tenemos que mantenerla
cuidadosamente encadenada y amordazada".
Mustafá también argumenta que no puede permitir que la ciencia progrese sin controles estrictos, ya que puede conducir a la inestabilidad social. Cuando los demás protestan que la ciencia es todo, Mustafá está de acuerdo con ellos. Pero él distingue entre la ciencia que asegura la estabilidad social y aquella que crearía malestar social.
Mustafá Mond es el Controlador mundial de Europa Occidental y uno de los Diez Controladores Mundiales. Él solo hace las reglas para la sociedad y decide qué obras publicar. Mustafá ha leído Shakespeare y otros libros prohibidos, lo que lo convierte en uno de los pensadores más independientes dentro de la sociedad. Él es el hombre que da permiso a Bernard para traer al salvaje y a su madre de vuelta a Londres.